Entre los hechos más relevantes económicos-sociales actuales está la irrupción de capas muy amplias de la población en diferentes países demandando medidas en el plano político y/o económico. Chile es uno de los ejemplos más destacados de este proceso lo cual se volvió a confirmar en las movilizaciones nacionales de los días 24 y 25 de agosto. Un papel muy activo en estas acciones lo desempeñan capas de la población que no se encuentran entre las más empobrecidas. Es muy importante el protagonismo de jóvenes desempleados o que ven, como en el caso de nuestro país, que acceder a una educación superior les lleva en muchos casos a contraer niveles de endeudamiento muy elevados, los cuales tienen como grandes beneficiarios a instituciones financieras. Estas acciones se iniciaron con la “primavera árabe”, que condujo a cambios políticos importantes en Túnez y Egipto. Escribió un nuevo capítulo con el “movimiento de los indignados” desarrollado en España y reproducido en otras naciones. Las políticas de austeridad fiscal impuestas en EE.UU. y Europa, con expresiones a otro nivel en Chile, pero basadas en concepciones ideológicas similares, introdujo un poderoso nuevo factor de descontento o choca contra las exigencias planteadas.
El descontento expresado activamente por sectores muy amplios de la población se expande a nivel global, incluyendo en un papel destacado a Chile. Estas manifestaciones tienen, desde luego, connotaciones propias de cada país. Pero, al mismo tiempo son influidas por rasgos comunes. Por ejemplo, uno de ellos es la elevada participación de la juventud, así como de capas de las poblaciones que no se encuentran entre los sectores más empobrecidos pero que viven y se rebelan contra la falta de oportunidades y crecientes niveles de desigualdad.
El Mercurio constató que uno de esos rasgos es el alto porcentaje de desempleo juvenil. “(…) en los países donde han explotado las movilizaciones –señaló-, el desempleo juvenil alcanza al 27% en promedio, cifra que duplica y hasta triplica el de cada una de sus economías” (14/08/11). En España, el movimiento de los “indignados” tiene lugar en un país con una tasa de desempleo nacional superior al 20% de la población activa y con un porcentaje entre los jóvenes de 45,7%. En Grecia, donde las políticas de ajuste de la eurozona y el FMI condujeron un serio deterioro en las condiciones de vida general y con un desempleo juvenil de 36%, el movimiento de los “indignados” se reprodujo, siendo otra manifestación de protesta que se sumó a la cadena de paros nacionales de los trabajadores desde los primeros meses de 2010 cuando se impuso el primer plan de ajuste. En Túnez, donde comenzaron las gestas democratizadoras en los países árabes, el desempleo juvenil es de 30%, en Egipto de 25%, en Israel de 23,4% y en Inglaterra asciende a 20%. Estas tasas de desempleo alcanzan a jóvenes –como en Chile- que esperaron de la educación les abriera nuevas posibilidades laborales o mejor remuneradas.
El caso de España, donde nació el movimiento de los “indignados” resulta particularmente ilustrativo. “Qué va a ocurrir (…) en un país como España –se pregunta el analista Joaquín Estefanía– si la economía no crece o crece por debajo del mínimo exigible para crear empleo durante, pongamos, un lustro más? ¿Cómo puede sobrevivir una sociedad en la que casi la mitad de sus jóvenes están en paro (…)? ¿Con qué dinero puede funcionar una sociedad en la que el paro se instala durante un largo período en alrededor del 20% de la población activa, porcentaje más análogo al de una depresión que al de una recesión? (18/08/11). Sin duda, es una economía que exige transformaciones estructurales, que en la coyuntura necesita políticas de estímulos y no de austeridad fiscal y que de no ser así lo previsible es que la movilización de los “indignados” persista y se extienda frente a gobiernos que no son capaces de atender sus demandas o, aún peor, con sus decisiones agravan la situación.
En nuestro país, donde las expresiones sociales de protestas tienen motivaciones muy variadas, siendo mejorar la calidad de la educación y las condiciones para acceder a ella la esfera en la cual hasta ahora han alcanzado la mayor magnitud, con centenares de miles de personas movilizadas nacionalmente, el desempleo juvenil es igualmente muy elevado. Con una tasa de desocupación oficial en el trimestre móvil abril-junio de 7,2% de la fuerza de trabajo, la desocupación juvenil registró 22,1% entre los jóvenes de 15 y 18 años y 16,1% entre los de 20 a 24 años. De otra parte, el porcentaje de jóvenes que no estudian y son económicamente inactivos, según las cifras de la Dipres y de Unesco, superan entre los 18 a 24 años los promedios de América Latina en dos puntos porcentuales, mientras son inferiores entre los 15 a 17 años por el gran aumento registrado en el acceso a la educación media.
La magnitud de las movilizaciones estudiantiles y de amplios sectores que las apoyan llevaron a que se transformasen en una noticia mundial, recogida por variados órganos de prensa de gran prestigio y pasase a ser centro de atención política no solo en Chile, sino como lo reconoció el presidente colombiano es tema de preocupación en los diálogos entre los mandatarios de la región.
