«La comuna de Cerro Navia no es la única que como resultado del sistema municipal de educación tiene deudas. Son numerosos los municipios que tienen deudas previsionales, perfeccionamiento, Bono SAE, entre otras, con los profesores del país. Esto responde a la instrumentalización de la educación, que ningún gobierno ha tenido la voluntad de resolver”. (Jaime Gajardo)*
Esta semana el alcalde de Cerro Navia, Luis Plaza, dio a conocer que el municipio no podrá seguir manteniendo y administrando la educación pública en su comuna. El edil fundamentó esta medida en la falta de presupuesto para financiarla, lo que se traduce a la fecha en la imposibilidad de cancelar oportunamente las cotizaciones previsionales y de salud del personal docente y administrativo de Cerro Navia; según Plaza, las arcas municipales deben desembolsar anualmente, entre “dos mil y dos mil quinientos millones de pesos” (1) adicionales para financiar la educación. Esta situación obligó al ministro Lavín a intervenir los 24 liceos comunales, asumiendo el control de la Corporación de Educación de la Comuna y, generando en la práctica, una reestatización de la educación municipal. En efecto, la educación municipal está quebrada, no existe municipio en Chile en que la educación se autofinancie con la subvención educacional que entrega el Estado; unido a esto, ha experimentado un considerable descenso en el número de matrículas, si el año 2002 la participación de la enseñanza municipal en el total de la educación chilena alcanzaba un 52%, el 2009 representa tan sólo el 37%. Además, es sintomático comprobar que el primer alcalde en llevar a efecto esta medida sea uno de la misma coalición de Gobierno, lo que abre las puestas a todos los demás alcaldes, particularmente de oposición. En la práctica, se estaría llevando por la vía forzada al Estado a asumir su rol en lo que queda la deteriorada educación pública chilena.
Esta situación viene a demostrar algo quizás sea más complejo, y es la crisis que evidencia el modelo educativo imperante en estos últimos 30 años. El modelo generó en la práctica un nuevo sector en la economía, los sostenedores, y un alto nivel de cobertura en matrículas, pero con un nivel de desigualdad y de falta de calidad en su conjunto. Al caso que, se da la paradoja que siendo hoy la generación “más” educada de la historia, es a la vez la peor educada de la historia. El modelo de mercado, de acuerdo a las mediciones internacionales, Pisa, OCDE, demuestra que en nuestro país las tres provisiones educativas -pública, la particular subvencionada y la particular pagada-, están por debajo de la media internacional. Ahora bien, la educación particular subvencionada, que se ha presentado como el modelo de eficiencia y calidad no es mejor que la educación municipal, como uno esperaría que fuera. Si miramos los datos Simce, podemos decir con evidencia dura que, de los cuatro quintiles en que compiten el modelo fiscal y el con fines de lucro, la educación fiscal gana en el quintil bajo y medio alto, en tanto los subvencionados están por encima en los quintiles medio bajo y medio; con una diferencia que no sobrepasa los 7 puntos porcentuales promedio (2). Esto con el agravante, que la educación subvencionada por el Estado tiene derecho a cobrar una subvención adicional al apoderado y, además, hasta el año pasado tenía permitido seleccionar a los alumnos; visto de esta arista, es un milagro que a la educación municipal haya durado tanto tiempo.
Mirado de esta perspectiva la cosa no funciona. La educación municipal está siendo devuelta al Estado, y el modelo que se publicita como el “óptimo” no es sustancialmente mejor que el que se está devolviendo. En este sentido, se hace indispensable tener una mirada menos “casuística” de lo que está sucediendo en educación, se requiere mirar el tema con menos dogmatismo por parte de la derecha, y a su vez la coalición opositora, deberá empezar a pensar seriamente lo que está dispuesta a ofrecerle al país para el 2015, ya que lo que hay hoy día, con semáforos, PSU dividida en dos, liceos de excelencia y de los otros, desgraciadamente no tiene buena cara.
Por Guillermo Bastías