Por Adrián Barahona
Nos juntamos con Germán Carrasco a conversar sobre algunas cosas que habíamos estado intercambiando por Whatsapp, y se nos ocurrió que sería interesante grabar y luego transcribir.
De esa conversación en las puertas de una estación del Metro resultó el siguiente texto:
AB: Aunque las estadísticas oficiales digan lo contrario, se está publicando y escribiendo más que nunca. Hay cientos de nuevos proyectos editoriales, muchos de los cuales comienzan autopublicando sus trabajos. Pero a pesar de lo anterior y entendiendo que estamos en un tiempo de transición del modelo editorial, en apariencia se está leyendo menos que nunca…
GC: Se está leyendo más, de otra manera sí, saltándose páginas, en el computador, los libros mismos se leen como decía Borges que había que leerlos: si te aburren, déjalos. O como decía un filósofo francés: leerlos despojando al libro de su importancia, considerándolo una cosa de uso. Puedes bajar cosas de la web, pero si inviertes entre 20 y 50 mil pesos en un libro, es porque lo vas a leer con amor.
En general, se lee con menos respeto al libro, afortunadamente. Y con menos respeto a la figura absurda del escritor como alguien especial, iluminado, toda esa mierda. Por otro lado, es genial que todos escriban. En algún momento tomé unas clases de saxo tenor. Desistí pronto, pero nunca, como entonces, comprendí mejor a Brandford Marsalis, Charlie Rouse, Sony Rollins, Melisa Aldana. Creo que era Paco Urondo quien decía que corregir el poema es corregirse uno. La poesía es un ejercicio y aunque la lectura es secundaria, yo creo que sí se lee.
AB: También aparece como algo anacrónico seguir escribiendo o publicando poesía. Me lo he estado preguntando mucho el último tiempo. ¿Hay un para qué en la poesía?
GC: No. No hay para qué. Se hace no más, sin estudio de marketing. Es como el estallido social o un ataque de epilepsia. Se equivocaba Violeta Parra cuando se pregunta qué he sacado con quererte. Con querer no se saca nada, hay que ir a pérdida. Amas nomás. Cuando escribo aparecen mis amigos, aflora una búsqueda espiritual, demonios de clase media y domesticados, como dice la canción, fáciles de vencer, chilenitos de clase media, niños consentidos por el poder, hijos de exiliados, hijos de alguna pseudo élite cagona. En fin, cabros tontos. Cuando escribes se aclaran cosas. La escritura es cualquier cosa excepto cálculo y esmero. El esmero es peso, lastre, piedras en la mochila, proyectismo fondartero, barseo de los fondos estatales.
AB: Te escuché decir que los poemas de este último libro que públicas, Cripsis, son leves, delicados, por decirlo de alguna manera, pero eso se contrasta con los temas tratados, que no me parecen tan leves, sino más bien trascendentes.
GC: Claro, hay que aligerar la palabra. Sólo si eres leve puedes hablar de la muerte o del horror social. De lo contrario sale una cosa pesada, épica, chilena, alharaca. Para quien sea que se escriba: dios, tus amigos, para aclararte las cosas. Creo que la única condición importante, para quien sea que concibamos como el lector, es que no se puede ser aburrido o que no se note cuidado y amor en el poema. Aburrir es una agresión, una especie de pecado.
En este momento en cultura la única solución es el DIY (hazlo tú mismo, do it yourself en inglés), porque hay corrupción y malas decisiones, un día le van a dar el premio nacional de literatura no sé, nómbrame uno (…) a qué sé yo qué actor o actriz. No hay que hacerse ilusiones políticas, pero esto ya es güeveo. Pongan a Sabatini de Presidente de la República de una, y al presidente Boric actuando de alcalde de Sucupira, de Isla de Pascua, de Rey Gitano, alguna cosa así, estereotipada y burda eso sí, para ver tomando once. Lo del Ministerio de Cultura ya no lo puede dejar más claro.
Volvamos al DIY y construyamos fuera de un sistema viciado. Si hay que comer poco, da lo mismo. A veces, yo al menos, funciono con trueques, gente que me paga con quesos del sur, miel, cosas así.