Sin duda que los planes de austeridad impuestas en numerosos países industrializados – y que en Chile tiene la expresión de mantener acotado el crecimiento del gasto público- son un factor estimulador de este descontento. El plan de ajuste implementado en octubre de 2010 en Inglaterra por el gobierno encabezado de David Cameron, terminó con medio millón de empleos públicos, hizo más difícil el acceso a viviendas sociales, aumentó a 66 años la edad de jubilación, redujo el presupuesto a la policía y puso fin al tope máximo que existía para las matrículas universitarias, las cuales se incrementaron de 3.000 a 10.000 libras esterlinas anuales. ¿Es extraño que ello sea un factor presente en las acciones de protesta producidas? ¿Será necesario recordar que Piñera en su gira por Europa expresó abiertamente su apoyo a estas políticas?[1].
Las acciones de protestas en Londres y otras ciudades inglesas se iniciaron después de la muerte de un habitante negro por la policía en el barrio de Tottenham. “Lo que comenzó como una protesta pacífica –comentó El País– se convirtió a la vez en una explosión de rabia social y política” (09/08/11). “La gran brecha entre ricos y pobres –escribió, a su vez, Leonardo Boix, de la agencia italiana Ansa– lleva décadas sin resolverse y ha sido uno de los principales detonantes de los disturbios e incidentes (…). La crisis económica internacional de 2008 y 2009 y las políticas de ajuste público que implementó desde su llegada al poder en 2010 el gobierno de coalición de David Cameron –añadió-, no hicieron más que aumentar esas divisiones” (10/08/11).
El gobierno Cameron actuó con escasa diligencia, haciéndolo –al igual que en Chile- a través de generalidades. Cameron rechaza “explícitamente –comentó Economist Intelligence Unit (EIU)- la posibilidad que los disturbios estén ligados a la pobreza, la discriminación y la austeridad fiscal” (19/08/11). Sin embargo, refutándolo un mapa dado a conocer por Financial Times vinculó directamente las zonas de Londres en donde se produjeron las mayores confrontaciones con cifras de desempleo juvenil y altos índices de privaciones. A ello se suma que minorías étnicas tienen los índices de pobreza más elevados. En Londres un 70% de los pobres pertenecen a estas minorías. “La sociedad británica –recalcó en su reportaje EIU- es una de las más desiguales en Europa y sus niveles de confianza están entre los más bajos en Europa Occidental”.
Cameron suspendió sus vacaciones en la Toscana italiana después de tres días de acaecidos los sucesos de Tottenham. La ministra del Interior, Theresa May, se limitó a explicar los disturbios exclusivamente por la acción de “delincuentes”. El malestar de la población se expresó de variadas formas, mezclándose en momentos con actos delictivos, pero sin duda que la reducción del gasto público y las consecuencias sociales del ajuste incidieron fuertemente. La crisis política adquirió dimensiones inesperadas.
En Tel Aviv, las manifestaciones tuvieron como detonante cuando un joven de 25 años, Daphni Leef, instaló una tienda en el Boulevard Rothschild ante la imposibilidad de encontrar un departamento en donde vivir, incorporándose después a la protesta a otras personas enfrentadas a problemas similares. La acción se reprodujo rápidamente en diferentes ciudades y se extendió a otros problemas: sistema médico, educativo –como en Chile- y cargas tributarias regresivas. En especial, se expresó la protesta de jóvenes que sufren costos crecientes en alimentación, viviendas y combustibles que consumían velozmente sus precarios ingresos. “La sensación –expresó Leef- es que no importa lo mucho que uno se esfuerce, igual no puede llegar a fin de mes” (09/08/11). Los jubilados y personas de tercera edad expresaron su apoyo a la juventud indignada demandando una disminución en los precios de los medicamentos, no se cobre IVA a los bienes de primera necesidad y porque sus pensiones permanecen entre las más bajas si se compara con los restantes países miembros de la OCDE.
En India, durante la semana que termina decenas de miles de personas se manifestaron en el centro de Nueva Dehli en rechazo a la detención del activista anticorrupción Anna Hazare y sus seguidores. Grandes manifestaciones se efectuaron simultáneamente en otras ciudades. “Hartos de una corrupción endémica –subrayó El País-, los ciudadanos expresan en las calles su disconformidad en una movilización creciente que hace recordar a las revueltas árabes o el fenómeno global de los indignados” (18/08/11). Hazare inició una huelga de hambre en la cárcel, que permitió junto con las manifestaciones de apoyo, su libertad. Continuó la huelga de hambre por otros 15 días demandando que se modifique un proyecto de ley contra la corrupción que se debate en el parlamento, demandando que los cargos públicos puedan ser sometidos a investigación, posibilidad que el proyecto excluye específicamente. Hazare hizo suyas las formas pacificas de protesta de Mahatma Gandhi.
