Pese a las celebraciones y primeros análisis, los resultados de las primarias no son concluyentes ni definitivos hacia el horizonte de noviembre. Tanto para los candidatos de derecha que compitieron en el bloque Chile Vamos, con un holgado triunfo de Sebastián Piñera, con un 58 por ciento de la votación, como para el Frente Amplio (FA), que eligió a la periodista Beatriz Sánchez como su abanderada presidencial con el 67 por ciento de los votos.
Contra todos los pronósticos, hubo una alta participación del electorado en el bloque de derecha, que aumentó su votación respecto a las primarias de 2013 en más de 600 mil sufragios. No puede decirse lo mismo del Frente Amplio, que pese a no existir una base de comparación, su votación estuvo bajo todas las expectativas. Los dirigentes y miembros de los comandos esperaban unos 500 mil votos, bastante más de los 325 mil efectivamente logrados. Comparativamente, el FA obtuvo sólo un 18 por ciento del total de los votos emitidos contra el 81 por ciento de Chile Vamos. La votación del FA tampoco creció significativamente respecto a las recientes municipales, oportunidad en la que el bloque emergente logró sumar 270 mil votos.
Las celebraciones de Piñera pueden comprenderse como una reacción natural al triunfo, pero en ningún caso lo consolida como carta segura para ganar las elecciones de fin de año. La fuerte campaña logró movilizar un millón 700 electores, escasamente un doce por ciento del padrón electoral, quienes se acercaron a las urnas impulsados por un discurso apoyado en una crítica frontal al actual gobierno y publicitando una regresión conservadora en variados aspectos, desde un repliegue a las transformaciones sociales a nuevos énfasis en las políticas económicas de libre mercado. El sector más duro de la derecha apoyó esta vez a Piñera para levantarlo como su candidato en noviembre. Bajo este giro, no resulta tan claro endosar los casi 600 mil votos de sus contrincantes a la candidatura del expresidente.
La Nueva Mayoría ha sido apuntada como la gran perdedora en estas primarias. Una derrota por ausencia que sin embargo tampoco es definitiva. Aun cuando en las primarias del 2013 esta coalición logró mover a su favor a más de dos millones de electores, la figura de Michelle Bachelet fue sin duda decisiva. Sólo ella obtuvo un millón 563 mil votos, cifra que reflejaba entonces el entusiasmo entre militantes y simpatizantes por su regreso a la política nacional. Hoy no sólo ella es una personalidad opaca, sino que su coalición está también en franca decadencia. En este nuevo escenario, que suma la fragmentación de la DC con la candidatura de Carolina Goic para la primera vuelta presidencial, Alejandro Guillier, el abanderado de la Nueva Mayoría, compite en condiciones sin duda más desfavorables.
El FA, pese a su reciente ingreso a la arena política, no ha cumplido con las expectativas. No sólo por su desempeño electoral en las primarias, sino por su relativa ambigüedad en su programa y su identidad política. El triunfo de Beatriz Sánchez se ha alejado de las bases originales del FA, que fue el movimiento estudiantil y su voluntad de transformación, y ha devenido cada día con más énfasis en una candidatura que acomoda su discurso a intereses electoralistas. Declaraciones sobre Cuba, Venezuela, Bolivia, sobre el mismo gobierno de Salvador Allende, ponen su orientación política mucho más cerca de una matizada socialdemocracia que de una inspiración legítimamente transformadora o socialista capaz de hacerle frente a la maquinaria totalitaria neoliberal.
Al observar la votación del FA en Santiago éstas se concentran en sectores medios acomodados, con fuerza en comunas como Ñuñoa, La Reina, Providencia e incluso Santiago. El Frente Amplio no ha logrado ni sabido movilizar a las clases populares, demostrado con las exiguas votaciones en los barrios más desprotegidos de la capital chilena. Estos no votaron o lo hicieron, también escasamente, por la derecha.
Con estos resultados puede decirse que estamos aún muy lejos de contar con una propuesta transformadora y movilizadora, realidad asumida este lunes por dirigentes del FA. Con los actuales números, será muy difícil contar con una candidatura competitiva que logre motivar al electorado. Si se hace una extrapolación de las cifras, como ya lo ejercitan algunos analistas, tenemos una reproducción de los magros escenarios que ha visitado la izquierda durante la transición, todo bajo el diez por ciento. Que el FA repita este año un fenómeno como el de Marco Enríquez Ominami parece muy distante.
Bien sabemos que los números y la votación son un efecto de la profundidad política de un partido o conglomerado. Sin una base de apoyo, sin las calles y las multitudes, sin un liderazgo social, cualquier intento quedará acotado en un esfuerzo electoral, con algunos réditos parlamentarios seguramente, que consolidará el quiebre entre la ciudadanía y sus supuestos representantes. Hasta el momento, el FA, posiblemente por la condición de clase de sus dirigentes y su distancia con las organizaciones sociales, no ha demostrado que pueda ser diferente.