Estudiar en una universidad en EE. UU. es una pesadilla para padres e hijos

Préstamos y deudas de por vida son algunas de las vías para acceder a las instituciones de educación universitaria estadounidense

Estudiar en una universidad en EE. UU. es una pesadilla para padres e hijos

Autor: Félix Eduardo Gutiérrez

Una noticia que destacó en los titulares de los medios  de comunicación en el mundo, puso de relieve la verdadera pesadilla que significa para los padres e hijos estadounidenses ingresar a las instituciones de educación universitaria.

La información daba cuenta del nuevo escándalo destapado por los órganos judiciales de los Estados Unidos que salpicó a familias adineradas, líderes de empresas y hasta figuras de Hollywood, al descubrir que al menos 33 padres pagaron sobornos para que sus hijos pudieran ingresar a universidades de elite como Yale, Georgetown y Stanford, entre otras.

Adicionalmente, los investigadores acusaron a los mejores entrenadores universitarios de haber aceptado millones de dólares para ayudar a estos estudiantes en sus admisiones, informó el portal Todo noticias.

Familias le pagaron alrededor de 25 millones de dólares, desde 2011 hasta febrero de 2019, para que sobornara a entrenadores y administradores universitarios. Foto Web.

La investigación involucró a 200 agentes en todo el país y dejó una lista de 50 acusados en seis estados. Con respecto al modus operandi, las autoridades explicaron que los padres engañaban al sistema a través de una pantalla: una empresa preparaba los exámenes de admisión, a cargo de William Singer.

Las familias le pagaron alrededor de 25 millones de dólares, desde 2011 hasta febrero de 2019, para que sobornara a entrenadores y administradores universitarios, a fin de designar a sus hijos como atletas reclutados, cuando ni siquiera practicaban ese deporte.

De esta manera, Singer falsificaba los perfiles de los jóvenes en sus solicitudes y describía un historial deportivo inexistente. Hasta se encargó de editar digitalmente fotografías donde los adolescentes se hacían pasar por otros atletas.

La empresa también falsificaba los exámenes. Los padres llegaron a pagar entre 15 mil y 75 mil dólares para que los administradores de las pruebas de ingreso ayudaran a sus hijos, les dieran las respuestas y hasta incluso dejaran que terceros rindieran por ellos.

Más allá de que haya ricos y famosos que tengan el dinero para efectuar el soborno, tener un título de Yale, Harvard, Stanford, Columbia, Georgetown y otros centros de renombre es como un sello de vida.Foto Web.

Hoy muchos se preguntan ¿Por qué hay padres que llegaron a pagar más de 6 millones de dólares a una red mafiosa para que su hijo ingresara a una universidad estadounidense de elite? Se pregunta en el reportaje.

La respuesta es muy sencilla: Más allá de que haya ricos y famosos que tengan el dinero para efectuar el soborno, tener un título de Yale, Harvard, Stanford, Columbia, Georgetown y otros centros de renombre es como un sello de vida, respondió la periodista Paula Lugones, en un análisis publicado por el diario Clarín.

En una sociedad hipercompetitiva como la estadounidense, el mito es que el college, más allá del nivel académico, marca el status, las relaciones sociales y el futuro laboral y económico. Por eso el ingreso a una de esas universidades es una verdadera tortura para los adolescentes y una pesadilla familiar que los padres viven como algo de vida o muerte porque sienten que sellará el destino de sus hijos”, agregó Lugones.

En Harvard, por ejemplo, sólo aceptan un 5,6% de los miles de jóvenes que intentan ingresar. En Columbia, 6,6%. Y no es gratis: cuando el alumno logra el ingreso, debe pagar 60.000 dólares anuales o más, salvo que consiga alguna beca parcial o total. Muchos sacan préstamos y se endeudan buena parte de su vida para pagarlo.

Las familias invierten miles de dólares para intentar llevar a sus hijos por el supuesto camino del éxito. Foto Web.

Para que una universidad de élite admita a un estudiante no alcanza con que tenga todos 10 (máxima nota) en el secundario. Es deseable aquí que los chicos adelanten materias de la facultad en el colegio para demostrar compromiso y madurez. Además, tienen que haberse sacado una excelente nota en un examen estándar llamado SAT, que es un tormento de complejos problemas de matemáticas, ejercicios de lengua más un ensayo, que dura 5 horas.

Pero todo eso tampoco es suficiente. Lo ideal es que el aspirante practique algún deporte y sea destacado, en lo posible capitán del equipo, para mostrar liderazgo. También es ya necesario que sepa varios idiomas (el chino está de moda) y en lo posible toque algún instrumento para mostrar sentido musical y un interés adicional.

Siempre es bueno haber ganado algún premio en algún concurso. Es considerado muy valioso el servicio comunitario: muchos participan en alguna obra solidaria para engrosar sus chances. Ser afroamericano o latino es una ventaja porque hay cupos para minorías.

Si un alumno es muy talentoso en algún deporte en particular, consigue ingresar más fácilmente sin tantos requisitos académicos. Las exigencias son un poco menores, pero tampoco es nada fácil ser admitido en otras universidades de menor renombre.

Préstamos y deudas de por vida son algunas de las vías para acceder a las instituciones de educación universitaria estadounidense. Foto Web.

Ante este panorama ha surgido una enorme industria -legal- de centros de asesoramientos, de preparación de exámenes, de tutores, de expertos en escribir ensayos de ingreso y otras cuestiones que se han convertido en un enjambre en el que la familia invierte miles de dólares para intentar llevar al hijo por el supuesto camino del éxito.

Y en ese contexto aparece esta red de “coimeros” que vio el “negocio” de la desesperación de padres y chicos y promete las llaves del paraíso con mentiras sobre las capacidades deportivas del alumno (por eso hay muchos entrenadores implicados), cambios sustantivos en el currículum y exámenes SAT truchos.

Con un halo de impunidad, ricos y famosos buscaron saltear la pesadilla a sus hijos, que aun siendo inteligentes y buenos alumnos quizás no hubieran podido ingresar con un proceso de admisión limpio. Optaron, en cambio, por “beneficiarlos” con trampas y ocupar el lugar de miles de aspirantes que se sometieron a un sistema -por cierto demoledor y cuestionable- y quedaron afuera.

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