Como bien han planteado los investigadores Kamal Cumsille e Iván Pincheira, el concepto de gubernamentalidad propuesto por Michel Foucault, permite sacar la problemática del modo en que se nos gobierna, y en definitiva nos gobernamos a nosotros mismos, del ámbito exclusivamente estatal, y de lo que tradicionalmente se han denominado instituciones políticas (como el parlamento o los partidos). Es así como a través del concepto de gubernamentalidad se abordarán las articulaciones contemporáneas entre elementos vinculados al Estado (y lo comúnmente conocido como público) y procesos y agentes propios del mundo privado, especialmente a través del mercado.
En estas circunstancias, quisiera dar cuenta de algunos elementos que sustentan la importancia que tendría esta perspectiva como forma de entrar al análisis crítico de nuestras sociedades actuales, y por supuesto, a la acción política en consecuencia.
En 1999, en Francia, se publicó un libro titulado “El nuevo espíritu del capitalismo” de Boltanski y Chiapello, en este se afirmaba que se había gestado un nuevo espíritu para el sistema económico imperante. Según estos reconocidos investigadores, hacia fines de los años 60’s y comienzo de los 70’ se asistirá a una serie de transformaciones en el mundo del trabajo, todo lo cual tendrá repercusiones sobre el conjunto de la sociedad. La importancia del Estado como agente activo en la sociedad; los trabajos para toda la vida; la seguridad social solidaria; las relaciones de reciprocidad intergeneracionales; la importancia de la inversión pública, etc., serán cosas del pasado.
Para sustentar su tesis, Boltanski y Chiapello indagarán en manuales franceses de managament, de gestión empresarial, y su comparación con las antiguas formas de descripción del mundo laboral y social, del rol de la empresa y del individuo. Se constata así que, para legitimar su desenvolvimiento en el espacio social, los individuos van encontrarse permanentemente enrolados en alguna “actividad”. Esta actividad ya no puede quedar reducida solo al ámbito del trabajo, como lo conocía la antigua sociedad industrial, sino que se trata de una conexión perpetua de actividades en ámbitos diferentes.
De lo que se trata es de saber enrolarse en multiplicidad de proyectos de distinta índole, pero también de saber concluirlos en el momento preciso, y de la forma indicada para que el fin de uno, sea condición de posibilidad del siguiente. También de que los individuos por sí mismos gestionen sus posibilidades de empleo, y que a su vez sepan conectar a otros, como forma de ganar legitimidad. Porque lo que importa no es la estabilidad de la carrera, sino el movimiento perpetuo. Lo que es crecientemente valorado, según nos dicen los autores, son las habilidades para coordinarse, comunicar, hacerse digno de confianza y confiar.
Las ya muy bien conocidas “habilidades blandas” se requerirán crecientemente en un mundo que ha perdido toda la seguridad de las instituciones. En este mundo “conexionista”, serán los individuos y sus propias capacidades, no su pertenencia a alguna clase social, sindicato, u otra organización, lo que les permitirá mejorar las condiciones de vida.
Así, la incertidumbre laboral, la destrucción de la organización sindical que se experimenta con fuerza sin precedente en Chile y la inestabilidad generalizada, pueden llegar a ser valoradas positivamente; y la flexibilidad, adaptabilidad y polifuncionalidad devenir nuevos valores. Por esta razón, la organización política-económica de la sociedad, no sólo “permitirá” el fortalecimiento de los individuos, sino que lo requerirá. La gestión individual será condición de posibilidad de la gestión social.
Una situación tal ya venía siendo leída por los trabajos tardíos de Michel Foucault y, por supuesto, de sus continuadores. Se veía muy bien que los controles disciplinarios (escuela, cárcel, fábrica) estaban siendo recubiertos por tecnologías de poder de nueva índole. Aquello que el filósofo Gilles Deleuze llamaría “sociedades de control”. El disciplinamiento podría relajarse, en la misma medida en que se desplegaba una nueva forma de controlar, administrar, gestionar, en definitiva, de gobernar. Las reformas que se dan a fines de los años 70 y durante la década de los 80, que tienden a restablecer unas relaciones entre capital y trabajo favorables al primero de los términos, hace emerger un cierto consenso y ubica decididamente al mercado como lugar central.
