Un océano de deudas…

No


Autor: Director

No. No se trata de un chato que figura en el Dicom por no pagar la cuota de las tarjetitas de crédito, ni la “letra” del auto, ni el colegio de los niños, ni el cheque a fecha de la clínica o que, simple problema de equilibrio, se cayó de la “bicicleta”.

Sino del título de la portada de TIME Magazine de la semana que viene. ¿Quién es el deudor?: los EEUU de América. TIME Magazine precisa: “La economía de los EEUU está enferma. Y no esperes que se recupere muy pronto”.

Servidor se dice que habría que enviar a Andrés Velasco… Somos aliados o no somos aliados, ¡en los tiempos duros se conoce a los amigos! Y en el paquete podríamos poner a Lagos, a Piñera, a Insulza, a Soledad Alvear y a Eduardo Frei, los productos internos más brutos que tenemos. Y cobrar un precio módico, dos o tres jarrones, algunas informaciones privilegiadas. Los yanquis sabrían agradecerlo.

Porque tienen mucho de qué estar acojonaos: Sarkozy no se baja del avión sino para ponerse de acuerdo con los europeos, los canadienses, los chinos, los rusos, en fin, con los que cuentan, para “refundar el capitalismo” (sic).

¿Y eso, que quiere decir? En el plano monetario se trata de darle el bajo a los acuerdos de Bretton Woods para reconstruir el sistema financiero internacional. ¿Y ahí? Nada. Si lo hacen en serio, eso significa el fin de la dominación del dólar en la economía mundial, ve y compra unas flores, los crisantemos van bien para las tumbas.

¿Y si los EEUU se oponen? ¿Ah? Ahí, -precisamente-, está el detalle. Recuerda: “Un océano de deudas”…

Sarkozy ha logrado al apoyo de quienes detentan la propiedad de los créditos del imperio. ¿Tú te imaginas a un tipo inmortalizado en el Dicom ir a pararle el carro a Somerville? ¿No? Pos aquí es lo mismo, aparte que luego se acojonen y llegados frente a Dobeliú Bush se les hagan agua los helados y tartamudeen como cuando el imperio era el imperio y te mandaba a hacer puñetas por quítame allá estas pajas.

Si al resto del mundo no le tiritan las de quillay, un nuevo Bretton Woods obligaría a los EEUU a pedir prestado pero en divisas, no en dólares. Milton Friedman no podría repetir lo que declaraba muerto de la risa: “No le debemos nada a nadie, porque nuestra deuda esta expresada en dólares… ¡y los dólares los fabricamos nosotros!”

Las agencias de notación -cuya seriedad nadie toma en serio-, deberían comenzar a calificar el “riesgo país” de los EEUU olvidando el “privilegio exorbitante” que les dio Bretton Woods, el de ostentar por cojones el célebre “Triple A”. Justo para tus archivos, “Triple A”, para los efectos prácticos, es como si guardases tu dinerito entre los huevos (o en el sostén, en el caso de las damas).

Cuando Valery Giscard d’Estaing, a la sazón ministro de finanzas de Francia, pronunció aquello del “privilegio exorbitante” (1965), la deuda de los EEUU alcanzaba la estratosférica cifra de 2 billones de dólares. Antes de ayer estaba en 10 billones, ya ves que Giscard d’Estaing no andaba tan perdido.

De modo que, entre otros, se terminaría la pillería de los EEUU que consiste en dejar correr la inflación para reducir el peso de su deuda con el extranjero. Como ya tengo dicho, la inflación afecta sobre todo al rentista, al prestamista, al acreedor. Por eso en Chile te inventaron la UF, ¡boludo!

Dobeliú Bush, -que para estos efectos es como la nuestra (ya va partiendo)-, hace como que no quisiera y se hace el remolón. Pero la partida de póker no hace sino comenzar. Y la terminará el próximo presidente de los EEUU, al que le dejan una pesada herencia.

Este presidente tendrá un problemilla no menor de credibilidad. Porque confrontado a una crisis de similar dimensión, Franklin Delano Roosevelt pronunció un discurso de investidura (1933) que merece la pena recordar:

“Esto (la crisis) se debe principalmente a que quienes dirigen el comercio de los bienes de la humanidad han fracasado, por su propia terquedad y su propia incompetencia han confesado su fracaso, y han abdicado. Las prácticas de financistas inescrupulosos son condenadas en el tribunal de la opinión pública, son rechazadas por los corazones y la mente de los hombres.

Confrontados al fracaso del crédito, solo propusieron prestar más dinero.

Despojados de la atracción del lucro con el cual inducen al pueblo a seguir su falso liderazgo, recurrieron a los ruegos, clamando llorosamente por la restauración de la confianza. No conocen sino las reglas de una generación de individuos que solo puede funcionar manipulando y explotando a los demás. No tienen ninguna visión y cuando no hay visión, el pueblo muere.

¡Sí!, los banqueros huyeron de sus altos tronos en el templo de nuestra civilización. Ahora podemos restaurar el templo para las verdades de siempre. La extensión de esa restauración reposa en la medida en que apliquemos valores sociales más nobles que el simple lucro monetario.

La felicidad no descansa solo en la posesión de dinero; depende de la alegría del logro, de la emoción del esfuerzo creativo. La alegría, el estimulo moral del trabajo no puede seguir siendo olvidada en la búsqueda insana del lucro evanescente.

El reconocimiento de la falsedad de la riqueza material como medida del éxito, va de la mano con el abandono de la falsa creencia que los cargos oficiales y los altos puestos políticos deben ser evaluados por el estándar del orgullo y el lucro personal; y hay que ponerle fin a una conducta en la banca y en los negocios que con demasiada frecuencia le ha dado a la sagrada imagen de la confianza el rostro del egoísmo insensible y desalmado.

Nuestra primera gran tarea es darle trabajo al pueblo. No es un problema sin solución si lo enfrentamos sabia y valerosamente.  Esa tarea puede ser realizada en parte si el Gobierno mismo da trabajo, abordando la tarea como si abordásemos la emergencia de una guerra, y al mismo tiempo, a través de este empleo, realizamos grandes proyectos inmensamente necesarios para estimular y reorganizar el uso de nuestros inmensos recursos naturales”.

¿Suena a cuento conocido? Es el discursito que se saca cada 70 años, cuando el boliche se va al carajo.

No lo olvides: “Un océano de deudas”…

Por Luis Casado


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