Artigas y San Martín, y el proyecto del Siglo XXI

La historia oficial ocultó que San Martín y Artigas, cuando gobernaron entre 1815 y 1822, sobre siete provincias argentinas, Chile y Perú, en distintos años, decidieron no pagar un solo peso de deuda externa, expropiaron riquezas, establecieron un sistema de igualdad entre todos los habitantes de las regiones en las que actuaron, promovieron un estado […]


Autor: Director

La historia oficial ocultó que San Martín y Artigas, cuando gobernaron entre 1815 y 1822, sobre siete provincias argentinas, Chile y Perú, en distintos años, decidieron no pagar un solo peso de deuda externa, expropiaron riquezas, establecieron un sistema de igualdad entre todos los habitantes de las regiones en las que actuaron, promovieron un estado que generó fuentes de trabajo, educación y salud y sostuvieron sus administraciones a través de asambleas populares. Estos hechos colocan a ambos como indispensables dirigentes del presente y no del pasado. Aquel sueño colectivo inconcluso sirve para responder las necesidades básicas insatisfechas de este comienzo del tercer milenio.

La mayoría de los muchachos que tienen entre quince y treinta años y viven en las principales ciudades sudamericanas están desocupados.

Apenas sobreviven el presente.

Los que ni siquiera son seducidos por la escuela intentan pelearla en las calles. Son las víctimas del sistema que luego las convierte, a través de las distintas policías y los diferentes medios de comunicación, en los primeros acusados.

Ellos, ángeles exiliados de los paraísos prometidos en diversos fragmentos de la historia política de sus pueblos, no saben qué significa esa palabra de seis letras que parece escribirse en el agua : futuro.

Y entre los porrones de cerveza y las peleas entre barras, apenas los entusiasma la camiseta del club de fútbol y el único indicio de formar parte de un país o de algo colectivo es la selección nacional.

No saben qué pasó en los años setenta ni tampoco entienden por qué sus padres se quedaron sin ganas ni palabras para explicar los fracasos cotidianos.

No creen en muchas cosas.

Amistad, algún amor, el fútbol y poco más.

No saben nada de derechos laborales, hecho que los convierte en permanente mano de obra eventual, barata y hasta capacitada.

Náufragos en medio de un mar artificial de indiferencia que favorece a los vencedores de la concentración económica en pocas manos, los pibes de estas tierras, en los umbrales del tercer milenio, son víctimas de la falsificación histórica y el saqueo de la conciencia política y social, paralelo al robo del patrimonio económico de las naciones del sur.

Para ellos es urgente recrear los proyectos inconclusos de San Martín y Artigas, enamorarlos de aquellos sueños y seducirlos de sus éticas de líderes populares y funcionarios públicos.

Contarles que los verdaderos protagonistas de la historia de sus países fueron hombres y mujeres como ellos, los que hicieron de San Martín y Artigas los máximos referentes de los países del Plata.

Decirles que los actuales debates en torno a sus figuras vuelven a mentir y ocultar dos aspectos centrales de la dinámica de los pueblos : el protagonismo social y los proyectos económicos y políticos que hicieron líderes a ambos caudillos.

Esos programas inacabados de San Martín y Artigas quizás sean la nueva camiseta para que los pibes de estos arrabales del mundo conviertan su desesperación en una nueva creencia, en necesaria, beligerante y tierna rebeldía ante el nuevo orden del pensamiento único que intentan consolidar como inmodificable los que concretaron el terrorismo de estado primero y la concentración de riquezas después.

Los pensamientos y los hechos de los dos José muestran un recorrido para ellos y no mirando hacia atrás, sino para adelante.

La suerte de una carta

Jesualdo Sosa, escritor y maestro uruguayo, en su libro ‘Artigas, del vasallaje a la revolución’, sostuvo que hacia 1819 se produjo un intento de acercamiento entre el caudillo oriental y San Martín que no se concretó.

‘Este año 19 que comienza, no presenta para Artigas, mejor rostro, a pesar de los triunfos de sus tenientes en el Litoral, quienes le aseguran cierto reposo en cuanto a Buenos Aires. La resistencia de esta región le está saliendo cara al Directorio. San Martín, el héroe indiscutido del momento no accedió a los ruegos de Pueyrredón para enviar tropas contra las montoneras, a pesar de participar de su política’, comentó el escritor.

