Las elecciones efectuadas en Francia y Grecia demostraron la oposición existente en amplias capas de la población de la eurozona a las políticas de austeridad, que han contribuido poderosamente al cuadro de recesión existente. El nuevo presidente francés, François Hollande, planteó la necesidad de introducir en el Pacto Fiscal suscrito a comienzos de año, y que está en proceso de aprobación por los parlamentos, la idea del crecimiento económico, en un contexto en que crecen las voces en la región para dar pasos en esa dirección. Incluso el ministro de Finanzas alemán, Wolfgang Schaüble, sorpresivamente declaró la disposición a permitir un porcentaje de inflación superior al fijado como meta por el Bundesbank, banco central germano, y la conveniencia de que en las negociaciones laborales a iniciarse próximamente aumentase el poder adquisitivo de los trabajadores. El crecimiento de la demanda interna en la mayor economía de la eurozona ha sido planteada como una necesidad para mejorar las exportaciones de los países en la región que enfrentan mayores dificultades.
La rígida política de austeridad impuesta a la eurozona por Alemania sufrió un golpe demoledor en las elecciones efectuadas el 6 de mayo en Francia y Grecia. “Las elecciones (…) nos dicen -escribió Martín Wolf en Financial Times- que el cansancio por la austeridad se ha instalado. El ajuste fiscal –añadió- no soluciona las cosas en economías que están en contracción” (09/05/12) Ya otros hechos en la misma dirección, como la caída del gobierno de Holanda y la derrota de los conservadores en los comicios municipales británicos, indicaban este viraje. Las elecciones anteriores en la región produjeron sucesivos colapsos de fuerzas gobernantes, pero para insistir de una u otra forma por lo general con la misma política. Más aún, las elecciones golpearon a la alianza que dirigió desde el inicio de la crisis la política de la eurozona, representada por Angela Merkel y Nicolás Sarkozy.
Ahora, el cuadro se modificó. El viraje se produce, escribió Javier Valenzuela, “en detrimento de la centroderecha y el centro izquierda tradicionales. El europeísmo y el estado de bienestar son hijos –argumentó- del inteligente matrimonio formado tras la II guerra mundial por el humanismo de la derecha democratacristiana y gaullista y el progresismo socialdemócrata. Pero con su conversión a la Tercera Vía la socialdemocracia empezó a dejar de ser distinguible y atractiva para buena parte del electorado. Ahora, al abrazar el ultraliberalismo anglosajón, al centroderecha le ocurre lo mismo” (13/05/12). Ello se agudizó al profundizarse y llevar adelante las duras políticas de austeridad fiscal, que han tenido consecuencias sociales y económicas desastrosas. “Los recortes del gasto en una economía deprimida –como escribió Paul Krugman- solo hacen más profunda la depresión. Veinticinco millones de europeos están desempleados, el consumo y la inversión bajo mínimos, y los recortes salariales, en indemnizaciones y pensiones, derechos educativos y sanitarios, son el pan de cada día”.
El viraje descansa en dos elementos dominantes. De una parte, las políticas de austeridad llevaron a la región al límite, empujando a una gran cantidad de países europeos a la recesión. Una vez más las políticas económicas rígidas –y la de austeridad fiscal adquirió formas extremas- terminan siendo insostenibles. Paralelamente, se derrumbaron los exponentes más destacados de esta orientación en los países en donde se efectuaron los actos electores: Sarkozy en Francia, el conservador partido Nueva Democracia y el socialista Pasok en Grecia que tenían suscrito un compromiso ante Bruselas de mantener después de las elecciones las draconianas políticas impuestas en la cuna de la democracia.
Los cambios de gobiernos precedentes implicaron sucesivas derrotas de partidos socialdemócratas, que desde los gobiernos aplicaron plenamente las políticas de austeridad. François Hollande llevó adelante su campaña con un discurso diferente: Alemania no puede decidir unilateralmente el destino de la región, el pacto fiscal suscrito recién en marzo, y que aún se encuentra en fase de aprobación por los parlamentos, debe ser revisado, contradiciendo a Angela Merkel que lo considera inmodificable, e insistió se requiere de políticas procrecimiento.
