Miguel Benasayag, neurofisiólogo y filósofo: «La promesa médica de vencer a la enfermedad se cayó»

Miembro de Médicos del Mundo, el neurofisiólogo Miguel Benasayag, a partir de su experiencia en el programa de intercambio de jeringas en París plantea el fin de la medicina disciplinaria. También invita a que en América Latina la salud se vuelque sobre las redes y que se reconozcan los saberes tradicionales.

Miguel Benasayag, neurofisiólogo y filósofo: «La promesa médica de vencer a la enfermedad se cayó»

Autor: Mauricio Becerra

Miguel benasayag

Por ser militante del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) argentino Miguel Benasayag fue apresado por la dictadura militar y torturado durante 4 años. Una vez liberado se fue a París con el objetivo de conocer a Sartre y a la vanguardia intelectual de los 60. Terminó leyendo a Foucault, de quien rescató la idea de que el poder más que ubicarlo en un lugar se encuentra en la relación.

Autor de ‘A Pesar de Todo‘, ‘De la Potencia al Contrapoder’ y miembro del colectivo A Pesar de Todo, quienes aún plantean la necesidad de enfrentarse al sistema desde distintas prácticas y lugares, luce además doctorados en psicopatología, sociología y antropología, es miembro de la Sociedad de Piscoanálisis de París, aunque prefiere que lo llamen filósofo o sobreviviente.

INTERCAMBIO DE JERINGAS CON USUARIOS DE DROGAS

Cuéntanos un poco de la experiencia en el programa de intercambio de jeringas en Paris.

– Se trata de un bus que se pasea por París para asistir a drogadictos y prostitutas en la entrega de jeringas, preservativos o sustitutos de metadona. A ellos no le pedimos que no se droguen. Si quieren parar que paren, es decisión de ellos, que hagan lo que quieran. Nos limitamos a asistirlos en sus problemas. Con esta práctica surgen un montón de saberes sobre la toxicomanía que encerrado en un hospital o en una facultad no emergerían jamás.

¿Al ser un espacio móvil cambia en parte la relación médico paciente al ser el primero quien aspira a encontrar al otro?

– Por supuesto. Es arreglar las cosas diferentemente. No te quedas en el consultorio esperando que la gente venga a verte para decirle que tiene que hacer con su vida. En un bus paseando por París donde en un día ves a 300 personas o mil sin decirles lo que tienen que hacer, hablando con ellos sólo si quieren hablarte se producen un montón de saberes sobre la circulación de la droga, la sociología de la miseria o como funciona la dependencia. Lo que hizo posible todos esos saberes fue haber cambiado el dispositivo material, cosa bien simple, por lo demás.

Me imagino que habrás descubierto otro París al que no estabas acostumbrado.

– Cuando partí en esto lo primero que constaté son las fronteras invisibles existentes en Francia o cualquier parte del mundo. Pasas por al lado de la gente a diario y una sola mirada basta para ubicarlo en una clase o una raza y no lo conoces más. La iteración de 4 ó 5 horas seguidas arriba del bus me ha permitido ver surgir los invisibles que no ves a diario, una corte de los milagros que se forma alrededor del bus y cuando al otro día pasas por el mismo sitio donde estuviste ayer han desaparecido. Me pregunto dónde están, a dónde se fue toda esa gente. Al salir de tu consultorio y de tu dispositivo de poder te das cuenta que hay otras vidas que existen.
LÍMITES DEL SABER MÉDICO

Tu experiencia no es común a las prácticas médicas habituales ¿Qué hay allí de nuevo?

– El programa de metadona y de intercambio de jeringas me permite desarrollar un modo de clínica nuevo, que es una clínica no disciplinaria. Es decir, abandonamos la posición médica clásica que dice que si alguien se droga tienes que tratar que no se drogue más prescribiendo conductas y recetas. La medicina siempre tuvo este lado disciplinario que significó ‘saber’ y prescribir cómo debe ser la vida de toda la gente.

Me imagino que pocos médicos reconocen lo disciplinario de su quehacer.

– En médicos del mundo tratamos de desarrollar un modo de medicina que a la vez sea altamente técnico y no disciplinario. No le decimos a la gente que no tiene que drogarse o a las prostitutas que dejen de serlo, sino que articulamos con ellos maneras de vivir que no los destruyan y no les decimos que tienen que hacer como un imperativo’

¿Hay entonces una crisis epistémica en el saber médico?

– Por supuesto, pero nuestro trabajo es una respuesta a la paradoja de la situación actual donde la medicina, que nunca fue tan potente como ahora, y a la vez nunca estuvo más lejos de su objetivo, que es curar la enfermedad. La medicina está tironeada entre dos polos, por un lado está hiper desarrollada y el objetivo ese de ‘vamos a vencer la enfermedad’ hace rato entró en crisis, porque nunca se vencerá la enfermedad’.