Y agregó que San Martín escribió a Artigas : ‘No puedo ni debo analizar las causas de esta guerra entre hermanos ; lo más sensible es que siendo todos de iguales opiniones en sus principios, es decir, a la emancipación e independencia absoluta de España…debemos cortar toda diferencia’.

‘Cada gota de sangre americana que se vierte por nuestros disgustos me llega al corazón. Paisano mío, hagamos un esfuerzo, transemos todo y dediquémonos únicamente a la destrucción de los enemigos que quieren atacar nuestra libertad. Unámonos contra los maturrangos bajo las bases que Vd. crea y el gobierno de Buenos Aires más conveniente y después que no tengamos enemigos exteriores, sigamos la contienda con las armas en la mano, en los términos que cada uno crea por conveniente : mi sable jamás se sacará de la vaina por opiniones políticas, como éstas no sean en contra de los españoles y su dependencia’, sostuvo San Martín desde Mendoza el 13 de marzo de 1819.

La carta nunca llegó a destino.

‘Artigas no llega a recibir esta carta que es interceptada por Belgrano, pero la actitud de San Martín acalora el genio de Pueyrredón’, relata Jesualdo.

¿Qué hubiera pasado si San Martín y Artigas comenzaban a intercambiar opiniones, experiencias y proyectos ?.

Los proyectos económicos y políticos de los dos José

Cuando San Martín arribó a las Provincias Unidas del Río de La Plata, en marzo de 1812, Artigas ya era el líder popular que condujo la marcha de más de veinte mil personas en octubre del año anterior en lo que se conoció como el éxodo oriental.

Hacia 1820, ambos, San Martín y Artigas, eran considerados enemigos de Buenos Aires por sus posiciones políticas contrarias al directorio que se había apropiado e invertido del proyecto surgido en mayo de 1810, según el Plan de Operaciones pensado y escrito por Mariano Moreno.

Artigas caminaba hacia el corazón de la selva paraguaya, después de guerrear durante una década contra españoles, portugueses, porteños y sus ex lugartenientes, Francisco Ramírez y Estanislao López.

San Martín, en tanto, desde el 2 de abril de 1820, había dejado de ser general a sueldo del estado manejado por la burguesía de Buenos Aires y se convirtió, desde entonces, en general del primer ejército popular en operaciones, el de Los Andes.

Pero en ese tramo de ocho años en el que compartieron el principal escenario de las confrontaciones sociales, políticas y económicas de Sudamérica, Artigas y San Martín, cuando tuvieron la posibilidad de desarrollar sus propias ideas desde el poder regional, mostraron similitudes que terminaron por enfrentarlos a los nuevos dueños del país.

La cuestión social y Gran Bretaña

‘El virreinato, creado en 1776, y la Argentina después, iban a ser un embudo en cuanto al desarrollo de las fuerzas productivas y a la estructura económica, por cuyo pequeño agujero, el puerto de Buenos Aires, se vertería al mundo la enorme producción de oro y plata del Alto Perú’, sostuvo el historiador Nahuel Moreno.

Para el lúcido Juan Bautista Alberdi, ‘la organización virreinal fue impuesta por España para perpetuar esta región como colonia y tendía a impedirle ser nación’.

Esta interpretación histórica es vital para relativizar la supuesta traición sanmartiniana al proyecto de una unidad latinoamericana que, en los hechos, no existía.

El propio Simón Bolívar sostuvo que ‘es una idea grandiosa pretender formar de todo el mundo nuevo una sola nación’ ya que tienen ‘un origen, una lengua, unas costumbres y una religión, deberían por consiguiente tener un solo gobierno que confederase los diferentes estados que hayan de formarse mas no es posible porque climas remotos, situaciones diversas, intereses opuestos, caracteres desemejantes dividen la América’.

Según Milcíades Peña, ‘la independencia de las colonias inglesas del Norte produjo la unidad de aquellos estados en los Estados Unidos de Norteamérica. Eso fue posible porque ya existía la estructura de un mercado interno común con intereses capitalistas interesados en soldarlos mediante una sólida unión política’.

Sin embargo, ‘en las colonias españolas ocurrió lo contrario. Los intereses capitalistas más sólidos y poderosos no se orientaban hacia el mercado interno, sino hacia el mercado mundial. Y las clases con intereses en el mercado interno eran pequeños productores atrasados, destinados a desaparecer ante la competencia de las muy superiores industrias europeas’.

