El 4 de septiembre de 1997 el periodista Víctor Hugo Robles se acomodó una boina en la cabeza y, en medio de una fiesta del Santiago under, se autoproclamó ante la prensa como el Che de los Gays. Este 2017 se van a cumplir 20 años desde ese hecho histórico para los colectivos que reivindican los derechos de la diversidad sexual. Después de dos décadas el activista sigue vigente, con colaboraciones en medios nacionales, del mundo, o haciendo noticia por portar lienzos contestatarios en alguna marcha ciudadana.
Hace dos años sufrió la muerte de su amigo Pedro Lemebel, y pocas semanas atrás tuvo quizás la gran pérdida de su vida. Está triste.
–¿A 20 años de la creación del personaje, en qué estado te encuentras, Che?
–Va a ser un cumpleaños triste, doloroso, porque falleció mi abuelita Luzmira el 31 de marzo pasado. Era mi amor, mi cómplice y todo, como dice Benedetti. Constituíamos una especie de pareja, sin sexo por supuesto; una pareja afectiva, sentimental, vivíamos juntos, hacíamos planes. Tenía a alguien que me esperaba en las noches. Ahora al Che no lo espera nadie; es como un pajarito sin jaula.
–¿Y cómo son las noches sin ella?
–Son tristes. Noches solas, sin hablar, hablando conmigo mismo. Tal vez es una oportunidad de crecer. Estamos claros que son las reglas de la vida. Todos nacemos y morimos. No hay otro camino que la muerte. Pero muy doloroso cuando fallece un ser tan querido, aunque con ella hubieras tenido algunas diferencias… Si tú ves el documental el Che de los Gays la abuela representaba otro mundo, un mundo anterior; conservador, rural, campesino.
–Pero igual te quiso.
–Es el triunfo del amor. Le hicimos un homenaje el 22 de abril, a 44 años de la primera protesta homosexual en Chile, que es una fecha que yo he ido trabajando muchos a través de mi investigación histórica, periodística, en el libro Bandera hueca (Cuarto propio, 2008), y porque rescata y relata otro tiempo, otra época cultural, donde reinaba el rechazo, el prejuicio, la homofobia, y ahí también están todas las dudas e incomprensibles de nuestros padres, de nuestras abuelas. Entonces homenajeamos a la abuela, a su magia, a su lucidez y a esa inteligencia cultural de todos nuestros ancestros.
La noche de la creación
–¿Cuándo nació el personaje?
–Nació el 4 de septiembre de 1997 mágicamente. Me acuerdo que una vez Pedro Lemebel en vida me dijo entre broma y broma ay, Víctor Hugo, tú deberías inventarte un personaje, niña. Nunca se imaginó que finalmente iba a ocurrir; yo tampoco. Esa noche Vicente Ruiz y la Patricia Rivadeneira organizaron una fiesta dedicada a la diversidad sexual. En el camino, antes de llegar, me fumé un pito, como que me iluminé, y me encontré con un bidón de aceite vacío. Entonces en la volá yo le escribí al bidón AZT, que es la sigla de la primera droga que se descubrió para tratar el SIDA. Cuento corto, llegué a la fiesta, me encontré con la Michelle, una amiga travesti de Valparaíso, y ahí quedamos de acuerdo que íbamos a hacer una performance en medio de su actuación, que yo le iba a tirar agua del bidón.
–Esperando a la Michelle aparece la Patricia en escena, vestida de drag queen, con bigotes y un pico de greda gigante, reclamando que a las fiestas ya no iba nadie, que iban a suspender la fiesta, qué sé yo. Me puse a reclamar con ella y al final terminé tirándole a la Patricia el agua que le iba a tirar a la Michelle, poseído, diciéndole hasta cuándo te desnudas, como un acto de censura de algún modo. Era una metáfora. Bueno, la Patricia, en vez de enojarse, lo que hizo fue pasarme el pico de greda. Entonces yo lo tomo, lo levanto y digo, rodeado de cámaras y de fotógrafos, soy el Che de los Gays y me gusta el pico. Después de eso fui a buscar más agua para esperar a la Michelle, y ahí cuando voy saliendo del baño me encuentro con los guardias de seguridad y me dicen señor, tiene que hacer abandono del recinto. Yo grité esto es censura, esto es censura. Así nació el Che de los Gays, con polémica, repercusión periodística. Después de eso hice otros actos más; bailé cueca exigiendo juicio a Pinochet.
–¿Qué hacía el Che de los Gays, luchador por los derechos de la diversidad sexual, pidiendo el juicio a Pinochet?
–Antes de ser maricón tengo un origen, algo que me constituye en mi cuerpo, en mi piel. No me constituye solo el deseo y la orientación sexual. Desde que comencé a militar en el movimiento sentí la necesidad de cruzar esas luchas y eso también lo aprendí y lo entendí con más claridad en las conversaciones que sostenía con Pedro Lemebel, cuando hablábamos de la homosexualidad y la izquierda, de cómo cruzar esas dos luchas. Yo soy de izquierda, soy un homosexual proletario, soy homosexual con origen popular, campesino, mapuche, y todo eso me constituye. Todas esas luchas deberían ser las luchas de todo el movimiento de la diversidad sexual. No hay liberación sexual si no hay liberación de la sociedad.
