Profesor de Estado en Física, académico en varias universidades y profesor de Filosofia de la Ciencia en la Universidad de Chile. Autodidacta, ha escrito y publicado sobre ciencia, Hegel, danza y marxismo. Orgulloso poseedor de toda la bibliografía de Pablo Neruda en sus primeras ediciones y marxista, sobretodo marxista. Sin embargo: marxista sin los marxólogos. Marxista pensando en Marx, pero mirando hacia al futuro. Detractor acérrimo de las modas académicas posmodernas, de la resignación encubierta en la teoría, de la cultura de la derrota característica de las izquierdas del nuevo siglo. Este es el terreno desde donde habla Carlos Pérez Soto.
LA BUROCRACIA Y EL ESTADO Y LA EDUCACIÓN ENTRE MEDIO
¿Qué es la burocracia como clase, qué papel tiene en las relaciones sociales actuales?
Yo hago lo posible por ser marxista y eso es un poco complicado en esta época. Es necesario decir esto porque la idea que yo tengo de la burocracia no es meramente descriptiva, sino que tiene que ver con el análisis de clase marxista. Lo que yo creo es que la burocracia es un sector social que puede ser considerado clase social, en el sentido en que Marx consideró las clases sociales. Es decir, forma parte del bloque de clases dominantes, obtiene un usufructo del producto social mucho mayor al que le correspondería como pura fuerza de trabajo asalariado. Los burócratas son asalariados.
¿Entonces, en términos prácticos, cuál es la condición de ser asalariado?
En la teoría marxista los asalariados reciben el salario de acuerdo con el costo de la fuerza de trabajo. Entonces, los burócratas son un tipo de asalariado que recibe un salario muy superior al costo de la fuerza de trabajo, en virtud de un lugar que ocupan en la división del trabajo. Son capaces de usufructuar con ventaja del producto social, porque son capaces de dominar la división del trabajo, que es el criterio marxista para establecer las relaciones de clase.
¿Cuál es la relación de la clase burocrática con el Estado?
El aparato del Estado siempre ha sido una herramienta del poder capitalista. El poder capitalista no podría haber conquistado el mundo, haber construido toda la cultura que ha construido, sin el apoyo de la inversión estatal, sobre todo en materia de infraestructura. A mediados del siglo XX hacia delante, el Estado ha trascendido ese papel tradicional de estar al servicio del capitalismo y se convirtió, por la incapacidad de la clase capitalista para regular el mercado mundial, en una herramienta de regulación. Entonces han construido legitimaciones que pone ante la sociedad la idea de que es indispensable que exista. Entonces el principal destinatario actualmente del esfuerzo estatal es el propio Estado. El principal objetivo de los fondos sociales, por ejemplo, es financiar a la gente que reparte los fondos sociales, no a los usuarios beneficiarios de los fondos sociales. Entonces, eso hace que los Estados tengan hoy día más trabajadores que nunca.
Entonces, teniendo en cuenta la reciprocidad entre Estado y universidades estatales ¿Cuál es el funcionamiento de la Universidad de Chile?
En nuestro país, la Universidad de Chile es una máquina burocrática. Una máquina que a estas alturas tiene como único propósito real, efectivo que los académicos y los investigadores sigan ganando el dinero que están ganando. Los objetivos declarados son súper bonitos, pero el objetivo real es que los académicos que investigan, investigan solo para mejorar el sueldo y el destino de las investigaciones no tiene el menor impacto sobre la vida política o la vida social nacional.
En el caso de las ciencias naturales, todo el impacto se recoge en Japón, en China o en EE. UU. Pero no tienen el menor impacto sobre el sistema reproductivo chileno, a lo sumo lo que se hace es adaptar tecnologías norteamericanas o europeas a la situación chilena y eso se considera como servicio a Chile, cuando la verdad es un servicio a las empresas privadas en Chile, y el desarrollo nacional no necesariamente coincide con el desarrollo de la empresa privada nacional. Cuando uno se enfoca en las ciencias sociales el impacto de la docencia y la investigación de la Universidad de Chile sobre el mundo público es simplemente cero.
Si este impacto en lo social es nulo ¿Cuál es el destino de los fondos para investigación entregados a las universidades?
Los fondos no son pocos, son pocos para la ambición de los académicos, son pocos para las necesidades de Chile, pero no son pocos en términos absolutos. ¿En qué se gastan? Se gastan en que los académicos en la Universidad de Chile tienen un mal salario, pero completan su salario con asignaciones de productividad o con el sistema de concurso.
Entonces es un mecanismo de auto asignación indirecta de los fondos, pongan las metas que pongan: pasarle plata al campus Juan Gómez Millas pidiendo a cambio que el campus se ponga metas. Entonces, ¿qué es lo que los tipos hacen?, se ponen las metas que pueden cumplir ¿y qué hace el Estado?, les cree las metas, las cumplan o no, eso da lo mismo, porque quienes van a certificar eso son ellos mismos.