El futuro presidente galo propuso un nuevo papel del Banco Central Europeo, incorporando entre sus objetivos, al igual que la Reserva Federal norteamericana, el tema del crecimiento, un gravamen a las transacciones financieras recogiendo lineamientos de la tasa Tobin, que el Banco Europeo de Inversiones (BEI) se trace un plan de financiamiento a las empresas, y se emitan eurobonos –rechazados hasta ahora decididamente por Angela Merkel- con el propósito de financiar infraestructuras y propender así al crecimiento económico.
En el gobierno alemán, en el nuevo contexto creado, se vieron obligados a hablar también de crecimiento, pero lo ven como un complemento a la política de austeridad. En unas jornadas sobre Europa organizada en Santiago de Compostela por la fundación Konrad Adenauer, el ministro de Finanzas germano, Wolfgang Schäuble, afirmó que “la consolidación fiscal no es un fin en si mismo. Una vez tomadas las medidas, también necesitamos crecimiento sostenible” (06/05/12). O sea trataban de conjugar ambas formulaciones intentando mantener el eje en la austeridad, que en estricto rigor –salvo en situaciones excepcionales- actúa en sentido contrario al crecimiento.
Los resultados electorales en Francia y Grecia ratificaron el viraje político. Ahora están cayendo gobiernos de derecha o tecnocráticos decididos por los mercados, François Hollande triunfó con el 51,6% de los sufragios, generando una nueva situación tanto en Francia como en Europa. En Italia, la tercera economía de la eurozona por su producto, en elecciones de alcaldes –la primera votación ciudadana desde que el tecnócrata Mario Monti reemplazase a Silvio Berlusconi como primer ministro-, se produjo un alto respaldo a los candidatos que se oponen a las medidas de austeridad, proponen terminar con el euro y reestructurar la deuda pública.
Apenas confirmada su victoria, Hollande reiteró su determinación de negociar el tratado de austeridad en un discurso pronunciado en Tulle, el pueblo del que era alcalde, destacando entre sus prioridades como nuevo mandatario “la reorientación de Europa hacia el crecimiento y el empleo. Esa será mi misión –añadió- dar a la construcción europea una nueva dimensión. (…) estoy seguro que en no pocos países europeos se sintió un alivio, una esperanza, la esperanza de que por fin la austeridad no puede ser una fatalidad” (07/05/12).
El presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durão Barroso, en su mensaje de felicitación a Hollande le señaló: “Tenemos claramente un objetivo común relanzar la economía europea para generar un crecimiento duradero que (…) sea fuente de generación de empleos. Debemos transformar ahora estas aspiraciones –le agregó- en acciones concretas”. El paso dado hasta el momento fue adelantar la cumbre informal de la Comisión Europea en que se recibirá a Hollande para el 23 de mayo. Durão Barroso ha planteado ante los medios de comunicación que su temática será “acción para el crecimiento, acción para el empleo”. El gran interrogante es como se combina este propósito con las políticas de austeridad. Hace una década y media atrás, luego de la victoria del socialista Lionel Jospin, se resolvió formalmente agregándole al Pacto de Estabilidad existente en la eurozona la expresión “y de crecimiento”, que no se cumplió (07/05/12). Sarkozy fue el décimo quinto gobernante en caer desde comienzos de 2009, en un listado que comienza con el primer ministro de Islandia, Geir Haarde, que condujo a un cambio radical de política llevada adelante exitosamente al abandonar las políticas de Bruselas.
En Alemania, la primera reacción de círculos oficiales provino del ministro de Relaciones Exteriores, el liberal Guido Westerwelle, ofreciéndole a Hollande un “pacto de crecimiento”, sosteniendo sin embargo como Angela Merkel que “el Pacto Fiscal ya es una cosa hecha” y que la disciplina fiscal y el crecimiento serían “dos caras de la misma moneda” aunque la austeridad de la manera como se impuso ha provocado contracción económica generalizada. La posición de la canciller germana fue, a su turno, cortante. “En Alemania creamos, y es mi opinión personal también -dijo-, que el pacto fiscal no es negociable (…) No es posible renegociarlo todo –añadió- después de cada elección” (08/05/12). El pacto fiscal –recalcó después el portavoz gubernamental Steffen Seibert –tiene la aprobación de 25 de los 27 miembros de la Unión Europea, por lo que seguirá su marcha”. (08/05/12). Por tanto, se negaban a reconocer los cambios producidos en la situación política europea y se proponían continuar impertérritos sin mayores concesiones con la orientación impuesta.