Hacia 1810 aquel modelo de país diseñado en torno a la exportación de los metálicos del Alto Perú por el puerto de Buenos Aires entró en crisis (la mina de plata de Potosí se inundó y dejó de funcionar) y surgió la ganadería en la zona del Litoral.

En forma paralela, dos años antes de la llegada de San Martín a estas tierras, se fundaba la Cámara Comercial Británica. También en el año de la revolución se estableció el primer saladero, en Ensenada. Había, en Buenos Aires, un poco más de 35 mil habitantes y solamente el diez por ciento sabía leer y escribir. Entre la población se destacaban seis mil negros que luego pasarían a ser ninguneados por la historia oficial.

A fines de 1811 surgió el primer Triunvirato integrado por Paso, Chiclana y Sarratea, con Bernardino Rivadavia como secretario. Son días difíciles para los hombres más comprometidos con la idea de inventar una nueva nación con justicia social y libre de toda dominación extranjera. El 4 de marzo de aquel año 11, fue asesinado Mariano Moreno ; el 6 de junio la Junta Grande dispuso el procesamiento de Manuel Belgrano por sus derrotas en Paraguay y Tacuarí ; y en diciembre se detuvo y se le inició juicio al orador de la revolución de mayo, enfermo de cáncer en la lengua, Juan José Castelli, por su comandancia al frente del Ejército Expedicionario del Alto Perú. Escribirá en un cuaderno de tapas rojas : ‘Si ves al futuro dile que no venga’.

En 1815 apareció ‘Las Higueritas’, cuyos propietarios eran Rosas, Terrero y Anchorena, en Monte Chingolo.

Allí comenzó a invertirse el desarrollo no solamente económico, sino también demográfico del país.

Porque hasta los primeros quince años del siglo XIX más de la mita de la población vivía en la zona del noroeste argentino.

Cuando las fuerzas productivas, la burguesía porteña en relación con Gran Bretaña y la naciente oligarquía ganadera del Litoral y la provincia de Buenos Aires, reemplazaron a la burocracia minera del Alto Perú, la decisión política fue trasladar la guerra por la independencia justamente a los territorios más densamente habitados.

De tal forma la estructura social de las Provincias Unidas del Río de La Plata presentaba a sectores importadores, librecambistas a ultranza ; productores para el mercado interno, proteccionistas ; y exportadores que viraban en sus posiciones políticas de acuerdo a las coyunturas comerciales.

Por otro lado estaban los quinteros, artesanos y lecheros de los pueblos y ciudades, directamente vinculados al mercado regional. También se debe sumar al sector de los gauchos que ‘vivían en los intersticios de la sociedad colonial y persistieron cuando el país ya se había independizado’, según describió Nahuel Moreno.

Frente a ese modelo en descomposición, España invadida por las tropas napoleónicas, surgió el interés de Gran Bretaña por las ex colonias peninsulares.

Para Mariano Moreno, autor del programa político de la revolución de Mayo, el ya citado Plan de Operaciones, era necesario ‘elevar cargos contra el virrey Cisneros y las autoridades españolas por haber atentado contra el bienestar general al conceder franquicias de comercio libre con los ingleses, el que ha ocasionado quebrantos y perjuicios’.

La idea de este ensayo es demostrar que el proyecto de Moreno fue llevado a cabo por Artigas y San Martín y en defensa del mercado interno y por lo tanto, opositor a las ideas de la corona inglesa.

El programa político de la revolución de mayo

Agosto de 1810. El secretario de la primera junta de gobierno, doctor Mariano Moreno es el encargado de redactar el programa político y económico que le dará encarnadura al invento de 162 personas que el 25 de mayo decidieron hacer un nuevo país y separarse de España.

Moreno escribirá el ‘Plan de Operaciones. Que el gobierno provisional de las Provincias Unidas del Río de la Plata debe poner en práctica para consolidar la grande obra de nuestra libertad e independencia’.

Para la junta era vital el proyecto, el horizonte hacia donde marchar.

