La reja que segrega niños de dos escuelas en Talagante

Dos comunidades educativas

La reja que segrega niños de dos escuelas en Talagante

Autor: Sebastian Saá

Dos comunidades educativas. Una escuela municipal básica que acoge principalmente a niños de sectores vulnerables y un “Liceo de Excelencia” de séptimo a primero medio, recientemente creado en el marco del programa de Liceos Bicentenario del gobierno. ¿La particularidad? Ambos comparten el mismo establecimiento. Situados en la zona poniente de Talagante y separados solamente por una reja, la Escuela Básica Cornelio González y el nuevo Liceo Bicentenario han comenzado este 2012 sabiéndose distintos.

Emily tiene doce años. Desde prekinder estudió en la Escuela Básica Cornelio González de Talagante, donde siempre ha tenido buenas notas. Por esto, cuando su familia supo que se instalaría en el sector un nuevo Liceo de Excelencia, vio una gran oportunidad. Motivada por su mamá, Emily postuló y tras pasar el proceso de selección que involucró una prueba y entrevistas, finalmente quedó, entrando este año a séptimo básico en el flamante Liceo Bicentenario de Talagante. Pero la sorpresa para todos sería el conocer la ubicación de este nuevo establecimiento: en las mismas dependencias de su antigua escuela.

La Escuela Cornelio González se encuentra entre un gran parque, villas, poblaciones, iglesias, locales y un extenso “peladero”. Le debe su nombre a un periodista de gran renombre en la comuna y es conocida coloquialmente como el “colegio del Poniente” debido a su ubicación en la zona oeste de Talagante, uno de los sectores más vulnerables de la localidad. Hoy, al entrar a la escuela, los estudiantes, padres, profesores, funcionarios y visitantes, se enfrentan a una estructura de madera forrada por una reja y una malla de kiwi verde, recurso que cruza todo el patio central del establecimiento para distinguir los dos espacios y proyectos educativos: la reja.

Pero esta separación, que divide las instalaciones en dos medias lunas, pareciera ir más allá de una simple barrera entre dos espacios físicos. Tras un mes de permanencia en el Liceo Bicentenario, en el que incluso se enfermó del colon por los nervios y el estrés, Emily finalmente volvió a su comunidad de origen hace pocas semanas. “Echaba mucho de menos a mis antiguos compañeros y no me dejaban hablar con ellos por la reja, cuando me acercaba los profesores me mandaban para el otro patio”, cuenta, a lo que además agrega que “entre los niños del Bicentenario está la imagen de que los del Poniente son ‘flaites’”. Su madre, Mabel, comenta que “yo a la primera reunión de apoderados sentí que tampoco iba a dar ahí, llegué y ya estaba designada la directiva, noté que iba a haber diferencias”.

UNA IDEA DE EXCELENCIA

Todo comenzó en la cuenta presidencial del 21 de Mayo de 2010. Entonces el Presidente Sebastián Piñera anunció con bombos y platillos la creación de cerca de cincuenta nuevos “Liceos Bicentenario”, establecimientos “de excelencia” orientados a que “el efecto multiplicador que han tenido los mejores colegios públicos, como el Instituto Nacional o el Carmela Carvajal, llegue a todo el país, y no sólo a Santiago”, de acuerdo a las palabras del mandatario. El programa comenzó concursando 25 establecimientos para 2011, abriéndose una segunda licitación para 30 proyectos en miras a 2012.

Es en esta segunda etapa cuando la Municipalidad de Talagante decide postular al programa. El Alcalde, Raúl Leiva, cuenta a BelloPublico.cl el diagnóstico que llevó a este proceso: “En la comuna hay cerca de seis mil estudiantes en la educación municipal. De esos, alrededor de cinco mil son de básica: los que quieren cursar enseñanza media, migran a Santiago o lugares aledaños, o los particulares-subvencionados de Talagante les ofrecen becas. El Liceo Bicentenario surge justamente para evitar que toda la matrícula de educación media se la lleve el sector particular-subvencionado porque casi no existe una oferta de educación media pública de calidad en Talagante”.