AB: Cuando dices que la escritura es cualquier cosa menos cálculo y esmero se me vienen dos cosas a la mente. Por un lado, esta idea repetida de que el arte es un porcentaje menor de inspiración que de transpiración, y por otro, y por mi parte creo que es lo fundamental, que se termina poniendo el esmero no en la obra en sí misma, sino en el objetivo. Por ejemplo, con los fondos concursables, donde termina ni siquiera adaptándose la obra al fondo, sino haciendo la obra para que calce con las bases…
GC: Claro. El poema es como un gato: se acerca cuando él quiere, no cuando uno quiere, y lo hace con completa naturalidad. Como varias cosas en la vida. El estallido social, la escritura y el amor no tienen objetivos, son como un ataque de epilepsia o de risa. Son incontrolables. Eso es lo que me interesa; no me preocupa la carencia de una prensa con reseñistas especializados, las cifras de lectura. Y decidí no tener esperanzas políticas, es ingenuo.
AB: Hay una crítica que deslizas permanentemente en torno a la escena poética o literaria nacional, que se extiende más o menos a todo el ámbito cultural. Se trata de la dialéctica entre los emergentes y los consagrados, por usar términos más o menos arbitrarios, en la que los espacios son copados por estos últimos.
GC: Ya no. En el país no cambian las cosas en decenas de años. Nos vamos a morir viendo a Alfredo Castro en una campaña política, actuando de Hamlet, de Condorito, de doña Tremebunda, Yayita y de Washington. A todas esas escritoras y escritores que son pymes de sí mismos. Va a seguir la descalificación gruesa y el patoteo. El otro día hice sólo una pregunta sobre un libro y me encontré con un blindaje desmesurado y patotero. Así funciona esto, y no va a cambiar. Somos un país de patotas. La misma gente tomando whisky en las embajadas y agregadurías desde el tiempo de la Concertación y metiendo los dedos en la caja.
Mira, yo gané el año 2000 el premio hispanoamericano del Diario de Poesía en Buenos Aires, mi patria adoptiva donde viví diez años y tengo un hijo hermoso, donde he publicado varios libros, donde me conocen y me reseñan. La editorial N direcciones, en los años dos mil el Diario de Poesía, los amigos de Rapallo. No tengo esperanzas en que esta administración termine con los actos de corrupción en cultura, que todos pasamos por alto para no agregarle peso al gobierno. Mejor salirse, escribir fuera de todo eso. Se podría haber hecho mucho, pero no hay caso. Veo sólo gente de la televisión y de las telenovelas en puestos por todas partes. Y La televisión es la morgue de todo nuestro sistema humanista y cultural.
AB: En el caso de las editoriales, surgen como independientes, pero rápidamente se hacen dependientes de los fondos del Estado…
GC: Lo de las editoriales financiadas debilitó y domesticó la letra. Lo de no ir a Frankfurt fue una buena decisión por el gastadero de plata que implicaba. Pero a cambio deberían haber sacado un porcentaje mínimo de esa plata para hacer extensión en bibliotecas públicas, que pueden ser lugares de crecimiento y encuentros muy útiles. Somos el país de sismos, y el fascismo.
¿Sabías que el poeta Laurence Ferlinghetti ha escrito últimamente sobre bosques e incendios, que estudió del tema de los árboles y los incendios? Ok, no se va a Frankfurt, y te ahorras el gastadero en champagne caro, caviar y gente reventando plata en el duty free, pero a cambio activas la cultura de base, le das pega a algunos que están con problemas gravísimos de subsistencia y que sí tienen algo que entregar al país.
Hay que ver la manera de trabajar el lenguaje con los oficios y en terreno, hablar con arquitectos, pescadores, marinos, con los privados de libertad, con los atletas, gente del mundo de la meditación, crear redes y sentido. Y está la gente del rap y de la música. Pero creo que hay que volver al DIY, la gran lección del punk. El gobierno no va a renovar los nombres. Hay jugadores muy buenos que pueden entregarle algo al país y lo hacen a pulso, pensé que los iban a poner de delanteros, pero no fue así.
AB: No es algo nuevo, pero siguen existiendo las camarillas. Se va tejiendo una red entre quienes fueron parte del taller de este, de quienes fueron alumnos de este otro… Si a eso le sumas la vergonzosa práctica del autobombo, del nepobombo y del oligobombo, nos encontramos con una escena en la que no se puede hablar de una crítica literaria centrada en la obra.
