¿Por qué todos dicen que la propiedad intelectual es buena para los países?

Esta es una pregunta que frecuentemente se hacen quienes se han introducido en el exclusivo mundo de la propiedad industrial y los derechos de autor y conexos, al ingresar a un estudio de abogados representantes de empresas o individuos, al cursar estudios universitarios de grado o postgrado, trabajar en una oficina de marcas y patentes […]

¿Por qué todos dicen que la propiedad intelectual es buena para los países?

Autor: Leonel Retamal

Esta es una pregunta que frecuentemente se hacen quienes se han introducido en el exclusivo mundo de la propiedad industrial y los derechos de autor y conexos, al ingresar a un estudio de abogados representantes de empresas o individuos, al cursar estudios universitarios de grado o postgrado, trabajar en una oficina de marcas y patentes (o derechos de autor) e incluso siendo pequeños empresarios o inventores, o simples usuarios de medios audiovisuales o en formato papel (libros, revistas, papers, etc). Pero esta pregunta es engañosa.

El sistema de propiedad industrial y los derechos de autor mutaron desde un equilibrio originario, aunque defensor de invenciones a partir del siglo XV, hasta un colosal imperio monopólico de omnipresencia global conformado por potentes conglomerados petroleros, biotecnológicos, farmacéuticos, alimenticios, automotrices, de medios concentrados de comunicación.

Con Estados Unidos como la principal economía que exporta bienes y servicios basados en la industria de las patentes y el copyright se creó bajo la órbita de las Naciones Unidaas un organismo especializado de la propiedad intelectual WIPO-OMPI como plataforma para la creación y regulación del marco político, jurídico, institucional y doctrinario que se impuso en cada uno de los países que adhirieron a la OMC y que fueron obligados a cumplir con el acuerdo global sobre propiedad intelectual y comercio TRIPs-ADPICs.

En su avance sobre las economías de los países en desarrollo estas organizaciones cartelizadas por la propiedad intelectual fueron sumando voluntades tanto en la sociedad civil como en los gobiernos al punto de tener representantes de las propias empresas al frente de las oficinas de propiedad intelectual. Con esta estrategia de pinzas la OMC a través de OMPI negocia convenios o acuerdos beneficiosos para los países ricos aunque muy dañino para las poblaciones y los Estados más pobres del Mundo.

Los medios de comunicación hacen su parte al propagandizar y estigmatizar a las economías populares y solidarias que se auto-organizan en torno de la fabricación, distribución y comercialización de productos de consumo masivo motorizadas por una multitud de personas que recurren al mercado no oficial o alternativo para crear la riqueza que las transnacionales y los Estados le escamotean.

Cualquier tratado internacional como el Convenio de París, PCT, ADPICs, Acuerdo de Madrid o que intente globalizar la circulación y presentación de solicitudes de marcas, patentes o derechos patrimoniales de autores (en su mayoría empresas) profundizarán las asimetrías ya existentes entre los países de economías desarrolladas y las menos, pués los primeros se desarrollaron antes para después protegerse mediante los mecanismos de propiedad intelectual, mientras los segundos son ahora obligados a cumplir una normativa mundial que les impide su crecimiento y desarrollo.

Con la propiedad intelectual se benefician las empresas del “primer mundo” como British, Exxon, Shell, Monsanto, Cargill, Nidera, Pfizer, Gilead; Glaxo, AstraZéneca, Bayer, DuPont, Phillips o Elli Lily que fijan los parámetros de producción y comercio a los Estados y sus poblaciones elevando el precio de los bienes de consumo masivo.

En medio de la “crisis del capitalismo” de las que sobran pruebas para considerarla un “autoatentado” económico, los dueños del mundo intentan darse un vuelta de rosca para sobrevivir con la ilusión de la “Economía Verde”, prometiendo un futuro de ganancias, empleos y reducción de contaminación pero manteniendo los niveles de consumo capitalistas a precios viles para la mayor parte de la humanidad.

Por Marcos Piña

Economista


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