Cuevas explica que para construirse, para saber quiénes son, los adolescentes necesitan chocar contra alguien, “y a veces no tengo que tener buenas razones, tengo que tener ganas, que es lo que te sobra a esa edad. Pero el escenario actual no es solo de rebeldía sino más peligroso por las formas que se utilizan. Un joven va y genera una amenaza a través de sus redes sociales que habrá un tiroteo, está haciendo un intento por medir las consecuencias y los efectos de un acto porque no tiene límites. La violencia es el resultado de no tener límites. Muchas veces se agrede a otros, invocando a un tercero que me llegue a ordenar, a rayar la cancha”.
Según la Superintendencia de Educación, el retorno a clases muestra un aumento de violencia en comunidades escolares y en zonas próximas a recintos educacionales. En solo dos semanas se han registrado balaceras en sectores aledaños a establecimientos, detectado a estudiantes portando armas y en un liceo en Antofagasta se recibieron amenazas a través de redes sociales, que se realizaría un tiroteo en el recinto, además del funeral narco en Valparaíso, que obligó esta semana a la suspensión de clases en 14 establecimientos educacionales de la zona.
Las causas de tal violencia se atribuyen a diversos factores: la pandemia y el confinamiento, el impacto por la expansión del narcotráfico, la crisis económica, la pobreza, las carencias familiares, etc, lo cierto es que la violencia se instaló en la escuela y lo urgente es generar canales para contenerla y contribuir a bajar los números, antes que siga creciendo.
Manuel Cuevas, académico de la UMCE y experto en convivencia escolar y temas de violencia en la escuela señala que la violencia no fabrica violencia, sino que ella viene del exterior. “La escuela no es una caja vacía y transparente en que entra la violencia de afuera, la escuela también produce su propia violencia, y los estudiantes también contribuyen a partir de sus crianzas de maltrato, carencias, hacinamiento, roles disfuncionales, injusticia, pobreza, etc, que la escuela agudiza, no es la escuela la que fabrica violencia, esta viene de afuera hacia adentro”.
Sumado esto a «un contexto de violencia, donde no hay meritocracia, donde hay una segregación constante, lleva a buscar entonces también otra forma de reconocimiento, quien es el más fuerte, la violencia genera rango, control sobre los otros”, indicó el profesional.
La violencia es el resultado de la ausencia de límites
Según cifras de la Superintendencia de Educación las denuncias de maltrato a estudiantes aumentaron un 87% durante este año respecto al año pasado, lo que da cuenta de un aumento de violencia en las comunidades escolares que resulta a lo menos preocupante.
Cuevas explica que para construirse, para saber quiénes son, los adolescentes necesitan chocar contra alguien, “y a veces no tengo que tener buenas razones, tengo que tener ganas, que es lo que te sobra a esa edad. Pero el escenario actual no es solo de rebeldía sino más peligroso por las formas que se utilizan. Un joven va y genera una amenaza a través de sus redes sociales que habrá un tiroteo, está haciendo un intento por medir las consecuencias y los efectos de un acto porque no tiene límites. La violencia es el resultado de no tener límites. Muchas veces se agrede a otros, invocando a un tercero que me llegue a ordenar, a rayar la cancha”.
Según indicó, los estudiantes «esperan un rol de autoridad de los profesores que ha cambiado, pero esperan aún una palabra que de sentido en el caos, esperan autoridad, quieren que los profesores pongan las reglas”.
Soluciones para bajar cifras de violencia
Según el especialista de la UMCE, la solución a este conflicto hay que abordarlo desde todos los ángulos, “tiene que ser a nivel de los que toman las decisiones, los directivos; los equipos de convivencia que hacen gestión; los apoderados, que tienen una expectativa de fe puesta en la escuela; a los estudiantes”.
Asimismo, agrega que “hay que recuperar cosas que funcionan, la escuela sigue siendo un espacio de humanización, lo que pasa es que se transmite también lo peor de lo humano, la injusticia, los privilegios, la misma escuela reproduce los mismos fenómenos de afuera”.
Finalmente el psicólogo señala que si bien se ha perdido la promesa que la educación podía cambiar la vida, hay que recuperarla, “aquí no hay que inventar la rueda, hay que escoger ruedas y echarlas a andar, hay que cambiar el lenguaje punitivo del castigo por un lenguaje pertinente al espacio educativo porque hay que restituir el valor de la sanción, que sea clara y conocida, actualizarla. En muchos colegios dicen ‘No se puede usar el celular’, pero resulta que se ocupa igual. Cuando lo que debiera decir es que ‘el celular solo podrá ser utilizado cuando tenga un carácter pedagógico indicado por el docente’, hay que empezar por ese tipo de cambios”.
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