Piketty en Chile y la magnitud de la desigualdad

La visita a Chile de Thomas Piketty, y la intensa actividad que desplegó, colocó en un plano aún más elevado la necesidad de estudiar y enfrentar el tema de la desigualdad.  En “El capital en el  siglo XXI” Piketty presta particular atención a las tasas de rendimiento del capital en el agravamiento distributivo actual  a nivel global.

Piketty en Chile y la magnitud de la desigualdad

Autor: Director

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Ello explica la profusión de artículos críticos de su obra publicado en medios de comunicación controlados por grandes grupos económicos, que obviamente van a estar en contra de medidas que toquen sus intereses, como se demostró en el proceso de discusión con motivo del debate tributario.  La importancia de la visita es aún mayor en el contexto del programa de reformas contenidas en el programa de gobierno de Michelle Bachelet, que desde luego amerita el examen de los grados de avances alcanzados.  Ello acontece cuando a nivel global se publican nuevos antecedentes, como los dados a conocer por Oxfam Intermón en el Foro Económico Mundial de Davos, sobre la  concentración de los ingresos y, en particular, el peso en el total del 1% de las fortunas más ricas, que de acuerdo a sus proyecciones superará el 2016 el de todo el resto de la población mundial.

 

La visita al país de Thomas Piketty  académico de la Escuela de Economía de París y de la escuela de Estudios Avanzados de Ciencias Sociales, fue un gran acontecimiento intelectual y político, que recalcó aún más  la necesidad de entender la gran desigualdad existente en Chile y en la región y con mayor razón la de enfrentarla, que en lo coyuntural lleva a reforzar sacar adelante las reformas que se debaten en el país que conducen de materializarse a mejorarla.  Piketty citó una reciente publicación de Fairfield-Jorrat constatando que la participación del 1% más alto en  los ingresos totales del país es una de las más elevadas a nivel mundial.  Ello corrobora lo señalado por otros estudios publicados en el país durante los últimos años, entre ellos el de los profesores de la Universidad de Chile Ramón López, Eugenio Figueroa y Pablo Gutiérrez[1].

 

El tema de la desigualdad es un problema global.  Oxfam Intermón publicó un estudio en que se llega a la conclusión que el 1% más rico de la población mundial en 2016 tendrá más recursos que el 99% restante.  El documento, dado a conocer antes del Foro Económico Mundial en Davos (Suiza) destaca que en 2009 el 1% participaba en un 44%, porcentaje que creció en 2014 a 48%.  “La desigualdad extrema –manifestó en el Foro Winnie Byanyina, directora ejecutiva de Oxfam– no es un accidente ni una regla natural de la economía.  Es resultado de políticas y con políticas distintas puede ser reducida” (20/01/15). De acuerdo a su análisis, en cambio, una de cada nueve personas carece de alimentos suficientes y mil millones de personas viven con menos de US$1,25 al día, menos de $800 chilenos. Las proyecciones se apoyaron en el informe anual sobre distribución de  riqueza global del banco Credit Suisse. El llamado de Oxfam es a que se adopten medidas para enfrentar la desigualdad, que cada vez más líderes mundiales constatan.  Pero, obviamente, no es suficiente constatarlo; se deben adoptar medidas orientadas a revertirla. “Este último año –observó la directora de Oxfam– hemos visto como líderes mundiales de la talla de Barack Obama o de Christine Lagarde han hablado sobre la necesidad de combatir la desigualdad, pero aún estamos esperando a que muchos de ellos prediquen con el ejemplo.  Ha llegado el momento –recalcó– de que nuestros líderes se enfrenten a los intereses creados que impiden lograr un mundo más justo y próspero” (21/01/15).   Piketty propone un impuesto global progresivo a la riqueza, que debe expresarse en resoluciones a nivel nacional.  En Chile hemos visto la forma agresiva con que grandes intereses se defienden cuando ven tocados sus  privilegios.

