Académica de EEUU, Patrice McSherry: «La dictadura no pudo borrar a Víctor Jara»

La docente abordó la importancia del músico para la memoria histórica de Chile, reveló dificultades en la entrega del principal acusado a las autoridades chilenas, y explicó el apoyo norteamericano a los horrores del régimen de Pinochet.

Académica de EEUU, Patrice McSherry: «La dictadura no pudo borrar a Víctor Jara»

Autor: Matías Rojas

 

La cientista política e investigadora del Instituto de Estudios Avanzados (IDEA) de la USACH y profesora de la Long Island University (LIU) en Nueva York, J. Patrice McSherry, siguió de cerca en 2016 el juicio que emprendió un tribunal de Estados Unidos contra el ex teniente del Ejército radicado en Orlando, Pedro Barrientos, quien fue condenado civilmente por el crimen del guitarrero de “Te Recuerdo Amanda”.

En conversación con El Ciudadano, la autora de investigaciones sobre La Nueva Canción chilena (Editorial Lom, 2017) y Estados Depredadores sobre la Operación Cóndor (Lom, 2009), abordó la importancia de Víctor Jara para la memoria histórica de Chile. Además, reveló dificultades en la entrega del principal acusado a autoridades chilenas y repasó el apoyo norteamericano a los horrores de la dictadura.

-¿Qué representa para usted el crimen del cantautor Víctor Jara?

-Víctor Jara era un querido cantautor popular, un conocido músico y director de teatro, y, al mismo tiempo, un comprometido militante comunista. Creo que la combinación de ser representante clave de la Nueva Canción chilena, con su música inspiradora y su poder de convocatoria, y un comunista dedicado al pueblo, produjo mucho odio entre los militares golpistas. Su tortura y asesinato mostraron que la dictadura iba a ser muy violenta y extremista contra personas que no tenían nada que ver con las armas. El blanco se centró en grandes sectores de la sociedad, tanto progresistas y de la izquierda como todos los que respaldaron a Allende y el camino chileno al socialismo. A partir del golpe, más de 3.000 personas fueron desaparecidas, 40.000 torturadas, 250.000 detenidas y no menos de 200.000 exiliadas. Eso es lo que significa la búsqueda de justicia en este caso. Y también simboliza para mí la larga lucha contra la impunidad en Chile.

-¿Qué evaluación hace del juicio que se realizó en Estados Unidos contra el ex teniente Pedro Barrientos, sindicado como el autor del crimen?

-Esta demanda fue sumamente importante para Chile, tanto para encontrar la verdad y hacer justicia como para rescatar la memoria histórica. Hay que destacar que fue un juicio civil, es decir, no un proceso criminal, realizado en 2016. La demanda fue presentada por Joan Jara y sus hijas Amanda Jara Turner and Manuela Bunster Turner en 2013 en una corte civil, por medio del Centro para la Justicia y la Rendición de Cuentas de San Francisco y la firma de Chadbourne y Parke. Fue un vehículo para iluminar lo que pasó en el Estadio Chile después del golpe, el rol de militares específicos y de otros responsables por la muerte de Víctor Jara y muchas personas más. Fue un paso significativo, porque fue la primera vez que Barrientos tuvo que enfrentar testigos y familiares en una corte de justicia. Barrientos insistió en que no estaba en el lugar y cambió aspectos de su relato varias veces, pero fue encontrado responsable (“liable” en inglés) de la tortura y la ejecución de Víctor Jara. El jurado ordenó a Barrientos que hiciera un pago a Joan Jara y las hijas de una suma de 28 millones de dólares. Hubo, finalmente, una medida importante de justicia, pero incompleta. No hubo condenas criminales ni sentencias a prisión. Además, muchas veces en juicios civiles, el responsable nunca paga nada.

-¿Cuáles fueron los testimonios y revelaciones que más marcaron ese juicio en Florida?

