Los profesores de nuestro país, como hace muchos años no veíamos, han dado un ejemplificador golpe en la mesa al mantener por una tercera semana la paralización de sus actividades en los colegios y escuelas municipales.
Históricamente vapuleados, los docentes siempre han cargado con equívocos calificativos en los que se les endosa un retorcido mensaje para que desarrollen su trabajo desde la figura del mártir o del monje. El sentido de la palabra vocación cambió cuando entró en las discursividades alusivas a los profesionales de la educación, despojándola de la idea de concebirla como “el llamado por una carrera, un oficio o una profesión”. La vocación se enquistó en el imaginario educativo como la romántica condena que viven los profesores por dedicarse y aceptar este llamado a educar, independiente de las condiciones laborales y profesionales a las cuales se ven sometidos.
Ayer se desarrolló una primera mesa de diálogo y trabajo constituida por los diputados de la comisión de Educación, personeros del Mineduc y dirigentes pertenecientes al Colegio de Profesores, en donde se discutieron las líneas generales del proyecto de Profesionalización de la Carrera Docente impulsado por el ejecutivo y que ha encontrado una masiva resistencia por parte de los profesionales de la educación, quienes ven cómo se sigue burocratizando y dudando de la consistencia profesional de ellos como trabajadores.
Dentro de las líneas argumentales principales que esgrimieron los docentes está el hecho de que este proyecto de Gobierno no contempla el principal cambio que debiese desarrollarse en esta dimensión: el paradigma educativo que rige actualmente nuestro sistema educativo. La competencia y el mercado son los principales ejes por donde transitan nuestras políticas, y tal como sostuvo el dirigente Mario Aguilar durante el desarrollo de esta mesa de trabajo, curriculistas connotados en la actualidad atacan los sistemas educativos basados en la competitividad debido a que los conocimientos terminarían siendo encapsulados y fragmentados, impidiendo un desarrollo orgánico e integral de los estudiantes.
La mesa tripartita: con el puño en la mesa
Es indudable cómo los movimientos populares y la organización social se han tomado la agenda pública, mostrando los temas de relevancia política y sobre todo, instalando las preocupaciones de la ciudadanía en la vitrina.
Pero hay algo más vistoso dentro de este proceso y es esta sensación de radicalización de los movimientos. Pareciera ser que toda esta discursividad que se ajustaba a los consensos, a los acuerdos, hubiese caducado frente a los escándalos de nuestra clase política cuando se transparentaron sus oscuras conexiones con el mundo de los negocios y de los privados y es precisamente esa indignación la que ha posibilitado la radicalización de la ciudadanía organizada. La tibieza y las palabras de buena crianza terminaron por diluirse para abrir paso a las verdades más enfáticas, a las posiciones más radicales.
Durante el desarrollo de esta primera mesa tripartita y con la presencia del ministro de Educación, Nicolás Eyzaguirre, los representantes del magisterio expusieron que son once las modificaciones al proyecto de ley del ejecutivo y que las discusiones que se den en lo sucesivo debiesen conseguir lograr parte de las demandas antes de este jueves, día en que se definirá la continuidad del paro docente.
Jaime Gajardo, presidente del Colegio de Profesores, es una figura controversial dentro de las propias bases del colectivo que preside. Hace algún tiempo se le cuestionó su falta de liderazgo y especialmente, su poca solidez en la defensa de las demandas del profesorado, sin embargo, producto de esta nueva fuerza de radicalización que atraviesa a los distintos actores sociales -y claramente, a las masas de profesores-, la posición de Gajardo ha debido ajustarse a estos nuevos bríos, porque de lo contrario, su representatividad estaría siendo puesta en duda y, probablemente, sería sobrepasada.
Ahora bien, en esta ocasión el presidente del gremio, dentro de los puntos más relevantes que puso en discusión fue el de la permanente certificación a la que se verán sometidos los docentes -vicio que nace del esquema competitivo con que se sigue trazando el andamiaje educativo con este proyecto-, agregando nuevas evaluaciones a las ya existentes, partiendo de una desconfianza inicial respecto a las competencias con las que cuentan ellos y convirtiendo el quehacer educativo en una carrera de obstáculos y de mediciones permanentes a estos profesionales, lo que más allá de lograr un buen ejercicio educativo obtendrá un población de profesores agobiados y en permanente lucha con un aparato ejecutivo persecutor.
Cuando la radicalización es la vía
La primera sesión de trabajo terminó ayer pasadas las 16 horas y más allá de las intervenciones lógicas de parlamentarios de la Alianza -cabe señalar que la diputada UDI, María José Hoffmann, señala que no está a favor de retirar el proyecto del ejecutivo-, se puede inferir que mantener la intensidad y la fuerza en las posturas es el camino para poder dar un giro y lograr los cambios anhelados por el profesorado.
Es evidente que argumentos esgrimidos por el propio Eyzaguirre como que los profesores deben desistir del paro porque perjudican a los niños haciéndolos perder clases o que con este paro se genera un drama social porque los padres y apoderados no tienen con quien dejar a sus hijos, pretenden deslegitimar la honesta lucha que están llevando los docentes, sin embargo -y como ha sido posible observar en la gran adhesión ciudadana que tiene el movimiento-, pareciera que este es el verdadero y justo camino por donde debe transitar la población organizada.
Colegios y liceos, universidades privadas y estatales en toma, sindicatos y grupos de trabajadores en huelga, son la postal de que el descontento ya llegó a un límite y que la única manera de que nuestra realidad sea más justa es a través de la organización fuerte, poderosa, sin medias tintas y en sintonía con lo que quiere el verdadero trabajador, con lo que necesita y merece el verdadero ciudadano.