 

En EE.UU., Barack Obama, en su discurso anual sobre el Estado de la Unión puso el tema de la desigualdad también en el centro del debate. “¿Aceptaremos una economía –desafió– en la que solo a unos pocos les va espectacularmente bien?  ¿O nos comprometemos con una economía que genera ingresos más altos y oportunidades para todos los que se esfuerzan?”  El estancamiento de los salarios, al tiempo que se disparan los ingresos de los más ricos conduce a la conclusión que para una parte importante de la población la recesión continúa.  “(…) a este país le va mejor –reivindicó– cuando todo el mundo tiene su oportunidad justa, donde todo el mundo recibe lo justo, donde todo el mundo juega con las misma normas” (21/01/15).  Concretamente propuso elevar la tasa tributaria a las ganancias de capital de un 23,8% a un 28%, cerrar resquicios legales que permiten a personas ricas pagar menos impuestos que sectores medios e incrementar el gravamen de herencia a los millonarios, para mejorar la contratación de planes de pensiones privados para personas de rentas medias y bajas y ayudar a las pymes y a los jóvenes.  La propuesta, eso sí, se efectúa a un parlamento con mayoría en contra de incrementar los tributos y aumentar el gasto público.

 

Piketty llamó la atención que en el país, así como América Latina, se subestima la dimensión de la desigualdad, que la considera en la mayor parte de los países de la región excesiva.  “Aunque se sabe que es alta –expresó en la presentación efectuada en el Congreso Nacional de su libro– generalmente se ha subestimado ya que solo se tiene acceso a la información autoreportada en encuestas de hogares. “La información autoreportada  –recalcó– tiende a subestimar la desigualdad.  Como en otros países –manifestó–, Chile va a necesitar más transparencia sobre ingresos y riqueza (…)” (14/01/15).

 

En general refiriéndose a Chile expresó su acuerdo con una política tributaria que sea más justa y que proporcione recursos para la educación.  Indirectamente hizo mención a uno de los retrocesos impuestos en la reforma tributaria con el protocolo suscrito por el gobierno en la Comisión de Hacienda del Senado, que mantuvo el escándalo de la retención de utilidades que permite el esquema semiintegrado que se estableció.  “Dependiendo de cómo se traten las utilidades retenidas en Chile señaló en su exposición–, el país puede pasar a tener un nivel de desigualdad un poco inferior al de Estados Unidos o mucho más alto al de Estados Unidos.  Una gran parte de los que ganan más ingresos no necesariamente reciben éste como personal sin que lo pueda colocar en empresas y si se incluyen utilidades retenidas y se atribuyen al ingreso personal, entonces la participación del 1% más rico sería cercana al 35% (de la riqueza nacional) que sería el nivel más alto del mundo” (22/01/15).  Es esto lo que existe actualmente con el Fondo de Utilidades Tributables y seguirá aconteciendo desde el 2017 con el sistema semiintegrado.  Por ello que es equivocado sostener que con la reforma tributaria junto con incrementar los ingresos fiscales en algo más del 3% del PIB, cuando se encuentre un régimen, paralelamente se habría logrado que esos recursos provengan en mayor medida como sucedía con la propuesta inicial de los más ricos.

 

Después de su entrevista con Michelle Bachelet, Piketty declaró que “el precio del cobre es un gran responsable por la performance relativamente baja del crecimiento de Chile, ahora” (15/01/15).  Sus declaraciones las efectuó cuando la cotización del metal rojo en los mercados globales descendió por algunos momentos bajo los US$2,50 la libra, que es el costo de producción promedio del país, considerando los operacionales, depreciación, intereses y componentes indirectos.  Entre los factores fundamentales de la reducción en el precio está el débil nivel de la economía mundial, mientras la producción mantiene la misma oferta, así como la contracción general experimentada por los commodities, empezando por el petróleo y el hierro.  A ello se suma la revaluación del dólar y las modificaciones en el esquema económico de China, su mayor demandante. El Índice de Commodities de Bloomberg, que considera 22 productos energéticos, agrícolas y de metales ese día alcanzó su nivel mínimo desde 2002, siendo el cobre el recurso no energético de peor desempeño en lo transcurrido de 2015.

