El lunes 13 de mayo del 2019 pasará a la historia como el día en que el Parlamento plantó cara de frente al poderoso lobby de la industria financiera y el gran empresariado chileno en materia de pensiones. Actuando de manera seria y responsable, la Comisión de Trabajo y Seguridad Social rechazó la idea de legislar un proyecto gubernamental que favorece descaradamente a dichos actores a costa de elevar brutalmente un impuesto que pagan íntegramente sólo los trabajadores, aunque lo desembolsen los empleadores. Y no resuelve, como demagógicamente promete, la angustiosa situación de millones de pensionados y especialmente pensionadas chilenas.
Este acto de dignidad política puede resultar fugaz y quedar reducido al ámbito de la comisión parlamentaria que lo acordó gracias a la valiente actitud de su presidente y diputados opositores que la integran, pero ello no les quita mérito porque es quizás la primera vez que sucede en casi tres décadas. A lo largo de la llamada “transición a la democracia”, en lo que al sistema de AFP se refiere se ha impuesto invariablemente la llamada “democracia de los acuerdos” para mantener incólume este abusivo mecanismo heredado de la dictadura.
El mismo se apropia de las cotizaciones que se descuentan mes a mes a los trabajadores ocupados, supuestamente para financiar pensiones dignas. En efecto, sus niveles actuales son más que suficientes para ello, lo cual resulta asimismo sustentable hacia el futuro. A condición, naturalmente, que este impuesto a los salarios se destine íntegramente a pagar pensiones a los trabajadores jubilados. En cambio, las AFP lo desvían en su mayor parte y a perpetuidad para goce de un puñado de grandes grupos empresariales, lo mismo que sucedería con el monto íntegro del aumento de cotizaciones propuesto por el proyecto gubernamental, aunque lo administre un “ente” público que reemplazaría las AFP por gestores privados como Blackrock en la gestión de inversiones.
El Estado, por su parte, se ve obligado a financiar cuatro quintos del gasto total en pensiones, incluyendo un tercio de las que paga el sistema AFP, otras tantas pensiones civiles públicas, las pensiones militares y otras prestaciones previsionales. Para financiar en parte este enorme gasto que absorbe un quinto de su presupuesto, el fisco incurre en la irracionalidad de endeudarse año a año al tiempo que supuestamente “ahorra” en las AFP la mayor parte del impuesto que permitiría pagar pensiones adecuadas hoy y sustentar dichos desembolsos hacia el futuro.
Mientras tanto, se mantiene a trabajadores jubilados, especialmente a las mujeres, con pensiones que resultan cada vez más “miserables” como las han calificado los propios partidarios de este sistema.
La causa de las bajas pensiones resulta fácil de comprender si se observa lo que sucede con las cotizaciones previsionales, el segundo impuesto regular que más dinero recauda después del IVA. Según las últimas cifras oficiales disponibles, que se registran en los indicadores mensuales IMACEI-CENDA, en los últimos doce meses a marzo del 2019, el sistema de AFP recaudó 7,3 billones de pesos en cotizaciones obligatorias, de los cuales les bastó destinar poco más de 2,3 billones, un 32 por ciento de lo recaudado, a devolver en forma de “pensiones autofinanciadas” los ahorros de toda la vida a 1,37 millones de pensionados por dicho sistema, los que en promedio recibieron $147.730 mensuales por persona, que equivalen al 18,5 por ciento del sueldo imponible promedio.
El fisco complementó 1,1 billones de pesos en aportes previsionales solidarios (APS) y “bonos de reconocimiento” (BR), con lo cual el monto promedio de las pensiones pagadas por AFP y compañías de seguros relacionadas se elevó a $219.529, cifra que equivale a un 27,4 por ciento de las remuneraciones imponibles, tasa de reemplazo que se reduce cerca de un punto porcentual por año debido a que el monto promedio de las pensiones está estancado en 8 UF por persona desde hace dos décadas, período en el cual las remuneraciones imponibles reales han subido más de 50 por ciento.
Adicionalmente, el fisco pagó pensiones solidarias y del sistema antiguo a tantos jubilados como las AFP, pensiones militares y otras prestaciones previsionales que incluyen los llamados “bonos de retiro” requeridos por el bajo nivel de las pensiones AFP. El gasto fiscal destinado a todo ello, incluidos los 1,1 billones en BR y APS que complementan pensiones AFP, suma 8 billones de pesos en los últimos doce meses. Si se agregan los 2,3 billones de pesos que “autofinancian” las AFP y compañías de seguros, el gasto total en pensiones alcanza a 10,3 billones de pesos en los últimos 12 meses. El fisco financia cuatro quintas partes de ese monto, mientras el sistema de AFP aporta sólo el quinto restante, para financiar el cual les sobra con apenas un tercio de las cotizaciones que recaudan mes a mes
De este modo, al igual que en todos los países del mundo, en Chile las pensiones se pagan íntegramente con impuestos corrientes y no con “ahorro”. En ninguna parte se pagan pensiones con ahorro, tampoco en Chile. Todos los países, también Chile cobran impuestos y con ellos pagan las pensiones.