-Se estableció que Víctor Jara fue detenido con cientos de otras personas en la sede de la Universidad Técnica del Estado el 12 de septiembre y llevado al Estadio Chile, donde fueron congregadas más de 5.000 personas detenidas. Ahí hubo muchos actos de tortura, ejecuciones extrajudiciales y violencia, hasta ahora todavía bastante ocultas. Varios testigos en el juicio dijeron que vieron a Víctor Jara en el Estadio, en muy malas condiciones. Los militares lo reconocieron y le aplicaron especial sadismo. En el juicio, conscriptos y sobrevivientes dijeron que no sólo habían visto a Barrientos en el Estadio Chile, sino que también habían sido testigos de su rol clave ahí. Un testimonio escrito de un ex conscripto, José Paredes, declaró que Barrientos fue el que le disparó a quemarropa al ya brutalmente torturado Jara en un «juego» de ruleta rusa con otro oficial, y que ordenó que otros soldados lo acribillaran. El cuerpo de Víctor tenía impacto de 44 balas, sus muñecas y manos fueron destruidas y su cara tenía heridas profundas.

-¿Podemos concluir que en este caso la justicia norteamericana funcionó mejor que la chilena?

-En este caso sí, gracias a una organización no-gubernamental y la familia Jara, y a sus amigos y aliados. Pero no siempre. Yo diría, por ejemplo, que Argentina está mucho más avanzada que EEUU en términos de juicios criminales a militares y policías que cometieron atrocidades. A veces en EEUU simplemente los casos criminales no se presentan. Después de la guerra en Iraq y las torturas en Abu Ghraib y otros lugares, hubo llamamientos en EEUU para realizar juicios criminales contra los acusados. El presidente Barack Obama, no obstante, quería “ver adelante y no atrás” y la CIA se opuso obstinadamente a cualquier investigación. En el campo internacional EEUU no tiene un récord muy positivo en aras de la justicia. Se recuerda que aunque en 2000 el presidente Bill Clinton firmó el Estatuto de Roma para establecer la Corte Penal Internacional, en 2002 George Bush Jr. retiró esta decisión. La Corte es para juzgar a personas acusadas de crímenes de guerra, de lesa humanidad y genocidio cuando la justicia nacional no funciona.

-¿Está clara la estructura de mando que había en el Estadio Chile?

-No está clara todavía. Ha sido muy difícil reconstruirla. El abogado de la familia Jara, Nelson Caucoto, me dijo en 2014 que las fuerzas armadas de Chile nunca habían colaborado con sus investigaciones en el caso chileno sobre el asesinato de Víctor Jara y que jamás han dado información sobre la estructura de mando en el Estadio. Los abogados y jueces tenían que investigar y recrear todo esto en investigaciones meticulosas a lo largo de muchos años. Caucoto había querido obtener el testimonio de Augusto Pinochet en este caso en 2004 -como éste solía decir, en Chile no se movía ni una hoja si él no lo sabía- pero esto nunca sucedió y Pinochet murió en 2006. En última instancia los crímenes de ese período son responsabilidad de Pinochet y del régimen, bajo el concepto de responsabilidad de mando.

-El hecho de que oficiales involucrados en el crimen de Víctor Jara hayan pasado por la Escuela de las Américas, ¿permite entender la lógica bajo la cual se operó?

-En realidad hay cuatro oficiales acusados en esta causa que recibieron entrenamiento en la Escuela de las Américas: Raúl Jofré González (1968), Barrientos (1968), Edwin Dimter Bianchi (1970) y Jorge Smith Gumucio (1972). Hubo vínculos fuertes entre las estrategias contrainsurgentes hemisféricas, fomentados en la Escuela de la Américas y otros sitios interamericanos, con programas militares de adestramiento y con el financiamiento de EEUU en América Latina. Dentro de ese marco cae el surgimiento de organismos como la DINA, que usaron la desaparición forzada, la tortura y el asesinato como métodos. Bajo la doctrina de seguridad nacional que compartieron EEUU y los FFAA de América Latina durante la Guerra Fría, la oposición política y muchos activistas sociales, sindicalistas, estudiantes, profesores, religiosos socialmente conscientes y otros fueron vistos como “enemigos internos.” Es decir, muchos sectores de las sociedades, no solamente guerrilleros, fueron considerados subversivos.

