Cada cierto tiempo sabemos de la profanación de tumbas, vandalismo callejero e incluso delitos de homicidio relacionados con el satanismo en algún lugar de nuestro país. Pero el tema de las sectas satánicas sigue siendo un misterio sin resolver.
Hace poco más de dos semanas fueron encontradas osamentas humanas, desperdigadas cerca de la rivera de un río, en la Séptima Región. El hallazgo lo realizaron unos niños que pasaban por ahí, quienes entregaron los restos a la policía de Talca, que automáticamente investigó los hechos. La hipótesis: profanadores de tumbas, supuestamente ligados a sectas satánicas.
La noticia corrió por toda la prensa nacional, se realizaron reportajes sobre el culto al diablo y se recordaron otros delitos de importancia. Sacerdotes, teólogos y expertos policiales dieron su opinión; pero luego de dos días el tema volvió a quedar en el aire.
Hablar del diablo es un tema delicado. Como buenos cristianos no podemos negar su presencia, que sería contradecir todas las teorías del bien y el mal descritas en la Biblia y enseñadas por las Iglesias cristianas a lo largo y ancho del mundo. Pero al mismo tiempo, no se puede tildar todo acto de mal como una acción satánica, ni asumir que estamos rodeados de sectas dedicadas al oscuro como se hacía en tiempos de la Inquisición. Lamentablemente, la maldad del hombre no siempre se relaciona con el diablo, aunque esa explicación tranquilizaría a muchos; la mayor parte del tiempo los actos de violencia nada tienen de extraterrenal.
PACTOS DIABOLICOS
La adoración a Satanás, o lo que se entiende como tal, ha ido cambiando a través de los siglos. Muchas creencias se desmitificaron con el desarrollo de las ciencias, que pudieron darle una explicación racional a muchos de los supuestos actos satánicos. Lamentablemente, muchas veces estos descubrimientos llegaron demasiado tarde para aquellos que sufrieron torturas y horribles muertes al ser acusados de hechicería o pactos con Lucifer. Pareciera que el Señor de las Tinieblas tiene más adeptos en el fanatismo religioso que en cualquier otro lugar.
Esta es la principal defensa que utilizan los seguidores de grupos como Deicide, Iron Maiden y otras bandas de metal rock. Las guitarras estridentes, las performance que realizan los músicos en escena y algunas letras sobre el maligno, han hecho de estos grupos el blanco favorito de la Iglesia Católica; la institución religiosa más comprometida –públicamente al menos- en la lucha contra el mal.
“Desde que trabajo como productor de conciertos, he tenido innumerables encontrones con la gente ligada a la Iglesia Católica, incluso con autoridades gubernamentales, que están determinados a prohibir conciertos de bandas supuestamente satánicas”, cuenta Adalberto Díaz, productor de Extratours, “y algunas veces han conseguido suspender las fechas, provocándome enormes pérdidas. Al final veo más mal en estas personas que prohíben a priori, sin informarse correctamente, que en los seguidores de los grupos que traigo”. Extratours vivió su momento más crítico en febrero de éste año, cuando trajeron a Deicide, banda ligada a movimientos anticristianos y cuyas canciones han sido relacionadas con homicidios y otros actos de violencia. En esa ocasión, Aldo Cornejo, alcalde de Valparaíso, prohibió la fecha que se realizaría en el puerto, provocando grandes pérdidas económicas para los organizadores. Aunque el grupo sí pudo tocar en Santiago, la venta de entradas no fue suficiente para cubrir los gastos y la productora tuvo que cerrar sus puertas hasta principios de septiembre.
A diferencia de otras sectas y organizaciones religiosas, que generalmente son productos de inescrupulosos que engañan para obtener dinero o facilitación sexual, en Chile no existe conocimiento sobre ninguna agrupación o secta satánica. El tema pasa por rumores, suposiciones y un gran desconocimiento de la población en general. Al igual que pasa con los grupos musicales, se tiende a confundir otro tipo de tribus urbanas con los satánicos. Góticos, metaleros y seguidores al culto de los vampiros son mirados con recelo y preocupación por gran parte de la sociedad.
QUEMEMOS A LAS BRUJAS
Durante la Inquisición, una de las épocas más negras en la historia de la cristiandad, millones de personas fueron torturadas y asesinadas injustamente, acusadas de brujería y pactos diabólicos. Otros tantos fueron excomulgados de la Iglesia al declarar falsamente su adoración al demonio luego de varias sesiones de tortura. Entre las víctimas están Juana de Arco y Galileo Galilei, dos grandes personajes que la historia se encargó de reconocer.
La Iglesia se demoró más de 400 años para asumir públicamente el error cometido en ese periodo, donde el fanatismo religioso y la falta de educación confabularon para provocar tamaña masacre. Mauricio Villanueva es ateo y seguidor de música metalera, muchas veces ha sufrido discriminación por su apariencia. Él opina que, “si yo hubiese vivido en esa época, te aseguro que me hago satánico. Preferiría mil veces estar con el diablo que con un Dios torturador, como el que representaba Torquemada”. Como Mauricio hay muchas personas que se han desencantado de la religión, pero eso no los convierte en amigos del infierno.
Los casos aislados de grupos satánicos o personas que han cometido horribles asesinatos en nombre de Satanás, generalmente no tienen verdadera relación con las artes oscuras. Un ejemplo claro es el de Rodrigo Orias, el joven que asesinó al Padre Faustino Gazziero en la Catedral Metropolitana, a vista y paciencia de los fieles que venían de misa. Si bien Rodrigo dijo que el acto lo realizó encomendado por Satanás, al poco tiempo los peritos médicos demostraron que fue la enfermedad de Oreas, esquizofrenia paranoide, y no las fuerzas del infierno, lo que determinó esta tragedia.
Samanta P, ahora tiene 27 años y hace tiempo que dejó en el recuerdo sus años de oscura.“Yo tenía unos catorce años cuando, con un grupo de amigos, decidimos hacernos satánicos. No teníamos idea que significaba realmente, pero matamos un par de gatos y pasábamos el día entero en los cementerios, dibujando pentagramas y creyéndonos lo más malos”. Cree que el aburrimiento y la falta de familia pudieron llevarla por el camino del satanismo, aunque, “era más una pose, el sentir que pertenecíamos a algo parecido a una familia. Cuando salí del colegio me di cuenta que estaba puro rayando”.
Con todo, las sectas satánicas son un potencial peligro para la sociedad y para nuestra juventud. Al igual que las drogas, todo tipo de fanatismo religioso –ya sea a Dios, a falsos profetas o al demonio- puede derivar en actos delictivos que atenten contra la vida propia y la de terceros. Es por eso que la Iglesia y el Estado están atentos a cualquier grupo que tenga algunas características de secta. Lo importante es mantener la cordura, recurrir a las explicaciones sociales y médicas antes de condenar a nadie. Una condena social que, si bien no es punitiva, a veces dura toda la eternidad.
Valeria Segovia