Un poco como reconocer el fracaso de la omnipotencia…

– Lo que exige desarrollar prácticas donde la medicina acompaña la enfermedad. Yo trabajo en los intersticios de esto, ya sea en la droga o acompañar la muerte que ha vuelto al hospital y no como un fracaso sino como una realidad. Eso creo prácticas antidisciplinarias muy fuertes en los hospitales’.

¿Qué rol cabe en esto la pandemia del Sida y la experiencias homoeróticas en tanto grupo lejano a la medicina ya que veían en ella una institución normalizadora?

– Cuando empezaron a llegar los homosexuales en la era del Sida ellos no aceptaron ser disciplinados por el cuerpo médico porque ellos sabían que de todas formas no había cura, así que la cuestión fue como vivir mejor el tiempo que nos queda. Esto fue muy subversivo para la medicina. Los gays estaban acostumbrados a resistir la normalización, se oponían a la idea de un cuerpo sano y normal, poniendo primero que nadie el dedo en la llaga diciendo ‘Ustedes no pueden prometernos la cura, así nosotros no le debemos disciplina. Deme Ud. lo que tenga, la triterapia, y yo veré como me arreglo’. Tal paliativo, que no cura la enfermedad reordenó la relación médico paciente.

Debe haber sido fuerte eso para el estamento médico.

– Sí, en un principio, aunque hoy aún perdura cierta receptividad. Antes de venir a Chile estuve en un Congreso Internacional de Curas Paliativas y había 1500 médicos y psicólogos y en el discurso que me invitaron a dar para la apertura lo que decía de esto no chocaba a nadie. Por lo menos estaba claro allí la ruptura de la promesa histórica.

Cambió entonces la relación médico paciente.

– Ocurrió que la promesa médica de que va a vencer a la enfermedad se cayó. Las consecuencias, nos guste o no, significan para la medicina que ya no tienes la misma autoridad ni el mismo peso frente a una sociedad que sabe que todos los años surgen 20 enfermedades nuevas con virus desconocidos. Una sociedad que sabe que la causa mayor de cáncer no son comportamientos individuales, sino la industrialización salvaje, la destrucción del ecosistema. La gente sabe eso. Hay una ruptura de la promesa compartida entre el médico y el enfermo’

Acá ocurre que en la relación médico paciente, sobretodo en casos de gravedad, hay una especie de secuestro de las personas, donde el médico prescribe y pasa a controlar todas las variables de su vida ¿Qué salida ves tu a eso?

– Una frase de Louis Pasteur que figura en todos los hospitales de Francia reza ‘Yo no te pregunto a qué raza perteneces o a qué religión, si sufres me perteneces, yo me ocuparé’. Esa idea de que cuerpo que sufre pertenece al médico en un sentido pesado de la cosa como si dijera vos cállate la boca que yo sé sobre tu vida. Estoy convencido que al 99 por ciento de los médicos no le importa para nada estas cuestiones y que, sobretodo, en esta sociedad neoliberal los diplomas son capitales en los cuales uno invirtió tiempo y lo que pide uno es que le den una vida de confort. La mayoría de los médicos están contentos de pertenecer a clases altas o tienen preocupaciones al estar proletarizándose. Estoy convencido que los médicos piensan en eso nada más, pero ahí se abrió una brecha en el sistema disciplinario médico y la cosa está cambiando.

MEDICINA EN AMÉRICA LATINA

¿Qué piensas de la situación actual de la medicina en América Latina?

– Aquí hay un desafió muy particular y que los latinoamericanos tenemos que saberlo muy claramente: No habrá nunca medicina para todos si la medicina guarda el modelo de un médico y un paciente cliente. El modelo neoliberal no es extensible, por mucho tiempo pensamos que va a haber desarrollo en los países, pero el modelo del mundo demuestra que no va a haber desarrollo que permita a Chile, Argentina o la India tener el nivel de Alemania. Médicamente la verdad es que la gente se va a morir ya sea de una epidemia o nuevas enfermedades. La cosa es así.

¿Pero en Europa también subsiste ese modelo?

– En Francia hay un cardiólogo, un ginecólogo o un internista para quienes son ciudadanos. Acá hay que decir francamente que no habrá medicina para el pueblo. La salida es reconocer que un sesenta por ciento de los actos médicos no necesitan de un médico. El fracaso de la promesa médica se subsana pensando el modelo de atención médica formando redes solidarias de atención médica, ese 60 ó 70 por ciento pueden ejecutarlo personas que no sean médicos. Cualquier vecino puede tomarle el pulso o poner la inyección al otro vecino. La vía de la solidaridad es la clave en América Latina lo que implica un cambio en la idea de medicina, que sea pensada en términos donde lo médico ejerce su rol específico y el resto es una red sanitaria que hace que un solo médico se potencia por cien.

