El exjefe negociador del Acuerdo de Paz con las extintas FARC y hoy congresista habló con Sputnik sobre los diálogos entre el actual Gobierno de Colombia y el Ejército de Liberación Nacional.
La oralidad de Humberto de la Calle denota que es un gran lector. Y es evidente por el uso de las palabras, los ritmos, incluso las pausas. No en vano tiene en su mesa de noche una recopilación de los poemas de Borges, y los repasa con el hábito al que solo llegan los disciplinados. Además, por estas épocas, le entraron las ganas de repasar la obra del francés Albert Camus, en especial su novela La Caída.
Le gusta porque, en palabras suyas, es un monólogo de un juez que pone en jaque las ideas habituales y la costumbre de imponer justicia. También alarga las horas del día para investigar temas del conflicto armado interno, pues dicta un seminario en la Universidad del Norte en Barranquilla (costa caribe colombiana).
El exjefe negociador del Gobierno con las extintas guerrillas de las FARC tiene una visión diáfana de lo que son las negociaciones de paz, los pulsos y los puntos álgidos, también los instantes en los que una de las partes tiene que ceder. Por eso Sputnik lo buscó para hablar de la posibilidad que abrió el presidente Gustavo Petro de sentarse a dialogar con el Ejército de Liberación Nacional (ELN), guerrilla que sigue activa y con que muchos procesos en el pasado han fallado.
Sin embargo, bajo esta administración, las intenciones van encaminadas a ponerle fin a lo que otros no han podido. A tal punto que el mismo Petro le pidió al presidente Nicolás Maduro que fuera garante del proceso, conociendo la fuerza que tiene el ELN en la frontera con Venezuela.
—Usted ha dicho que no da consejos, sino opiniones. Entonces, ¿qué opinión le da al actual Gobierno para que las negociaciones con el ELN sean fructíferas?
—Primero, que tengan claro que, a diferencia de las FARC, el ELN tiene una estructura federalizada. El comando central recoge el sentir de los distintos frente de guerra y así toma una decisión más completa. Con las FARC era un ejercicio vertical con una cúpula que, en su momento estuvo toda en La Habana, Cuba.
En segundo lugar, y quizá lo más delicado, es que el ELN siempre ha sostenido la tesis de que la negociación no es entre Gobierno y guerrilla, sino entre Gobierno y comunidad. Y que ellos solo hacen presencia. No será sencillo. Ojalá las cosas salgan adelante.
—Usted también hablaba de una nueva hipótesis…
—Sí. Y es que los nuevos mandos del ELN han optado por una línea más militarista en la medida en que están directamente en las zonas de combate, mientras que los viejos líderes están más en labores diplomáticas.
—En ese orden de ideas, ¿debe el Gobierno negociar directamente o crear el marco jurídico para que se dé dicha negociación?
—Lo que me parece más práctico es una negociación cara a cara con el ELN como se hizo en su momento con las FARC. La posibilidad de lograr una negociación diseminada, con intereses de cada comunidad por aparte, sería extremadamente difícil, no imposible, pero sí muy complicada.
—¿Qué opina de que hayan muchos anuncios, pero nada concreto por ahora?
—Hay que tener paciencia. Es un tema que el Gobierno debe estar manejando con calma, sobre todo si se quiere mantener la idea de que haya diálogos regionales y varias mesas funcionando a la vez. Eso necesitará un despliegue institucional enorme y una logística mayor. Pero, repito, el ELN lleva más de 60 años en guerra entonces es válido que este Gobierno busque nuevos caminos. Me preocupan más otras cosas.
—¿Cómo qué?
—Como que el actual Acuerdo de Paz que se logró con las extintas FARC no se esté cumpliendo a cabalidad. Por ejemplo, hasta ahora, la comisión del Gobierno no se ha reunido, como lo dice el Acuerdo, con el Partido Comunes [nacido luego de la desmovilización de las FARC]. Al parecer, esa inercia de la administración pasada no ha cesado en esta. Una dura tarea tendrá el Comisionado de Paz [Danilo Rueda] para manejar varias mesas de negociación a la vez y puede que eso le quite capacidad administrativa para la implementación del actual Acuerdo de Paz.
—El ELN se molestó porque el Gobierno de Petro quiso meterlo en la misma bolsa de negociaciones con las bandas criminales. ¿Qué opina de eso?
—Hay dos formas de mirar ese tema. Desde el punto técnico y teniendo en cuenta el derecho internacional humanitario, una negociación no exige un posterior reconocimiento político. Y ahí la razón la tendría el Gobierno en ampliar el rango y dejar entrar a las bandas criminales. Pero también es verdad que el ELN tiene razón porque en el país hay un sentimiento generalizado de que las guerrillas siempre han tenido contenido político, y que para ellas están reservadas las negociaciones. Para las bandas solo está contemplado el sometimiento. Creo que la versión más acertada, por ahora, es la del comienzo: diferenciar los diálogos con el ELN y no hacerlos todos juntos.
—¿Qué otros problemas ve en esta negociación que se avecina?
—La impaciencia y la necesidad de obtener resultados rápidos. Eso puede alterar todo. Igualmente hay una paradoja: uno creería que al ser el primer Gobierno de izquierda en la historia de Colombia es el momento indicado para que el ELN deje las armas, pero pueden recaer en tener más ambiciones y no llegar a nada. Además, hay que ver el nivel de aceptación del pueblo colombiano. Con las FARC no fue nada sencillo así que no me quiero ni imaginar qué puede pasar si las mayorías no están de acuerdo con lo que se vaya acordando con el ELN.
Una guerrilla diferente
En 1964, viendo la desigualdad social que vivía Colombia y con la fiebre de la revolución cubana en su esplendor, nació el Ejército de Liberación Nacional (ELN), guerrilla fundada por Manuel Pérez y el sacerdote Camilo Torres, ambos exponentes de la Teología de la Liberación, es decir, una corriente creyente de que la mejor manera de solucionar los problemas del país era acercándose y ayudando a los más pobres.
Con el paso de los años, el ELN se convirtió en la segunda guerrilla de importancia en Colombia, por detrás de las FARC y con la diferencia de funcionar de una manera federalizada, con células autónomas a lo largo del territorio nacional y sin un comando central.
Durante más de 60 años, los diferentes Gobiernos han tratado de entablar negociaciones para terminar el conflicto con este grupo, pero situaciones diferentes han dinamitado esos diálogos. El expresidente Andrés Pastrana (1998-2002) lo intentó en 2002, pero no hubo buenos resultados. El expresidente Álvaro Uribe (2002-2010) también lo intentó, pero no hubo un punto medio en cuanto a la desmovilización y entrega de armas y todo se rompió.
Ya en 2016, mientras el expresidente Juan Manuel Santos negociaba con las extintas FARC, el ELN también abrió las puertas para un proceso de paz. Sin embargo, el ataque con explosivos a una escuela de la Policía en Bogotá, en 2019, cuando ya era presidente Iván Duque (2018-2022), fue un nuevo revés.
Por eso es que el presidente Gustavo Petro le ha dado prioridad en su agenda a la paz con el ELN, pues han sido años y años de encuentros poco fructíferos. Y eso quedó evidenciado en sus primeros días en el cargo cuando delegados del Gobierno viajaron a La Habana para reanudar las conversaciones. Es claro que el proyecto de la Paz Total tiene como gran pilar el fin del conflicto con este grupo al margen de la ley.
Fuente Sputnik