Por Carlos Montes Arévalo
Entrevista publicada en la edición 236 de la revista El Ciudadano, septiembre de 2019
¿Cómo describirías en términos generales el momento actual que vivimos como país?
Chile enfrenta junto con la humanidad problemas y cambios profundos, ontológicos desde muchos puntos de vista, partiendo porque estamos destruyendo nuestro propio hogar que es la naturaleza, extractivismo y consumismo desenfrenado, seguridad del agua, cambio de la estructura del trabajo, concentración de la producción del conocimiento, control de las redes informáticas, por nombrar algunos. Hemos fracasado desde el punto de vista de que no hemos conseguido bienestar y felicidad para todos como comunidad.
Existe una concentración pornográfica del poder económico, o sea, las cifras son escalofriantes. 250 individuos tienen más del 50% del PIB mundial, la imagen es abrumadora y me voy a permitir el lujo de decir -en modo vieja nomenclatura- que el único bien que el proletariado ha conquistado es la democracia. Y la democracia se está muriendo.
Tuve una conversación -de esas cosas fortuitas que tiene uno- con José Saramago. Y tú sabes que él me dijo eso, siendo un militante comunista, como todos sabemos, que el gran tema era esta democracia enferma. El proyecto roussoniano ya no le servía al capital. No le sirve al proyecto neoliberal; de ahí el resurgimiento del fascismo, con cara amistosa, que es el capitalismo con 40 grados de fiebre.
Y frente a este escenario tan adverso, ¿qué crees que podemos hacer?
Pienso lo siguiente: cuando se ejerce el derecho a voto es el único momento en realidad en donde uno es igual a otro. Y es el único instrumento que puede liberarnos y generar una sociedad distinta. Ahora bien, creo que además tenemos otro problema en particular en Chile.
A ver…
Hay una crisis de desafecto profundo de las instituciones democráticas, por una razón que creo quizás te cause extrañeza; he pensado mucho el porqué los trabajadores y trabajadoras votaron mayoritariamente por un gobierno de derecha neoliberal y de los empresarios. Ante eso hay una estigmatización que no comparto en lo absoluto, eso de decir “facho pobre”. Eso obedece más a una respuesta emocional y de rabia, desde la derrota política de las elecciones. Tal vez por esta metodología que tengo de encarnar personajes, me puse a pensar desde ese lugar, desde esa persona trabajadora votante que no milita en la derecha y que propone la interrogante de cómo una trabajadora que no es dueña de capital finalmente apoye los proyectos de los empresarios, de los grandes capitalistas, de los ricos.
La explicación que intuyo es que si has votado durante un cuarto de siglo por ciertas personas que te representan simbólicamente e históricamente con un discurso que va a solucionar los problemas esenciales como la salud, la educación o la vivienda, y que no lo han hecho de la manera que lo prometieron, entiendo que desde su intuición terminan diciendo que quien tiene la madeja del poder va a poder gobernar mejor y dará una solución eventual, al menos, en el ámbito del trabajo.
Entonces, ¿crees que una parte de estas y estos trabajadores que votaron derecha lo hicieron desde una lógica de adaptación y de supervivencia en un escenario abundante de nuevas discursividades y promesas de bienestar?
Claro. Piensa que el trabajo humano crea la riqueza. El único factor imprescindible en la creación de riqueza es el trabajo manual e intelectual de los seres humanos; no del capital ni del empresario. Esto es el gran fraude de la dictadura de la derecha: el empresario es un héroe social. Piensa en las palabra que usan: “creador” de riquezas, “creador” de oportunidades, “creador” de trabajo, y eso no es así.
Lo que comentas se conecta justo con una de las causas que defiendes actualmente, la campaña “Decido Yo”
Así es, los trabajadores tenemos casi 250 mil millones de dólares en el sistema financiero. Inspirado en Olof Palme, me planteé la siguiente pregunta: ¿soy propietario o no de mis ahorros? Según los empresarios, el Estado y sus mercenarios políticos, sí lo somos. Pero resulta que propiedad se define esencialmente como la potestad de decisión sobre el goce o usufructo del bien, y pasa que los trabajadores no tenemos ninguna posibilidad de decisión, ninguna. Por eso lo que proponemos con la Casa Común que dirige Fernando Atriay el movimiento No + AFP, es lo siguiente: si esos ahorros son nuestros, nosotros tenemos que decidir sobre ellos y, por lo tanto, nosotros tenemos que elegir a los directorios y sus administradores, así como hacen los ricos que tienen acciones y que tienen asambleas de accionistas para escoger a los directorios que deciden cómo se invierten y administran sus fondos.
PENSANDO A CHILE
¿Cómo ves a Chile en razón de su dimensión identitaria, en su autoconcepto de nación?
Si no juega la Selección Chilena y gana, aquí no existe Chile. Nosotros nos unimos por dos motivos, ese es uno, y las catástrofes son el otro. Tenemos una relación de amor y odio con la naturaleza. De amor porque por suerte nos prodiga de recursos como el salitre en su momento, el cobre y ahora el litio; y nuestra fértil tierra. Depender de esta fortuna es seguir un camino lleno de incertidumbres, así que hay que dejar de depender de nuestra suerte.
Creo que el desafío que tenemos -y que tiene que encarar el próximo gobierno- es parar e iniciar la pendiente, necesaria e imprescindible, gran conversación entre los chilenos y las chilenas para reflexionar verdaderamente sobre estos problemas. Vivimos en una situación de emergencia vital, que es lo que nos plantea la pequeña Greta (N.del.R: Greta Thunberg, adolescente sueca que a sus 16 años se hizo conocida mundialmente por su activismo contra el cambio climático).