Sin embargo, sorpresivamente Wolfgang Schaüble declaró el 10 de mayo que estarían dispuestos a aceptar una tasa de inflación mayor del objetivo definido por el Banco Central germano, lo cual implica llevar adelante políticas monetarias expansivas, y que las negociaciones salariales próximas a iniciarse redunden en un aumento del poder adquisitivo de los trabajadores, lo cual incidiría en un incremento en el consumo y, por ende, en la demanda interna. De ser así, ello podría estimular las exportaciones de los países de la eurozona en dificultades al mercado germano, coincidiendo así con planteamientos efectuados por el Partido Socialdemócrata de Alemania y de los Verdes, después del triunfo de Hollande. Martin Wolf en Financial Times calificó las formulaciones de Schaüble como “sabios comentarios”, dado que van en la dirección de producir un en la eurozona “un ajuste simétrico de los desequilibrios acumulados” (09/05/12).
En Ciudad de México, el mismo 6 de mayo finalizó la reunión del grupo de reflexión sobre el G-20, organizado por el Nicolas Berggruen Institute. El expresidente español, Felipe González, fue el encargado de dar a conocer las conclusiones de la cita a los líderes mundiales, recomendando la necesidad de encontrar “un equilibrio mayor entre el requisito de austeridad y la necesidad de estimular el crecimiento”. Añadiendo: “A lo mejor hay un presidente de la República francesa que se atreve a decirle que no a la señora Merkel cuando no tenga razón”(07/05/12).
Las elecciones griegas significaron una derrota abrumadora del bipartidismo dominante, que se había comprometido a mantener la política de austeridad y seguir gobernando en acuerdo con las resoluciones de Bruselas y del FMI. Nueva Democracia y el Pasok obtuvieron algo menos de la tercera parte de los votos, cuando en 2009 –antes que estallase la crisis helénica- lograron el 78%. La situación del partido más votado, Nueva Democracia, automáticamente mejora al contar con una antidemocrática bonificación de cincuenta escaños. El segundo partido más sufragado, fue la coalición de Izquierda Radical, Syriza, que alcanzó casi el 17% de los sufragios y 52 diputados. Su votación en 2009 había sido solo de 4,6%. Al mismo tiempo, el Partido Comunista (KKE) obtuvo un 8,4% y la Izquierda Democrática Unida un 6,1%. Tal como se esperaba ingresaron al Parlamento los neonazis de Aurora Dorada, con una veintena de congresales, al recibir un 7% de los votos.
Inmediatamente, Syriza planteó la necesidad de renegociar el memorándum suscrito entre el Gobierno y la troika (Comisión Europea, FMI y BCE), agregándole una cláusula procrecimiento. Por su parte, Antonis Samarás de Nueva Democracia, que suponía sería elegido el nuevo gobernante, habló de constituir un gobierno de salvación nacional. “La salvación nacional que proponen algunos –contestó Alexis Tsipras en nombre de Syriza- pasa por la modificación del memorándum. Los pueblos de Europa no pueden sobrevivir así. Merkel debe entender que la austeridad no conduce a ningún sitio”, pronunciándose por constituir un gobierno de las fuerzas de izquierda, que obtuvieron sumados una amplia votación. Sin embargo, su propuesta de constituir este frente no produjo acuerdo, fue desestimado tanto por el KKE como por Alianza Democrática.
Debido a la dispersión electoral se entró a un escenario de ingobernabilidad que de prolongarse conduciría a una nueva jornada electoral. El tiempo disponible hace todavía más difícil llegar a concordar en un gobierno, dado que la segunda etapa del acuerdo de rescate impuesto por la troika establece que a fines de junio, al vencer la segunda de las cinco etapas establecidas, se debería presentar un plan de reformas estructurales destinado a ahorrar el equivalente de otro 7% del producto. Ello posibilitaría recibir durante el segundo trimestre un desembolso del orden de los US$40.500 millones. “Será muy difícil para cualquier gobierno que emerja –comentó el banco norteamericano Morgan Stanley- implementar las medidas acordadas por la troika”, concluyendo que debido a ello “un nuevo default no debe ser descontado” (09/05/12). Para presionar en el cumplimiento del rescate, los gobiernos de la eurozona acodaron desde ya aplazar la entrega de un porcentaje del próximo desembolso. No es primera vez que lo hacen.
