«La escuela, tal como funciona en América Latina y en buena parte del mundo, tiene un formato que fue glorioso en la modernidad, pero que hoy parece estar agotado, sin poder restablecer su éxito. Hacemos lo posible para hacerla funcionar, pero no podemos», explica Jorge Eduardo Noro, doctor en educación por la Universidad Católica de Santa Fe, Argentina, en diálogo con Infobae.
«Hace aproximadamente 20 o 30 años que hace agua y no hay forma de encontrarle el rumbo, a pesar de los cambios que se han introducido», agrega.
Alumnos que aparentemente no quieren aprender, profesores que no saben cómo captar su atención, directivos que no pueden gobernar la institución y padres que ya no acompañan a sus hijos. Todos componentes de una crisis que, con distintos niveles de intensidad, afecta a la escuela en gran parte del mundo.
«La escuela tenía un rasgo de sacralidad indiscutible porque su nacimiento estuvo asociado a las confesiones religiosas, que buscaban educar a sus feligreses. Nunca se desprendió de todo de ese carácter sagrado. Pero a medida que fue pasando el tiempo, ese formato se secularizó y pasó a cumplir un rol fundamental en la conformación de los estados modernos«, dice Noro.
«Pero hay un momento en el que esa estructura empezó a caerse, en un procesos que llamo dedesacralización, que se dio entre los 80 y los 90. Hoy la escuela perdió el impacto educativo que tenía, y todos los que concurren a ella parecen participar de una misma ceremonia en la que nadie cree«, agrega.
La escuela tradicional ha sido víctima de las profundas transformaciones ocurridas a lo largo de la última parte del siglo XX, que alteraron bruscamente la manera de ser de los más jóvenes. Sin poder reaccionar frente a esos cambios, su estructura se ve permanentemente desbordada por demandas que no puede satisfacer.
«En unos tiempos históricos de cambios constantes, es normal que se hable de crisis en las instituciones que llevan tiempo instaladas en la sociedad, como es el caso dela familia, de la escuela, de la iglesia. Entiéndase, pues, que la escuela, que pretende resultados a medio y a largo plazo, ha de tenerdificultades para seguir el ritmo de unos tiempos donde impera la rapidez de respuestas y los resultados inmediatos», explicaJaume Sarramona, catedrático de Pedagogía de la Universidad Autónoma de Barcelona, en diálogo con Infobae.
Una de las grandes transformaciones tiene que ver con la manera en la que circula el conocimiento en la actualidad. En el pasado, la principal fuente de aprendizaje y de descubrimiento intelectual era la escuela.
Pero con el avance de los medios de comunicación y de internet, la relación de los jóvenes con el conocimiento dio un vuelco. Y a los docentes les cuesta cada vez más competir con lo que ofrecen estos nuevos difusores.
«Los principales desafíos a los que la escuela ha de responder en los países avanzados -dice Sarramona- son la pérdida del monopolio que tradicionalmente tenía de la información, porque es obvio que hay más información fuera que dentro de la escuela, y multiplicidad de valores que imperan socialmente. Al reflejar esa misma diversidad conceptual del mundo y la vida en sus profesionales, le resulta difícil determinar un modelo educativo que satisfaga todas las expectativas de las familias y del conjunto de la sociedad».
Otro cambio determinante se dio en la relación entre escuela, familia y sociedad. «La escuela emitía un mensajes redundante. Decía lo mismo que la familia y la sociedad repetían. Pero ahora los mensajes sociales, familiares y escolares están desarticulados«, dice Noro.
Docentes y alumnos unidos, pero por el malestar
«Tenemos nuevos actores, nuevos jóvenes que van a la escuela, pero un modelo completamente anterior. Eso produce un sentimiento de malestar, tanto para los docentes, como para los estudiantes. Que es autoritaria, que no integra su socialización externa con nuevas formas de relacionarse con los otros y con nuevas formas de enseñar», dice Nancy Palacios Mena, magíster en sociología, especializada en educación, por la Universidad del Valle, Colombia, consultada por Infobae.