–Entiendo…
–Son luchas que han hecho alianza con otras luchas. Por ejemplo, para mí el feminismo es parte de nuestra esencia. El movimiento por la diversidad sexual es un movimiento que cuestiona los roles asignados por una sociedad dominante, patriarcal, masculina, eurocentrista.
–Que se mantiene en el poder…
–Claro. Nosotros concebimos y luchamos por un movimiento anticapitalista, antisistémico, de liberación sexual pero también de liberación de los parámetros y de los conceptos de una sociedad y un sistema patriarcal. Por eso que es un movimiento antioligárquico. No es por acostarme con el lolo de la esquina. O sea sí, también, pero queremos transformar el mundo en uno donde todos y todas tengamos acceso a la salud, a la educación, a un mundo más feliz, y un mundo donde podamos ejercer nuestro goce, nuestro deseo de sexualidad, de liberación. No entiendo esos grupos oficiales de diversidad sexual como Fundación Iguales y otras instituciones que hacen uso de los privilegios del sistema para mantenerse ahí sin cuestionar las bases del capitalismo opresor, machista, misógino.
–¿Qué te parecen la leyes que están hechas en pos de la palabra «inclusión»?
–La inclusión siempre es una trampa. Porque cuando te incluyen se apoderan de ti, se apoderan de tu cuerpo, de tu ser, de tus ideas. Hay que sospechar de esa inclusión. No estoy en contra de incluirse. Más bien podríamos hablar de sumarnos, pero de que ellos también se sumen a nosotros.
–¿Tiene algún precio la inclusión?
–Creo que tiene un precio poh. El precio es dejar de ser lo que tú eres significa pagar un permiso para tener ciertos derechos, ciertas libertades. Cuando algo se incluye siempre se excluye otra cosa. Ahora en Chile se incluyen las demandas de los homosexuales, el matrimonio igualitario, pero vemos en el diario vivir que personas de nuestro colectivo siguen siendo excluidas. Son las compañeras trans, que se dedican al comercio sexual. Las personas que vivimos con VIH. En términos legales sí hemos avanzado, nadie puede decir que no. Pero hemos retrocedido en términos culturales. No hemos tenido una discusión profunda sobre cuáles son nuestros derechos, nuestras preocupaciones. Los propios homosexuales, lesbianas y trans no hemos discutido si realmente queremos casarnos, y si queremos casarnos, después de eso, ¿qué? ¿Vamos a abandonar la lucha? ¿Vamos a dejar los tacos escondidos en la casa?
–La Presidenta Bachelet te invitó a un acto conciliatorio entre el Estado de Chile y el Movilh. ¿Por qué no asististe?
–En ese mismo minuto, cuando la Presidenta firmaba ese acuerdo con los homosexuales, el pueblo mapuche estaba siendo reprimido en La Araucanía, y la machi Francisca Linconao estaba viviendo una huelga de hambre. ¿Cómo era posible que nuestros cuerpos, que también han sido golpeados y segregados, igual que el cuerpo de los mapuches, se integren al Estado cuando hay otros cuerpos que están siendo desintegrados? Por eso que la integración es una trampa del poder, para integrarte a ti pero para excluir al otro.
–¿Estamos lejos de una ley de cupo laboral trans?
–En Argentina hay un un proyecto de ley que se llama la del 1% de cupo trans estatal, que es una ley que impulsó la diputada Karina Nazabal, kirchnerista.
–¿La ley fue escrita por la asesinada trans Diana Sacayán?
–Claro. Busca que en las instituciones del Estado haya un 1% de trabajadores públicos trans. Eso se está luchando para que se aplique. Basta de banderita y saludos, de actos protocolares. Eso tiene que ser política pública. Hace poco hubo un acto en contra de la homofobia por Daniel Zamudio aquí en el Parque San Borja con el alcalde Alessandri. ¿Cuántos travestis trabajan en su municipalidad?
Dentro de la disidencia
–¿Te sientes cercano con algún partido político?
–Siempre he sido comunacha. Le tengo mucho afecto al partido por mi amistad con Gladys Marín.
–¿Qué opinión tienes del Frente Amplio y las precandidaturas de este?
