En enero dos viajeros profesionales rusos Olesia Oblachnaya y su compañero Borís Konoválov empezaron su viaje por América Latina que terminaría a mediados de marzo. La cuarentena hizo sus ajustes: los blogueros volvieron a casa solo en agosto. En una entrevista Olesia cuenta lo que les costó regresar a Rusia medio año más tarde.
Las ventajas de ser ruso
Aunque hay pasaportes extranjeros que les abren a los viajeros muchas fronteras internacionales (por ejemplo, los portadores de pasaportes de Japón, Singapur o Corea del Sur pueden viajar de turistas a 189 países sin visado), la nacionalidad rusa les ayudó a Olesia y Borís a lo largo de su viaje.
«No es la primera vez que viajo por América Latina. He estado dos veces en México, dos veces en Guatemala, una vez en Colombia. Y el hecho de ser rusa siempre me ayuda. Esta vez viajé con Borís y en Cuba él llevaba puesta una camiseta con la sigla ‘URSS’, y eso le gustaba a la gente».
Visitaron Río de Janeiro, de allí partieron a la Patagonia, Argentina, en autoestop, y visitaron Bolivia. Cuando los chicos fueron a la Patagonia en autoestop, otros viajeros les aconsejaron llevar un cartel con la leyenda ‘Soy ruso’ para que los conductores supieran que no eran americanos.
«A menudo aclarábamos que no eramos ‘gringos’, que éramos rusos. Los latinoamericanos tratan a los rusos muy bien. Para ellos Rusia es algo tan lejano como el fin del mundo. Además, cuando les decíamos que éramos rusos nos dejaban de percibir como un saco de dinero y no nos cobraban mucho, incluso a veces nos hacían un descuento solo por ser rusos».
Cuarentena, una bendición disfrazada
El objetivo principal de su viaje era el tratamiento en un centro peruano, «para curar los nervios». Ese centro —que se llama Centro de Desarrollo Integral Dos Mundos— fue fundado por un sanador de Perú y su esposa rusa. Olesia precisa que don Pepe no se identifica con los curanderos o brujos, sino que se hace llamar sanador y es una persona que se adhiere a los cánones clásicos de la medicina amazónica. En su centro, la ayahuasca, usada en rituales chamánicos en varios puntos de América Latina, no se mezcla con otras plantas y su consumo mitiga la tensión excesiva de nervios sin efectos psicodélicos.
«Después de visitar Brasil, Argentina y Bolivia, donde tomamos fotografías para un proyecto, finalmente llegamos al centro peruano, y entendí que en vez de tener 2,5 semanas por delante, tenía solo unos 10 días hasta el final del viaje. Me entristeció este hecho, porque quería pasar un mes allí, pero quedaban muy pocos días».
El 27 de febrero Olesia escribe en su Instagram que les esperan tres semanas en el centro. Y es justamente cuando les tomó por sorpresa la pandemia del coronavirus, estado de emergencia con toques de queda y el cierre del espacio aéreo y de las fronteras en general. Para Olesia todo eso se convirtió en una bendición disfrazada.
«Intentamos irnos, subirnos a un vuelo de evacuación, se cancelaron los billetes que teníamos, pero el hecho de que nos quedáramos más y más tiempo me hizo feliz. Después de que cumplimos con todos los requisitos dietéticos, hicimos todo lo que quisimos en el centro y nos dimos cuenta de que nuestro festival turístico en Rusia nos estaba esperando, empacamos e intentamos salir por algún corredor mágico, como si las fronteras se abrieran a propósito. Entendimos que de una forma u otra podríamos salir de Perú a través de todos los obstáculos. Y bueno, sucedió».
Conductores caprichosos y coches pequeños
Cuando estalló la cuarentena en Perú, en ‘Dos Mundos’ había entre 40 y 50 rusos, no solo de Rusia, sino también rusos que vivían en Europa, Canadá, Israel, además había ciudadanos de EE.UU., Israel, Francia. Unas 20 personas se fueron en el primer autobús a Lima organizado por el Consulado de Rusia en Perú para la evacuación de los connacionales. La gente pagaba por el transporte, pero los contactos los daba el Consulado ruso.