La situación no podía ser peor : ‘En el estado de las mayores calamidades y conflictos de estas preciosas provincias ; vacilante el gobierno ; corrompido del despotismo por la ineptitud de sus providencias, le fue preciso sucumbir, transfiriendo las riendas de él en el nuevo gobierno provisional de las Provincias Unidas del Río de la Plata, quien haciéndose cargo de la gran máquina de este estado, cuando se halla inundado de tantos males y abusos, destruido su comercio, arruinada su agricultura, las ciencias y las artes abatidas, su navegación extenuada, sus minerales desquiciados, exhaustos sus erarios, los hombres de talento y méritos desconceptuados por la vil adulación, castigada la virtud y premiados los vicios…’, describieron los integrantes del gobierno provisional el 18 de julio de 1810.

Moreno define la revolución como un proyecto sudamericano : ‘El sistema continental de nuestra gloriosa insurrección’.

Para el secretario es necesario modificar la estructura social : ‘tres millones de habitantes que la América del Sur abriga en sus entrañas han sido manejados y subyugados sin más fuerza que la del rigor y capricho de unos pocos hombres’. Moreno sabe que los privilegios deben ser suprimidos si en verdad se quiere crear ‘una nueva y gloriosa nación’, como dirá más tarde una de las estrofas mutiladas del Himno Nacional.

Por ello quiere insuflar de decisión política al nuevo estado para que sea herramienta de distribución de riquezas : ‘qué obstáculos deben impedir al gobierno, luego de consolidar el estado sobre bases fijas y estables, para no adoptar unas providencias que aún cuando parecen duras para una pequeña parte de individuos, por la extorsión que pueda causarse a cinco mil o seis mil mineros, aparecen después las ventajas públicas que resultan con la fomentación de las fábricas, artes, ingenios, y demás establecimientos en favor del estado y de los individuos que las ocupan en sus trabajos’.

Y agrega que ’si bien eso descontentará a cinco mil o seis mil individuos, las ventajas habrán de recaer sobre 80 mil ó 100 mil’.

Un estado que arbitre lo necesario para cumplir el objetivo de la política, según el propio Moreno, que es ‘hacer feliz al pueblo’. Un estado que vuelque su poder en favor de las mayorías y en contra de los intereses minoritarios.

Con un proyecto de desarrollo del mercado interno y proteccionista de su comercio y su industria : ’se pondrá la máquina del estado en un orden de industrias lo que facilitará la subsistencia de miles de individuos’.

El futuro del país pensado por Moreno ’será producir en pocos años un continente laborioso, instruido y virtuoso, sin necesidad de buscar exteriormente nada de lo que necesita para la conservación de sus habitantes’.

Durante una década no habrá interés particular por sobre las necesidades del estado revolucionario : ’se prohíbe absolutamente que ningún particular trabaje minas de plata u oro, quedando al arbitrio de beneficiarla y sacar sus tesoros por cuenta de la nación, y esto por el término de diez años, imponiendo pena capital y confiscación de bienes con perjuicio de acreedores y de cualquier otro que infligiese la citada determinación’.

Repite su cuestión de estado a favor de una igualdad garantizada desde el poder : ‘las fortunas agigantadas en pocos individuos, a proporción de lo grande de un estado, no solo son perniciosas, sino que sirven de ruina a la sociedad civil, cuando no solamente con su poder absorben el jugo de todos los ramos de un estado’.

No era solamente una advertencia sobre aquel presente, sino una profecía para los tiempos que vendrían.

El 4 de marzo de 1811 Moreno fue envenenado frente a las costas brasileñas y junto a su cuerpo también desapareció la voluntad política de generar y sostener un estado revolucionario.

La metáfora del cuerpo del revolucionario sumergido y desaparecido en el Atlántico es un macabro prólogo de lo que sucedería en los años setenta del siglo XX con aquellos que intentaban un cambio estructural en la sociedad argentina.

Sin embargo, las ideas políticas y económicas del Plan de Operaciones serían puestas en marcha por Artigas y San Martín cada vez que les tocó llevar adelante una tarea de gobierno.

He allí un camino abierto y un proyecto todavía no realizado.

Los hechos sanmartinianos y artiguistas

‘La mayoría de los próceres de 1810 eran hacendados, comerciantes o barranqueros asociados con alguna casa de comercio británica, ‘los intereses particulares’ que Castlereagh quería fomentar. A los tres días de instalada, la Primera Junta levantó la prohibición al comercio con extranjeros ; a los quince días redujo los impuestos a la exportación de cueros y sebo, del 50 al 7,5 por ciento ; a los 45 días autorizó la exportación de metálico ; a los sesenta días suprimió el impuesto especial del 54 por ciento que gravaba a los artículos de algodón del comercio inglés’, indicaron los colaboradores de Rodolfo Walsh y el propio periodista desaparecido en un estudio sobre San Martín publicado por el Centro de Estudios Argentinos ‘Arturo Jauretche’, en febrero de 1978.

