La traducción literal al español es “Viernes negro”. Se trata de una nueva moda de marketing que se originó en Filadelfia en los años 60 para describir el intenso tráfico de gente como una manta negra que se traslada a los comercios después de Acción de Gracias.
Aunque no se sabe si éste es, exactamente, el origen del nombre porque también se utiliza como expresión cuando los comercios pasan de números rojos a negros gracias al aumento de las ventas debido a estas rebajas.
El Black Friday suele durar unos días, pero el día clave donde los precios bajan considerablemente es el viernes después de Acción de Gracias, iniciando así, la campaña “consumista” de Navidad.
A primera hora de la mañana es común ver inquietantes avalanchas de gente accediendo a los comercios para conseguir los productos a un precio inferior al que normalmente tienen los artículos. Muchos se quedan acampando en la puerta para conseguir ser los primeros en acceder al producto y no quedarse sin él. Y es que, el Black Friday y su sucesor, el Cyber Monday, se han convertido en la mayor actividad comercial desde el año 2005.
¿Locura colectiva o una sensata forma de aprovechar los descuentos?
El video que ven a continuación no pertenece al inicio de un Apocalipsis zombi (o tal vez sí). Son imágenes reales de día más “negro” para el consumo responsable:
¿POR QUÉ SUELE SER UNA ESTAFA?
Los descuentos pueden parecer generosos, pero usualmente los artículos son fabricados desde un principio para ser vendidos a ese precio “rebajado”. Cuando los compradores salgan en busca de ofertas del Viernes Negro esta semana, no irán sólo al centro comercial, estarán presenciando el teatro.
Las tiendas ofrecen fuertes descuentos para atraer a los clientes a sus locales. Pero los veteranos de la industria admiten que, en muchos casos, esas ofertas son una ilusión que ha sido cuidadosamente diseñada.
La presunción común es que los comerciantes acumulan artículos y luego rebajan los que no venden, lo que afecta sus ganancias. Pero no suele funcionar así. En cambio, los grandes minoristas negocian con sus proveedores para fijar precios iniciales que, después de todos los descuentos, siguen dándoles los márgenes de ganancias que quieren.
El abrigo rojo con un descuento de más de 40% nunca estuvo destinado a venderse a su precio inicial. Fue diseñado con el descuento incorporado.
Esto no parece importarles a los compradores, que buscan la sensación de que consiguieron un buen descuento.
Los pequeños comercios (tal y como advierte elbuencomerciante), muchos de ellos ahogados por este tipo de compañías, se encuentran en una tesitura francamente incómoda. Si no anuncian que se suman a esta vorágine de productos gancho y de descuentos falsos se quedan fuera del mercado, pero si lo hacen y realmente descuentan lo que se anuncia se van a la ruina. ¿La solución? Copiar a los grandes y descontar sólo algunos productos, mientras que en el resto se aumentan los precios. No les podemos culpar, en este caso son los grandes perjudicados.
No siempre fue así. La mayoría de los artículos solían venderse a precio completo y había una cantidad limitadas de ofertas para evacuar el inventario que no se había vendido. Eso comenzó a cambiar en los años 70 y 80, cuando una gran cantidad de inauguraciones de tiendas intensificó la competencia y obligó a los minoristas a buscar nuevas formas de destacarse.
La estrategia de comenzar con precios altos para rebajarlos gradualmente fue diseñada para generar entusiasmo y atraer a los compradores. Inicialmente, los minoristas pusieron en práctica esta estrategia con cuidado. Pero se generalizó.
“La tontería radica en que el precio original del que se computa el descuento suele ser engañoso en primer lugar, porque los artículos casi nunca se tenían pensado vender a ese precio, lo que hace que el descuento ilegítimo” Mark Cohen, profesor de la Escuela de Negocios de Columbia.
¿CÓMO SOBREVIVIR AL “BLACK FRIDAY”?
Te invitamos a darle al play a este minuto de argumentos en favor del consumo responsable:
via Muhimu