Una alarmante tendencia se observa en los jóvenes estudiantes universitarios: escriben textos con múltiples errores de ortografía, problemas de sintaxis y terribles fallas en la redacción.
Aunque la situación planteada es global, la voz de alerta llega, irónicamente, desde la cuna de la lengua castellana: España, país donde se está evidenciando un deterioro progresivo del manejo del idioma, con faltas ortográficas que invaden el epicentro del saber académico.
Según reveló Inés Fernández-Ordóñez, miembro de la Real Academia Española (RAE) y catedrática de la Universidad Autónoma de Madrid, “es terrible, pero incluso es muy común entre mis alumnos de Filología que pongan faltas. Y, lo peor de todo, no saben redactar. Creo que tiene que ver con que no se lee, faltan prácticas de redacción, dictados”.
Ignacio Bosque, catedrático de Lengua en la Universidad Complutense, en un informe del diario La República, se unió al clamor por la crisis en el uso escrito de la lengua española y considera que los causantes del problema pueden ser los profesores de secundaria y de la universidad.
“Los docentes pasan por alto las faltas ortográficas en los exámenes cuando ven que el contenido es correcto. Yo no lo hago. Es un error hacerlo. No estoy de acuerdo con dejar pasar las faltas graves de redacción.
Algunos profesores piensan que las faltas las corrigen los procesadores de texto, y entienden que la sintaxis es poco importante. Opino lo contrario. Mi maestro, Fernando Lázaro Carreter, decía que si la expresión es pobre, el contenido también lo es, se quiera o no”.
El escritor Julio Llamazares considera que el problema se debe, en gran parte, al uso de las tecnologías y a las redes sociales, en las que “escribir mal es un signo de status”.
“No todo se consigue con más clases de lengua, sino con un prestigio social de la buena expresión y la buena escritura. Y el problema viene de que la gente joven, sobre todo, y en redes sociales, escribe voluntariamente mal porque si no le mira mal el entorno”.
La académica Carmen Riera penaliza “muchas faltas” de sus alumnos de Literatura en la Autónoma de Barcelona. En su opinión, “los correctores automáticos incrementan los errores”.
“La gente no practica las normas ortográficas, y muchas veces hacen ese trabajo los correctores del teléfono y los correos electrónicos y no se fijan que estos aumentan los errores”, sostiene Riera. También lamenta la influencia “nefasta” y continua del inglés.
El docente de Historia Javier Herrera, de la Asociación de Profesores de Instituto de Andalucía, reconoce que las faltas ortográficas son un problema persistente que sale a relucir en casi todos los claustros y su solución debe estar en manos de todo el profesorado.
Cree que la clave se halla en la educación primaria, ya que durante esa etapa inicial de la educación es vital que los niños cuenten con maestros que se empeñen en su buena escritura.
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