GC: No me interesa el tema, pero me lo preguntas. El problema de que seamos un país de patotas se traduce en un sinfín de tragedias políticas de las que no se extrae nunca ninguna lección. El crítico queer critica a su gente; la derecha no apuntala a su gente porque no tienen jugadores o son pésimos. Agrégale la cancelación, que dividió el campo cultural más que la dictadura que, si lo piensas bien, unificó al campo cultural contra un enemigo común. La cancelación se utilizó para descartar a los mejores jugadores por envidia profesional y para acceder a ciertos puestos políticos.
Estamos hablando de juego muy sucio, y hay casos graves que nadie menciona para no hacer más lío. Hay que trabajar fuera de eso con todo el amor que se pueda. En cultura hay corrupción y eso no va a cambiar. Hay gente que siempre va a estar fuera del aparato del poder y es ahí donde hay que llegar porque ahí nadie llega y a nadie le interesa llegar, y cuando una especie no es visibilizada, se sabe, se la puede exterminar o hacer lo que quieran con ella. Ahí llega la ultraderecha y los evangélicos mientras la gente de cultura disfruta lentamente su champaña matutino.
AB: En el prefacio de “Touch and go”, D. H. Lawrence hace una distinción entre la idea de “un teatro del pueblo” y “el teatro del pueblo”. Con el primero se refiere a un teatro donde se hable sobre el pueblo, y con el segundo, un teatro hecho por el pueblo. Me recuerda a la bajada de la Revista Multitud, de Pablo de Rokha, “Revista del pueblo y la alta cultura”, en la que se tensan intencionalmente estos conceptos que son aparentemente opuestos, para demostrar que la cultura del pueblo es también alta cultura. ¿En relación a lo que se está escribiendo actualmente, estamos en presencia de “poéticas de clases”? ¿Parafraseando a D. H. Lawrence, hay poetas escribiendo “una poesía del pueblo” y otros escribiendo “la poesía del pueblo”?
GC: La pregunta es larga, no sé si la entiendo y se me olvidan partes, pero voy a hacer un intento. La palabra pueblo no dice casi nada hoy en día, la izquierda la evita y ocupa la lítote ciudadanía.
Hay un movimiento interesante en poblaciones como La Pintana donde trabaja Juan Carreño, en el mundo del psicoanálisis y el pensamiento a Constanza Michelson, en otro lado y latitud social, que hace una revista a pulso, sin financiamiento y con colaboraciones voluntarias porque pueden sostener eso. No todos pueden, hay que comprar algo de tiempo.
En los cerros de Valparaíso por ejemplo hay redes hechas por la propia gente, sin financiamientos que se atascan en bolsillos, a pulso: impresiones, sillas y un data o un proyector para películas prestado por gente de cine por un día, foro sobre cine, lectura de poesía no pajera, clínica de poesía, taller de reciclaje, de permacultura, merienda para los niños, clínica de artes marciales, olimpíadas de matemática, campeonato de catán y de ajedrez, tecito para el frío, noche de boleros, algún jazzista músico clásico del lugar, debates políticos de base, clínica sobre salud mental. Es algo muy interesante. Y lo hacen sin un peso.
Nadie confía en los fondos ni en el aparato cultural, donde las mismas personas de siempre se reparten las platas completamente divorciadas del trabajo en terreno. Toman cortados con pastelitos con sueldos desmesurados y no hacen nada. El cine con pretensiones de taquilla y las telenovelas hicieron mierda la posibilidad de hacer un retrato social interesante y con matices. Las fórmulas para los fondos, además del contacto son: infancia en dictadura, género, inmigración. He visto cosas sobre inmigración por gente que vive en barrios sin inmigrantes. Hicieron mierda la cultura viva, todo es un botín, choreos con los que hay que hacer la vista gorda, movidas. No, hay que salirse de todo eso. Hay varios flancos.