Uno de los requisitos impuestos por el Ministerio para que una comuna pueda optar a contar con un Liceo Bicentenario, es que al momento de la postulación exista una superficie claramente definida para albergar a la comunidad. Por esto la alcaldía y la Corporación Municipal de Educación deciden utilizar la mitad norte del espacio de la Escuela Cornelio González, en desmedro de otras alternativas, como convertir algún establecimiento existente en Liceo de Excelencia o construir uno nuevo.

“No contábamos con suficientes recursos para crear un colegio nuevo, y además nos hubiésemos demorado mucho más tiempo. Entonces optamos por usar las instalaciones de la Escuela Cornelio González, que estaban siendo sub-utilizadas, porque fue construido con una matrícula con una capacidad para cerca de mil alumnos y hoy sólo tiene una matrícula de 180 aproximadamente”, sostiene Leiva.

La Escuela Cornelio González se fundó en 2001 con una capacidad para mil 200 estudiantes. Si bien llegó a contar con cerca de 700 matriculados, desde 2006 inició un proceso sostenido de declive en su matrícula hasta llegar a la situación actual en que cuenta sólo con 265 alumnos, según su director Juan Rivera. De acuerdo a Rivera, en esa disminución tuvo mucho que ver “el ambiente de niños que vienen a la escuela, nuestros niños son muy vulnerables, hay todo un tema asociado a la pobreza, entonces los apoderados empezaron a ver que sus hijos se juntaban con niños que eran groseros, violentos, con poca preocupación de los padres, apoderados muy conflictivos, y entonces fueron sacando a sus niños”.

Rivera señala que la decisión de instalar el Liceo Bicentenario en la Escuela le fue “oportunamente informada, no consultada. Y uno la comprende considerando la baja matrícula que tenemos. Si tuviéramos 700 alumnos no pasa esto”. Así fue cómo se llegó a este escenario en que Cornelio González González debe compartir instalaciones con el nuevo Liceo Bicentenario de Talagante.

Hoy el nuevo proyecto abarca desde séptimo hasta primero medio, con una matrícula de 240 estudiantes y proyectándose a llegar a los 500 en los próximos años cuando complete el ciclo hasta cuarto medio. Al lado está el antiguo proyecto, que educa a niños desde la prebásica a octavo. Un proyecto selecciona, buscando calidad, el otro acoge a todos los niños que busquen un cupo.

Solo una reja separa ambos establecimientos. El Alcalde Leiva señala que “es un elemento transitorio. Actualmente se encuentra atrasada la licitación del diseño arquitectónico por parte de la Secretaría Regional Ministerial -Seremi- de Educación, pero aun así el próximo año ya debiese estar ejecutado”. BelloPublico.cl solicitó una entrevista al ex coordinador Nacional del Programa Liceos Bicentenario del Ministerio de Educación y actual Seremi de Educación de la Región Metropolitana, el ingeniero comercial Alan Wilkins, pero hasta el cierre de esta edición no obtuvimos respuesta.

En la misma línea el director del Liceo Bicentenario, Claudio Morales, plantea que “la división del espacio es un tema complicado, pero es responsabilidad del proyecto que el diseño definitivo haga que la separación sea arquitectónicamente amable”. Sin embargo, para varios de los actores involucrados la división es más que arquitectónica.

EL “PASADO” Y EL “FUTURO”

V.C. es alumna del Liceo Bicentenario. Nos cuenta que cuando comenzaron las clases “no sabía que iba a ser así, con dos colegios compartiendo el mismo espacio”. Experiencia que no valora positivamente: “en el otro colegio hay hartos cabros más ‘malos’, no todos, pero hartos. Y muchas veces, sobretodo los primeros días, los niños del otro colegio nos tiraban cosas, nos gritaban, nos decían que los invadimos”. Agrega además que “también se enojan porque nuestro colegio ganó algunos buenos espacios, como la plaza de atrás donde hacían murales y que antes era de ellos”.

