Un estudio realizado en personas que aprendieron a leer a los treinta años, encontró que el desarrollo de esta nueva habilidad había cambiado sus cerebros y que algunas de esos cambios eran mucho más profundos de lo que se pensaba. En hallazgo, publicado en la revista Science Advances, podría cambiar la manera en que entendemos la dislexia y probablemente influya en cómo se elaboran los planes de aprendizaje para esta dificultad.
A medida que se van desarrollando habilidades en los animales, las partes del cerebro se van acondicionando para determinadas funciones. Sin embargo la escritura y la lectura son relativamente nuevas en nuestra historia evolutiva, por lo que no tenemos una región específica dedicada a estas ubicuas capacidades. Lo que pasa, entonces, es que las regiones que ya se ocupan de tareas como el reconocimiento facial, se adaptan para cumplir un doble propósito, mientras otras deben actuar como puente entre las regiones a cargo de la visión y el lenguaje.
«Hasta ahora habíamos asumido que estos cambios estaban limitados a la capa externa del cerebro, la corteza, que es conocida por adaptarse rápidamente a nuevos desafíos», dice el Dr. Falk Huettig, del Instituto Max Planck de Psicolingüística, citado en IFLScience.
El cerebro de un niño pequeño se desarrolla tan rápido que se hace casi imposible identificar cuáles son los cambios cerebrales impulsados por el aprendizaje de la lectura, pero en los adultos es diferente. Lo que hizo Huetting fue unirse a un equipo de científicos de la India para abordar el problema del analfabetismo entre las mujeres indias; de esa forma se cumplieron dos objetivos: lograr que estas mujeres aprendieran a leer y escribir y a la vez estudiar sus cambios cerebrales en el proceso.
El grupo estuvo compuesto por 21 mujeres entre los veinte y treinta años, provenientes de pequeños pueblos de la India, quienes accedieron a participar en un curso de educación básica en lectura y en pruebas con imagen de resonancia magnética funcional (IRMf), las que se realizaron antes y después. Al principio del programa la mayoría de las participantes no sabía leer una sola palabra en su idioma materno (hindi) y ninguna podía descifrar más de ocho palabras. Al final, habían logrado un nivel de lectura de primer año. En seis meses las participantes lograron entender un idioma complejo, expresado en escritura Devanagari, que se compone de 46 caracteres primarios combinados de forma compleja.
El trabajo de los investigadores mostró que los cambios en el cerebro ocurrieron no solo en los lugares esperados de la corteza cerebral, sino también en muchas otras regiones. «Observamos que el ‘colículo superior’, que es parte del bulbo raquídeo, y el pulvinar, situado en el tálamo, adaptan los tiempos de sus patrones de actividad a los de la corteza visual», explica el primer autor, Dr. Michael Skeide, del Instituto Max Planck de Ciencias Cognitivas y del Cerebro. La función de estas estructuras es filtrar información importante a través de los ojos, para reconocer las partes importantes.
A medida que mejoraba la habilidad lectora de las mujeres, los tiempos de las señales entre regiones cerebrales se iban alineando, lo que para Skeide manifiesta la capacidad de recorrer los textos eficientemente, informa IFLScience.
A la dislexia se la relaciona con disfunciones del tálamo, pero Skeide sugiere que las rápidas modificaciones al tálamo ponen esto en cuestionamiento. «Los lectores principiantes parecen estar entrenando de manera intensiva la subcorteza sensorial y los sistemas atencionales», escribe el artículo en Science. Los autores piensan que las razones de que los disléxicos tengan una actividad diferente en el tálamo puede deberse a que esta región está menos entrenada, puesto que sus dificultades para leer implican que han tenido menos oportunidades de recablear el cerebro. Entonces es posible que las responsables sean las vías neuronales que conectan las zonas talámicas con otras secciones del cerebro. Huetting propone observar si en los niños se manifiestan diferencias en el tálamo antes de que estos empiezan a leer, y así ver si la dislexia que pudiera desarrollarse más tarde, se relaciona en primer lugar con estas diferencias.
Al principio, el programa de alfabetización había integrado a otras 21 participantes, de las cuales 12 eran un grupo de control, las cuales finalmente quedaron fuera porque no pudieron completar las pruebas con escáners o porque los datos arrojados no fueron claros. Resultó que estas generalmente tenían una inteligencia no simbólica mayor y menos familiares alfabetizados. Los autores no están seguros de las razones de esto o de si hay algo que aprender a partir de estos casos.
El Ciudadano