Por otro lado, me interesa que ese pueblo -palaba que usaste tú- lea a los poetas más sofisticados y altos. Trato de entregar el trabajo más fino y bien hecho que soy capaz de hacer. Creo que hay que conquistar lo que el poder oligárquico cree suyo: los clásicos, los textos sagrados, el preciosismo, lo lírico. Hay que probar por todos los flancos, tener los bisturíes del lenguaje afilados para operar con eficacia. Va a gobernar una derecha muy dura, hay que prepararse.
AB: Volviendo al tema de Frankfurt y los dineros del Estado, me parece que hay que hacer una distinción importante entre los recursos que se invierten en lo que ha sido llamado las “industrias culturales” de lo que se invierte en la creación cultural. Desde hace varios años tengo la percepción de que se está entendiendo la producción cultural con la misma óptica con la que se entiende a una PYME que fabrica calcetines, dejando afuera a un montón de gente que está creando.
GC: No entiendo la pregunta y me parece larga y no detecto el punto, pero creo que es así, el escritor o editor con la lógica de empresa. Pero, además, hay gente que escribe que es una PYME, se autopromocionan en verdaderas campañas publicitarias. Mira, me interesa la gente que crea extensión e intercambio fuera del Estado, ojalá tuvieran alguna ayuda, pero eso nunca va a ocurrir. En la embajada chilena en Argentina acaban de hacer un homenaje a Gonzalo Rojas confundiéndolo con otra persona. ¿Entiendes? Es grave. Se supone que el Presidente lee poesía.
Mira, me interesa la gente que hace las cosas a pulso, no tienen ni para comer y los invitados aperran durmiendo en sofás, pero así y todo se las arreglan para hacer encuentros y festivales con problemáticas muy específicas y no divorciadas de la realidad, lo he visto, chilenos en México, en Argentina, en Europa, en todos lados. Y hacen todo eso mientras en los puestos que deberían hacer ese trabajo se cortan millonadas y gastan en un solo almuerzo lo que más o menos equivaldría a un evento en una biblioteca sin que falte un termo con té, fotocopias, un data o un proyector de cine, sillas.
En Argentina hay varios pensadores de terreno, habría sido lindo coordinar, la gente que rodea a las editoriales Caja Negra y Tinta Limón. Todos esos pensadores espinozianos y marxistas que andan en los sindicatos y en las pegas y bibliotecas públicas. Tampoco tiene que ser visible y espectacular, tú puedes hacer una cosa con un grupo muy específico y especializado, seleccionar a las mejores alumnas y alumnos de lenguaje de una comuna y realizar un trabajo muy de cámara. Acá no habrá nunca renovación de rostros, sangre y discursos. No fue así y eso no va a cambiar, por eso hay que volver al DIY.
Yo pensé que se iban a visibilizar nuevos puntos de vista, que iba a existir un cambio de caligrafía. No fue así de manera que hay que volver a una contracultura de guerrilla . Los fondos concursables están viciados y, además, ahora pusieron la traba del título universitario, o sea, ni el Presidente Boric ni Gabriela Mistral por no seguir con una lista muy extensa de gente que nos gobierna, artistas, etc. podrían haber obtenido un fondo, para comprar tiempo y hacer su obra o hacer obra en terreno, en barrios y poblas.
En la academia se corta un montón de plata y encima van a cortar otro tanto en cultura. Esto es una mierda. Hay un grupo que se reparte la plata todos los años, los jurados eternos. Sinceramente creo que en este momento hay que guardarse y prepararse, estudiar mucho, hacer vida monacal, dejar de beber, comer poco, hacer alguna actividad física y meditación, prepararse porque se viene una derecha muy dura que va a ensañarse con lo que tú denominabas pueblo mientras, como ha ocurrido otras veces, algunos van a estar cómodamente en Europa para luego volver nuevamente a Chile y pedir aviones y millonadas para hacer no sé qué performance, para volver del barseo internacional al barseo local. Es un deber tener claridad, estar sanos y alegres.
AB: Poco después del término de la dictadura, hubo un reflujo en las temáticas tocadas no sólo en la poesía, sino también en la narrativa y en la dramaturgia. Se habló de estéticas narcisistas, no peyorativamente, sino para referir a quien puede volver a hablar de sí mismo después de haber estado volcado hacia afuera, en el caso de los ochenta, en la lucha cultural contra la dictadura, en los noventa, en el intento por pasar por encima de la institucionalidad cultural que nos estaban imponiendo y que terminó por aplastar y absorber a la mayoría. Ahora, después del brevísimo carnaval que significó la revuelta, ¿qué se está escribiendo? ¿Hubo una poesía de la revuelta y ahora volvemos a una poesía del padecimiento, o ves algo diferente en el panorama literario?