El mercado, se asume autorregulado, limitando internamente la intervención estatal, algo propio del arte liberal de gobernar, según Foucault. Esta autorregulación modifica de modo permanente la manera en que se puede ejercer el gobierno, es decir la conducción (o regulación) de las conductas. Las posibilidades no pueden seguir radicadas en las instituciones clásicamente políticas, de carácter jerárquico, puesto que el mercado como limitación interna del poder estatal, implica el reconocimiento de agentes libres en el sentido económico, es decir, a los cuales hay que respetar sus intereses y deseos.
La manera en que se puede regular las conductas de individuos a los que se supone libres para elegir, es a través de la seducción, solamente posible mediante una forma indirecta de intervención que reposa en una serie de agentes e instituciones no estatales. A menos que los individuos se resistan o sea considerados “otros” (indígenas, migrantes, homosexuales, etc.), sobre los cuales caen mecanismos más explícitos de intervención y control, abriendo otro espectro enorme de las prácticas gubernamentales.
El mercado generalizó la precariedad y la inseguridad como condición de vida. En tales circunstancias, las oposiciones más conocidas de la política se vuelven superfluas. Nos interesa hacer énfasis en la oposición entre la autonomía individual y control. Ésta pierde su capacidad crítica, puesto que “la autonomía personal no es la antítesis del poder político, sino un elemento clave de su ejercicio, tanto más porque la mayoría de los individuos no son meramente sujetos [en el sentido de sujetados] del poder, sino que forman parte de su funcionamiento” (Miller & Rose, 2008).
Este vínculo entre la precarización de las condiciones de vida y una nueva gramática de valores, articula la relación entre los individuos declarados libres y la necesidad de controlarlos. La noción de riesgo con su polifuncionalidad, permite articular las desgracias con los nuevos valores, con el nuevo espíritu del capitalismo. Así lo señala el colombiano Santiago Castro-Gómez:
«La generación del riesgo permanente aparece entonces como uno de los objetivos centrales de la racionalidad neoliberal propuesta por la Escuela de Chicago. [La sociedad del riesgo] no es una consecuencia “indeseada” de la industrialización (…) sino que es efecto de una racionalidad de gobierno (…) que busca producir un ambiente de riesgo en el que las personas se vean obligadas a vérselas por sí mismas, pues la inseguridad es el mejor ambiente para estimular la competitividad y el autogobierno» (2010).
Es precisamente esta constatación lo que fundamenta las sensaciones de ambivalencia frente a prácticas y discursos que fomentan el fortalecimiento de los “individuos”, y que da su potencia a la perspectiva abierta por los conceptos foucaultianos de gubernamentalidad (y biopolítica), en tanto permiten interrogar aquellos ámbitos que sólo formalmente estarían alejados de los modos en que se nos gobierna (como los libros de autoayuda, las píldoras psiquiátricas, o las medicinas alternativas), pero que contribuyen a hacer posible a este individuo que debe encargarse, fundamentalmente en soledad y con sus propios medios (“vérselas por sí mismos”; “salir adelante”; “salvarse”; o “emprender” como añadirían los partidarios del orden neoliberal), de problemas de naturaleza colectiva, como la educación de las nuevas generaciones; la definición, control y recuperación de aquello que nos daña a nosotros en tanto cuerpos (lo que se entiende como “salud”); o la manera en que transformamos nuestro medioambiente para procurar nuestra subsistencia (lo que se denomina “trabajo”).
Nuestra situación actual es fruto de la historia, y la historia no es sino lucha, y la lucha no termina. Aquello que pretenden los trabajos reunidos en torno a la Jornada de Estudios en Gubernamentalidad, es mostrar algunas características fundamentales de nuestro presente que permitan pensarlo y pensarnos de otros modos.
Hugo Sir*
*Núcleo de Investigación Sociología del cuerpo y Emociones, Departamento de Sociología Universidad de Chile.
RECUERDA QUE ENTRE EL 1 Y 4 DE SEPTIEMBRE SE VIENEN LAS PRIMERAS JORNADAS DE ESTUDIOS EN GUBERNAMENTALIDAD
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