«La explicación de los docentes es que los alumnos no quieren estudiar, que las familias se están desintegrando y que los niños están desadaptados. Pero los jóvenes lo ven diferente. Dicen que lo que les enseñan los maestros no es interesante, que es aburrido. Entonces los intereses de los actores están enfrentados», agrega.
La escuela tradicional era más exclusiva y dejaba a muchos sectores de la sociedad afuera. En las últimas décadas se avanzó mucho en corregir esa desigualdad, y se logró incluir a casi todos.
Pero hubo una consecuencia negativa, el público se hizo más heterogéneo, cuando el método de enseñanza de la vieja escuela estaba pensado para que todos los alumnos aprendan de la misma manera, a igual velocidad.
«Antes el docente enseñaba a 30 o 40 chicos que aprendían todos al mismo tiempo, a lo largo de nueve meses. Hoy tenemos sentados a40 sujetos con distintas características sociales e historias familiares muy diferentes. Sus procesos y tecnologías de aprendizaje varían, pero hacemos como si todos fueran iguales», explica Noro.
Estos cambios hicieron que el trabajo docente se vuelva mucho más complejo. En un contexto en sí mismo más difícil por la pérdida de autoridad de la función.
«La figura ministerial que es le daba al docente en el pasado fue sustituida por la deltrabajador de la educación. Así perdió autoridad y presencia social, y se vieron desvalorizados sus conocimientos», dice el pedagogo argentino.
Además, con el ingreso de actores masivos, la institución perdió el hermetismo que la dejaba al margen de muchos conflictos sociales. «Los problemas que tienen los países, como drogas y delincuencia, llegaron a la escuela. Eso provocó un choque generacional con los maestros, que entran en conflicto con las nuevas formas de socialización y de ver el mundo de los jóvenes», dice Palacios Mena.
Hacia una escuela del siglo XXI
«No podemos insistir con un modelo que basta asomarse a una escuela para ver que no funciona, que no creen en ella ni los directivos, ni los docentes, ni los alumnos, que cuando se les pregunta para qué van dicen ‘porque nos obligan’, y si no, no vendrían nunca. Se deberíapensar algo que sea absolutamente transformador. La concepción de tiempo, de espacio, de homogeneización que tiene la escuela, todo eso que está naturalizado, debe replantearse«, dice Noro.
¿Cómo tendría que ser el modelo educativo del futuro? Es muy difícil predecir cómo será un paradigma que aún no ha sido creado, pero algunas hipótesis se pueden sostener.
«Para dar respuesta a los desafíos indicados -dice Sarramona-, la escuela ha de profundizar en la flexibilidad organizativa interna, en la utilización de los recursos más diversos y actuales, donde entra inevitablemente el mundo digital, y en la atención personalizada de cada alumno, de modo que colabore a compensar las desigualdades sociales en vez de profundizarlas».
«La administración educativa -continúa- debiera preocuparse más de estos aspectos fundamentales que de determinar de forma detallada lo que tienen que hacer los docentes, a los cuales se debiera otorgar amplia libertad de acción a cambio de velar por la consecución de resultados óptimos».
En un mundo diversificado, dinámico y en permanente transformación es muy difícil imaginar un sistema escolar unificado a nivel nacional como el que existe hoy en gran parte del mundo.
«Deberíamos estar pensando en abrir otros modelos, sin necesidad de que haya un solo, homogéneo, que funcione en todo el país. Entonces, ¿por qué no pensar que sectores educativos privados, religiosos, del ámbito de las ONG y del estado mismo, no pueden empezar a implementar otras experiencias?», se pregunta Noro
«No va a haber una escuela del futuro con una única forma, sino que habrá múltiples maneras de llegar al final del camino, que puede ser la universidad. Muchos caminos: escuelas como las de ahora, otras mucho más abiertas, a distancia, familiares. Siempre garantizando el derecho de todo ciudadano a educarse», concluye.