GC: En general, no estamos en un buen momento literario, por lo menos los varones. Mira, el otro día leí en la Tercera a Anwandter y a otro señor que escribió una novela. Los dos decían algo así como “bueno, los poemas se me fueron juntando en libretitas, la verdad no quiero decir nada. O sea, no hay contenido, pero la forma tampoco me interesa particularmente”. Algo similar a eso, sólo hay que revisar el diario.
En pleno estallido social apareció una columna de este agüeonao diciendo que no había que subrayar los libros. ¿Me estái güeviando? En pleno estallido social se publicó esa gilada. No, mucho. El escapismo y la tontera es demasiada y es, de hecho, inmoral.
Y otro señor, en el mismo número del suplemento decía “bueno, no sé si no es una novela, se me fue juntando material, mira, me molestan los grafitis en la ciudad”. Habla de Santiago con nostalgia. Pero todo Santiago y especialmente Independencia, se parece cada vez más a la parte pobre de las ciudades grandes de Estados Unidos. Entonces, cito lo que dijo Kathya Araujo en la última barbarie.lat. Espero que no le moleste que la cite: “Los cambios que se vienen produciendo en la sociedad chilena no van a retroceder. No vamos a ver un retroceso a cómo éramos antes, esos son sueños de las élites, de muchas élites, y es imposible. Tenemos que hacer algo con la sociedad que tenemos”.
Entonces, con este hombre que escribe una novela sobre un Santiago que no existe, y que “son notitas que me salieron” como diría Anwandter, te preguntas: ¿Esos son los escritores? Menos mal que no los enviaron a Frankfurt. Los alemanes no son güeones. No tenemos equipo ni tampoco jugadores, ¿a quién ibas a enviar a Frankfurt? ¿A las mismas personas que se ganan todos los años los fondos?
Recuerda también que a Buenos Aires no enviaron a nadie que tuviera un discurso pro estallido social, o al menos neutro. Y eso era lo que más les interesaba a los argentinos, porque ese momento histórico de dimensiones casi oníricas es lo único importante que le ha ocurrido al país en términos artísticos y cívicos.
Por otro lado, está la grosería, lo vulgar, esa cosa católica del culito y la cochinadita de viejo verde, tan, pero tan poco sexuada, tan lejana al deseo, Bertoni, Pohlhammer. Hay que pensar en el gusano. La muerte y la decrepitud se burlan de todos nosotros de las maneras más crueles y ridículas, así que las libretitas y el escribo por escribir “estos poemas me salieron mientras cocinaba” y esa cosa de marcar el paso resulta poco ética. La escritura tiene que tener vida y la alegría enorme de resistir. La escritura es transformación y resistencia.
AB: Hace unas semanas publicaste una columna, Fitzcarraldismo, en la que en un párrafo dices una cosa que me parece muy relevante. La necesidad de barbarie, de publicar lo impublicable, lo que no parece suficientemente bien portado como para parasitar al Estado. Dices también que la literatura tiene que quemar las manos al leerla, y yo agregaría, que tiene que quemar al escribirla. Esa suciedad, esa experiencia, esos errores que todavía no puede replicar la inteligencia artificial parecen ser hoy la respuesta, como en la escena de Matrix en la que, aunque están todos a punto de morir, se dedican a bailar, a compartirse la transpiración y los olores que las máquinas detestaban.
GC: También veo con buenos ojos la IA, que, aunque está en pañales, me parece que pronto va a reemplazar a redactores y traductores literales. Lo que no puede hacer la IA es precisamente la escritura: un lenguaje afortunadamente impuro que establece relaciones que nadie haría. Eso es el poema. Pone juntos dos palabras o sintagmas que la IA jamás juntaría porque el poeta no es un loco, pero esa es su gracia: hacer relaciones que no se hayan hecho antes, inventar un lenguaje, avalar los lenguajes que el poder desautoriza.