 

“Una parte de la gran inestabilidad política que observamos en el continente sudamericano –manifestó en entrevista a La Tercera– se explica por una desigualdad extrema y una mala regulación en la desigualdad y un rechazo de las élites de impulsar reformas” (14/01/15). Chile constituye un ejemplo de activa oposición de las élites a las reformas, apoyándose fuertemente en la gravitación que tienen en grandes medios de comunicación, los cuales con motivo de la estadía de Piketty publicaron una profusión de artículos críticos de sus formulaciones, varios de ellos revelando un superficial conocimiento de su premiada obra.

 

A pesar de todas estas formulaciones sobre Chile y América Latina efectuadas por el economista francés, El Mercurio editorialmente sostuvo en que “no son los países pobres o de ingreso medio, los que preocupan a Piketty.  Su libro –añade– se enfoca en aquellos que han alcanzado un capitalismo maduro” (18/01/15).  Una formulación de este tipo se hace dejando de lado la magnitud de la investigación efectuada por el economista francés y lo que observa de la exhaustiva investigación realizada en la introducción de su libro.  “(…) las respuestas presentadas son imperfectas e incompletas –nos advierte en ella–, pero se basan en datos históricos y comparativos mucho más extensos que los de todos los trabajos anteriores, abarcan tres siglos y más de veinte países, y en un marco teórico renovado que permite comprender mejor las tendencias y los mecanismos subyacentes”[2]

 

Ahora bien, ¿por qué analiza más unos países que otros? Por una razón muy simple que está en el centro del método de investigación seguido: se dispone en esos países de datos estadísticos confiables desde un período más amplio.  “En la medida de lo posible –nos explica el autor–, intentaré analizar la dinámica de la distribución de las riquezas a escala mundial, tanto en el seno de los países como entre ellos, desde el siglo XVIII.  Sin embargo –puntualizó–, en la práctica las múltiples limitaciones de los datos disponibles me obligarán a menudo a constreñir considerablemente el campo estudiado.  En lo que concierne a la distribución de la producción y del ingreso entre los países (…) es posible tener un punto de vista mundial desde 1700 (sobre todo gracias a las cuentas nacionales reunidas por Augus Maddison).  Cuando analicemos, en la segunda parte, la dinámica de la relación capital/ingreso y del reparto capital-trabajo, estaremos obligados a limitarnos en lo esencial al caso de los países ricos, y a proceder por extrapolación en lo que se refiere a los países pobres y emergentes, a falta de datos históricos adecuados”[3].

 

Es una investigación en desarrollo, que las limitaciones que tiene exige nuevos desafíos.  La preocupación editorial de El Mercurio reside en que Piketty esclarezca “la dinámica de la distribución de las riquezas a nivel mundial”, que constituye uno de los componentes imprescindibles para entender los temas de la distribución.  “Es cierto que nuestro grado de desigualdad es alto –reconoce el editorial del diario de los Edwards– pero este autor desvía nuestra atención hacia la envidiable situación del 10%, del 1% o incluso del 0,1% más rico (…)”.  Ello, porque la tasa de rendimiento del capital –escribe Piketty– supera  de manera significativa la tasa de crecimiento, y veremos que esto casi siempre ha sucedido en la historia, por lo menos hasta el siglo XIX, y que existen grandes posibilidades de que vuelva a ser norma en el siglo XXI, ello implica mecánicamente que la riqueza originada en el pasado se recapitaliza más rápido que el ritmo de crecimiento de la producción y de las empresas”[4].  A los Edwards les preocupa que se concentre la atención en el peso que tiene la mecánica de crecimiento de la riqueza en el deterioro distributivo y especialmente si se proponen medidas para revertirla.

