Cuando ya se les hacía tributo como si fueran veteranos de guerra o viejos
nostálgicos de una fallida revolución, aparecieron por los palos y a la
carga nuevamente. La verdad es que sorprendieron a los más incautos, a los
que creyeron que el movimiento radicaba en un par de cabezas precozmente
iluminadas. Pero recordemos que a diferencia de la política tradicional
chilena que se enquista en el poder llegando incluso a recibir amenazas de
desalojo, el movimiento secundario o la revolución Pingüina cuenta con
representantes “removibles”, evitando el acomodo tan clásico en la forma de
hacer política en Chile y asegurando el recambio y la inclusión de todos los
actores.
Como voceros del descontento social se han manifestado los secundarios esta
vez. Su petitorio abarca las problemáticas manadas de un sistema que hace
aguas a pesar de demostrar en cifras un avance sustancial en la superación
de la pobreza. ¿Pero que sucede con estos pingüinos? ¿Una pataleta
artificiosa y malagradecida comandada por una chica de violencia impía que
lee a Marx?
Bien lo dijo Allende “ser joven y no ser revolucionario es una contradicción
hasta biológica” más cuando los ojos grandes de nuestros jóvenes advierten
con visión de lince que las políticas enchuladoras no tienen un correlato en
la sociedad. Los esfuerzos del estado por generar desarrollo apuestan por
ataviarnos de bisutería vial y de fetiche tecnológico sin profundizar en un
cambio cultural trascendente por medio de la educación de calidad.
El remake de la LOCE apuesta por una fervorosa declaración de principios y
pide mucho más de lo que podría llegar a obtener en un modelo neoliberal
consagrado y profundizado por los gobiernos de Concertación. La Ley General
de Enseñanza, no representa un cambio en la educación pública, puesto que
continúa otorgando su tuición a los municipios que difícilmente pueden
sostener esta responsabilidad otorgada en Dictadura. Es imposible nivelar la
educación si dependemos de corporaciones municipales pobres u
organizacionalmente ineficientes.
Luego de los vergonzosos resultados del SIMCE, a las autoridades no les
quedó más que afrontar con pundonor que la educación chilena se encontraba
en la UCI. El mismo J.J Brunner no pudo más que afirmar que no se podían
pedir peras al olmo. La asignación por alumno asciende a la quinta parte del
monto invertido en un alumno de un colegio privado y este ahorro hecho con
los niños de Chile se manifiesta en el deplorable estado de la educación
pública. Entonces ¿No será una sobrereacción la de Provoste al sentirse
horrorizada por la actitud Pingüina?
Volver a los 17 y sentir profundo las necesidades humanas sin el velo
tecnocrático y el discurso del mejor de los profetas, podría acercarnos a
los verdaderos sueños de país, esos que nada tienen que ver con el
Transantiago, con la rebaja en la responsabilidad penal, con el Imacec, con
el triunvirato político, con Tombolini en la presidencia de PRSD o la
chamuchina binominal. Retroceder el paso, respirar hondo y aspirar al
retorno podría ser el más grande de los cambios, el más real de los cambios,
el más sincero y generoso de los cambios.
Karen Hermosilla