Un controvertido tema de campaña de Piñera, el matrimonio entre parejas del mismo sexo, motivado por su búsqueda de conseguir los votos para ser Presidente, hoy le pasa la cuenta. Criticado por la derecha de la moralina más recalcitrante, hoy está entre la espada y la pared. Seamos claros, Piñera pretende pasar gato por liebre y propone un tipo de unión que no implica matrimonio ni cambia el estado civil de los contrayentes. Propuesta absolutamente insuficiente y alejada de lo prometido.
Mientras en Argentina las organizaciones que defienden los derechos a la diversidad sexual, su reconocimiento y legalización, celebran en el Congreso Nacional el primer año de la promulgación de la ley de matrimonio igualitario –que contempla a personas del mismo sexo-, en Chile vamos a la cola.
Fuimos de los últimos en legislar sobre el divorcio, aborto ni hablar, y matrimonio gay, ¡Uff!, “una loca pretensión de quienes quieren copiar al país vecino, una copia de los vicios del primer mundo, lo peor de los europeos”, dirán los Opus Dei de corazón.
¡Alto!, no se trata de ser homosexual, bisexual, heterosexual o asexuado. Se trata de derechos e igualdad ante la Ley, que escasean tanto por estos lares. Así como el derecho a decidir sobre la propia vida, el derecho a casarse o divorciarse.
Pero Chile sigue desigual en la distribución de los ingresos, desigual en libertad y en derechos. Seguimos siendo de los últimos en reconocer y respetar las decisiones de las personas. Los únicos que tienen derechos son quienes detentan el poder, una casta de privilegiados que se ubican a la derecha de Dios y bajo las faldas de la virgen.
Consideramos que este debate en pro del respeto a la diversidad debe también abrir las puertas para que quienes llevan una vida religiosa consagrada puedan desarrollar libremente su amor o atracción por sus semejantes, permitiéndoseles contraer matrimonio o expresar públicamente su orientación sexual y quizás así evitar aberraciones por todos conocidas.
Definitivamente en Chile se ha consagrado el derecho al lucro, a la explotación, al saqueo, y se ha censurado el derecho a decidir, a ser y hacer lo que nos plazca con nuestras vidas, sin afectar la de los otros. Con un Gobierno hoy ocupado por el Opus Dei, se intenta instaurar un orden moral medieval disfrazado de democracia. Se llenan la boca hablando de la familia y el amor al prójimo, mientras esclavizan a millones. Son tan buenos y solidarios que producen la mayor desigualdad del mundo. Frente a las demandas por educación de calidad, pública y sin lucro, responden consagrándola como “un bien de consumo”. Responden a la injusticia con más injusticia; al hambre con transgénicos; a la conciencia con televisión que idiotiza.
Y es que no puede ser que para cursar estudios superiores, hoy las alternativas que se barajen sigan en manos de la banca privada usurera; nuestros estudios son devueltos al Estado en nuestra vida trabajadora con nuestra propia productividad, física o intelectual, más encima, quienes desarrollan un ejercicio empresarial les retribuyen con impuestos o bien de nuestras boletas de servicio les prestamos plata, mes a mes, sin intereses, que luego nos devuelven un año desfasado, y los que imponen parte de su trabajo por mucho tiempo jamás se enteraron de cuánto lucraron unos pocos privadamente.
Por su parte, el Servicio de Impuestos Internos no cobra a los que tiene que cobra, están los favorecidos llenos de exenciones de las que no goza el ciudadano de a pie. Las grandes mineras, a las que el servicio de aduanas no les cuenta el oro y otros minerales que se han llevado durante años, siendo disminuido nuestro cobre, que podría dar salud, educación y elevar la calidad de vida de todo hijo de Chile, que continúa siendo saqueado.
Pero hemos venido a decir ¡Basta! Al cierre de esta edición [primera quincena agosto 2011] los trabajadores en huelga de Minera Collahuasi y Escondida –la mayor productora mundial de cobre- se suman a la demanda de renacionalización del metal rojo y afirman que mientras no se les aumenten los impuestos y se cobren verdaderos royalties a la gran minería privada, la única forma que existe para compensar en algo el saqueo, es exigiendo aumentos de sueldos para los trabajadores.
Hoy, en Chile, variopintas asambleas ciudadanas han ido aflorando en contra de proyectos energéticos o extractivos nocivos, surgidas al calor de luchas por la educación pública en escuelas, liceos y universidades. Desde las comunidades afectadas por el terremoto y tsunami -a las que el Gobierno ha tardado largamente en dar solución de calidad definitiva-; de ciudades que reclaman para que parte de los tributos de la industria extractiva queden en el territorio, como Calama, y otras espontáneas, como la que despertó a Magallanes por el alza en el precio de los combustibles.
El 28 de julio El Ciudadano estuvo presente en la Corte de Apelaciones de Antofagasta, siendo testigos de cómo los abogados contratados por el Estado chileno hacían causa común con los de las empresas vinculadas al proyecto termoeléctrico Castilla, que se pretende instalar en la costa de la Región de Atacama y que sería el mayor y más contaminante de Sudamérica. La parte querellante –pescadores, comuneros y ambientalistas- pretende impugnar la decisión de la comisión evaluadora del gobierno regional, que aprobó dicho proyecto mediante la artimaña de cambiar la calificación de “contaminante” por la de “molesta” (efectuada por el Seremi de Salud). Esperamos el veredicto del tribunal, en los próximos días.
En este caso los ciudadanos afectados se contactaron con los universitarios en toma de Antofagasta, quienes apoyaron a los defensores del medioambiente y los acompañaron en la manifestación que se realizó en el frontis de la Corte de Apelaciones. La gente se une y eso genera fuerza.
El llamado es a continuar con las impecables prácticas políticas y sus arrojados delegados siempre pendientes por el colectivo frente a mezquindades personales. El llamado es a mantenernos en estado de movilización permanente por nuestros derechos y a que esta histórica lucha traiga felicidad y bienestar a las presentes y futuras generaciones. A no bajar los brazos y a tratar de transformar esa rabia acumulada en creatividad política que no ejerza violencia física en contra de personas, pero que con su pasión haga primero vibrar y luego estallar la perversa institucionalidad de Pinochet que aún nos rige.
Por Equipo Editor
El Ciudadano Nº107, primera quincena agosto 2011