“El pueblo está muy enojado”, constató el diario Eleftheros Typos, que respaldó a Samarás, reconociendo la necesidad de modificar el memorandum de la UE, que Nueva Democracia se comprometió a seguir aplicando. Mientras tanto, Angela Merkel insistió en que Atenas debe continuar adelante con el plan de rescate “Es de la mayor importancia –exigió- que los programas que acordamos con Grecia sigan siendo implementados” (08/05/12). “Grecia no tiene ninguna alternativa al programa de reestructuración –manifestó a su turno Jörg Asmussen, miembro del comité ejecutivo del BCE- si quiere seguir siendo miembro de la eurozona” (09/05/12). Se trata de las políticas que el acto electoral rechazó abrumadoramente.
“La crisis griega representa –concluyó The Wall Street Journal- la culminación de un experimento radical de austeridad (…) que han dejado al país al borde del colapso social y político. El ejemplo griego –agregó- ilustra la contradicción entre la disciplina exigida por Alemania, a cambio de ayudar a otros miembros de la Zona Euro, y el sufrimiento económico que otras sociedades puedan soportar” (10/05/12). “El programa (de rescate) es un suicidio –subrayó Louba Katseli, exministra helénica de Finanzas- no solo para Grecia sino también para el euro. En España, Portugal, Italia, en todas partes –advirtió- se está cometiendo el mismo error” (10/05/12).
En Europa hay quienes, a pesar de las derrotas electorales, insisten en seguir aplicando las políticas de austeridad. Así acontece con el gobierno de coalición encabezado por David Cameron que gobierna en el Reino Unido, el cual experimentó a comienzos de mayo un duro traspié en las elecciones municipales. Cameron rebautizó su formulación proponiendo “afrontar nuestro déficit presupuestario y conseguir crecimiento al mismo tiempo” (09/05/12). Sin embargo, las políticas de austeridad siguieron llevándolas adelante pocos días después, en Londres y otras ciudades británicas tuvo lugar en la masiva manifestación de policías y funcionarios públicos en contra de despidos y en rechazo a modificaciones regresivas en los sistemas de pensiones. Es esta orientación al no darse la que condujo a la economía británica a la recesión.
La política de austeridad en las elecciones del 6 de mayo experimentó su mayor golpe en el plano político desde que se impuso su aplicación. Al mismo tiempo, la compleja situación creada en Grecia generó un cuadro nuevamente de aguda inestabilidad en los mercados financieros. En España, la prima de riesgo alcanzó su mayor nivel desde noviembre, llegando a un punto cercano al registrado cuando se produjeron los rescates en Grecia y Portugal. En el cuadro ibérico se unió a los ataques de los mercados la profundidad de su crisis bancaria, no resuelta desde que se produjo el derrumbe de su mercado inmobiliario. La nacionalización del Banco Financiero y de Ahorro (BFA), matriz de Bankia, fue una expresión de la magnitud de sus dificultades. El valor de mercado de Bankia estaba extraordinariamente por debajo de la contabilizada por el Banco Financiero y de Ahorro que es su controlador, 2.000 millones de euros contra 12.000 millones de euros. El grupo era la cuarta entidad del sector con más de diez millones de clientes. El BFA –que era controlado por políticos del Partido Popular- cuenta con 31.800 millones de euros en activos inmobiliarios con problemas, siendo la primera inmobiliaria española. Bankia quedó con la parte menos expuesta del negocio.
El acentuamiento de la crisis empuja la necesidad de producir el viraje. El poderío del capital financiero es muy grande. Hollande lo identificó “como su enemigo”. Los grandes medios de comunicación se pusieron inmediatamente en acción. The Economist calificó a Hollande de “peligroso”. El diario conservador germano Die Welt denominó a los dirigentes del partido socialdemócrata alemán de “traidores a la patria” por identificarse con los planteamientos de Hollande. Pero los hechos indican la necesidad de producir cambios radicales.
Por Hugo Fazio
El Ciudadano