-Y en general, ¿qué tanto peso tuvo la instrucción norteamericana para la represión de opositores a Pinochet?

-Tenía mucho peso. Después del golpe, la CIA ayudó directamente a Manuel Contreras para organizar la DINA. Hay nuevas evidencias recientes sobre el rol de la CIA en el entrenamiento de agentes de la DINA después del golpe. Pedro Espinoza, el segundo a cargo de la DINA, admitió que “en los meses de julio o agosto de 1974, hubo personal de la CIA que hizo cursos de instrucción en la Escuela de Inteligencia de San José del Maipo”. Esto sucedió en una casa de quien había sido amigo personal de Salvador Allende y dueño del diario El Clarín, Darío Sainte-Marie Soruco, o ‘Volpone’. Fue tomada por los militares y usada como centro de inteligencia y también como sitio de tortura. Además Henry Kissinger, Consejero de Seguridad Nacional de Richard Nixon y luego titular de la Secretaría de Estado, siempre se resistió a condenar a los Estados militares por sus sangrientas campañas antisubversivas.

-¿En qué va la extradición del ex teniente Barrientos por tribunales chilenos?

-La petición de extradición de Chile fue enviada a Washington en 2013. Luego, el Gobierno de EEUU pidió varias aclaraciones, más información y pruebas. El hecho de que Barrientos tenga ciudadanía estadounidense significa que la situación es jurídicamente complicada. Ha vivido en Florida desde hace mucho tiempo. Con toda franqueza, no me sorprendería si se presentaran resistencias dentro de los dos gobiernos. Todo el mundo sabe que el gobierno de Nixon y Kissinger organizó programas encubiertos para prevenir el ascenso de Allende a la presidencia, y después, con Track I y Track II, para derrocarlo. La dictadura de Pinochet gozó de tratamiento privilegiado, porque fue un aliado anticomunista de Washington en la época.

-¿Piensa que el gobierno de EEUU ha cooperado lo suficiente cuando Chile pide la entrega de militares involucrados en violaciones a los DDHH?

-No, no ha demostrado mucha voluntad para esclarecer casos claves de América Latina y ha sido muy lento en enviar a sus países a personas que han sido encontradas culpables. A veces, se han dado acuerdos políticos, como es el caso de Armando Fernández Larios, quien participó en la Caravana de la Muerte. Viajó de Chile a EEUU en 1987 y dio información sobre el caso Letelier mediante un trato con las autoridades de EEUU. A cambio, recibió una sentencia de corta prisión y después recibió permiso para residir y trabajar en EEUU. Es importante decir que el Gobierno de EEUU es enorme y complejo. En el caso Letelier, por ejemplo, el Fiscal estaba investigando el asesinato con mucha dedicación, pero al mismo tiempo la CIA se resistía a brindar la información que tenía. Muchas veces, diversas agencias y departamentos tienen sus propias prioridades e intereses. Tampoco han ido muy lejos investigaciones federales sobre otras figuras notorias. Por ejemplo, Michael Townley, el asesino estadounidense-chileno de la Operación Cóndor, aparentemente está libre en EEUU bajo una identidad distinta. Falta voluntad política y no se hace justicia. Hay ramas de EEUU que son muy poderosas, como la CIA y el Pentágono, que no quieren esclarecer el pasado

LA NUEVA CANCIÓN CHILENA

-¿Cuál es el origen de la “Nueva Canción” chilena y su importancia en el contexto previo y posterior a la dictadura de Pinochet?