¿Qué rol tienen aquí las medicinas alternativas, como la indígena, que recién están siendo consideradas con seriedad por los programas de salud?

– Son claves. La recuperación de saberes como la fitoterapia, la medicina de plantas y la medicina indígena son importantes y dan una gran autonomía política y económica a las mismas comunidades.

Con respecto a las redes en nuestro continente históricamente las ha habido dentro de las comunidades. Se da el caso de las curanderas o los componedores de huesos, también las prácticas de nacimiento y aborto entre mujeres.

– Acá es más fácil que en Europa, porque allá cuando dices que tiene que haber un puesto sanitario en cada barrio que permita trabajar en red, te responden que no, que quieren un médico para cada dedo del pie y cada parte del cuerpo. Eso quiere decir medicina para el diez por ciento de la población mundial. La salita sanitaria es el centro donde se organiza la red, así la medicina ya no sería más una cuestión del médico, sino que sería una organización social que cuenta con médicos, enfermeras, vecinos, ayudantes, enfermos y sanos.

Implicará esto un cambio en el rol del médico supongo.

– Cambiar la medicina piramidal con el doctor arriba a otra donde entre otros agentes de salud figure el médico. Un biólogo o un enfermero pueden hacer un montón de cosas en una red de salud, también así el médico.

Así también ¿cambiaría la noción del cuerpo?

– Cambia en todo, porque salimos de un cuerpo productivo, dirigido por la conciencia, donde la pirámide es el que sabe, ya sea médico o profesor, y abajo está el cuerpo del enfermo, objeto de todos estos saberes jerárquicos. Ese cuerpo es pensado y construido por la pirámide de poder de nuestra sociedad. Una horizontalidad de poder produce otro tipo de cuerpo, con un dispositivo diferente que se dirige a la concepción de un cuerpo diferente.

A partir de tu práctica ¿qué experiencias rescatas de esto?

– El cuerpo al que nos dirigimos cuando estamos frente a un toxicómano no es el mismo si lo ve un médico disciplinario. La medicina ignora que trabaja con modelos y al final cree que trabaja con cosas. Un físico, un químico, un geógrafo saben que trabajan con modelos, en cambio los médicos creen que trabajan con el real, que un hígado es sólo un hígado, sin comprender que tal órgano corresponde a una distribución, a un modelo de cuerpo occidental que está basado sobre el soma que es el cuerpo muerto. Cuando trabajo con un toxicómano sin decirle lo que debo hacer ya es una noción de cuerpo diferente. Las dependencias, creo yo, no están centralizadas en la cabeza, por lo que no saco nada con dirigirme al otro tratando de arreglarle la cabeza para que no se drogue; la toxicomanía no corresponde a una centralidad. Un cambio de la noción de cuerpo, visto desde un punto de vista filosófico, tiene partes vitales pero no tiene centralidad.

¿Qué tanto hay de moral en la medicina cuando me hace alusión a un cuerpo sano?

– Todo eso es moral. Si te fijas lo que se dice sobre como usar tu cuerpo, cuanto tienes que comer, cuanto engordar o no. es un cuerpo totalmente ideal que obedece a las partes nobles que son el cerebro, es un cuerpo ideal.

¿No serán entonces el problema de que la perspectiva occidental es un extravío, esa que separa al hombre y la cultura de la naturaleza?

– Exacto. Y eso mismo lo están revelando las últimas investigaciones en cognición que rompen toda idea de la objetividad racional que sostenía que como humano soy un sujeto que percibe el mundo objeto, sino que hay una coproducción del mundo y del sujeto a la vez.

Entonces en Occidente ha operado una ruptura con el entorno que de alguna manera nos ha mutilado.

– Claro y te doy un caso: En el tsunami ocurrido en Tailandia algunos animales poseían una sensibilidad telúrica y geocéntrica performante, lo que implica una cadena no interrumpida, no occidental no de ruptura, de sistemas de percepción y de alerta. En neurofisiología se le llama una red perceptiva ampliada que interconecta distintas especies. Efectivamente los elefantes corrieron antes de la llegada del tsunami y la cadena se cree que vino de especies marinas y de una especie a otra se transmitió la alerta y los animales se fueron. Algunas tribus no occidentalizadas cuando vieron como actuaban los bichos sin preguntarse siquiera porqué actuaban así otras especies también se fueron de las costas y se salvaron. Todo organismos puede actuar según sus comportamientos propios, pero también pueden asociarse con otros organismos. El problema del hombre occidental es que está tan cortado que ha perdido los mecanismos de alerta y de coordinación que le permiten estar en una relación sana con el mismo y el medio ambiente.

Mauricio Becerra R.
@kalidoscop
El Ciudadano

Foto: Revista MU


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