Los espacios constituyen un tema aparte. Los cuatro baños fueron repartidos en dos para cada colegio, con el resultado de que el baño de hombres del Cornelio González no cuenta con ducha, y lo propio ocurre con el de mujeres del Liceo Bicentenario. Además, las comunidades educativas deberán compartir permanentemente dos instalaciones, según nos cuenta el director del Liceo Bicentenario, Claudio Morales: “por un lado el casino, que es lo suficientemente grande y no tiene sentido hacer otro, y la multicancha, espacio en el que en el futuro se construirá un gimnasio”. Aunque en rigor es poco lo que coinciden en la cotidianidad actualmente: “los dos colegios almuerzan en horarios distintos porque si lo hicieran juntos no cabrían, y para las clases de educación física ellos usan la cancha mientras que nosotros las hacemos en el patio”, señala.

A los directores de las dos instituciones las diferencias que se han descrito no les son indiferentes. Desde el Liceo Bicentenario, Morales comenta que “los estudiantes de ambos colegios dicen, a modo de chiste, que esto es como el reality Mundos Opuestos, donde nosotros somos el ‘futuro’ y ellos son el ‘pasado’”, a lo que agrega que, unos pasos más allá, “en la comunidad de la otra Escuela hay un miedo comprensible: en el largo plazo es un miedo a que el colegio desaparezca, y en el corto plazo un miedo a ser estigmatizados”.

Desde la escuela básica, Rivera señala que “las diferencias se tenían que dar de alguna manera y eso se fue notando, entonces empezamos a establecer algún tipo de contacto con el director del Liceo”, aunque plantea también que “si de mi dependiera, yo no tendría problema con que los niños nuestros participen con los otros para que no se note esa segregación, que no es buena. Lo mismo los profesores, tenemos que seguir compartiendo porque se tiene el concepto de que los profesores de allá son de excelencia y los nuestros no”.

¿PUDO SER DISTINTO?

Una opinión particularmente crítica es la de Juana Santana, presidenta del Centro de Padres y Apoderados de la Escuela Cornelio González. “Desde 2008 que le he propuesto al director y a la Corporación Municipal de Educación que ampliáramos el colegio a enseñanza media, que nuestros propios niños pasaran a la media así tal cual instalaron este Liceo, pero siempre me dijeron que no”, informa a BelloPublico.cl. Además agrega que “hay niños que tienen 17, 18 años y siguen en básica, y si el colegio tuviera media yo sé que seguirían sus estudios aquí, pero si además tienen que cambiarse de colegio obviamente no lo hacen”.

El director del Observatorio Chileno de Políticas Educativas (OPECH) y miembro de la Comisión Institucional de Educación de la Universidad de Chile, Jesús Redondo, también se manifiesta desde una perspectiva académica planteando que “los niños se comportan tal como han sido seleccionados y educados, lo que hacen aquí los niños es comportarse conforme a las expectativas de los adultos. Se está produciendo un fenómeno donde la segmentación se fabrica incluso en el mismo territorio”.

El experto incluso se anima a anticipar un posible escenario futuro: “cuando sean mayoría los del colegio de excelencia, está claro que al final van a quedarse con el establecimiento, y a los otros, como son poquitos, los irán trasladando”. A su juicio, y contrastando con cómo se ha llevado a cabo la experiencia descrita, “está demostrado que cuando conviven niños de distintas capacidades todos mejoran. Para la escuela con menores estándares de excelencia podría ser una forma de mostrar una proyección distinta de sí mismo al estar compartiendo con los de mejor desempeño, mientras que para los niños con capacidades más desarrolladas esa situación les permitiría ponerlas en práctica y ejercicio cotidiano con los otros”.

Redondo sitúa el caso de la Escuela Cornelio González y el Liceo Bicentenario como una manifestación concreta de la problemática que entraña la política de Liceos de Excelencia. Indica que estos “son una manera de instalar en la educación pública la selección de los colegios privados, bajo el supuesto de que tratan de dar más oportunidades a los niños con más capacidades, pero están promoviendo la segmentación”.

“Hay hartos que se han retirado del Bicentenario o piensan hacerlo. Y no creo que sea sólo echar de menos a los antiguos compañeros, se aburren de las diferencias y les cuesta relacionarse también”, fue la sentencia de la mamá de Emily, con la que cerró su testimonio. Una realidad que invita a la reflexión acerca de lo delgada que puede ser la línea que separa la excelencia de la segregación. Una línea tan precaria como una reja recubierta con malla de kiwi verde.

Por José Miguel Sanhueza  y Úrsula Schüler

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