En los tiempos que habitamos, lo que planteas es muy sensato, pero así también exige una gran carga de voluntad
Absolutamente. Mi propuesta es hacerlo en torno a algo que nos defina como nación. ¿Qué es lo que nos define como nación? Nuestra relación absoluta con la naturaleza, por lo tanto, la idea es restituir un proyecto nacional vanguardista, de respeto a la naturaleza, a esa que nos castiga pero que nos regala al mismo tiempo.
Somos una nación que construyó su identidad en torno a su propia naturaleza y esto se debería encarnar en una nueva Constitución; en piedras fundacionales basadas en las que estaban pero que no supimos ver y que sí han visto siempre nuestros hermanos mapuche, diciendo por ejemplo que si sacas un árbol vivo que te da frutos, debes plantar dos árboles.
Es fabuloso esto que dices, pero a la luz del clima por el que transitamos, ¿ves posible alinearnos en este camino?
Por supuesto que lo creo posible. Frente al gobierno que venga, sea cual sea, nosotros queremos plantearle esta gran conversación, así de profunda, seria, humana. Y tendríamos distintas opiniones, claro que sí, pero confío en la gente y seguiré confiando en la gente. Creo profundamente que esta gran conversación, de reflexión colectiva, puede lograr una comunidad hermosa y más feliz.
RESISTIENDO EL OLVIDO
Ya son 46 años desde que el Golpe fracturó nuestra historia. ¿Cómo observas a Chile después de todo este tiempo?
Cuando estuve preso fui compañero de celda de Clodomiro Almeyda. Compartimos litera, incluso. Pienso en tantas conversaciones que tuvimos y en todo lo que aprendí con él. Recuerdo una vez que me dijo, “Joven -con su voz aguardentosa y profunda-, ¿sabe cuál es la tragedia actualmente -pensando que era el año ‘87-?… Quizás hace 50 años nosotros no podíamos cumplir la promesa de darle bienestar al pueblo porque la torta era muy chica, pero hoy día la torta ya no es chica, hoy están los recursos, la acumulación de riqueza es de tal envergadura, que es inmoral porque hay para que toda la humanidad viva con dignidad. Esa es la tragedia”.
Esa es la tragedia, porque creo que todos estos tecnócratas, estos nuevos jugadores de cifras -sin ánimo de denostarlos-, tienen una visión muy equivocada del asunto. Ellos tienen que ver al ser humano. Acá no hay conceptos abstractos ni cifras, aquí hay personas, hay hombres, mujeres, papis, mamis, hijos, hijas. Eso es lo que nos une, eso es transversal, es nuestra condición humana.
¿Y cómo enfrentas tantos mensajes que intentan desmemoriarnos, convencernos que es mejor el olvido?
Creo que no hay que olvidar, porque solo somos el pasado. No somos nada más que el pasado. Mi vida es lo que yo recuerdo de esa vida. Y a nivel colectivo pasa también, la sociedad es lo que recuerda de su existencia. Es imposible olvidar. Nuestro pasado tenemos que reconstruirlo de la manera más veraz y honesta posible y lograr vernos realmente como somos. Esa es la única manera para que podamos estar sanos.
Debemos revisarnos con honestidad. Porque así como la historia es un campo de batalla político, la omisión y el olvido sencillamente le da ventaja a los poderosos para que construyan exégesis oportunas que solo están en función de sus intereses. (Humberto) Maturana dice que el futuro somos nosotros, los adultos, y no los niños, y creo que tiene razón. Desde la manera de relacionarnos, en la educación, en lo que le enseñamos a nuestros niños. Los padres somos el futuro, no los hijos. Esto se aplica también a la historia.
ALLENDE PRESIDENTE ALLENDE
Pareciera ser que la figura de Salvador Allende cobrara más sentido y hondura con el paso de los años. ¿Cómo recuerdas su muerte?
Lloré por días. Porque aunque siempre le duela a la derecha, él tuvo un sentido y una responsabilidad histórica con su pueblo, y comparado con el dictador pusilánime, con ese que se decía “enfermito” -además de ser ladrón-, sigue brillando gigante en nuestra historia.
Personalmente -y quizás como todos-, nos inundó el miedo después del Golpe Militar. Miedo de asumir las labores políticas y unirse a la resistencia, pero Allende fue la figura libertaria y democrática que a todos nosotros nos dio la fortaleza de pararnos frente a ocho mil milicos de la fuerza armada y la DINA y combatir por la libertad. El Presidente Allende fue sin lugar a dudas el gran ejemplo.
Tú eres el número 3.510 de la Nómina de Prisioneros Políticos y Torturados de la Comisión Valech. ¿Cómo has logrado reconstruir tu vida luego de esos horrores?
Es difícil emocionalmente referirse a esos años. Estamos dañados quienes vivimos ese período. Pienso en amigos queridos que fueron asesinados o desaparecidos, cuyas ausencias me provocan un daño emocional enorme, daño que he tratado de trabajar para no convertirme en alguien lleno de odio y de rabia y resentimientos, porque yo no nací así. Nadie nació así. No debemos tener eso en nuestra alma porque nos hace daño y no nos permite ver la realidad ni actuar sobre ella. Creo que actuar para que haya justicia es la manera de sanarnos.
Mi situación es nada frente a quienes les mataron a sus hijos, hijas, mamás, a sus papás. ¿Y sabes qué? Creo que en general a esas personas las hemos dejado solas. Mirémonos al espejo. Ellas van solas cuando deberían haber cientos de miles de gente que adhiera y comparta sus dolores. Hay casi mil 300 desaparecidos todavía. Chile tiene un deber moral de encontrarlos.