Jorge Cardoso, músico e investigador argentino
“Mientras en Estados Unidos no se escuche chacarera, como acá el blues, me niego a hablar de globalización”, advierte el connotado músico e investigador argentino Jorge Cardoso quien estuvo en Chile invitado por el Festival Guitarras de América, y aprovechó de hablar con El Ciudadano sobre cultura y globalización.
El músico argentino Jorge Cardoso ingresa al vestíbulo del Hotel Principado y fija su mirada en el plasma que transmite el frenético cierre de campaña de Henrique Capriles en Venezuela. Apenas se detiene a observar y la mueca de desagrado no se disimula. Se le ve cansado, viene de un agotador viaje desde Europa para participar a la 12° versión del Festival Guitarras de América en el que participó junto a músicos de Argentina, Perú, Colombia, Brasil y Chile en ciudades como Viña del Mar, San Javier, Puerto Varas, Osorno, Puerto Montt y Castro, entre otras localidades.
Natural de la norteña Posadas, Cardoso es un concertista, compositor e investigador reconocido y laureado por sus frecuentes presencias en encuentros y festivales internacionales, cursos, congresos y seminarios, apariciones en radio y TV en Europa, América, Asia y África. Autor de cinco libros, fundador de festivales y organismos de difusión musical; creador de más de 400 obras musicales ejecutadas y grabadas por intérpretes en todo el mundo, entre las que se cuenta una que compuso para “Aire Latino” de David Russell, ganador del Grammy 2004 al mejor disco de música clásica, Cardoso es realmente un gigante que en el Chile gobernado por la tontera pasa casi desapercibido.
Un tipo de trayectoria inabordable es Cardoso. Por eso es que, como el mismo se encarga de acotar, para aproximarse hay que elegir cuál de sus dimensiones abordar, en un ejercicio casi tan infructuoso como desentrañar su repertorio de música argentina y latinoamericana que resulta “una selección de una paleta tan amplia como que hay 150 ó 160 géneros musicales vivos en Latinoamérica”, explica.
-¿Y cómo siente es la recepción de su música en nuestro país?
-Nuestra música cuando se toca en nuestro continente tiene una amplia acogida. La gente se sumerge en el recuerdo, en el pasado, la añoranza, los amores. No es como en Europa donde no hay una cultura o sensibilidad parecida. Acá la emoción la pone el público, porque es algo propio, porque vamos directamente al corazón.
-¿Y cómo valora instancias como Guitarras de América para esta relación?
-Guitarras de América es de lo más importante que tenemos porque le abre un espacio a nuestra música, tanto mejor que otros que captan otros repertorios.
-¿En qué pie queda todo esto con la globalización y la llegada de ritmos y géneros musicales tan diversos?
-En primer lugar no acepto el término globalización, al menos en los términos en que hoy se define. No sé, ni pienso saber qué es un blues mientras en Estados Unidos no toquen una chacarera o una samba. Globalización debe ser igualdad de derechos en la emisión y recepción de todo lo que tenga que ver con la cultura. Y lo que veo es una imposición desde Estados Unidos y el capitalismo neoliberal que hace negocios con lo que se les impone a todo el mundo, destruyendo expresiones locales en todos lados.
-Entonces, ¿qué hacer?
-Innegable: rechazarlos. Yo cambio un Euro por uno y cuarenta de dólar; bueno, yo cambio una chacarera por un blues, pero no es así. No hay intercambio, hay imposición. Incluso la fusión es una historia norteamericana, una mezcla de una música que conocían mal con otra que desconocían. En su decadencia ya no tenían qué vender, entonces inventaron la fusión. Nosotros no estamos en tiempos de decadencia, no necesitamos la fusión. Debemos exaltar nuestra música y llegar a los niveles de creadores como Bach que componía sobre danzas de su época. A eso debemos aspirar: que nuestra música, sin perder sus raíces populares, sea elevada a ese nivel.
-En estos festivales tiene la oportunidad de encontrarse con jóvenes músicos y estudiantes, en este contexto, ¿cómo los ve?