MÉTODO CIENTÍFICO, CONOCIMIENTO Y LAS ESPERANZAS EN LOS ESTUDIANTES
Relacionando la actividad universitaria como generadora de conocimiento y el problema epistémico de tal posición ¿Cuál es la función del conocimiento científico en la academia?
El más mínimo estudio empírico sobre el comportamiento de la comunidad científica, muestra que el método científico es una herramienta de validación, presentación y legitimación del conocimiento. Pero el método científico no sirve ni se usa para obtener conocimiento. Para decirlo en términos técnicos, el método científico no es una lógica de descubrimiento. Lo que yo creo, es que el método científico no es ni si quiera un procedimiento de justificación racional, es simplemente un proceso de legitimación. En el sentido peyorativo de la palabra. A través del método científico los científicos presentan lo que han inventado, se comunican, se validan.
¿Cuál es el trasfondo de la implementación del método científico y sus alcances en el mundo intelectual universitario?
El método científico es una construcción ideológica. Es un sistema de certificación de estas auto certificaciones. Para decirlo de otra manera; el método científico es el lenguaje de la pretensión de saber. Hay que distinguir entre el saber efectivo y la pretensión de saber. El arquitecto, el médico, el ingeniero comercial, tienen una pretensión de saber, y esa pretensión de saber le permite legitimar un salario mayor que el que de hecho cuesta reproducir su fuerza de trabajo. Entonces las universidades actúan como fuentes de la pretensión de saber. Le dan a la gente un cartoncito, para que puedan cobrar más. En ese sentido el método científico no es un fraude. Interpretar estas cosas en términos morales no ayuda mucho. Mejor es decir que es el sistema de legitimación de un usufructo, por sobre la contribución que realmente los académicos hacen a la sociedad.
Si este sistema de validación del conocimiento es predominantemente endogámico ¿de qué sirven las certificaciones, por ejemplo de los académicos?
Si uno se fija en las certificaciones, para llegar a ser académico por ejemplo, cuando uno mira las evaluaciones, son evaluaciones procedimentales, no son de contenido, o sea, a nadie le preguntan qué estudio, le preguntan dónde estudio. Si tú has sacado un doctorado en la Universidad Academia de Humanismo Cristiano y estas compitiendo con alguien que sacó un doctorado en la Universidad de Oxford se asume por el nombre de la universidad, sin preguntar la extensión, los contenidos ni los profesores, ni las notas que te sacaste, se asume que la universidad de Oxford vale más. Analogía de esto es lo que pasa con las tesis, nadie lee las tesis de los estudiantes, lo que se lee es la metodología, entonces el asesor metodológico de la tesis es mucho más importante que el asesor de contenido. Puedes decir las tonteras que se te ocurran, pero si cumpliste con el requisito metodológico.
¿Es el triunfo de la forma por sobre el contenido?
La evaluación procedimental tiene que ver con una jerarquía, de hecho, de las certificaciones, y en grandes universidades, están renqueadas. En todo eso no hay contenido. Los comités editoriales son todos circulares. Si uno mira cómo funciona la comunidad académica, el principal índice de certificación son las publicaciones a tal punto que hoy día las universidades te dan bonos de producción por publicar. Los académicos comentan regularmente “mira en tal universidad están pagando tanto por publicar”. No importa lo que publiques, nadie se pregunta qué publicaste, lo que vale es que publicaste y eso se presenta como certificación. Eso es lo que llamo “sistemas de evaluación procedimental”. Tú cumpliste con un procedimiento independientemente del contenido.
En ese escenario ¿se puede pensar o proyectar un cierto cambio, renovación o derechamente una revolución, desde la universidad, desde la Universidad de Chile, en el sentido de intelectuales para la revolución?
La primera cuestión es que las revoluciones nunca han partido de las universidades. ¡Ahora menos que nunca! Porque si bien las revoluciones nunca partieron de las universidades, las universidades fueron, durante el siglo XX, fuentes, semilleros de revolucionarios concretos. Un hombre que estudió medicina, se fue a pasear por América Latina y era el Che Guevara. Es interesante que las universidades fueran el semillero de revolucionarios en el siglo XX. Sin embargo la situación actual es muy distinta, absolutamente contraria tal vez. Ahora, no es imposible que las universidades vuelvan a ser en algún momento semilleros de revolucionarios.
¿Por eso insistir y quedarse en la universidad?
Es posible y deseable que surja un movimiento revolucionario dentro de las universidades, no cabe ninguna duda. Yo por eso abogo por los estudiantes. Mantengo la esperanza. Y si uno puede emplazar la hegemonía académica posmoderna, derrotista y reduccionista, es posible que la discusión pueda ser seria, transformadora. Esa es la responsabilidad de cualquier académico comprometido. Y bueno, quien sabe, tal vez alguno de esos estudiantes decida salirse de los márgenes, ir a dar un paseo y ser el nuevo “Che” Guevara.
Por Sebastián Fierro
El Ciudadano