El explosivo auge de la bicicleta como alternativa de transporte en Santiago

El siguiente texto es el editorial que aparece en la edición impresa de El Ciudadano de enero, número dedicado en parte a la ciudad neoliberal, sus desigualdades y exclusiones y a las posibilidades de sobrevivir en ella. En este contexto se inserta la circulación por la ciudad, controlada por el capital y los mercados a través del transporte privado en connivencia con un sistema público ineficiente. Como alternativa surge la bicicleta, cada día más masiva y a contracorriente del establishment y los mercados.

El explosivo auge de la bicicleta como alternativa de transporte en Santiago

Autor: paulwalder

Ciclismo urbano 7Santiago ha sido parte de los experimentos neoliberales aplicados desde la instalación de los modelos teóricos de Milton Friedman en pleno fragor de la dictadura de Pinochet. Tras una no tan breve e intensa ayuda a sus postulados, que en el espacio urbano se expresó en  expulsiones de ciudadanos empobrecidos desde barrios de creciente plusvalía a otros en las periferias descampadas y eriazos, ha sido el juego del mercado el que ha regido el destino de esta ciudad, un territorio hoy entregado a la especulación y engorde del capital.

 

Los chilenos perdimos la inocencia política y económica el año pasado. Descubrimos que los negocios, en especial las grandes transacciones, son simples negociados. El supuesto libre mercado desregulado, santificado desde la dictadura a los consecutivos gobiernos post autoritarios, es una figura amoldada por intereses económicos con la ayuda de los poderes políticos. Tras la seguidilla sin interrupción de escándalos financieros y políticos, con nombres como Caval, Penta, SQM a colusiones en áreas tan sensibles como el deporte, la farmacéutica, el papel higiénico o las cadenas de supermercados, hemos observado que la economía es una herramienta al servicio de las diferentes facetas del poder.

 

La ciudad, el territorio, es tal vez una de las mejores y más violentas expresiones de esta distorsión estructural de los mercados. La ciudad, que se extiende y se configura como espacio de exhibición de la discriminación, desigualdades y la exclusión en todas sus manifestaciones, es también el lugar en el cual el capital, también con todos sus rostros, exhibe impúdico sus negocios y el logro de beneficios. En este trance, lleno de cortes, hoyos, pavimento, cercas y murallas,  el ciudadano ha sido conejillo de Indias bajo bestiales acarreos, aislamientos y sometimientos. En Santiago, y hoy por extensión y reproducción en otras grandes ciudades de regiones, podemos hallar visual y espacialmente lo que nos entregan las peores estadísticas. Un viaje por esta capital nos hace constatar aquellos informes mundiales que nos colocan como el país no sólo de la OCDE, sino del mundo, con los mayores índices de desigualdad.

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Caval, que es un caso en millares, es un buen ejemplo de esta distorsión de la ciudad para favorecer los intereses de una elite. Una empresa para presionar y comprar autoridades y políticos que busca alterar y especular con el uso del suelo. En el proceso, que otorga utilidades millonarias a todos quienes intervienen secretamente, hay degradación del espacio y de la calidad de vida de los habitantes del entorno.

 

Nuestras ciudades, si originalmente fueron planificadas, hoy han sucumbido a estos intereses, que mezclan y suman sectores que lucran desde la construcción de edificios, infraestructura al transporte público y privado. Las inmobiliarias, la industria del acero y el cemento van de la mano con la importación de automóviles y los intereses petroleros. Podemos decir que el conjunto de estos intereses, inoculados también por la industria publicitaria como imaginario social, son los que guían y diseñan las ciudades actuales, las que crecen hoy de forma inorgánica, desequilibrada y caótica.

 

En este proceso de expansión de la ciudad el automóvil es el que empuja. Si en 1990 había en Chile un millón de vehículos, hacia el 2015 éstos han crecido hasta superar los cuatro millones. Un alza del 330 por ciento o de unos 300 mil autos nuevos por año. La expansión de la ciudad conlleva a más autos, en tanto el aumento del parque automotor permite a su vez la extensión urbana y la creación de más centros anexados a la urbe por autopistas y carreteras.  Un crecimiento en espiral que se retroalimenta por todos lados y que tiene como consecuencia un territorio en expansión sin destino ni salida.

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La ciudad, como el modelo neoliberal, es excluyente y totalitaria. Impone un paradigma, diseñado por los intereses del gran capital. En este proceso de abultamiento exponencial del consumo el automóvil es piedra angular además de símbolo: la urbe se expande y diseña a partir del auto, elevado por el mercado y sus gestores como el vehículo más relevante para tener acceso a la ciudad.  Sin él, estás desprovisto y desprotegido.

 

El transporte y el movimiento ha sido dominado en nuestras ciudades por el automóvil, fuente de beneficios para el capital pese a todas sus nefastas externalidades, las que parten por la contaminación y sus efectos en el calentamiento global y cambio climático. Bajo estas premisas comerciales, cualquier otro medio de transporte queda si no excluido, limitado y marginado. Sucede con el transporte público sobre saturado y con los medios no motorizados como la bicicleta, cuyos beneficios son escondidos, sus posibilidades de expansión obstaculizadas y su condición hasta ridiculizada. Todas las inversiones y políticas públicas están orientadas a pavimentar y retroalimentar los intereses del mercado automotriz cuando es una evidencia que la ciudad no resiste los actuales ritmos de crecimiento motorizado.

 

Las autoridades saben muy bien que la bicicleta es una solución para viajes de distancias cortas y medianas en una ciudad plana como lo es Santiago. Una ventaja no sólo para el traslado eficiente, sino también por otros numerosos beneficios, desde la descongestión y descontaminación a la disminución de ruidos a la misma salud física y mental colectiva. En suma, el espacio urbano pasa de ser una autopista a un lugar a escala más humana.Sin embargo, como en tantas otras áreas, esas autoridades demuestran su pusilanimidad e interés ante el gran capital y sus inversiones en la construcción, las autopistas, el automóvil y el petróleo.

 

Ya que las políticas de transporte público han fracasado, creemos con bastante certeza que es necesario el uso masivo de la bicicleta, no sólo por todas las ventajas mencionadas, sino principalmente por reducir el abuso del automóvil. Desde estas páginas hacemos un llamado a las autoridades a iniciar un plan de políticas públicas de corto y largo plazo para fomentar el uso de la bicicleta como medio de recuperar el espacio urbano para los ciudadanos.

 

 


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