“Por un mundo donde seamos socialmente iguales, humanamente diferentes y totalmente libres» (Rosa Luxemburgo)
Saludamos los buenos resultados electorales obtenidos por socialdemócratas y verdes en Europa, así como el retroceso de la Derecha y ultraderecha en Alemania. También estamos contentos con el triunfo de la candidata comunista a la alcaldía de Graz, segunda ciudad de Austria.
Saludamos la realización de la VI Cumbre de la Celac en Ciudad de México (18 de septiembre), con el objetivo de revitalizar el proceso de integración latinoamericana y cuestionar el papel de la OEA. Pero sabemos que ese propósito solo será posible cuando la mayoría de las o los gobernantes de Latinoamérica y el Caribe sean “progresistas” o de Izquierdas, y en la medida que Estados Unidos ya no sea la primera potencia mundial.
Por eso, valoramos la cooperación de Rusia, China y la Unión Europea en proyectos de desarrollo en nuestro continente, que sirvan de contrapeso a la enorme influencia estadounidense en lo que consideran su «patio trasero».
Solidarizamos con las comunidades zapatistas e indígenas del sur de México, que están siendo atacadas por bandas narco-paramilitares, las cuales –de manera similar a lo que sucede en Colombia– están asesinando a sus líderes.
Saludamos las negociaciones que se están llevando a cabo entre el gobierno y la oposición venezolana en México, con la esperanza de que permitan la normalización democrática en ese país, el fin de las sanciones económicas y el regreso de quienes han tenido que emigrar.
Condenamos el despreciable accionar de las turbas chovinistas y xenófobas que el pasado 25 de septiembre quemaron las pocas pertenencias de un grupo de inmigrantes venezolanos en la Plaza Brasil de Iquique (Región de Tarapacá).
Consideramos que la “crisis migratoria” que se vive en Chile es parte de un perverso circuito iniciado en 2011 por el empresariado nacional para atraer mano de obra barata (que ayuda a estancar los ya bajos salarios), el cual se disparó con la invitación hecha por el Presidente Sebastián Piñera en Cúcuta (febrero de 2019) para que los emigrantes venezolanos vinieran a nuestro país.
Su mismo gobierno no hizo nada para recibir de forma adecuada a esas personas e incluso comenzó a expulsarlas de manera vejatoria. La denigrante situación de esas familias caratuladas como “inmigrantes ilegales” fue la excusa para que activistas de la Derecha (RN) y ultraderecha chilenas (UDI, Partido Republicano, MSP), incitaran a los habitantes de esa ciudad nortina para atacar y quemar el campamento de inmigrantes.
De esta manera, la derecha económica obtiene réditos (fuerza de trabajo de bajo costo y con precarias condiciones laborales) y la derecha política se beneficia electoralmente con la exacerbación del chovinismo y la xenofobia.
El odioso accionar de la ultraderecha, coordinados a través de redes sociales e Internet, es un fenómeno mundial, el cual cuenta con inmensas fuentes de financiamiento (tal como lo ha demostrado Wikileaks, Pandora y Panamá papers), medios de comunicación, influencia en las policías y fuerzas armadas, así como relación con fundamentalismos religiosos.
Esta extrema derecha no solo incluye a agrupaciones «nacionalistas», neo o pos fascistas, sino a ultraneoliberales, mal llamados “libertarios” o “anarco-capitalistas”.
En Chile se les vio actuar conjuntamente en la campaña del «rechazo», en los ataques contra las comunidades mapuche que reivindican sus tierras, y ahora en contra de la Convención Constitucional y de los inmigrantes.
Pero no debemos olvidar que esa alianza neoliberal-neofascista proviene de la Dictadura de Pinochet, en que unos eran los encargados de los ‘negocios’ y los otros de la ‘guerra sucia’; es de público conocimiento cómo las redes internacionales de la ultraderecha colaboraron con las acciones terroristas perpetradas por agentes del Estado chileno.