Alberdi escribió que para Buenos Aires, ‘mayo significa independencia de España y predominio sobre las provincias ; la asunción por su cuenta del vasallaje que ejercía sobre el virreinato en nombre de España. Para las provincias, Mayo significa separación de España y sometimiento a Buenos Aires, reforma del coloniaje, no su abolición’.

En ese contexto tanto Artigas como San Martín, representantes de los pueblos del interior, del sueño de mayo comenzaron a producir hechos políticos, tomar decisiones económicas y establecer líneas diferentes a los intereses que se adueñaron.

La política de San Martín

El primer triunvirato, constituido por Juan José Paso, Manuel de Sarratea y Chiclana, resolvió crear un impuesto que gravaba con un 20 por ciento el consumo interno de carne. En forma paralela eliminó distintas tasas que regulaban la exportación.

Semejante decisión de política económica generó la primera aparición pública de San Martín y sus granaderos. Ocuparon la Plaza de la Victoria, la de Mayo, y recién se retiraron cuando fueron designadas nuevas autoridades políticas.

El 3 de abril de 1815 el ejército que el director Carlos Alvear había enviado para reprimir a los artiguistas se sublevó contra la autoridad porteña. En Mendoza, en tanto, San Martín reunió a una Junta Militar que llamó tirano a Alvear y un cabildo abierto declaró rotos los vínculos con Buenos Aires. San Martín dejó de ser comisionado de la ciudad puerto y fue designado gobernador ‘electo por el pueblo’.

Septiembre de 1816. A los pies de la cordillera de Los Andes, San Martín sabe que no encontrará aliados entre los porteños o los representantes de la burguesía, por ello encara la alianza con los indios del sur mendocino.

‘Los he convocado para hacerles saber que los españoles van a pasar del Chile con su ejército para matar a todos los indios, y robarles sus mujeres e hijos. En vista de ello y como yo también soy indio voy a acabar con los godos que les han robado a ustedes las tierras de sus antepasados, y para ello pasaré Los Andes con mi ejército y con esos cañones…Debo pasar por Los Andes por el sur, pero necesito para ello licencia de ustedes que son los dueños del país’, les dijo San Martín.

El 27 de julio de 1819, San Martín afirmó : ‘…Andaremos en pelotas como nuestros paisanos los indios : seamos libres y lo demás no importa nada’.

El 27 de agosto de 1821, ya en el gobierno de Perú, decretaría la abolición del tributo por vasallaje que debían pagar los indios a los españoles, la eliminación de la mita, la encomienda y el yanaconazgo y los declararía ‘peruanos’ para intentar zanjar las diferencias del propio lenguaje. De tal forma seguía los mandatos que en su momento, ante la Puerta del Sol en Tiahuanaco, dispuso Juan José Castelli al frente del Ejército Expedicionario del Alto Perú cuando declaró ciudadanos e iguales a todos los indios.

En 1819, San Martín volvió a desobedecer al gobierno de Buenos Aires, representante político de los comerciantes porteños aliados a Gran Bretaña y a los propietarios de saladeros del Litoral que le ordenaba marchar contra el interior rebelado. Buenos Aires quería que reprima a las montoneras de López, Ramírez y Bustos. San Martín repitió su negativa.

Ya en Chile, en 1820, San Martín comunicó la necesidad de elegir un nuevo jefe ya que el gobierno de Buenos Aires había cesado. Sin embargo, aquel 2 de abril, los soldados de aquel primer Ejército Popular Latinoamericano en Armas, el de Los Andes, suscribieron un acta en la ciudad de Rancagua. ‘Queda sentado como base y principio que la autoridad que recibió el General de Los Andes para hacer la guerra a los españoles y adelantar la felicidad del país, no ha caducado ni puede caducar, pues que su origen, que es la salud del pueblo, es inmutable’.

‘Para defender la causa de la independencia no se necesita otra cosa que orgullo nacional, pero para defender la libertad y sus derechos, se necesitan ciudadanos…a pesar de todas las combinaciones del despotismo, el evangelio de los derechos del hombre se propaga en medio de las contradicciones’, sostuvo San Martín en distintas ocasiones.

