Este sábado el Centro Cultural Manuel Rojas será escenario de una interesante actividad. Interesante, principalmente, para todas y todos quienes no vivimos la última década de la dictadura de Pinochet, cuando diversos focos de resistencia ligados a la cultura (o contra-cultura, más precisamente, dado el contexto) comenzaban a aglutinarse en espacios ligados al arte y la bohemia. Interesante, además, para desmitificar la real importancia que tuvo esta contracultura subterránea, sus vasos comunicantes con las formas más ortodoxas de resistencia a la dictadura y su proyección en el tiempo hasta la actualidad.
Como explica el investigador Miguel Angel Soto Vidal (también conocido como Gorlack), uno de los organizadores de la actividad junto a Giorgo Vargas, el encuentro del sábado es una revisión histórica a la época de las Bienales (encuentros organizados por Vicente Ruiz y Jordi Lloret, que ironizaban con las instancias artísticas del mismo nombre) y al entorno cultural que se daba.
“Es como un encuentro de amigos de antaño y para los nóveles una oportunidad de apreciar en su real magnitud el fenómeno que hoy se estudia como historia en las universidades y en textos de arte muy someramente”, añade Soto.
Habrá registros audiovisuales de la época, fotografías y un foro abierto donde se compartirán las vivencias. Luego habrá una fiesta con música y videos de diversos estilos.
“En la época se daba que convivían las distintas tribus y estilos en el mismo lugar, generándose una sinergia creativa en un ambiente familiar y clandestino. Exhibiremos videos de época de Viena, de grupos punk, hip hop, arte y vanguardia de antaño, performances y videoinstalaciones, así como mucho archivo histórico de escasa difusión”.
-En el contexto de la dictadura, los espacios “alternativos” pasan a ser aglutinadores de esta naciente contracultura de resistencia…
-Claro. Las primeras iniciativas de cambio y resistencia contracultural en los ‘80 comienzan con la aparición de disquerías alternativas como la Fusión (1981) de Carlos Fonseca, programas de radio de la Universidad de Chile como Melodías subterráneas (1983) con Rolando Ramos, y luego con espacios que se abren como El Garaje Internacional Matucana Nº19 (1985) y El Centro de Resistencia Cultural El Trolley (1984-1988). Además estaba Taller Sol, el Cultural Mapocho, la Galeria Bucci y otros centros culturales, marginales o tugurios de reunión. Es en estos lugares donde se funda la acción de resistencia cultural al apagón dictado por el régimen, como una alternativa a la cultura oficial, dándole un espacio a la expresión de los artistas que estaban marginados.
-Paradójicamente el contexto posibilita el desarrollo de estas propuestas…
-Sí, este ambiente de represión y clandestinidad fue propicio para que se desarrollasen nuevas formas de comunicar la cultura y las ideas. Los distintos movimientos estudiantiles comenzaron a apropiarse de los espacios que estaban en la calle, aprovechándolos y recuperándolos primero desde el anonimato, luego desde las Universidades y más tarde como manifestación de protesta.
-¿Qué tan dentro o qué tan fuera de lo académico estaban estas manifestaciones? Las Universidades estaban intervenidas…
-Frente a ese “apagón cultural” surgió la necesidad de crear espacios de refugio y acontecimiento fuera de lo académico, de buscar a través de las artes una nueva forma de reunirse, porque había toque de queda, estado de sitio, detención por sospecha y prohibición de reunirse en grupos. Por ello había que tomarse y generar los propios espacios, que se fueron llenando de talleres de arte, exposiciones, café-concerts, performances y un sin número de actividades musicales, marcadas por una propuesta visual, libre y autónoma en respuesta claramente a la coyuntura vivida en el país en ese minuto.
-Matucana 19 fue un lugar central para este conjunto de manifestaciones…
– Claro. El Garaje Internacional Matucana 19 se creó en 1984, y estaba a cargo de Jordi Lloret. Era un galpón ubicado en plena Estación Central, y es ahí donde se escucha por primera vez la palabra “instalación” o “performance”, por lo que se transforma en un referente para las nuevas generaciones. En el mismo periodo, pero en otro sector se instala El Trolley, más enfocado en la teatral. Estaba en la calle San Martín en un viejo Sindicato de Taxistas y al frente estaba Ramón Griffero. Ambos lugares de reunión fueron muy importantes para la naciente cultura alternativa que hubo en los años ochenta. Estos lugares lograron darle cabida a todas las expresiones artísticas, literarias, pictóricas, creativas que, en general, no tenían espacio en otros lados, pues no sólo rechazaban la dictadura sino también las “prácticas” políticas de esos años. Ahí se juntó el rock, la pintura, el comic, la danza, el teatro, la cocina, desfiles alternativos de moda, encuentros feministas, etc. De esta manera la poesía, el arte, la música, la literatura, el cine y la crítica se convierten en el lenguaje de los jóvenes de la época, reflejando de una u otra forma el repudio hacia la dictadura imperante y censuradora de cualquier expresión cultural.