Las grandes movilizaciones ciudadanas a nivel global se iniciaron con la denominada “primavera árabe” y los levantamientos en Túnez y Egipto. En corto tiempo decenas de millones de personas se liberaron. Pero como constató Financial Times, “las transiciones políticas en Egipto y Túnez están siendo caóticas y las expectativas de los pueblos exceden en gran medida lo que pueden ofrecer los gobiernos transitorios, en particular cuando se trata de beneficios económicos. (…) la batalla de los movimientos juveniles –considera- se medirá en años y no meses. No será pareja, habrá avances y retrocesos (…). Las fuerzas de la contrarevolución han actuado desde que los líderes árabes enfrentan este desafío popular sin precedentes, y Arabia Saudita es el más ansioso por proteger el viejo orden. Le preocupa el impacto de los levantamientos de su propia población y el equilibrio de poder en la región” (19/08/11). En Siria y Libia las protestas se transformaron en enfrentamientos armados, en este último país con abierta intervención armada desde el exterior.
“Ya basta” dicen los manifestantes al conocerse públicamente una sucesión de fraudes por miles de millones de dólares, como los registrados en la organización de los juegos de la Commonwealth o en la definición de las licencias de telefonía móvil de segunda generación. El ex presidente Abdul Kalam manifestó que la corrupción constituye el mayor freno para el crecimiento de la gigantesca economía y demandó que se actúe para poner fin a las corruptelas. “Es obsceno ver –expresó Anupama Jha, director de Transparencia Internacional India– cómo los ricos se van haciendo más ricos mientras la gran mayoría es pobre en este país. Y que el dinero invertido en desarrollo solo llegue en una ínfima parte a los más necesitados”.
Los altos niveles de desigualdad es un problema global. En EE.UU., en medio de la crisis económica, solo un 1% de la población absorbe el 23% del ingreso nacional. Entre ellos los banqueros, factor de gran importancia en el desencadenamiento de la crisis. “Los gobiernos –escribió Susan George, presidenta de honor de Attac– (…) han ayudado a los banqueros a abrocharse sus paracaídas de oro y a flotar suavemente hasta terreno firme con grandes sumas de dinero en el mono, han mantenido a los banqueros fuera de la cárcel (Bernard Madoff no cuenta, fue el lobo expiatorio) y han aflojado cantidades astronómicas para sacar a los bancos de una situación peliaguda de la que ellos mismos eran precisamente los responsables” [2].
El ex economista jefe del FMI Kenneth Rogoff en una conferencia efectuada en Santiago hace dos semanas atrás manifestó que entre los norteamericanos existe mucho descontento por la reducción experimentada en sus niveles de vida. Mientras, como lo ha señalado el tercer hombre más rico del mundo, según los rankings de la revista Forbes, Warren Buffet, en declaraciones a The New York Times, debe dejarse “de mimar a los super ricos. Mis amigos y yo –detalló- hemos sido ya bastante mimados por un Congreso amigo de los millonarios”. Proponiendo que se eleven los impuestos a todos los hogares con un ingreso anual de más de un millón de dólares”. (16/08/11). La duración promedio del desempleo es la más alta registrada. En las universidades públicas las matrículas aumentaron durante el año en un 5,6% real. El endeudamiento en créditos universitarios es mayor dese el año pasado a la existente en tarjetas de crédito y se estima que alcanzará al finalizar 2011 al billón de dólares.
“La Gran Recesión de 2008 –escribió Joseph Stiglitz– se ha transformado en la recesión del Atlántico Norte (…). La respuesta –agregó-, recortes masivos de gastos, garantiza que los niveles de desempleo inaceptablemente altos (un vasto desperdicio de recursos y un exceso de oferta de sufrimiento) se prolonguen durante años. Ha habido –agregó- mucha preocupación sobre el contagio financiero entre Europa y EE.UU. Después de todo, los errores de gestión financiera estadounidense desempeñaron un papel importante en el desencadenamiento de los problemas europeos, y la agitación financiera europea no será buena para EE.UU. (…). Pero el problema real surge de otro tipo de contagio: las malas ideas cruzan fácilmente las fronteras y las nociones económicas equivocadas a ambos lados del Atlántico se han esta reforzando entre sí” (14/08/11). Se expresan, ante todo, en las políticas de austeridad fiscal.
Basta leer las formulaciones del ministro de Hacienda chileno, Felipe Larraín, para apreciar que el contagio de las malas ideas no se detuvo en las fronteras del país. Las fuertes protestas en el país no están desvinculadas de este “contagio”. Larraín, ha insistido en “un crecimiento del gasto público inferior al PIB” y en rechazar aumentos de tributo para financiar la reforma en la educación y las medidas sociales nuevas a implementarse (16/08/11).
Por Hugo Fazio
El Ciudadano
[1] Véase, Un país gobernado por uno de sus dueños, Cenda-Lom 2011, págs. 160-167
[2] Susan George, Sus críticas, nuestras soluciones. Icaria Editorial 2010, pág. 26