En todas partes del mundo, también en Chile hoy, las pensiones se pagan mediante este “sistema de reparto”, porque ¿de donde sale el dinero de los impuestos? Pues de la misma fuente que salen salarios de trabajadores, ganancias de empresarios, rentas de terratenientes, monopolistas y especuladores, y todos los bienes y servicios que se compran con dicho dinero. En las elegantes palabras de Adam Smith: “El trabajo anual de toda nación es el fondo que originalmente le proporciona todas las necesidades y conveniencias de la vida que anualmente consume, y que consiste siempre, sea en el producto inmediato de dicho trabajo, o lo que es comprado con dicho producto a otras naciones”.
El majadero argumento de las AFP acerca de la inviabilidad de los sistemas de reparto debido al envejecimiento es por ello falso e irracional. Es cierto, felizmente y ello constituye sin duda el principal triunfo de la modernidad, que los seres humanos vivimos cada vez más tiempo. Lo falso es que los trabajadores activos no sean capaz de sostener proporciones cada vez elevadas de personas mayores que no trabajen, como demuestran los países desarrollados que hoy sostienen dignamente proporciones de jubilados el doble de las chilenas de hoy ¡con jornadas de 35 horas semanales!
Es irracional porque supone que los mercados financieros serán capaces de sostener a los numerosos jubilados del futuro, en circunstancias que solo los trabajadores activos de entonces pueden hacerlo ¿acaso el pan que consuman lo sacarán de las bóvedas de las AFP? Sólo los trabajadores activos pueden sostener a los viejos, nadie más puede hacerlo. Si hay más viejos significa que habrá que destinar a ellos una parte mayor de la jornada de quienes diariamente producen los bienes y servicios que ellos necesitan ¿o es que se los va a dejar morir de hambre?
El argumento de las AFP no es sólo falso e irracional, sino por añadidura canallesco. ¿No es acaso una canallada azuzar con bombos y platillos a los jóvenes a desviar hacia sus “cuentas individuales” las cotizaciones que pueden con holgura financiar hoy pensiones dignas a sus viejos, con la falsa promesa que la magia financiera de las AFP les va a proporcionar buenas pensiones en un futuro en que sus propios hijos no podrán hacerlo porque habrá demasiados viejos?
¿Que es lo que ocultan y pretenden eternizar la palabrería, falsedades, irracionalidades y canalladas, que difunde de la mañana a la noche y por todos los medios —los mismos que les venden abundante avisaje y bloquean las voces más críticas— la millonaria propaganda de las AFP, financiada con dinero que le sacan del bolsillo a los trabajadores? Pues la indignante realidad que todos los meses se apropian más de dos tercios de las cotizaciones que recaudan, impuesto que pagan íntegramente sólo aquellos trabajadores que ganan menos de dos millones de pesos al mes, puesto que los ingresos que exceden ese monto no pagan dicho impuesto.
En los últimos doce meses a marzo recién pasado, el excedente de cotizaciones y subsidios menos las pensiones pagadas por el sistema AFP alcanzó a casi 5 billones de pesos, un 68 por ciento de las cotizaciones obligatorias del período. ¿Que hicieron las AFP con ese dinero? Los administradores del sistema, es decir AFP y compañías de seguro relacionadas, se embolsaron 1,9 billones de pesos, un 26 por ciento de las cotizaciones, en comisiones y primas netas, cifra de un orden similar a lo aportado a pensiones. El resto, 3 billones de pesos, un 42 por ciento de las cotizaciones, lo registraron formalmente en las cuentas individuales del fondo de pensiones, pero en realidad lo traspasaron de inmediato, en su mayor parte, a grandes grupos empresariales, en forma de préstamos y capital accionario.
Este excedente entre cotizaciones y subsidios menos pensiones pagadas se genera todos los meses, por lo cual lo destinado al fondo de “pensiones” no se devolverá jamás. Sin perjuicio de los vaivenes bursátiles —en las dos primeras semanas de mayo actual el fondo AFP ha perdido el equivalente a las cotizaciones de los dos meses precedentes, en la reciente crisis, el fondo AFP perdió en un sólo año, el 2008, todo lo ganado en el cuarto de siglo precedente, desde su creación en 1981 la cuota del fondo AFP ha rentado lo mismo que la bolsa de Wall Street, la cual en un siglo ha rentado un promedio de 2 por ciento anual, mucho menos que lo que ha crecido el PIB estadounidense; si se descuentan las comisiones y primas netas cobradas por el sistema AFP, dos tercios del fondo se explica por los excedentes referidos—, el fondo de pensiones sólo crece.