Era su plataforma política : liberación nacional y continental, derechos políticos que garanticen la dimensión de ciudadano y respeto por los derechos humanos.

‘La ilustración y fomento de las letras es la llave maestra que abre las puertas de la abundancia y hace felices a los pueblos’, reglamentó cada vez que se hizo cargo de gobiernos estatales, regionales o nacionales, en Cuyo y Perú respectivamente.

Para el equipo de investigación de Walsh, ‘revolucionario en 1812 y 1815 contra gobiernos impuestos por Buenos Aires contra la voluntad de los pueblos ; gobernador elegido por el pueblo cuyano ; general en jefe reconocido por sus oficiales por un mandato originado en la salud del pueblo, pero sumiso al legítimo Congreso peruano ; nunca creyó que la obediencia militar fuera un valor más alto que la soberanía popular. Este es el verdadero San Martín que desde hace un siglo es ocultado al pueblo soberano y a los militares que deben servirlo’.

Los años setenta y los derechos humanos

La película ‘Estado de sitio’ del realizador griego Costa Gavras fue elocuente del resultado de la falsificación histórica y sus efectos en la lectura política del proceso social uruguayo de los años setenta del siglo XX.

La imagen de José Gervasio Artigas estaba presente en los cuarteles policiales y militares que ordenaban la tortura y la vejación como metodología represiva contra los insurgentes políticos en los tiempos de la dictadura de José María Bordaberry.

Y también el retrato artiguista y su bandera azul y blanca cruzada por un banda roja presidía las reuniones de Tupamaros.

El terrorismo de estado se aprovechó del Artigas de bronce, del ‘padre de la patria’, como militar abnegado y desprendido y símbolo de la identidad de la nación ante los enemigos internos que propugnaba la doctrina de seguridad nacional impulsada por los Estados Unidos para los ejércitos de Sudamérica en la teoría de la Tercera Guerra Mundial.

‘Ese’ Artigas estaba vaciado de sus hechos económicos, políticos y sociales a favor de las mayorías.

En tanto, las organizaciones políticas reclamaban la democratización del ‘otro’ Artigas, el referente de las luchas colectivas del pueblo uruguayo.

Pero el Artigas concreto, de carne y hueso, el histórico había sido muy claro en relación al respeto por la soberanía popular : ‘el despotismo militar será precisamente aniquilado con trabas constitucionales que aseguren inviolable la soberanía de los pueblos’.

En forma paralela, el terrorismo de estado en la Argentina también idolatró al San Martín estratega militar, supuesto defensor del orden de los privilegios y enemigo de lo político.

De acuerdo a los distintos testimonios de los sobrevivientes de los 340 centros clandestinos de detención que funcionaron en el país durante la dictadura inaugurada el 24 de marzo de 1976, la imagen de San Martín también estaba en algunas de estas mazmorras en las que se violentaba a mujeres embarazadas y se mutilaba gente joven y anciana.

San Martín, al igual que Artigas, había sido demasiado preciso en torno a las armas del ejército. ‘La patria no hace al soldado para que la deshonre con sus crímenes, ni le da armas para que cometa la bajeza de abusar de estas ventajas ofendiendo a los ciudadanos con cuyos sacrificios se sostiene’, sostuvo el general de Los Andes.

Y agregó en Perú que ‘la presencia de un militar afortunado es temible a los estados que de nuevo se constituyen…el general San Martín jamás desenvainará la espada contra sus hermanos, sino contra los enemigos de la independencia de la América del Sur’.

Ni San Martín ni Artigas avalaban la prepotencia militar ni mucho menos el desprecio de la voluntad popular.

Sus imágenes presentes en las salas de torturas son el resultado de presentar y difundir durante décadas una historia en la que deliberadamente se despojaron los proyectos políticos, económicos y sociales que encarnaron.

Y, al mismo tiempo, haberlos presentado como los grandes vencedores del siglo XIX, cuando, en realidad, fueron los grandes derrotados, junto al sujeto histórico que expresaron : las mayorías populares.

Estado, mercado interno, proteccionismo y desarrollo autónomo

Más allá de las discusiones sobre la vida personal de los próceres.

Los proyectos económicos y políticos que representaban.

Ocultos para la historia oficial y desconocidos para las renovadas discusiones de fin de milenio.

