Los cambios siempre traen estragos, complicaciones que nacen de la forzosa huida del espacio de confort y más allá de cuán afín o no se esté a ese cambio, la reforma educacional era un escenario imprescindible si queremos que nuestro país crezca libre, justo y más humano.
La educación es una necesidad que se pasea como un conceptito de moda por la boca de muchos, pero que finalmente nadie de aquellos de los que deberían encaminarla la encaran con templanza y buen juicio, sometiéndola finalmente a los escarnios del comercio y la competitividad brutal y por lo mismo es que es necesario que los cambios que sugiere una parte de esta iniciativa del Gobierno, específicamente en el detalle de la gratuidad y la desmunicipalización, se entiendan por todos los que realmente viven esta experiencia, los estudiantes y apoderados.
¿Qué es eso de convertirse en un colegio gratuito?
La gran consigna que abrazaron e instalaron generaciones de estudiantes en el imaginario público desde el regreso del país a esta rara forma de democracia fue la de “Educación gratuita y de calidad”. Nunca el poder desde el ’90 en adelante se había hecho cargo realmente de la gran sombra que existía en la educación chilena desde el azote militar y tras años de marchas, guanacos y pedradas, los secundarios y los universitarios supieron darles en la madre a los honorables e instalaron como necesidad fundamental la transformación de este sistema educativo maldito.
Yendo al grano, el giro que aconteció esta semana tiene que ver con que se acabó el plazo para que los colegios particulares subvencionados –esas instituciones que cobran mensualidad, barata o no- decidan por propia voluntad estar sujetas a la subvención absoluta del Estado y prescindir de las lucas que las familias disponían cada mes para pagar el derecho de estar ahí.
Es cierto que ese nicho de escuelas y colegios sirvió como secreto refugio para que muchas familias sintieran que el lugar en donde decidían que sus hijos e hijas se educaran era el mejor que les quedaba a su alcance –económico o geográfico-, sin embargo, esa sensación responde exclusivamente al destrozo tremendo que significó para la ciudadanía la instalación de este sistema económico que fue capaz de viciar una dimensión tan clara y pura como lo es la educación pública entendida como un derecho inalienable, humano.
Cuando aparece en los ochenta la idea de que se puede ganar plata educando a personas, tal como si uno vendiera clavos o pisco, el ideario genuino que significa la educación se fue a las pailas, porque esa bola economicista de lodo terminó por crecer y crecer y convertirse -desde la formación inicial hasta los tiempos de la enseñanza superior- en un camino sujeto a la competencia por sobre todas las cosas, a la rendición de pruebas estandarizadas que reniegan del juego y la creatividad y sobre todo, obligando a que los niños y niñas, a que los y las jóvenes entiendan la vida como una carrera para alcanzar las lucas del mundo y validen el aislamiento respecto a quienes son diferentes a uno. Y es justamente por ese eslabón perdido en el que todos somos capaces de convivir y de acceder a un derecho tan natural como el aprendizaje justo para TODOS y TODAS, que el afán de lograr la educación como un derecho humano, exento de cualquier pago, es que este cobra una importancia trascendental.
¿Y qué es la Ley de Inclusión?
La transformación del escenario educativo actual es titánica y la Ley de Inclusión promulgada por este gobierno en el mes de mayo, intenta instalar algunos puntos que según su juicio son necesarios para lograr un mejor rumbo en esta área. Aquí te contamos algunos de ellos:
– Discriminación: La iniciativa del ejecutivo pretende erradicar las prácticas instaladas y naturalizadas de establecer selecciones de estudiantes en función de aspectos como el origen socioeconómico, credo, estado civil de los padres, entre otras.
– Expulsiones: Otro punto que aborda esta ley dice relación con el ejercicio que algunas instituciones educativas llevaban a cabo como el desvincular a estudiantes por razones como los embarazos juveniles, las primeras repitencias e incluso, las separaciones de los padres de los alumnos y alumnas.
– Fin a la mensualidad: Los colegios particulares subvencionados –aquellos que reciben recursos estatales más los que aportan las familias de su bolsillo-, tendrán en esta primera etapa la opción de decidir si se ajustan a la gratuidad completa, es decir, si quedan sujetos a que el Estado los subvencione por completo o si optan por convertirse en particulares, es decir, que paguen según lo que decidan los dueños o responsables legales.
– Postulaciones a colegios: Este punto responde al hecho de que los colegios no podrán establecer ninguna forma de discriminación al momento de la postulación de cualquier estudiante y en caso de que algún establecimiento tenga mayor demanda de postulantes, la selección se realizará a través de un sorteo que asegure que no existan sesgos en la decisión final.
Gobernar es educar
Conducir un país debe ser una de las pegas más complejas de abordar, pero no por eso imposible de efectuar con éxito. El escenario actual de agotamiento e ira que vivimos los ciudadanos y ciudadanas responde a que los poderosos obran su labor desde el acomodo, desde la necesidad personal, egoísta, que responde a la conservación de sus círculos de poder y lo lamentable del trabajo que están llevando a cabo es que necesidades superiores como la educación terminan relegadas a la mecanización de contenidos o a la estandarización de los estudiantes en pos del mercado y de “lo que se debe ser” para ser un sujeto de “bien”.
Educar es un compromiso desde el amor, desde el reconocimiento de la diferencia y no de la efectividad y cuando quienes detentan el poder alcancen a comprender ese tremendo llamado, quizás en ese momento la vida se nos vuelva una escena más hermosa y esperanzadora.