Uno de los investigadores con más experiencia en la investigación rigurosa sobre la problemática de las drogas en América Latina es Baldomero Cáceres, psicólogo limeño, Master Arts en la Escuela de Educación de la Universidad Leland Stanford Jr. de Palo Alto, California. Dedicado a la defensa académica de la costumbre milenaria del coqueo andino, se dedicó a rehacer la historia de la condena de la coca en su obra Historia, prejuicios y versión psiquiátrica del coqueo andino. Desde el comienzo se vinculó al movimiento campesino cocalero y ha participado en diversas reuniones internacionales sobre drogas.
Cáceres plantea volver a la tradición del siglo XIX, que ocupaba a distintas plantas como poderosas medicina. La amapola del opio, el cáñamo de la India y la coca Andina debieran recobrar presencia legal, solucionando así los problemas creados por la prohibición de las drogas.
Llevamos más de 10 años de la «guerra contra las drogas» ¿cómo evaluarías todo este tiempo?
-Si bien se puede hablar de 10 años en referencia a la última Asamblea General sobre el tema, cuyos propósitos deben evaluarse el 2009, cabe aclara que es bastante tiempo más que dura la cruzada. Aquí en el Perú por lo menos la consideramos desde 1978, cuando por la presión de los EE.UU se dictó el D.l.. 22095 del Gobierno Militar de entonces, conocido como Ley de Drogas. Como era de esperarse los resultados han sido negativos: el mercado de «drogas prohibidas» se ha extendido, aparte de los efectos «no deseados» como la violencia y corrupción en los países productores de las plantas prohibidas desde Afghanistan , pasando por Colombia, a Bolivia.
Como el 2009 se celebrará la reunión de la ONU que evaluará la estrategia de diez años acordada durante la UNGASS sobre Drogas de 1998, para «eliminar o significativamente reducir la oferta y la demanda de drogas ilícitas».
¿Cómo evaluarías el proceso previo a este encuentro? ¿Ha habido instancias de participación efectiva en nuestro continiente?
– Lamentablemente muy poco se ha hecho hasta donde conozco. Al menos oficialmente, Es verdad, sin embargo, que algunas organizaciones como el Instituto Transnacional de Holanda (TNI) y otras se preparan para la Asamblea del próximo año, pero no creo que ni Bolivia, con su nueva actitud frente a la coca, tenga nada entre sus manos que pueda hacer tambalear la línea prohibicionista que sigue dominante.
¿El evento representa alguna oportunidad para quienes somos disidentes de las políticas de drogas emprendidas?
– Depende de muchas cosas. Si lográramos reunir fuerzas alrededor de una posición clara y terminante:libertad fundamentada para los cultivos prohibidos y amplio retorno a la farmacéutica formal de los opiaceos y la cocaína, creo que podríamos lograr presión para el cambio por parte de la opinión pública. Es verdad que bastaría que un Gobierno estuviera dispuesto a denunciar las Convenciones y exigiera la puesta al día de la informaciòn científica para que se inciara un verdadero cambio. Pero ni Bolivia lo decide.
¿Cómo evaluarías la respuesta de los gobiernos latinoamericanos a los convenios sobre drogas, considerando que terminan prohibiendo y criminalizando practicas y cultivos tradicionales de nuestros paises?¿Ves algún ánimo en desarrollar políticas más sensatas?
– Es una dependencia colonial, rara vez denunciada como tal, la que rige el comportamiento de nuestros Gobiernos. Ni Bolivia con Evo escapa. De ahí su hasta hoy ambigua política expresada en aceptar los cultivos de coca, pero aceptando y reproduciendo la presión norteamericana sobre otras sustancias.
Ya ha pasado harto tiempo desde los primeros convenios que plantearon fiscalizar el opio y la hoja de coca ¿Qué efectos consideras que han traído tales políticas?
– Han impedido el aprovechamiento por la Humanidad de grandes plantas medicinales del sistema nervioso (amapola, cáñamo y coca) a las cuales recurrió la medicina occidental durante el siglo XIX, antes de la aparición de esa seudo ciencia que es la Psiquiatría, responsable exclusiva de haber predicado contra ellas. Además, han criminalizado nuestras sociedades mediante la corrupción y la violencia que mantienen en pié el llamado «narcotráfico» ; y mantienen una desinformación global sobre el tema, gracias a la cual dominan las consignas y se desestima la reflexión sobre tan absurda guerra.