«Indiquen a cual de los postulantes seleccionados quieren dejar afuera, para ocupar su lugar». De ese modo cazurro, el recién elegido y único vocal comunista de la Federacion de Estudiantes de la Universidad Técnica del Estado, FEUT, hizo ver a un camarada y su hijo lo inadecuado de su petición de gestiones para lograr que este último se saltara a los muchos postulantes que le precedían en la larga lista de esper para ingresar a la universidad.
La escena tenía lugar a principios de 1966, frente a la pizarra donde centenares de postulantes y sus padres, a quienes en ese tiempo los primeros solían permitir acompañarlos en este difícil trance, comprobaban con desilusión que no habían logrado «quedar adentro». Antes que sus achunchados amigos salieran de su estupor, el joven dirigente se subió a una banca y se dirigió a todos los presentes diciendo: «Mis amigos que me acompañan no quieren que saquemos a uno de los seleccionados para abrirle cupo a ellos. Estoy seguro que todos ustedes rechazarían del mismo modo una canallada tal. Les propongo, en cambio, que vamos al auditorio y discutamos como podemos actuar juntos para lograr que todos los de la lista de espera sean aceptados».
Así nació el movimiento «Universidad para Todos». Tuvo un éxito extraordinario. Tras intensas movilizaciones iniciadas en esa asamblea, logró que toda la lista de espera ingresara «de oyente» y aquellos que al cabo de un semestre alcanzaran promedio cinco o superior serían aceptados. La FEUT organizó cursos de apoyo y al terminar el semestre todos, absolutamente todos los que habían quedado en lista de espera, lograron el promedio exigido y quedaron como alumnos regulares.
Nunca se olvidaron de aquel imberbe dirigente y hasta el día de hoy le expresan su agradecimiento cada vez que se lo cruzan en la calle. Según él, había sido elegido vocal casi por casualidad, gracias a un gol muy bonito que habría marcado en un partido importante del equipo de la UTE, leyenda respecto de la cual existen serias reservas en atención a que su físico no da la idea de un goleador. El legendario «Guatón», Alejandro Yáñez Betancourt, fue elegido y reeligido cuatro veces Presidente de FEUT, cargo desde el cual encabezó el movimiento de reforma universitaria que por esos años se extendió como un reguero de pólvora por todo el país. Luego dirigió por varios años la Federación Mundial de Estudiantes, con sede en Praga.
Exhibiendo una notable sagacidad táctica, la primera FEUT presidida por Alejandro llevó a cabo una exitosa movilización nacional en apoyo a una petición de presupuesto del entonces rector de la UTE, que no era hombre que gozara precisamente de las simpatías de los estudiantes. Logrado ese objetivo, Yáñez se presentó en la oficina del rector y le dijo «Bueno, Sr. Rector, ahora que logramos el presupuesto, queremos elecciones democráticas de autoridades con participación tri estamental».
Eso no gustó nada al interpelado, pero no tuvo más alternativa que ceder tras una nueva paralización de los fortalecidos estudiantes. El movimiento se extendió al año siguiente a la Universidad Católica. La histórica «toma» del 11 de agosto de 1967 por parte de la FEUC presidida por Miguel Ángel Solar, logró desbancar al conservador y vetusto monseñor que fungía de rector e imponer elecciones democráticas de autoridades, con participación triestamental. Movimientos similares tuvieron lugar ese mismo año en la Universidad Católica y Federico Santa María, en Valparaíso, y en la Universidad de Concepción. Al año siguiente se extendió a la Universidad de Chile y todas las demás.
Los nuevos rectores elegidos democráticamente, encabezados por las notables figuras de Don Enrique Kirberg, Don Fernando Castillo Velasco y Don Edgardo Henríquez, transformaron en pocos años a todo el sistema universitario chileno, duplicando su matrícula, triplicando sus sedes y quintuplicando sus académicos a jornada completa, aparte de introducir el sistema de créditos semestral, una nueva organización en departamentos que integraban docencia, extensión e investigación, basados en el desarrollo de esta última, entre muchas otras modernizaciones.
Las universidades se hicieron gratuitas, asumiendo el Estado el financiamiento directo y estable de todas ellas. Por cierto, ello ocurrió en las dos grandes universidades estatales nacionales, la «Chile» y la «Técnica», pero asimismo en las grandes universidades particulares que hoy integran el Consejo de Rectores, CRUCH.
Aquella exitosa experiencia ha inspirado en buena medida el proceso de reforma actualmente en curso, que de seguro logrará transformar el actual sistema privatizado de educación superior en un reconstruido sistema público gratuito y de calidad.
La anécdota de como nació, relatada más arriba, no sólo es la mejor entre las muchas y muy buenas que registra el movimiento estudiantil chileno. La ocurrencia de Alejandro Yañez puede quizás resultar aleccionadora también para algunos miembros de los llamados liceos emblemáticos. Éstos han hecho un triste papelón por estos días, al oponerse a la justa medida de considerar el ranking de los alumnos en cada colegio, además del promedio de notas y, por cierto, la prueba de selección universitaria, PSU, que sigue siendo lo fundamental, como antecedente de ingreso a la universidad.
El que algunos alumnos y apoderados de los mejores liceos de Chile se opongan a una medida de selección tan razonable, comprobada en la práctica y por cierto con un gran contenido de equidad, resulta francamente impresentable. Especialmente, si se considera que casi todos ellos van a ingresar igual a la universidad, puesto que obtienen buenos promedios y altísimos puntajes en la PSU.
Dicen que algunos han llegado al extremo de cambiarse a otro colegio más reguleques, para aprovecharse además del ranking, a costa de dejar afuera a otros niños de ese establecimiento. Al parecer, algunos de éstos les han aplicado un buen correctivo por esta actitud miserable y han tenido que regresar al emblemático con la cola entre las piernas. ¡Bien hecho!
Se han dicho y escrito al respecto las cosas más inauditas, como un sesudo estudio que afirma que el nuevo sistema de admisión significará la degradación de todo el sistema, al estimular estos cambios sucesivos a establecimientos cada vez peores, siempre que entrenen además en la PSU. Esto es una completa tontería, digna de profesores con ideas neoliberales.
Éstos acostumbran reducir el complejo comportamiento humano, que siempre es social y a la larga bastante cuerdo y justo, a una sola dimensión, individual y egoísta además. Reducen así la economía, la más compleja y vital de las relaciones sociales, al comportamiento agregado de individuos maximizadores de su propio bienestar y empresas de sus utilidades.
En este caso, pretenden que lo único que buscarían los alumnos es maximizar su chance de ingresar a la universidad. Eso sería más importante, por ejemplo, que la extraordinaria experiencia formativa y social que ofrecen los buenos colegios y también los llamados liceos emblemáticos, que además presentan una elevadisima probabilidad de acceder a la universidad, con o sin «ranking».
Imagino lo que pensarán de esto mis más cercanos, queridos y admirados amigos de toda la vida, la mayoría de los cuales estudió en el Instituto Nacional, según me enteré en una bien regada fiesta de cumpleaños cuando uno de ellos se puso a entonar el himno de ese colegio y casi todo el resto se unió de pie al coro.
La lección moral de aquel joven dirigente de la FEUT sigue más vigente que nunca: ¡Nunca se avanza quitándole el puesto a otro, sino luchando juntos por una vida mejor para todos!
Manuel Riesco Larraín
Economista Cenda