–Son candidaturas de elite. El pueblo no los ha elegido ni los conoce. Vengo del campo, de la zona de La Araucanía. Allá no tienen idea de Alberto Mayol, que a su vez es hijo de un cómplice de la dictadura. Me parece que son reciclajes más bien publicitarios. A Beatriz Sánchez no la conozco personalmente. Tuve con ella una discusión a través de las redes sociales el día en que un grupo de travestis, lesbianas, homosexuales y feministas nos tomamos la Catedral de Santiago para exigir el derecho al aborto y para protestar en contra de la Iglesia Católica. Bueno. Ella fue la gran defensora en ese minuto de la Iglesia. Encontró que era un escándalo que nosotros entráramos de ese modo a la Iglesia. Yo le pedía a través de las redes sociales que nos invitara a su programa a expresar nuestra posición de por qué nos habíamos tomado la Catedral. Sin embargo, se sumó al coro condenatorio de todos los medios de comunicación. No le creo su posición libertaria, porque libertaria no es.
–¿Hay división dentro de la diversidad sexual?
–Hay posiciones. No somos una hegemonía cultural ni social. Somos un movimiento activo, donde hay personas que tienen diferencias culturales, sociales, ideológicas, generacionales. Siempre se entrevista a los jóvenes. Nadie se ha preguntado qué es de las locas viejas. De las lesbianas ancianas, por ejemplo. Es un movimiento diverso, múltiple, contradictorio, que vive en tensión. A mí me parece interesante que viva así. Siempre me incomodan esas grandes coaliciones que quieren unificar, tipo Frente de la Diversidad Sexual, donde están dejando fuera a grupos como TravesChile porque una de sus integrantes tuvo un problema con la justicia, cuando resulta que uno de los artículos que plantea la Ley Antidiscriminación es la no discriminación por tener antecedentes penales. Los discriminados también discriminan.
–¿Qué te parece la figura de Rolando Jiménez?
–Ha construido un personaje entendido como serio, que parlamenta, que negocia, que habla. Siento que él es un brazo del movimiento pero hay otros brazos críticos, rebeldes, desconfiados, que no le dan la mano al poder, que no le dan la mano a los parlamentarios sino que más bien los cuestiona, les pregunta, los impulsa a transformar la sociedad.
–¿Fuiste cercano a él alguna vez?
–Sí, por supuesto. Compartimos un tiempo juntos en el movimiento. Visitaba su casa cuando tuve una pareja que vivió con él. Me parece que es una persona profundamente intolerante. Me acuerdo que esa vez habían unos evangélicos al lado, y los evangélicos, con todas las diferencias que uno les puede tener, rezaban y hacían sus prédicas, y él para no escucharlos les ponía un parlante arriba apuntando a la iglesia. Ponía la música a todo volumen para callar a los evangélicos. Entonces me parece preocupante que una persona intolerante, irrespetuosa, prejuiciosa como él, encarne el símbolo de la liberación sexual. El mismo historial que él carga de denuncias sobre discriminación, sobre homofobia, sobre persecución a compañeras lesbianas, a compañeras trans, a mí mismo como homosexual loca. Creo que habla de una especie de Pinochet de los homosexuales. Es como un pequeño dictador eterno, permanente, pero llegará el día en que nos liberemos de ese dictador. No hay dictadura que dure 100 años ni loca que lo aguante.
–¿Qué te parece la candidatura de Luis Larraín al parlamento?
–Me parece obvia. Fue lo primero que pensé cuando lo nombraron presidente de Iguales, y empezó a hablar a través de las redes sociales por temas que no tenían que ver necesariamente con la homosexualidad. Comenzó a hablar en contra de los choferes del Transantiago que dejaban subir gratis a la gente. Recuerdo que propuso castigarlos. Me parece un personaje peligroso en el sentido de que encarna los privilegios de clase de una sociedad burguesa. Él es hijo de Luis Larraín Arroyo, que fue empleado de José Piñera, el padre de las AFP, de este sistema capitalista opresor que nos tiene aniquilados a los viejos y jóvenes. Yo no lo he escuchado ninguna frase en contra de este sistema capitalista. Me parece que es un neoliberal más que usa las demandas de la liberación homosexual para escalar y conquistar espacios de poder.
–¿Desaparecerá alguna vez el Che de los Gays?
–Yo creo que no. Ya está inscrito en la historia con una mirada crítica, irreverente. Se me ha criticado mucho, con amigos cubanos y argentinos, que no me hago cargo de las unidades militares de apoyo a la producción (UMAP) en Cuba. De todos los crímenes que se le adjudican al Che por su homofobia. Yo no disculpo eso que ocurrió; tiene que ser investigado y denunciado. La misma Mariela Castro y el Cenesex (Centro Nacional de Educación Sexual de Cuba) se están haciendo cargo de esa parte de la historia de Cuba y del Che, pero hay que comprender también que eso es parte de un momento histórico, político y particular de Cuba, de la Revolución Cubana, de las revoluciones latinoamericanas. Creo que el Che fue víctima y fue esclavo de todos esos prejuicios. De algún modo, con mi personaje, él busca esa liberación. No el perdón ni las disculpas; busca esa redención como un revolucionario y rebelde que también se encarna en las luchas populares y en los cuerpos de homosexuales, lesbianas y travestis del mundo.
*Entrevista publicada en la edición Abril – Mayo 2017 de El Ciudadano.