-¿Cuál crees tú que es la importancia de esta corriente subterránea de oposición a la dictadura?
-En los ‘80 la censura y la desinformación mantienen a la ciudadanía en una especie de letargo. Chile es un país dormido: hay temas vedados y enfoques prohibidos, la dictadura de Augusto Pinochet se encargó de eliminar todo lo estrictamente “no oficial”. Pero en esta década también se produce una ruptura generacional que distanciará al mundo juvenil con el mundo adulto.
-¿Qué elementos son constituyentes del underground, de una contra-cultura subterránea?
-La disidencia y el malestar son ingredientes básicos del underground al igual que la creatividad y la imaginación.
Colectivos feministas, homosexuales, agrupaciones de derechos civiles, estudiantes, grupos de cine, teatro y arte, entre otros, se propusieron en ese entonces configurar una nueva cultura basada en los ideales underground, desplazando a la vieja cultura con el rechazo total de esta y sus formas de manifestación.
El hecho que viene a transformar todo ese sentimiento monótono es el reconocimiento de un nuevo tipo de discurso: el del contrapoder, el cual se plantea al interior del sistema y apunta más que nada a consolidar un nuevo tipo de conciencia; un espíritu crítico que refleje una actitud: la actitud crítica, tal como la manifiesta Van de Wyngard, es decir, dogmas, doctrinas, ideologías, líneas de pensamiento, actitudes antiguas, vigentes o nuevas, sólo tendrán la oportunidad real de ofrecer y llevar a cabo sus proposiciones sin traicionar sus principios, en la medida, en que todo miembro consciente de la sociedad se transforme en un participante activo, crítico y generador, que sea capaz de insertarse en ella como un sujeto dinámico y cuestionador el cual con su aporte vivifique y cambie el sistema social en que está inmerso.
En Chile, esta postura se encuentra presente bajo un nuevo temperamento que reacciona y comienza a resistir a la dictadura desde la cultura; se recompone el tejido social rasgado, volviendo a crear ágoras en donde fuera posible regenerar los vínculos y construir nuevos símbolos. Una de las primeras apropiaciones fue reciclar las ideas extranjeras a partir de las referencias de fenómenos como el underground y la contracultura, asimilando sus métodos de expresión, formas de organización, alternativas políticas, pero más que nada adoptando todo su potencial de información alternativa. Esta última se convertirá en un material de cohesión para las nuevas generaciones chilenas.
-Y hoy, en estos términos: ¿Existe una cultura underground en Chile?
-No sé si existe…esa es la pregunta que me hago a ratos. Quizás el estado del arte deba analizarlo hoy un activo participante….Creo que es tarea claramente de las nuevas generaciones. El cambio de paradigma y la visión del futuro no sé si es la misma. Humildemente creo que es tema para los próximos historiadores. Si está hoy viva se está construyendo bajo otros principios y responde a otros problemas sociales y generacionales. Creo que es mejor dejarla así….que sea intuitivamente, que la descifren aquellos que hoy son sus componentes activos y que cuiden los códigos que la envuelven con su manto de misterio y celo. Es muy fácil hoy que algo soterrado se vuelva mainstream…y ahí está el verdadero valor y sus definiciones de principios.
-¿El encuentro del sábado es un ejercicio de memoria?
-El encuentro hoy, en este año, es más bien un saludo a la bandera, un guiño honorifico de aquellos héroes invisibilizados, una deuda pagada y un acto romántico de saludar a la memoria y la nostalgia de quienes en los ‘80 instalaron y dieron pauta valiente de lo que se debía hacer…a costa de la propia vida.
A la vez, es un pretexto para poner y exhibir a través del trabajo audiovisual y la fotografía un periodo del que fui parte en mi experiencia personal y que dejó una profunda huella en toda una generación.
Por Cristóbal Cornejo
El Ciudadano