La Reforma Educacional es un proceso en que todos los actores, sin excepción, exigen participación. La movilización social de 2011 dejó instalada una demanda que la Presidenta Michelle Bachelet acogió durante su campaña, comprometiendo otorgar a la ciudadanía organizada un espacio de incidencia en la tarea de recuperar la educación pública para Chile. Esto tuvo para los docentes una primera expresión en la “Jornada de Reflexión Nacional por la Educación Pública” que, en décadas, es la primera instancia en que los docentes pudimos entregar opiniones y propuestas para ser integradas en un proyecto de ley en el ámbito educacional.
Recordemos que la última gran reforma hecha en el Gobierno de Eduardo Frei Ruiz-Tagle recibió grandes críticas por no considerar la opinión de quienes vivimos la realidad de las escuelas, razón por la que muchas definiciones se quedaron en la tinta y el papel. Ejemplo de ello es la Jornada Escolar Completa, la polémica JEC, que contradiciendo su espíritu original, en una buena parte de establecimientos se tradujo en más horas de lenguaje y matemáticas; o el cambio curricular, que cercenó asignaturas completas.
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La jornada del pasado 16 de mayo abrió una renovadora posibilidad de cambio, donde el debate giró en torno a experiencias de aula que evidencian la forma en que las condiciones de trabajo inciden en la calidad de la educación. Un gran argumento para romper con la desigualdad social a partir de una nueva forma de financiamiento de las escuelas y liceos, y el primer paso es su vuelta al Estado, como organismo rector de una política nacional e inclusiva.
Este hito marca también el inicio de un cambio en la subjetividad con que los docentes nos enfrentamos a la labor profesional. En el paradigma actual, las carreras pedagógicas no incorporan en la formación inicial docente, contenidos que den cuenta de las condiciones en las que se enseña, ni se incluye el aporte que el magisterio ha realizado en el desarrollo histórico de la educación. Lo que vivimos fue un aprendizaje para las nuevas generaciones de docentes, al relevar el sentido de comunidad educativa, el trabajo colaborativo y la organización del profesorado.
Retomar el rol del docente como sujeto activo en la elaboración de política educacional se vuelve fundamental. Se necesitan profesores críticos de su entorno y su labor, propositivos y generadores de cambios en lo pedagógico. El éxito de esta jornada acordada entre el Ministerio y el Colegio de Profesores, realizada en establecimientos municipales y algunos particulares subvencionados, es un primer paso para fortalecer un perfil docente distinto.
La transformación de la educación chilena debe ser foco de un amplio debate, puesto que en ella se redefine, por una parte, el concepto de ser humano intrínseco a toda tarea educativa y, por otro, una concepción de sociedad capaz de asegurar mejores condiciones para el ejercicio, promoción y defensa de los derechos esenciales de todos y todas.
Esto no significa que el proyecto concite concordancia plena. En el transcurso del debate habrá diferencias, como ya se ven frente a la primera iniciativa legar que pone fin al lucro, el copago y la selección. Desde los establecimientos deben potenciarse las organizaciones de trabajadores de la educación, de padres y apoderados y también las estudiantiles, utilizando el diálogo como método para arribar a síntesis comunes cuando existen visiones divergentes, pues mientras más participativa sea la discusión por la reforma, mayor validez y reconocimiento social tendrá.
Teniendo claros los objetivos a cumplir en esta primera etapa, y siguiendo en la tarea de abrir espacios de participación que amplíen este debate a los más amplios sectores de la sociedad, los docentes estaremos retomando un rol convocante que es clave en el marco de este gran desafío al que chilenos y chilenas nos vemos enfrentados.