Regulación financiera: Chile en la vereda contraria de Obama

Regulación financiera: Chile en la vereda contraria de Obama En nuestro país los reguladores bancarios tienen como misión principal mantener a los bancos con buena salud y con alta rentabilidad, sin preocuparse mucho por la salud de los consumidores


Autor: Mauricio Becerra



Regulación financiera: Chile en la vereda contraria de Obama En nuestro país los reguladores bancarios tienen como misión principal mantener a los bancos con buena salud y con alta rentabilidad, sin preocuparse mucho por la salud de los consumidores. Nada similar a esa nueva Agencia que se está creando en Estados Unidos se ha propuesto acá.


Las propuestas del Presidente Obama de reformular  las regulaciones del mercado financiero en EE.UU., mediante una o más leyes y decretos dan la oportunidad de analizar  la situación regulatoria en Chile.

La propuesta  más audaz de Obama es la creación de una Agencia de Protección para el Consumidor Financiero. El centro de atención de la nueva agencia será cuidar de los consumidores financieros, tanto de los que adquieren deudas de todo tipo como de los que adquieren acciones, bonos o productos derivados. Para ello, las normas para el mercado financiero no serán más redactadas y aplicadas por los reguladores del sector bancario, pues en EE.UU. y en Chile los reguladores bancarios (SBIF en Chile) tienen como misión principal mantener a los bancos con buena salud y con alta rentabilidad, sin preocuparse mucho por la salud de los consumidores. Nada similar a esa nueva Agencia se ha propuesto hasta ahora en Chile.

Hace ya dos años que la profesora de Harvard, Elizabeth Warren, propuso la creación de esta agencia argumentando que no se impedía el préstamo en hipotecas a gente que no podía pagar el servicio de las deudas existentes sin tener que vender la propiedad en que vivía o verse obligada a pedir un nuevo préstamo. La Sra. Warren actualmente dirige el panel que controla el rescate de la banca por el ministerio de Hacienda norteamericano.

En lugar de esta Agencia de Protección del Consumidor Financiero, el Superintendente de Valores y Seguros en el Congreso de ICARE hizo una  propuesta que no va destinada a proteger al «consumidor» financiero chileno sino a dar más tranquilidad al sector bancario. Para eso el Sr. Larraín propuso el 19 de Junio «un nuevo sistema regulatorio en que existirían tres reguladores especializados para las áreas de solvencia, conducta y liquidez» (SVS, SBIF y Banco Central respectivamente). Además, propone la creación de un consejo de regulación financiera que sería una institución colegiada e independiente de los ciclos políticos y además un nuevo tribunal especializado en materias financieras, similar al actual TDLC al cual se le excluiría del área  financiera. Muy sugestiva es esta propuesta ahora que  la nueva ley  faculta la delación compensada en casos de colusión y el ejecutivo ha enviado un nuevo proyecto que castiga  con cárcel a los que se coludan en perjuicio de los consumidores entregándole esa iniciativa a la Fiscalía Nacional Económica.

Las agencias regulatorias del mercado financiero en EE.UU. tienen actualmente 39 mil funcionarios y si han fallado no ha sido por falta de personal. El problema ha consistido en la falta de transparencia de los productos  financieros derivados y de la formación de «burbujas» especulativas que no estaban reguladas en absoluto. Incluso hasta ahora muchas instituciones financieras en todo el mundo ni siquiera entienden bien la composición y el valor de los productos que hundieron sus activos financieros.

En Chile, hasta donde se sabe, no se emitieron derivados financieros empaquetando hipotecas buenas con malas, ni se crearon paquetes de deudas con garantías colaterales de los bancos para ofrecerlas a los clientes. El mercado financiero chileno es  pequeño para salir a ofrecer estos productos a otros países. Lo que se ignora es cuánto invirtieron las empresas y las personas naturales chilenas en activos tóxicos y cuando y como se van a transparentar las pérdidas.

Como consecuencia de la gran crisis bancaria de los 80′ rige una  norma para que los dividendos sobre deudas hipotecarias no sobrepasen un 25% de los ingresos del deudor. Eso se aplica a propiedades de hasta 3 mil UF porque se supone  que para propiedades de mayor valor los ingresos del deudor pueden soportar una deuda en mayor proporción al ingreso. Por su parte la deuda total de cada deudor en el sector bancario, incluidas las tarjetas de crédito bancarias, está consolidada en la base de datos en la Superintendencia de Bancos (SBIF). La falla regulatoria actual consiste en que las deudas de los clientes de cada casa comercial que emite tarjetas de crédito sólo es conocida por esa casa comercial y de allí el riesgo sistémico de que se produzca una masiva suspensión de pagos, incluidos los préstamos hipotecarios.

Hay que recordar que en Chile con la inflación muy baja, la tasa máxima convencional para las deudas de consumo está en el 53% anual y que la capacidad de endeudamiento de la llamada clase media puede estar llegando a su límite.

Un enfoque profundo y  social que va más allá de la regulación financiera es el del premio Nobel Joseph Stiglitz en su intervención ante el Consejo de la OIT  el 12 de Marzo, titulada «Crisis mundial, protección social y empleo», y que publicada en la Revista Internacional del Trabajo Vol. 128. Sus opiniones pueden dar una visión más global a las autoridades regulatorias chilenas ubicando a nuestro país como una parte  de las finanzas mundiales. Dice Stiglitz:

“La crisis actual es verdaderamente mundial y como la economía está globalizada, el problema sólo se puede resolver en el plano mundial…Hay por lo tanto un desajuste entre lo que necesitamos, que son medidas mundiales, y los órganos decisorios, que son nacionales”.

En referencia a la falta de regulación en EE.UU. argumenta: “Una de las razones de que la  regulación fuera tan permisiva se halla en unos principios económicos equivocados, empezando por el que proclama que la mejor manera de dirigir una economía es confiar en unos mercados sin trabas que se ajustarán por si solos. Hemos ido de una burbuja a otra, de una base insostenible a otra igualmente insostenible, y, a menos que efectuemos reformas más fundamentales, no seremos capaces de volver a un crecimiento económico firme y sostenible”.

“La falta de demanda agregada es el problema actual. Imponer una mayor flexibilidad salarial puede acabar agravando este problema de fondo que es el desplome de la demanda  agregada”.

Concluye el profesor Stiglitz: “Tenemos que establecer una forma mejor de gestionar los riesgos mundiales, lo cual incluye idear un nuevo sistema mundial de reserva para sustituir al del dólar, que se está resquebrajando”.


Ernesto Benado
Conadecus


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