Ideas y hechos de los dos líderes populares, Artigas y San Martín.

Proyectos inconclusos que sirven para el presente y marcan un camino para el futuro en el que necesariamente ‘los más infelices’ deberán ’ser los más agraciados’.

La permanente y mentada sensación de inseguridad de los crepusculares días del año 2000 tenía para Artigas una solución política, principista y existencial.

De acuerdo a este punto de vista, ‘el mismo sentido tiene la reunión concertada en Mendoza de alimentos, animales, tejidos, monturas, capitales, técnicos y mano de obra proveniente de San Luis, San Juan, La Rioja, Corrientes, Córdoba y Buenos Aires ; la liberación de los esclavos para que sirvieran al ejército ; las explotaciones ganaderas y agropecuarias a cargo de la Intendencia en tierras de particulares ; la confección del vestuario distribuyendo su corte y costura entre sastres y mujeres voluntarias que trabajaban bajo un programa coordinado ; la recolección en almacenes de ropa vieja que luego se usaba para forrar el calzado ; la construcción de 20 mil herraduras para mulas y caballos ; la nota de San Martín al gobierno de Buenos Aires en diciembre de 1816 pidiendo que se suprimieran los impuestos a los licores cuyanos y se gravaran los importados para proteger la industria’.

Un completo programa de economía que asentada en el desarrollo del mercado interno, fomentara la industria regional, generara inclusión social y sentara las bases para el crecimiento y la exportación.

En Perú, años después, siguió con estos conceptos políticos económicos. Los mismos se vieron reflejados en el llamado Reglamento de Comercio. Allí dispuso la duplicación de los derechos de importación sobre los artículos que pudieran competir con los del país ; eliminó aduanas interiores ; decretó que sólo los peruanos podían ejercer el comercio minoristas ; prohibió la exportación de metálico ; rebajó las tasas aduaneras a los barcos de bandera peruana o americana y creó un banco presidido por el ministro de hacienda, con accionistas particulares nativos y sus fondos se mantuvieron siempre separados del gobierno. ‘El banco peruano debió cerrar por la oposición del comercio inglés y el Reglamento de Comercio fue modificado por la presión de los mismos intereses cuando San Martín se alejó del Perú’, remarcaron los integrantes del centro de estudios ‘Arturo Jauretche’.

Para ellos, todos estos hechos ‘indican que San Martín percibía la estrecha relación entre independencia económica y defensa nacional cuando estos temas no habían sido estudiados aún por ninguna escuela científica ni militar’.

Artigas y San Martín representaron los intereses de las mayorías sociales.

Se convirtieron en sus líderes políticos y sus medidas económicas desde los estados creados impulsaron respuestas concretas para satisfacer las necesidades existenciales de la gente que se jugó la vida detrás de estos dirigentes populares.

La aplicación de estos proyectos políticos, económicos, sociales y educativos generó el rechazo del grupo dominante que se hizo cargo de los resultados de la guerra por la liberación nacional luego de 1816.

De allí que ambos fueran exiliados, desterrados y posteriormente falsificados de acuerdo a los intereses de diferentes grupos de poder, fundamentalmente las fuerzas armadas de Uruguay y Argentina.

Los que siguieron a San Martín y Artigas tenían entre quince y sesenta años.

Ellos abandonaron todo lo material en pos de concretar aquellos proyectos colectivos basados en esas ideas políticas y económicas.

Los que hoy no siguen a nadie, los más castigados por el modelo que se aplica en estos arrabales del mundo, también tienen entre quince y sesenta años.

Pero no saben casi nada de las ideas políticas que hicieron de San Martín y Artigas líderes populares.

Por eso la necesidad de devolver a los dos José a la existencia cotidiana de las mayorías rioplatenses.

De difundir sus ideas políticas y económicas y defenderlos de tanto bronce vacío y discusiones particulares que vuelven a negar el verdadero fundamento de su paso a la posteridad : el haber sido representantes de las masas anónimas que decidieron con sus ideas ser protagonistas y no merca comparsa en la historia del sur de América.

Los exilios de San Martín y Artigas

1820, año límite para el sueño de inventar ‘una nueva y gloriosa nación’, aquella a la que a sus plantas se rendía el león de la globalización de entonces, Gran Bretaña.