 

Entre las críticas, La Tercera –el diario del grupo Saieh– reprodujo opiniones de la economista e historiadora de la Universidad de Illinois, Deirdre Melloskey.  “Lo que le preocupa a Piketty –señaló la historiadora– es que los ricos posiblemente se enriquezcan más,  aun cuando los pobres también se enriquezcan más.  En otras palabras, lo que le preocupa es exclusivamente la diferencia, el coeficiente de Gini (…)” (14/01/15).  Pero, el trabajo de Piketty es crítico de este y otros indicadores similares.

 

“El coeficiente de Gini –escribe Piketty– es uno de los indicadores sintéticos de desigualdad más frecuentemente utilizados en los informes oficiales y en el debate público.  Estos coeficientes (…) son a veces útiles, pero plantean múltiples problemas.  Pretender resumir en un único indicador numérico la desigualdad completa de la distribución  (…) lo que es muy simple y seductor a primera vista, pero inevitablemente un poco ilusorio.  Sinceramente –critica–, es imposible resumir  una realidad multidimensional mediante un indicador unidimensional, salvo si se simplifica en exceso esta realidad y se mezclan aspectos incomparables.  Por todas estas razones –concluye–, nos parece preferible analizar la desigualdad a partir de cuadros de distribución que indiquen los porcentajes de los diferentes deciles y percentiles en el ingreso total y en el patrimonio total, antes que mediante el uso de indicadores sintéticos como el coeficiente de Gini”[5].  La verdadera dimensión de la desigualdad distributiva queda en evidencia cuando se calcula la participación sobre el total de los ingresos del 1%, 0,1% y 0,01% más ricos.

 

El Mercurio, por su parte,  entrevistó a Juan Andrés Fontaine, exministro de Economía en el gobierno de Piñera, quien critica a Piketty por “basar su análisis en las tasas legales de tributación (en verdad lo hace considerando los pagos impositivos efectuados), en lugar de las tasas efectivas”, que serían las encuestas a los hogares.  Por ello rechaza la conclusión del estudio de Fairfield-Jorrat, citado por Piketty, de calcular la desigualdad considerando las utilidades retenidas y el ingreso autoreportado.  “El problema de esa metodología es que  normalmente y sobre todo en países como el nuestro –señaló Fontaine–, hay bastante subdeclaración” (15/01/15).  Ello es efectivo,  pero se corrigen en no poca medida en los cálculos de distribución considerando las utilidades no declaradas.  Es el mismo Fontaine, que en la suscripción del protocolo con el ministerio de Hacienda, cuya consecuencia fue reducir significativamente la progresividad de la estructura tributaria, concordó en que no se tocasen los recursos acumulados en el Fondo de Utilidades Tributables, que suman ya más de US$300.000 millones, y que con el sistema tributario semiintegrado las grandes empresas retengan en su poder un porcentaje apreciable de las utilidades obtenidas.  Estos en su opinión no deberían considerarse en las proyecciones de desigualdad.  “Al atribuirle a los dueños de las empresas –señaló– el 100% de las utilidades no distribuidas (…) lleva a que los números resulten altos”.  ¿A juicio de Fontaine, que participó en la “cocina” para la mantención de esos escándalos, cuál es el porcentaje que se debería considerarles?

 

[1] Véase, El Mundo del 1%, 0,1% y 0,01%.  Editorial Usach, 2014.

[2] Thomas Piketty, El capital en el siglo XXI, Fondo de Cultura Económica, pág. 15.

[3] Thomas Piketty, El capital en el siglo XXI, Fondo de Cultura Económica, pág. 43.

[4] Thomas Piketty, El capital en el siglo XXI, Fondo de Cultura Económica, pág. 42.

[5] Thomas Piketty, El capital en el siglo XXI, Fondo de Cultura Económica, págs. 290-291.


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