La quinta ronda de negociaciones del Acuerdo Comercial Transpacífico, efectuada en el país durante febrero, como era previsible, tuvo escasa resonancia y avances. Los medios de comunicación social prácticamente no le dieron cobertura, a pesar de las infundadas formulaciones oficiales sobre su trascendencia. El objetivo de fondo es conseguir que el llamado acuerdo P4 de libre comercio, concordado entre Chile, Brunei, Singapur y Nueva Zelanda se amplíe a otros países que se han pronunciado por incorporarse al mismo, entre ellos Estados Unidos. La experiencia enseña que avances reales se obtendrán en la medida que la Casa Blanca se lo proponga como objetivo y logre imponerlo en el complejo escenario político al que se enfrenta. Durante el gobierno de Obama los tratados de libre comercio de EE.UU. con países de la región han permanecido en gran medida estancados. La cita significó finalmente solo avances para construir un “primer borrador”.
Durante su primer año de gobierno, la administración Piñera –además de continuar con la táctica desarrollada durante los gobiernos de la Concertación de suscribir nuevos acuerdos bilaterales– apoyó con entusiasmo toda iniciativa que condujese a abrir aún más la economía mundial. Por ello, le concedió gran trascendencia a la V Ronda de negociaciones del Acuerdo Comercial Transpacífico (ACP), definida por el director general de Relaciones Económicas Internacionales, Jorge Bunster, exagerando desmesuradamente su significación, como “la negociación comercial y económica más importante que se está desarrollando en el mundo” (15/02/11). Los hechos no lo confirmaron, como tampoco la escasa cobertura al evento dada por los medios de comunicación.
La reunión, efectuada entre el 15 y el 18 de febrero, tuvo como propósito ampliar el Acuerdo P4 suscrito el año 2005 entre Chile, Brunei Darussalam, Singapur y Nueva Zelanda a aquellos países que han expresado su interés en hacerlo: EE.UU., Australia, Perú, Malasia y Vietnam. A fines de 2010, Piñera manifestó durante la cumbre de la Apec, efectuada en Japón, su decidido apoyo a esta cita. El P4, fuera de desarrollar la integración comercial entre sus integrantes, siempre propició la incorporación de otros países de la región.
El ACP, señaló Jorge Bunster, “no sólo representa para Chile una gran oportunidad para mantenerse como punto de referencia en materias de liberalización y complementación económica con los países del Asia Pacífico”, sino que además generaría una “zona de libre comercio con un mercado de más de 470 millones de habitantes y un PIB de US$16 billones”. Desde luego, este elevado producto proviene de la participación de EE.UU. con el cual Chile ya tiene un tratado de libre comercio, que implicó un fuerte “amarre” del país al modelo económico en aplicación desde los años de la dictadura .
La participación chilena se efectuó, al decir del director de Relaciones Internacionales, en “la certeza de que la apertura comercial es un camino que vigoriza el crecimiento económico y comercial e impulsa la generación de empleo”. Esta convicción nace de un análisis unilateral efectuado teniendo en cuenta ventajas que obtienen sectores exportadores al llegar a otros mercados. No considera, paralelamente, los efectos que produce reemplazar producción nacional por importaciones, que adquiere expresiones dramáticas cuando se une a la apertura comercial la aguda revaluación de la moneda nacional.
La multiplicidad de acuerdos comerciales suscritos por el país, que cubren ya un alto porcentaje del producto mundial, no han modificado la estructura exportadora, que sigue descansando en un elevado porcentaje en recursos primarios, empezando por la minería cuprífera, que representó en 2010 un 56,4% del total. Se trata, por lo demás, de sectores que no son importantes generadores de empleo. Paralelamente, el ingreso de importaciones sustitutivas destruye masivamente fuentes de trabajo.
La significación para Chile, desde el punto de vista del acceso a nuevos mercados es muy escasa, dada la multiplicidad de acuerdos comerciales que ya posee y la estructura de su oferta exportadora, muy dependiente de recursos primarios. “(…) los beneficios comerciales para Chile -observó el ex director de Asuntos Económicos Bilaterales de la Cancillería durante la administración Bachelet, Andrés Rebolledo, analizando la significación de la cita- no son claros (…). Para Chile –añadió– lo fundamental en este procesos es no alterar los equilibrios alcanzados en los acuerdos vigentes con cada uno de estos países” (11/02/11). Con todos los países participantes en la V Ronda Chile ya tiene acuerdos de libre comercio, la única excepción es Vietnam, con el cual se está en un proceso de negociaciones. Por ello, el problema es no tener que conceder nuevas franquicias a sumarse a las ya otorgadas. “Si bien a estas alturas –reconoció antes de la reunión Jorge Bunster– no se puede predecir el contenido final del acuerdo, éste no puede erosionar los beneficios logrados bilateralmente (…)”. Ello desde ya obviamente acotaba fuertemente la trascendencia concedida a la reunión.
Sin duda, el éxito o no de la ampliación del acuerdo quedó en dependencia de la actitud de EE.UU., que ha enfrentado internamente grandes conflictos para avanzar a nuevos tratados comerciales. Los concordados con Colombia y Panamá permanecen estancados por años. Es claro, que lo principal son las desventajas que tienen los tratados con EE.UU., que abarcan un campo de materias muy amplias y, en particular, los respaldos que otorga a los consorcios norteamericanos desde que inician el proceso de invertir en otro país.
El análisis de la reunión, de otra parte, no puede efectuarse sin tener en cuenta el proceso de transformaciones en curso de la correlación económica mundial. Aumenta la significación de grandes economías o de asociaciones que permitan incidir en la economía mundial. La política de relaciones económicas internacionales de Chile se basa fundamentalmente en acuerdos bilaterales o, como acontece con el Acuerdo Comercial Transpacífico en la esperanza de que nuevas naciones se sumen al esquema seguido por el país de llevar el proceso de apertura al extremo, lo cual no se entiende qué ventaja proporciona a los chilenos.
De fructificar el esfuerzo desplegado, que está rodeado como hemos analizado de múltiples interrogantes, dada las grandes diferencias existentes entre los miembros a asociarse, conduce a que predominen los objetivos de los integrantes más poderosos y en donde la incidencia objetiva del país va a ser casi nula. La posibilidad de influir en procesos de integración va a depender de si se privilegia el entendimiento con naciones de problemáticas similares. Mirado en esta perspectiva, el gran esfuerzo a desplegar es la integración de los países de América del Sur que se encuentra rezagado, a pesar de que procesos objetivos o grandes problemas a resolver, por ejemplo el energético, exige el accionar conjunto y aprovechar las potencialidades mutuas.
Como era previsible la reunión tuvo avances muy escasos. Rodrigo Contreras, director bilateral de la Direcon, manifestó que el intercambio de ofertas arancelarias y consolidación de textos entre los equipos de trabajo, acercó a los participantes a construir “un primer borrador”. “(…) este –recalcó– es un proceso muy largo, por eso no se van a ver cosas muy concretas en esta ronda ni la siguiente, son pequeños pasos que se van dando” (18/02/11).Los cuales, por lo demás, como demuestran otros propósitos similares pueden no pasar nunca de ser primeros borradores.
Por Hugo Fazio
El Ciudadano