-El movimiento de la Nueva Canción nació en los 60 de la lucha por la justicia social y la democratización más profunda del Estado y la sociedad en Chile. La música personificaba una visión de mundo alternativa, de un futuro social justo para millones de chilenos que habían sido por largo tiempo excluidos política y socialmente. Esta música nueva encontró una audiencia amplia entre los estudiantes con conciencia política y social, y pronto se difundió a otros sectores que incluían obreros y sindicalistas, intelectuales, trabajadores rurales y campesinos y pobladores de Santiago. A mi juicio la Nueva Canción cumplió un papel fundamental en la movilización y unión de la gente en una causa común. El arte y la música de aquella época capturaron el espíritu de los movimientos contra-hegemónicos en expansión.

-¿Cómo aportó Víctor Jara a este movimiento?

Víctor Jara fue un pionero y una figura fundamental en el movimiento. Fue parte del elenco de La Peña de los Parra y trabajó con Quilapayún e Inti-Illimani tanto como con el grupo femenino Cantamaranto y muchos más. Como con otros compositores de la Nueva Canción, las canciones de Víctor demostraron que la excelencia artística no fue incompatible con el compromiso político. A pesar de años de represión, la dictadura no pudo borrar a Víctor Jara de la memoria histórica del país.

-¿Y qué miraba él en la sociedad chilena al momento de escribir y componer sus canciones?

-Creo que miraba el potencial de la sociedad y de cada persona por su capacidad de luchar para lograr una sociedad mejor. Tenía esperanzas y confianza en los seres humanos y en la lucha organizada. Tenía fe en la humanidad. Entendió las tragedias, los retos y las vidas de los más humildes, porque él nació en ese medio. Sus canciones hablaban emotivamente de las vidas, las penas y la nobleza de los campesinos y obreros, así como de las injusticias cometidas en su contra. “Preguntas por Puerto Montt” de Víctor, fue una canción que denunció, de manera punzante, una matanza de gente desamparada que ocurrió en 1969. Tuvo un gran impacto político y la derecha odió a Víctor porque la canción culpó directamente a un ministro del gobierno de Frei por la masacre. La canción “Plegaria a un labrador” fue un grito por la unidad y la acción comunitaria entre hermanas y hermanos, para alcanzar una sociedad justa. Esa música encarnó las esperanzas y los sueños de muchísima gente del período.

-Allende manifestó que “no hay revolución sin canciones”. ¿Concuerda usted con esa mirada y que la dictadura veía en la música una amenaza?

-La dictadura vio el movimiento de la NCCh como una gran amenaza porque tenía música revolucionaria, poderosa, inspiradora y movilizadora. Más allá, la Nueva Canción chilena tenía poder político precisamente porque era parte orgánica e integral de un movimiento popular, con lazos profundas con partidos políticos, especialmente con la Jota y el Partido Comunista, pero además con todos los sectores progresistas. El ejemplo de Chile y el experimento de la UP representaban un desafío grande no sólo para las élites y los militares anticomunistas de Chile, sino que para los sectores poderosos y antidemocráticos de toda América Latina y de Washington D.C. Por esto, la dictadura fue muy dura con los músicos de la NCCh. Muchos fueron detenidos, torturados, enviados a Chacabuco y otros centros de detención y exiliados por muchos años.

-¿Sigue siendo la música una amenaza para el poder?

-Potencialmente, pero no veo esto ahora, aunque hay músicos muy buenos de las nuevas generaciones que tienen canciones con contenido social. Pero el momento histórico es muy distinto. No hay ahora un fuerte movimiento popular para producir cambios estructurales, una actitud revolucionaria generalizada. El contexto ideológico de la Guerra Fría ya no está. Hay bastante despolitización en la sociedad, que fue uno de los objetivos de la dictadura y una herencia de ella. Hay señales esperanzadoras en la juventud, sin embargo. El movimiento masivo de los estudiantes en 2011 y más allá fue muy importante; creo que despertó y activó la sociedad. Hay otros temas que convocan, como el “No + AFP”, que logran una participación masiva. Hay grandes sectores de la sociedad chilena que tienen consciencia política y que luchan por sus derechos.

*Esta publicación fue realizada en la Edición Nº 216 de El Ciudadano (versión impresa), correspondiente a los meses de septiembre-octubre de 2017.


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