Especialistas y los propios estudiantes enfatizan que los colegios deben abordar esta materia, con la participación de padres, apoderados, médicos y psicólogos, sobre todo para evitar enfermedades de contagio sexual, fomentar el uso de preservativos y prevenir el embarazo precoz.
Frente al bombardeo de contenidos de connotación sexual que a diario realizan diversos medios de comunicación, en especial la televisión, y que apuntan básicamente a un público adolescente, surge la duda sobre el alcance que pueden tener las escuelas en una adecuada y específica educación sexual.
Una postura es que este tipo de educación debe brindarse en el seno de la familia, pero ¿qué sucede con los jóvenes en cuyas familias los padres no están suficientemente informados o simplemente no cuentan con la formación necesaria para una orientación en esta materia? O aquellos casos en que no tienen idea de cómo enfrentar con sus hijos temas tan básicos como el cuidado del cuerpo, la prevención y control de enfermedades infecciosas de transmisión sexual o simplemente prevenir un embarazo no deseado.
En 1993 se establecieron las Políticas Oficiales de Educación en Sexualidad que debían incorporarse dentro de los planes y programas para Enseñanza Media. Sin embargo, el documento presentó vacíos frente a su aplicación, dado que no establecía un régimen de horas pedagógicas o si debían incorporarse a asignaturas como Biología u Orientación. Además, dejaba en libertad -en este tema- a los colegios que tuvieran una misión educativa basada en preceptos religiosos.
Paralelamente, muchos establecimientos acogieron y aplicaron las denominadas Jocas (Jornadas de Conversación sobre Afectividad y Sexualidad) que correspondían a experiencias pedagógicas sociales donde intervenían profesores, padres y apoderados y también especialistas como obstetras, psicólogos, enfermeras o simplemente se recogían experiencias personales.
En muchos colegios, las Jocas resultaron ser una importante fuente de conversación y educación sobre la vida sexual de los adolescentes y cómo tanto educadores y la familia debían enfrentar temas como el cuidado del cuerpo, uso de métodos anticonceptivos o prevención de enfermedades de transmisión sexual. Sin embargo, hubo otros -la gran mayoría- que vieron cómo estas jornadas se transformaban en rotundos fracasos, ya que no existía un claro compromiso de parte de la comunidad educativa, había poco interés de parte de los padres en conversar sobre estos temas o simplemente no contaban con la adecuada orientación y apoyo del Ministerio de Educación.
Actualmente, las Jocas sólo son instancias voluntarias y autogestionadas que muy pocos colegios siguen aplicando para resolver en el ámbito de la comunidad escolar determinados temas como la prevención de embarazos adolescentes y deserción escolar.
LO QUE REVELAN LAS CIFRAS
Según estudios recientes del Centro de Investigación Mujer-Acción sobre la efectividad de los planes y programas de educación sexual en Enseñanza Media, revelan que sólo un 25% de los establecimientos educacionales del país, al año 2010, consideraban dentro de sus programas una formación básica de educación sexual y reproductiva, mientras que un 75% de la muestra no brindó ningún tipo de contenido tanto en asignaturas como en otras instancias.
Marcela Roblero, socióloga de Mujer-Acción y lideresa del equipo investigativo del estudio, sostuvo que “es inaceptable que exista tanta despreocupación a nivel gubernamental al no exigir estos contenidos o instancias de conversación, y también a nivel de comunidad escolar, ya que son ellos los que conviven a diario con adolescentes que interrumpen sus estudios por embarazos no deseados o incluso, jóvenes que no tienen ninguna noción sobre el cuidado de su cuerpo a nivel sexual”.
Roblero indicó que son muchos los actores que deben intervenir en el desarrollo de una verdadera y efectiva política de conversación sobre sexualidad y afectividad entre los jóvenes. “Todos estamos llamados a ser parte de educarnos constantemente en el conocimiento de nuestro cuerpo, el correcto uso de preservativos y métodos anticonceptivos pre y post relación sexual”.
Para Marcos Sepúlveda, director del Liceo Particular Subvencionado Alianza Británica de Estación Central, “es difícil actualmente conversar con los jóvenes sobre sexualidad, ya que por un lado no existe la suficiente preparación de los docentes para hablar sobre estos temas y porque al día de hoy sigue siendo vergonzoso o tabú charlar con ellos sobre el uso del condón, la eyaculación precoz o sobre la píldora del día después”.
¿QUÉ PIENSAN LOS JÓVENES?
Si para los adultos es complejo abordar abiertamente la sexualidad como un contenido básico de formación de los estudiantes, para los jóvenes parece no serlo.
Según Nicolás Quezada, presidente del Centro de Alumnos del Liceo Municipal Rebeca Olivares de Pudahuel, en su establecimiento no existe ninguna instancia de conversación sobre sexualidad, pero la gran mayoría de sus compañeros tienen algunas nociones sobre cuidados, de cómo prevenir los embarazos o tienen alguna idea sobre cómo usar un preservativo.
“Todo lo que nosotros podemos llegar a saber es porque conversamos entre nosotros, revisamos Internet o incluso muchas de mis compañeras van a los consultorios, pero la gran mayoría de este colegio no sabe mucho sobre eso”, indicó Nicolás.
Esa realidad descrita es la de una escuela cuya comuna posee una de las tasas más altas de embarazo adolescente y de deserción escolar. Según índices del Instituto Nacional de Estadísticas (INE), Pudahuel presenta un 10,4% del porcentaje nacional de embarazos adolescentes, superada sólo por la comuna de Andacollo, que presenta un 11,7%.
Pese a que el Ministerio de Educación implementó modificaciones al Plan de Políticas de Educación de Sexualidad, hasta el momento se discute en el Congreso si debe también incluirse dentro de la Ley General de Educación (LGE) dichos programas bajo el carácter obligatorio para todos los establecimientos.
Para los especialistas es claro que los colegios son espacios claves para la educación sexual, prevención de enfermedades, contagios y embarazos en adolescentes.
Por Claudia Pedreros
El Ciudadano Nº122, primera quincena abril 2012