El proyecto político de la Revolución de Mayo, el Plan de Operaciones de Moreno es una leyenda de la que ya nadie habla y la idea de la igualdad se murió en la papeleta del conchabo que establecía con claridad que solamente tenían derecho aquellos que eran propietarios y los peones obedientes a los patrones de estancia.

En los primeros días del año 20, en la quebrada de Belarmino murieron los mejores oficiales indios de las misiones que seguían al general de los humildes. De los casi veinte mil orientales que hicieron el éxodo en octubre de 1812, solamente quedan 400 sobrevivientes con Artigas.

‘Formen la tropa y disuélvanla en mi nombre, que cada uno vaya donde quiera. Yo no pienso pelear más contra los portugueses. Toda resistencia ahora me parece un sacrificio inútil’, dice Don José.

‘Nadie mueve a ninguno de los últimos cuatrocientos hombres’, narra Jesualdo.

En uno de los últimos campamentos antes de entrar a Misiones, recibe la visita de dos caciques del Chaco que han atravesado muchas leguas para ofrecerle su indiada.

Cuando tenía 76 años aún su nombre despertaba sentimientos de rebeldía y dignidad, palabras que bien podrían ser sinónimos, en aquel entonces, en este presente.

Lo engrillaron y estuvo seis meses presos en Paraguay.

A los ochenta años lo trasladaron a un rancho en el Ibiray, cerca de Asunción. ‘Es lo que queda de tantos trabajos : hoy vivo de limosnas’, dijo Artigas.

Murió el 23 de septiembre de 1850, aunque varias veces sufrió distintas muertes, entre otras la que produjo la falsificación histórica, el permanente ocultamiento de sus pensamientos y prácticas políticos y económicos.

1820, el año en que los sueños de Mayo se fueron con los dos José.

San Martín era el jefe del Ejército de Los Andes, del primer ejército popular latinoamericano en armas, como diría el historiador Norberto Galasso. Desde Rancagua en adelante San Martín ya no sería empleado del estado argentino.

Sus ideas políticas y económicas lo dejaron prescindente.

Retiro involuntario por disposición de un gobierno que llevó adelante la más profunda de las reformas del estado argentino : la reconversión de las ideas de Mayo de 1810 en el rol que exigiera cumplir el primer mundo de la época.

Reforma política del estado y San Martín despedido, jubilado sin sueldo, militar en armas pero con dineros chilenos y peruanos.

Antonio Gutiérrez de la Fuente, joven militar peruano, el 22 de mayo de 1822 se embarcó en El Callo con rumbo a Valparaíso. Su misión era llegar a Buenos Aires y pedir apoyo financiero para terminar la guerra de liberación continental. Dos veces habló con Bernardino Rivadavia. El 14 de agosto de 1822 se volvió con las manos vacías.

Según Félix Luna, ‘Rivadavia dio el golpe definitivo a la expedición pedida por San Martín en 1822 ; en 1825, los rivadavianos del congreso facilitaron, sin movérseles un pelo, que el Alto Perú abandonara el conjunto rioplatense’.

En 1823, San Martín le escribió a su amigo Tomás Guido : ‘Ignora usted por ventura que en el año 23 cuando yo por ceder a las instancias de mi mujer de venir a Buenos Aires, se apostaron partidas en el camino para prenderme como a un facineroso, lo que no realizaron por el piadoso aviso que se me dio por un individuo de la misma administración…hay alcaldes de lugar que no se creen inferior a un Jorge IV’.

Estanislao López, caudillo santafesino, le remitió a San Martín una esquela en la que comentaba : ‘Se de manera positiva, por mis agentes en Buenos Aires, que a la llegada de usted a aquella capital, será mandado a juzgar por el gobierno en un consejo de guerra de oficiales generales, por haber desobedecido sus órdenes de 1819 haciendo la gloriosa campaña de Chile, no invadir a Santa Fe y la expedición libertadora del Perú…siento el honor de asegurar a usted que a su solo aviso estaré con mi provincia en masa a esperar a usted en el desmochado para llevarlo en triunfo hasta la plaza de la victoria’. San Martín prefirió seguir coherente a su postura de no desenvainar su espada contra hermanos.

En septiembre de 1824, Rivadavia desnudó su sentimiento hacia San Martín en una carta dirigida a Manuel García : ‘Es de mi deber decir a usted para su gobierno que es un gran bien para ese país que dicho general esté lejos de él’.


Por Carlos del Frade


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