Porque si el país es pequeño, es obligación de uno ampliarlo, y eso se hace conociéndolo y no comprando en el duty free de Frankfurt con plata estatal. La IA, en el mejor de los casos, va a colar y dejar lo que realmente nos interesa en la escritura: su impureza, las relaciones inéditas que establece, su manera particular de acceder al conocimiento. Su misterio, si dejo de siniestro, su imprevisibilidad de sismo.
AB: Tu primera publicación es de 1994, pero has publicado con permanencia un libro cada dos o tres años. Haciendo una analogía con la comuna de Independencia, donde te criaste y donde resides actualmente, podríamos encontrarnos con una “poesía de fachada continua”, una continuidad que se puede romper sólo si cambiamos la perspectiva y comenzamos a mirar los detalles.
Pero en el último tiempo Independencia también ha sido víctima de las constructoras y nos encontramos con ghetos verticales que, si bien ofrecen una eterna fachada continua a lo ancho y a lo alto, carece de la riqueza de esos detalles. Me parece que en Pumas en la Alameda se ha roto esa tendencia a mirar el detalle, aparece la mirada totalizadora del dron.
En Cripsis, se produce una dualidad, pues la necesidad de hacerse invisible del animal es más efectiva en tanto tomemos distancia, pero son los mismos detalles, de regreso, los que lo delatan. En el segundo poema aparece la cripsis como una antítesis del poema, y más adelante la creación se presenta como un antídoto para la salvarse de la extinción. ¿Cómo se pueden explicar o reencontrar estas contradicciones?
GC: Está siempre lo del detalle porque lo que va a cambiar, y espero colaborar en eso, es el alarde inmensista. Eso no sirve, es de derecha, es santífico, dictatorial. Me preguntan siempre por Independencia, y he vivido en al menos 7 comunas.
En este momento los espacios que me interesan son los de vacío, silencio y meditación, busco alternativas de meditación que calcen con mi carácter. En cuanto a la ciudad, es interesante, pero está peligrosa, se convirtió en lo peor de las ciudades de Estados Unidos. El paisaje de Independencia cambió, parece barrio gringo en el peor sentido de la palabra, pasó de ser un barrio cuyos ejes lúdicos eran el Hipódromo y el Estadio Santa Laura, que sopesaban el peso de la muerte y la locura. Es el barrio de los hospitales, el Instituto Médico Legal, el hospital psiquiátrico. Todo eso cambió con la inmigración y no son guetos verticales porque la población venezolana que llegó venía con cierto capital, gueto vertical es un cliché de la arquitectura, bastante clasista diría yo.
La especulación inmobiliaria y la ausencia de planificación son un hecho y tiene que ver evidentemente con la corrupción en las alcaldías, pero la mirada clasista y nostálgica de un Santiago que ya no existe y que afortunadamente ya no va a existir es reaccionaria y provinciana. Ojalá se llene de guetos verticales toda esa clase media que añora un Santiago provinciano, segmentado, clasemediero, pajero.
Nuevamente, la misma cita de Araujo: “Los cambios que se vienen produciendo en la sociedad chilena no van a retroceder. No vamos a ver un retroceso a cómo éramos antes, esos son sueños de las élites, de muchas élites, y es imposible. Tenemos que hacer algo con la sociedad que tenemos”. Yo detesto la salsa a todo volumen y ese culto al consumo de los hermanos inmigrantes, pero bueno, hay que partir desde ahí.
Mira, si quieres hablar de espacios, que me parece más interesante que hablar de un solo barrio, el otro día hablé con un taxista colombiano que la tenía súper clara: la historia política de Colombia es una tragedia tras tragedia. Bueno, él me habló de la cordillera, que es la misma en Colombia que en Chile, de manera que la sentía muy próxima y viajaba a su país por las cumbres de la cordillera que nos hermana, él describía muy bien al tipo de inmigrante que llegó: consumista a morir, de derecha, salsero a pesar de que Colombia y Venezuela son súper ricas y diversas en términos musicales. Recuerda que muchos cayeron acá por azar. El objetivo era Miami.
En este momento pienso en jardines, jardines de información como decía alguien por ahí, y jardines propiamente tales.