-El bombardeo es tal que los jóvenes, que tienen mínimas defensas, no logran defenderse y terminan sometidos incluso involuntariamente. Hay que hacer una defensa de nuestra cultura, de nuestra música explicando que no se puede destruir en dos décadas lo que ha sido construido en tres siglos o más. Y lo mejor es que en lugar de ponerse a mezclar, lo que hay que hacer es definir y dignificar nuestra música, como mínimo, tanto como se hace con la música anglosajona.
-Pero hay una mirada que valida la apropiación de lo foráneo para darle una relectura desde lo propio, como, por ejemplo, el caso del Hip Hop…
-En Argentina se habla del rock nacional, pero el rock no es nacional. Es como hablar del dólar nacional, no existe. El rock nacional es una ilusión, una distracción. Si es posible llamarlo de alguna forma, lo llamaría “rock de ultramar de la Colonia”, distinto al rock de la Metrópoli porque no se canta en la lengua del imperio. Fíjate que los jóvenes, en el intento de hacer algo suyo, caen en la paradoja de creer que pueden hacer suyo algo que viene de afuera. ¿O en Chile existe el dólar chileno?
-¿Cancelada, entonces, la posibilidad de experimentar con ritmos foráneos?
-Cuando los norteamericanos hagan lo mismo con nuestra música me pondré seriamente a reflexionar sobre este tema. Ahora, no quiero ni oír hablar de eso.
LA MISIÓN ES RESISTIR
Formado bajo el influjo de la llamada Ley de tres tercios, iniciativa peronista que desde 1943 estableció cuotas para la difusión de la cultura nacional en radio y televisión, su niñez y juventud fue “bombardeada por el folclore… teníamos un gobierno nacionalista y me tocó formarme en ese ambiente de respeto y exaltación de lo nacional, que ahora es por lo foráneo”, detalla sobre una realidad radicalmente opuesta a la de hoy.
-Hoy el escenario es radicalmente distinto…
-Pero los jóvenes no son culpables. Tal vez si el día de mañana acceden a otra información y no reaccionan, serán culpables. Qué les vamos a decir si es la música de sus tiempos, la única que conocen. Las dictaduras eliminaron el folclore y favorecieron la música foránea. ¿Qué podemos decir?: no mezclen, al menos mientras no la conozcan bien. Si apenas la conocen y ya la están mezclando, es un atajo fácil que no permite profundizar y te aleja de lo representativo de la cultura. Son opciones pero creo que cuando te ponen un revólver en la mano y te aprietan el gatillo, el disparo salió de tu mano pero fuiste obligado a hacerlo. Un poco violento el ejemplo, pero es lo que ocurre. Lo que podemos hacer es poco: advertir, aclarar… la misión es resistir.
-Sin embargo, como sea interpretada la globalización, esa influencia y traspaso de productos culturales es un hecho de la realidad, ¿cuál es la actitud hacia este fenómeno?
-Debe ser fruto de la reunión, la reflexión y la elaboración de propuestas respecto de la cultura nacional y cómo se debiera encarrilar a través de los organismos e instituciones políticas. Son momentos en que se vive vertiginosamente y nadie se para a pensar. Se ha hecho cuerpo en la sociedad el individualismo y el saber venderse, entre comillas, son los parámetros que podrían garantizar el éxito, lo que en nuestra cultura no tienen mayor interés y carece de sentido. Esto también depende de la política, de nosotros.
-¿Y qué pasa en la realidad Argentina, un país que parece ser tan apegado a lo propio?
-En mi país los músicos que continúan con un pie en las tradiciones, mejorándola, no salen en los medios de comunicación. Salen los tipos que adoptan los mismos tics del rock con humo y jovencitas bailando con poca ropa en el escenario; sex simbol, parafernalia de luces, volumen y un bombardeo publicitario impresionante. La cultura nunca usó nada de eso. La ley de tercios impidió que alguna otra cultura pudiera imponerse. No se prohibía pero se les daba la misma oportunidad a la música local o la música clásica que sigue siendo buena después de cinco siglos… me gustaría escuchar cuánto puede durar todo el rock que hemos escuchado después de Los Beatles.
Por Mauricio Villafaña M.