En la actualidad 80 personas poseen la misma riqueza que la mitad más pobre de la población cuando en 2010 la concentración estaba en 388 personas, lo que da cuenta de una creciente concentración de la riqueza mundial en cada vez menos manos.
Esos y otros indicadores de la creciente desigualdad y del aumento de la riqueza de los más ricos frente a la existente pobreza extrema es motivo de preocupación para personajes y entidades.
Según el informe anual 2015 de la organización británica Oxfam, “actualmente, 80 personas poseen la misma riqueza que el 50% más pobre de la población mundial; esto quiere decir que 3.500 millones de personas comparten la misma cantidad de riqueza que estas 80 personas enormemente ricas”.
Además, de acuerdo con datos de 2014 “el 1% más rico poseía el 48% de la riqueza mundial, mientras que el 99% restante debía repartirse el 52%”.
En el caso de América Latina, la región con más desigualdad del planeta que desde hace décadas no ha podido dejar atrás esa descripción, según estadísticas como las manejadas por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), ha mostrado una reciente tendencia a la baja en cuanto a desigualdad, que tuvo lugar en un contexto de crecimiento económico sostenido y reducción de la pobreza en la región gracias a políticas socializadoras.
La tendencia a la reducción de la desigualdad ha sido más pronunciada a partir de 2008, según Cepal, aunque aún queda mucho por hacer y una de las asignaturas pendientes es la relacionada con reformas tributarias “para aumentar la recaudación y el alcance efectivo de los impuestos” sobre la estructura de la imposición a la renta, los patrimonios personales y gravámenes sobre herencias, donaciones y sucesiones, lo que mejoraría el impacto distributivo.
“La característica principal de la desigualdad en América Latina, no es el gran número de pobres, sino la alta concentración de la riqueza entre un número pequeño”, explicó a la AFP, Juan Pablo Jiménez, experto de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), organismo dependiente de Naciones Unidas con sede en Chile.
Y estos últimos “pagan muy pocos impuestos”. “Los impuestos sobre la renta y la riqueza son muy bajos, el impuesto sobre el patrimonio casi inexistente”, dijo Jiménez, pidiendo una mayor presión fiscal sobre los que poseen más “para financiar los servicios públicos y la inversión social”.
Según datos del estudio de Cepal, ‘Desigualdad, concentración del ingreso y tributación sobre las altas rentas en América Latina’, la recaudación media obtenida por 18 países de América Latina a través de la imposición patrimonial resulta igual al 0,85% del PIB, lo que es menos de la mitad respecto del promedio mostrado por la OCDE (un 1,79% del PIB)”.
A ello se suma que en América Latina, el número de personas acaudaladas sigue creciendo -como en el resto del mundo- y el número de “ultra ricos”, cuyo patrimonio alcanza al menos 30 millones de dólares, creció 5% en 2014 llegando a 15.000 en una región de unos 605 millones de habitantes.
Según datos de la compañía singapurense de consultores Wealth-X, que edita con UBS un informe mundial anual sobre los “ultra ricos”, en América Latina el número de multimillonarios, personas cuyo patrimonio es de al menos mil millones de dólares, estalló en un 38% hasta alcanzar a 151 individuos, más que en cualquier otra región del planeta. Algunas fortunas fueron repartidas entre varios herederos, que a su vez se volvieron multimillonarios.
En ese sentido, la herencia es uno de los factores estructurales de desigualdad más antiguos en la historia de la humanidad, según coinciden varios autores y estudios.
“Por justificadas que sean al principio, las fortunas se multiplican y se perpetúan a veces más allá de todo límite y de toda posible justificación racional en términos de utilidad social. Así, los empresarios tienden a transformarse en rentistas, no sólo conforme pasan las generaciones, sino también a lo largo de una misma vida”, escribe el economista francés Thomas Piketty en su obra ‘El capital en el siglo XXI’ cuando analiza la estructura de la desigualdad.
Para medir la desigualdad se utiliza el Coeficiente de Gini, que indica ausencia de desigualdad cuando su valor es 0 y desigualdad total cuando es 1 y mientras el valor se acerca a alguna de esa cifra se señala más o menos igualdad.
En América Latina, según valores de 2008, el índice llegó a 0,48, mientras que en la África Subsahariana fue 0,44; en Oriente Medio y el Norte de África, 0,44; en Asia, 0,40; en Europa del Este, 0,3; y, en países de altos ingresos, 0,31.
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