“Querimos” pagar

Aun cuando sea ridícula la consigna “querimos pagar”, manifiesta el deseo de que sus hijos no se mezclen con los de los marginales y delincuentes del pasaje de al lado y, en consecuencia, están dispuestos a pagar por la escolaridad de sus hijos para mantenerlos en el apartheid.

“Querimos” pagar

Autor: Director

 

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El clasismo no se da solamente en el desprecio de los caballeros por los rotos, tampoco por la “gente como uno” y los pililos respecto a los medio pelo, menos, “de los Bezanilla para arriba y Bezanilla para abajo” – esta última expresión puede sonar bastante anticuada, pues no he vuelto a escucharla -, sino que el clasismo se da entre los habitantes de una misma población en la cual todos son igualmente pobres; por ejemplo, los que habitan en la villa A de La Florida sostienen que sus vecinos son toda gente honrada, honesta y de costumbres de “caballero y dama”, sin embargo, los del pasaje B, justo colindante, viven familias integradas, en su mayoría, por traficantes, delincuentes, borrachos y, para completar, un poco de rostro y figura indígenas. En el pasaje A nunca hay riñas entre los vecinos y, menos, empleo de armas de fuego, mientras que en el B ocurre todo lo contrario.

La derecha ha sido muy inteligente y manipuladora para utilizar este clasismo para desarrollar su línea de masa – de la cual hablábamos en el artículo anterior, La derecha va a la escuela de Lenin – que podría aventajar, perfectamente, aventajar las ideas de Mao respecto a la “existencia de múltiples clases en el seno de un modo de producción determinado”, pues saben trabajar mejor las contradicciones al interior de una misma clase explotada.

El “querimos pagar”, dicho por una de las jefas de apoderados, en una declaración pública con motivo de la marcha contra la reforma educacional, del 25 de octubre, es mucho más expresiva que cualquier análisis sociológico, o crónica, o novela, que quiera retratar el arribismo chileno, que justamente se da en la clase más “vulnerable” – como la llaman algunos sociólogos siúticos” -.

La última famosa marcha de “yanaconas” se ha ido desinflando ante el hecho evidente de la manipulación de los dirigentes de derecha, respecto a estos padres, pertenecientes al medio pelo. En un colegio de Viña del Mar se descubrió que se incentivaba a los alumnos a participar a cambio de una nota siete en cada uno de los ramos – cómo me hubiera gustado que estas prebendas se hubiesen dado en mi época de escolar, convirtiendo mis incontables unos y, por arte de magia, en sietes -.

Es tan evidente la escenografía montada por la derecha que este hecho de masas, que podría haber sido bien utilizado para los fines de paralizar la reforma educacional, se hubiera convertido en algo bastante risible y devela algo que siempre ha ocurrido en la historia de Chile: la manipulación del analfabetismo político de ignorantes,  parte de los poderosos.

Manuel Rivas Vicuña, en sus Memorias parlamentarias, nos relata la furia de los “rotos” cuando, en las elecciones, los caballeros se ponían de acuerdo para repartirse los cargos y, de esta manera, no recurrir al cohecho, lo que significaba que ese día de las elecciones los votantes no recibieran ningún estímulo económico directo, o se rifara ninguna vaquilla.

 

 

Aun cuando sea ridícula la consigna “querimos pagar”, manifiesta el deseo de que sus hijos no se mezclen con los de los marginales y delincuentes del pasaje de al lado y, en consecuencia, están dispuestos a pagar por la escolaridad de sus hijos para mantenerlos en el apartheid. Más profundamente, lo que ocurre es que los chilenos nos hemos transformado en un país de fenicios, que creen que la única meta es tener más dinero y, cada vez, menos educación y cultura, es decir, una nación de tenderos, mercachifles y sinvergüenzas.

Si pensamos un poco más, el símbolo máximo de nuestra república, Diego Portales, un famoso mercader que quería eliminar a todos los malos – en este caso, los “pipiolos” – por el solo hecho de pensar libremente.

 


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