Ello sucede aunque a cada trabajador se le devuelva íntegramente lo ahorrado, como demostró el economista Franco Modigliani, quién recibió el premio Nóbel por demostrar que eso es precisamente lo que sucede con cualquier grupo de personas que ahorran durante la primera mitad de su vida y durante la segunda desahorran todo lo ahorrado, bajo la sóla condición que su número y/o salario sea creciente.
La única relación que tiene el fondo AFP con las pensiones de los trabajadores que cotizaron es que los registros de las cuentas individuales que lo conforman sirven para calcular el monto de las pensiones “autofinanciadas” al jubilar, es decir, los 147 mil pesos mensuales que en promedio se pagan hoy a cada jubilado ¡financiado con dinero de las cotizaciones corrientes! Las PYMEs tampoco tocan nada. Quiénes realmente disfrutan de este fondo gigantesco son el sistema financiero que lo administra y unos pocos grandes empresarios que lo reciben en forma de reiterados préstamos, représtamos y aportes de capital.
Si el fondo AFP constituye un fondo de inversiones a disposición de los grandes grupos empresariales, aunque formalmente pertenezca a los afiliados, las comisiones cobradas por las AFP y especialmente las primas netas cobradas por las compañías de seguros relacionadas, constituyen la forma principal mediante la cual aquellos se apropian en propiedad plena de las cotizaciones de los trabajadores.
Las compañías de seguros relacionadas con el sistema AFP se han venido embolsando en propiedad plena, cada mes y cada año desde que hay registro, casi la mitad de las cotizaciones. Las llamadas “primas únicas”, el fondo completo de quiénes contratan las llamadas “rentas vitalicias”, sumaron 3,2 billones de pesos en los 12 meses a marzo del 2019, un 44 por ciento de las cotizaciones del período. Solo seis grandes grupos empresariales se embolsaron en propiedad plena un 80 por ciento de dichos inmensos recursos, entre los cuales el principal es el grupo PENTA, uno de cuyos propietarios, amigo íntimo del Presidente de la República, viene saliendo de la cárcel donde permaneció un buen tiempo por fraudes tributarios.
Las diputadas y diputados que han rechazado la idea de legislar el proyecto gubernamental tienen razón. Hay que terminar con este abuso gigantesco y escandaloso. Las cotizaciones de los trabajadores, que hoy duplican el monto de las pensiones pagadas por el sistema de AFP en su conjunto y triplican el monto de las pensiones “autofinanciadas” por éste, deben ser recuperadas por el Estado y destinadas íntegramente a pagar pensiones.
Como demuestra la propuesta de la profesora Leokadia Oreziak en el informe de la “Comisión Bravo”, ello permitirá duplicar el monto promedio de las pensiones actuales y jubilar a los cientos de miles que no han podido hacerlo a pesar de exceder la edad legal requerida, especialmente mujeres cuyas pensiones son más bajas. Las cotizaciones actuales permiten sostener el gasto de las nuevas pensiones, reajustadas al ritmo de los salarios, sin subir el impuesto al trabajo hasta que los grandes empresarios devuelvan a sus legítimos propietarios todo el dinero del fondo de pensiones que se les ha prestado y las compañías de seguros paguen todas las rentas vitalicias comprometidas.
En lo sucesivo no será necesario hacer grandes cambios durante mucho tiempo, puesto que el sistema será capaz de sostenerse dado que la economía chilena satisface con holgura la sencilla y elegante regla de sostenibilidad de los sistemas de reparto: basta para ello que el número de adultos mayores crezca a un ritmo un poco menor que el producto interno bruto, PIB. Lamentablemente, los economistas por lo general no conocen dicha regla porque son pocos los que han estudiado el tema en serio y muchos los que se han dedicado más bien a promover y defender el inmoral ahorro forzoso impuesto por Pinochet a los trabajadores chilenos.
Lo que es más importante, al terminar con este abuso, la generación de chilenos en edad activa habrá cumplido con el deber moral de mantener dignamente a sus mayores, que es la única garantía que también a ellos sus hijos les den el mismo trato cuando no ya no puedan trabajar. En palabras del destacado economista británico John Kay “cualquier pasivo previsional que se pueda calcular hacia el futuro tiene como contrapartida el compromiso de las sucesivas generaciones de cumplir con este deber”.
Para que de una vez por todas las trabajadoras y trabajadores chilenos “se peguen la cachada”, se levanten unidos y fuercen al sistema político a “hacer las reformas necesarias” que eviten que el mismo sufra una “hecatombe”, como hace un siglo advertía el expresidente Arturo Alessandri Palma, quizás es bueno que al menos una vez al mes revisen IMACEI-CENDA y se recuerden a sí mismos como hacía el expresidente Clinton:
Son las cotizaciones ¡estúpido!
Manuel Riesco