El regreso de Sebastián Piñera a la presidencia de Chile expresa en sus primeras semanas al mando del país políticas más cercanas a un diseño regional que a una continuación de los programas de su primer gobierno entre 2010 y 2014. Piñera se instala empoderado por la agenda neoliberal regional y sus primeras medidas ha sido el desmontaje de las reformas de corte socialdemócrata aplicadas por Michelle Bachelet. En pocas semanas anuncia un endurecimiento a la ley antiterrorista y futuros cambios a la recaudación tributaria a favor de los más ricos, además de aplicar podas a políticas en derechos de la mujer, como han sido modificaciones en la interpretación de los protocolos en la ley de aborto en tres causales, que permite la objeción de conciencia de instituciones privadas de salud.
En estos mismos días, el Tribunal Constitucional objetó un artículo fundamental de la reforma a la educación superior realizada por el gobierno anterior, aquel que prohibía que controladores con fines de lucro sean inversionistas en universidades privadas. Previamente, a inicios de marzo, el mismo tribunal había impugnado facultades fiscalizadoras al Servicio Nacional de Consumidor.
Piñera vuelve recargado. Echa mano, esta vez con más decisión y evidencia que en su anterior gobierno, a todo el andamiaje del Estado, que en los hechos es una estructura para sostener el modelo de mercado en todas sus expresiones. Todos los poderes del Estado, con especial énfasis en estos días del Tribunal Constitucional, aquella tercera cámara, refuerzan una misma política.
En sólo cuatro años ha cambiado el escenario nacional y regional, controlado de forma creciente por gobiernos de derecha de distintas intensidades. En todos ellos es posible observar un retroceso en programas sociales, nuevas privatizaciones y ajustes fiscales. Los casos de Argentina y Brasil son ejemplos evidentes de un proceso de restauración neoliberal, en el cual Piñera ha dado claras señales y voluntad de integrar. A diferencia de las izquierdas latinoamericanas, que tardaron largos años en poner en marcha sus programas, la restauración neoliberal tiene características de una doctrina del shock.
Junto a las nuevas marcas que alcanza el orden de mercado en Chile y en la región, asistimos también a una no menor reacción conservadora. El caso de Brasil, es el más claro aun cuando no el único. Dos columnistas han destacado este proceso de involución política y cultural. Juan Manuel Karg, analista internacional argentino escribía este fin de semana una columna en Página 12 titulada El fascismo amenaza a Brasil. “¿De qué otra manera, sino fascismo, se puede catalogar a la extrema derecha brasileña, que pretende tomar el poder por asalto con la candidatura del militar retirado Jair Bolsonaro, segundo en encuestas y en crecimiento ante el derrumbe de la derecha clásica brasileña?”
Mientras, el sociólogo uruguayo Raúl Zibechi escribía en La Jornada de México una columna titulada Violencia y odio de clases: “Parece evidente que su condena (de Lula) y la caída de Dilma abrieron las compuertas de un odio macizo, colonial y genocida de los de arriba. En ese clima de odio fue asesinada Marielle (Franco), negra, feminista, lesbiana, nacida en la Maré, un complejo de favelas linderas con la bahía de Guanabar”.
Es esta la gran escena que sostiene el nuevo gobierno de Piñera: reactiva y regresiva, ultra mercantil en lo económico, y conservadora en lo social. Un momento que favorece a las fuerzas de derecha, hoy en mayoría en la región. Pese a ello, aún queda una Venezuela arrinconada por el bloqueo económico y los discursos de los medios hegemónicos de comunicación, y un Evo Morales desperfilado en Chile por su demanda marítima y el auge de un chovinismo sin precedentes en la historia más reciente.
En este marco desfavorable, hay ciertos aspectos aún en plena vigencia. Si la regresión es evidente en el espacio político, no lo es en la escena social ni cultural. Los movimientos y las organizaciones levantadas durante el primer gobierno de Piñera y consolidadas durante el pasado observan y probarán fuerzas este mismo mes. Es muy probable que a partir de abril se instale un nuevo clima que nos coloque muy pronto en tensiones similares a Argentina y Brasil. La regresión neoliberal se enfrenta con demandas no satisfechas que en estos momentos encierran profundas frustraciones.