«No conseguimos sitio y era demasiado caro. Entonces nos quedamos para esperar otra opción».
En ese momento surgieron los primeros problemas. Acordaron un autobús de 10 plazas, pero el Consulado ruso les propuso una variante bastante cara. Al mismo tiempo, otros dos ciudadanos rusos le prometieron a Olesia encontrarle un coche por un precio más bajo, «porque los rusos no abandonan a los suyos».
«El conductor tenía sus caprichos. Comenzó a exigir un prepago, pero estábamos a 60 kilómetros de él, no teníamos forma de hacer una transferencia bancaria internacional por la alta comisión y el largo proceso de pago. Le debimos parecer «sospechosos», dijo que no iría sin prepago y subió el precio dos veces. Y entendimos que incluso si encontrábamos a alguno de los rusos que pudiera darle este dinero, podría quedárselo y desaparecer. Discutimos durante mucho tiempo y, en general, se negó a ir».
Cuando por fin vino el coche, no era un autobús de 10 plazas, sino un automóvil donde iban dos personas delante y quedaba sitio para cuatro en la parte de atrás.
«Éramos seis, con maletas, y las condiciones eran inhumanas para viajar con tanta estrechez. Al mismo tiempo, había un hombre en el centro que no se iba a ir, pero le dijeron que su padre estaba en Rusia en un estado previo al infarto. Y decidimos quedarnos esta vez también y cederle a este hombre nuestros asientos. Así irían más cómodos los que se fueron en ese coche».
Ya terminaba marzo. Pero Olesia y Borís no se arrepintieron ni por un minuto y mantuvieron una actitud positiva.
«Tuvimos mucha suerte de haber pasado la cuarentena en este centro. Imagínense unas hectáreas de tierra con vacas, tucanes, monos domesticados, incluso un jabalí pequeño domesticado — todo bajo la supervisión de una maravillosa persona sagrada, un sanador. Todos los que se quedaron tuvieron la oportunidad de someterse a más dietas basadas en plantas o simplemente estar allí con comida y alojamiento por una donación. El territorio está vallado, nadie entraba ni salía, el único con quien teníamos contacto desde el mundo exterior era Don Pedro, que traía comida. Fue fantástico».
Así pasaron otros cuatro meses y medio.
La labor del Consulado de Rusia en Perú
Olesia cuenta que la experiencia de los contactos con el Consulado ruso fue muy agradable y les expresa una gratitud especial.
«Desde el principio, los representantes consulares actuaron con rapidez y siempre se mantuvieron en contacto. Tenemos algo con qué comparar. Los extranjeros escribieron a sus consulados, pero solo los rusos respondieron de inmediato, el mismo día. Por ejemplo, nos ayudaron a encontrar un coche. Aunque era caro y no apto para todos, sin embargo, fue una ayuda tangible. Y fue rápido. Pagaron para que algunas personas del centro regresaran a casa. A nosotros nos pagaron una compensación también, aunque en el segundo intento. Entendieron que no se trataba de hippies irresponsables, sino de personas que por casualidad se encontraban en una situación económica difícil y aportaron argumentos de peso, estaban dispuestos a ayudar. Incluso nos llamaron y preguntaron si todo iba bien cuando ya habíamos regresado a Rusia».
Sin embargo, la comunicación con estructuras tan complejas como un consulado no puede pasar sin problemas. El primer intento de solicitar ayuda financiera resultó un fracaso. Olesia escribió al Consulado de Rusia con la esperanza de que les pagaran los billetes de Lima a Amsterdam. Este vuelo de la compañía aérea KLM, que cuesta 900 dólares, era el único que salía cada semana.
«Pero nos negaron la ayuda financiera. En la respuesta del Consulado el nombre del centro estaba distorsionado (Dos Mundos Ayahuasca en vez de Centro de Desarrollo Integral Dos Mundos), se decía que nosotros habíamos rechazado usar el servicio de transporte «organizado con el apoyo del Consulado», aunque el cónsul estaba al tanto de la situación con el conductor. Además, el documento indicó que la ausencia de intentos de alcanzar la capital del país señalaba la falta de deseo por nuestra parte de volver a Rusia, lo que contradecía la lógica: quedarse en Lima esperando a no sé qué es muy caro. Asimismo, nos echaban la culpa de no intentar recurrir a vuelos de compañías extranjeras, lo que era imposible debido a la situación financiera. ¡Es la razón por la que solicité ayuda financiera!».