AB: El dron…
GC: Lo que me interesa de la pregunta es el tema del dron, que a mí me parece por una parte un dispositivo de anulación del yo, anular la idea del poeta como vate único, como ser especial, la despersonalización. En ese sentido y siendo un usuario no especializado, me interesa un montón las posibilidades que ofrece la tecnología. Anular la voz del poeta y poner cambio la voz de Siri o de cualquier dispositivo o robot, el objetivo es anular la voz individual, el ego, la anticuada figura del poeta como la voz del pueblo. Toda esa cosa inmensista, chilena, glotona.
La neutralidad de la voz del robot es fascinante. Yo leo en público cuando me invitan y trato de hacer que la lectura sea atractiva, obvio, pero eso es secundario, siempre pensé el poema como una partitura para no ser interpretada, tiene que ver con las musicalidades y tonos, pero es sólo la partitura, nace del silencio y el silencio es su espacio.
Me encantaba ver en una película a Mahler componiendo música en silencio, sentado en el suelo cuando estaba en aprietos económicos y le hacían la vida difícil por diversos motivos. Debo agregar que mi tentativa de anular la voz del poeta no es algo vanguardero. La vanguardia, Martínez, todo ese molido hecho hace décadas en Europa es un juguetito para espíritus ingenuos.
AB: Otra fachada continua de Independencia es el cementerio, con la excepción de los mausoleos, las tumbas alineadas perfectamente, o la unidad estructural de los nichos, sin olvidar el memorial de los desaparecidos. La idea de la muerte ha cruzado tu obra. Aparece lo que queda tras el paso por la vida del dueño de un sombrero, o de una camisa, finalmente sólo un poco de su aroma. Luego está el insecto que se posa sobre las teclas sin poder pulsarlas, y la salida del poeta es convertirse en insecto ante el inmensismo de la poesía chilena, para que no lo maten.
¿Cuál crees que es la relación entre ese inmensismo, ese intento por construir la obra absoluta que ha caracterizado a la poesía chilena de los últimos cien años, con la certeza de la propia mortalidad?
GC: Pensaba en cosas pequeñas. Vi en un retiro budista que hice hace poco unos juncos y el viento se llevaba su polen en espirales, era extraordinariamente bello, y más bello no poder comunicarlo ya que estaba prohibido hablar. Pero esos juncos al otro día, sin el abrigo de su polen, lucían como guardias raquíticos de los lotos. Todo pasa. Adicca repite a cada rato el maestro budista.
Yo hablo de la muerte, pensaba en el gusano como la muerte, pero también pensaba en la lombriz del humus que transforma los desechos en abono. Los bichos del humus de los que habla doña Donna, pensaba en Deméter o Ceres, que tienen manos de jardineras, con una rasposidad muy especial según los eruditos, y el color terroso de su piel, su conexión con la tierra es pura sexualidad. En la diadema, Deméter o Ceres tienen amapola u opio, de manera que es una diosa muy atractiva.
El tema de la cripsis tiene que ver con una aceptación de la muerte. La nostalgia por desaparecer en el jardín. Quizás es un recreo, la renuncia por un lapso es lo que nos permite seguir resistiendo, porque el pique es largo y hay que seguir dando una pelea, no te vas de este mundo sin haber dicho lo tuyo e intentar haber aportado en algo.
El otro día escuchaba al actor Jim Carrey contar que su psicólogo decía que depress (depresión) significaba que necesitabas un deep rest de la imagen que te hiciste de ti mismo y de la presión social. Depress, Deep rest, me encantó eso. La cripsis es no dejarse ver, pero ver tú. Es cuando una especie se hace una con su entorno; la lechuza blanca en la nieve, el palote en las ramas, es una forma de no ser detectado. Y desaparecer y descansar de la esclavitud del yo y de la esclavitud de los sentidos. Eso es muy hermoso, un llamado a bajar el volumen para solo percibir, sólo escuchar, para no ser eliminado como especie.
Hay que pensar en la muerte. Sonreír y pensar en la muerte. Será como dejar un viejo vicio, dice Pavese por ahí. El poema es como esas pausas, esas pequeñas muertes, esos recreos que nos alivian y nos permiten seguir resistiendo con levedad y alegría.
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