La declaración del Frente Amplio en cuanto a que no “pautea” a sus electores para la decisión de voto que tomen en la segunda vuelta presidencial ha levantado una enorme polvareda en todo el mundo político de izquierda y centro izquierda. Por cierto, desde la candidatura de Alejandro Guillier, pero también desde figuras y sectores del mismo FA, como el ex candidato Alberto Mayol.
Aun cuando el Frente Amplio ha sido claro en rechazar un apoyo al candidato de derecha y ultraderecha Sebastián Piñera, al que ha calificado como una «regresión» de los procesos políticos y sociales, no ha sido igualmente claro en expresar su apoyo al candidato de Fuerza de Mayoría Alejandro Guillier. Esta ambigüedad, como la calificó Mayol, porque tampoco es una abierta impugnación a la candidatura del senador, deja en una relativa indecisión a sus adherentes en uno de los momentos más complejos para la política chilena de las últimas décadas. Este implícito llamado a la abstención puede determinar que el próximo 17 de diciembre el proyecto neoliberal de Piñera regrese nuevamente a La Moneda por, al menos, los próximos cuatro años.
El FA ha argumentado que esta decisión se ha tomado tras una consulta a sus bases. Pero bien se sabe que los participantes en este proceso sólo representan, tal como una muestra estadística muy distorsionada, el pensamiento de una militancia dura y directa, en tanto deja de lado el sentir de unas bases compuestas por más de un millón de ciudadanos asediados diariamente por los efectos de una sociedad mercantilizada.
La alta votación obtenida por Beatriz Sánchez no puede diluirse, y peor aún evaporarse, en la abstención en esta segunda vuelta. La política no puede hacerse desde las cúpulas, en especial cuando asistimos a un referente político con una impronta en los movimientos sociales.
Sabemos que ninguna de las dos candidaturas alterará desde las bases el modelo de mercado. Ya lo ha expresado Alejandro Guillier al rechazar integrar en su programa las demandas de la Coordinadora No + AFP y otras propuestas del FA. Pero un regreso de Piñera a La Moneda sin duda que será no sólo una regresión en los procesos sociales -como ya lo ha anunciado, por ejemplo, con su intención de derogar la ley de aborto en tres causales-, sino que una profundización de las políticas neoliberales, tal como las podemos observar en Brasil y Argentina.
El pasado 19 de noviembre se cerró la estructura política que ha gobernado Chile desde 1990 y se abre un ciclo cuyos alcances son todavía impredecibles. En esta escena, la función del FA ocupa un lugar clave que determinará el curso de, al menos, los próximos cuatro años. No atender a este momento es evadir de antemano una responsabilidad ante la ciudadanía. Aun cuando la postura del FA es respetable, y de cierta manera también admirable en cuanto a la solidez de principios y valores políticos, estimamos que en un ejercicio de realismo político debieran conducir a los votantes hacia una opción electoral más clara.
El Ciudadano