Boris llamó al asistente del cónsul, aclaró los detalles y les aconsejaron volver a solicitar ayuda financiera. Olesia especificó el nombre del centro medicinal, señalando que la distorsión de su nombre menosprecia el patrimonio nacional de Perú y puede denigrar el honor del ciudadano de la Federación de Rusia («¿Es para que me puedan presentar en el papel como una persona drogadicta o qué?!»). Adjuntaron el contrato oficial con un servicio que les contrató para tomar fotos en este viaje para justificar que al final iban a volver a Rusia.
Al perder la esperanza, los chicos decidieron pedir ayuda a sus suscriptores. Así lograron comprar los billetes de Iberia de Lima a Madrid, después KLM Madrid-Amsterdam-Minsk, y de Minsk a Moscú.
Unos días más tarde el Consulado les mandó la respuesta que indicaba que «como excepción, proporcionaba asistencia financiera en forma de compensación parcial por el costo de los pasajes aéreos».
El camino de vuelta a casa
Ya que el vuelo de Lima llegaba a Madrid, el único problema era la falta del visado Schengen.
Cuando solicitaron información al Consulado de Rusia sobre el tránsito en el aeropuerto de Madrid en España, a los viajeros les comunicaron que solo los ciudadanos de la UE podían ir en este avión.
«No hubo un trabajo bien coordinado de departamentos. Las únicas personas adecuadas eran los del Consulado de Rusia en Perú. Volamos con escala en Europa con cambio de terminal sin visado Schengen. Escribimos no solo a nuestro Consulado en Perú, sino también al Consulado de Rusia en España, y los de España nos dijeron que ahora un traslado era imposible bajo cualquier circunstancia, ‘les recomendamos que utilicen solo los vuelos de evacuación publicados en el sitio web de Servicios del Estado’. Solo había un vuelo de salida desde Perú y ya había salido hacía mucho tiempo, no se esperaba el siguiente».
Por eso los chicos tuvieron que llamar a través de Instagram a la Cancillería de Rusia y a su portavoz, María Zajárova personalmente, para que les ayudara. En cuanto a María Zajárova, Olesia cuenta que escuchó de otros viajeros comentarios positivos sobre el trabajo operativo de la Cancillería rusa en situaciones parecidas.
Afortunadamente no era necesario: la información prestada por el Consulado de Rusia en España era incorrecta.
El Consulado de Rusia en Perú les emitió un permiso, pero tampoco fue necesario: resultó que en Madrid se organizó un traslado de la terminal a la terminal para los ciudadanos no Schengen que regresan a casa.
A Olesia esta actitud y falta de coordinación le indignó muchísimo.
«Podían brindar esta información a otras personas que, después de escucharlos, no comprarían billetes o tendrían miedo de volar con billetes ya comprados».
Toda la experiencia con el transporte Olesia la define como ‘un pasillo mágico’. Las opciones con los billetes y la ruta cambiaron varias veces. El vuelo Lima-Madrid se aplazó, por eso era imposible hacer el transbordo al vuelo para Amsterdam. Al cambiar los billetes de Madrid por otros a San Petersburgo, este vuelo se canceló un día después.
«Pero el mismo día Turquía abrió sus fronteras con Rusia y se pusieron a la venta billetes a Moscú a través de Estambul. Así llegamos».
El 4 de agosto por fin aterrizaron en Moscú.
Mejor consejo
El principal consejo que nos da Olesia es no seguir el ejemplo de los viajeros profesionales. Por lo general, vuelan por sus propias rutas especiales, de repente pueden cambiar de planes, por ejemplo decidir navegar en barco por el Amazonas, negociar en la frontera.
«El 99% de las personas no utilizarán nuestros consejos porque son demasiado aventureros. Confiamos en la intuición y en nuestra intención interior».
Pues, en una época de Instagram en la que los blogueros de viajes inspiran a miles de usuarios a viajar como locos, el consejo de no escuchar a los profesionales también puede ahorrarles problemas a los diletantes.
Cortesía Arina Iliná Sputnik