Las crisis (ecológica, económica, psicosocial, migratoria, etc.) provocadas por el capitalismo (sobre todo por su versión neoliberal) generan complejas situaciones que son utilizadas por la ultraderecha para atacar a chivos expiatorios débiles y/o diferentes (inmigrantes, judíos, musulmanes, gitanos, homosexuales, izquierdistas, feministas, minorías étnicas, gente de color, etc.), y así encubrir al verdadero responsable de esas crisis: la irracional voracidad capitalista.
Nunca debemos olvidar que neoliberalismo y neofascismo se potencian mutuamente, son caras de la misma moneda, dos manifestaciones del capitalismo y de su desquiciada cultura burguesa.
La historia alemana nos muestra que el nazismo pudo crecer gracias a la división y enfrentamiento entre las izquierdas (socialdemócratas vs comunistas).
La gran lección es que para derrotar a la ultraderecha es necesaria la más amplia unidad, desde liberales-progresistas hasta la izquierda radical, pasando por feministas, movimientos sociales territoriales, ecologistas, diversidad y disidencias sexuales, etc. Todas las formas de lucha (acción directa, jurídico-legal, cultural-pedagógica, simbólica, etc.) deben ser usadas con ese fin y ningún espacio debe abandonarse sin disputárselo a la extrema derecha.
Para las elecciones de noviembre en Chile, creemos que es preciso apoyar en primera vuelta cualquiera de las alternativas “progresistas” o de izquierdas: Yasna Provoste, MEO, Gabriel Boric o Eduardo Artés, y votar posteriormente sin dudarlo por la que consiga pasar a segunda vuelta. Lo importante es derrotar a la Derecha y lograr una mayoría en el Congreso, que facilite la labor de la Convención Constitucional.
Estamos conscientes de que una nueva constitución no es la panacea para todos los problemas, pero es fundamental poder contar con un marco jurídico-político que rompa con las cadenas impuestas por la dictadura cívico-militar (1973-1990) y otorgue las condiciones básicas de justicia y dignidad que demanda el pueblo chileno.
Si bien nos habría gustado que el quorum para aprobar los artículos de la nueva constitución hubiese bajado de 2/3 a 3/5, también entendemos que se busca evitar una excusa para que la Derecha recurra a la Corte Suprema, y que, estrictamente hablando, esa Derecha no cuenta con el tercio para vetar las propuestas mayoritarias.
No obstante, compartimos la alerta que se levanta desde las posturas más radicales (feministas, medioambientalistas y representantes de pueblos originarios) en cuanto a que una cosa es buscar mayor estabilidad y ‘gradualismo’ y otra cosa es implementar un “gatopardismo” inaceptable. Desear un amplio bloque por los cambios no nos hace olvidar el “entreguismo” de la antigua Concertación hacia la Derecha y el gran empresariado.
Así como el pacto Apruebo Dignidad debiera articular ese gran bloque que abarque desde el ala izquierda de la ex Concertación y el Frente Amplio hasta el Partido Comunista, la miríada de agrupaciones de izquierda radical (y ‘anarcas’) debe terminar de una vez por todas con la “cismogénesis” y cumplir un rol crítico y constructivo de poder popular autogestionario desde las localidades y territorios.
Desde esos mismos lugares y a partir del Estallido del 18 de octubre 2019 se han posicionado nuevos actores socio-políticos: cabildos y asambleas, con liderazgos principalmente de defensores del medioambiente, feministas y pueblos originarios. He ahí la esperanza para construir un país más democrático, solidario y sustentable.
Como dijimos en el anterior editorial, las grandes transformaciones que la mayoría del pueblo chileno anhela, requieren del actuar paralelo y complementario desde dentro y fuera de la institucionalidad, desde los engranajes del aparato estatal y desde la sociedad civil auto-organizada.
¡De la unión de las izquierdas depende el triunfo de los pueblos!
Fotografía: Manifestación por la Diversidad Sexual en Santiago de Chile (2011).