Un verdadero thriller ha vivido el periodista, documentalista, corresponsal de guerra y conductor de Peregrinos (History Channel) y Buscando a Dios (Canal 13), el periodista Jorge Said.
Acusado por los talibanes de ser «agente de una potencia enemiga y de participar en actividades de espionaje», el reportero internacional fue retenido y espiado durante 8 días en Kabul. Seguido de día y de noche por agentes del único emirato islámico existente en el siglo XXI, su vida ha sido una pesadilla que rememora lo vivido justo hace dos años, cuando los talibanes tomaron la capital afgana desatando el pánico entre sus habitantes.
En esa ocasión, El Ciudadano -a través de su director Francisco Marín-, lo entrevistó en el mismo instante en que aquellos combatientes del Corán rodeaban el hotel donde alojaba … fueron momentos de horror de los que pudo escapar.
Pero Said quiso volver a Afganistán para entrevistar a mujeres y hombres, y ver como se vive tras dos años de régimen talibán. También encontrarse a los que hace dos años dejó atrás. Pese a contar con los permisos necesarios, agentes del gobierno hicieron ahora su trabajo televisivo imposible y lo “invitaron a salir del país”.
La madrugada de este martes 22 de agosto, Jorge Said sale de dicho país. Antes, envió un valioso material (crónica y fotos) a El Ciudadano … en los que expone sus increíbles y drámaticas experiencias en un relato imperdible que pasamos a exponer.
Al hacer contacto con él, el conocido reportero se disculpa de no poder hablar ni dar entrevista: «Muchas gracias por su llamada y quiero, por su intermedio Francisco, agradecer a algunos medios de comunicación y a usted mismo por no publicar absolutamente nada sobre mi situación y la de mi equipo local, hasta que no salga del país. Cualquier información puede obstaculizar de forma irremediable, las negociaciones que, junto a algunos oficiales del régimen Talibán, estamos llevando a cabo”.
Escape de Kabul 2, por Jorge Said
Jamás, nunca, imaginé que quedaría “retenido” y que cada vez que avanzaba más en las jerarquías oficiales del régimen Talibán, esto se iría convirtiendo en una pesadilla atroz, en una tortura sicológica imposible de detallar. Están por todas partes: en mi hotel, en el restaurant, en un matrimonio, en los parques, en este mismo momento que escribo.
He vivido un verdadero drama con mucho temor por las personas que puedan estar involucradas. Privado de realizar cualquier actividad profesional, me he quedado por 8 días en un hotel céntrico de Kabul con el terror y el tremendo estrés que provoca que en cualquier momento decidan pasar a otras acciones.
Se me ha “invitado” a abandonar el país inmediatamente y regresar a Pakistán, por donde entre, pero aún no tengo visa del país vecino. Resulta imposible desde aquí gestionar (aquello) con cierto dinamismo y las autoridades lo saben. De igual modo quiero agradecer al Ministro de Cultura Talibán por negociar con los servicios de inteligencia y de seguridad interior del estado y lograr que, mientras espero una respuesta inminente de las autoridades inmigratorias de Pakistán, se me autorice a comprar medicamentos y comer en los restaurantes frente a mi hotel.
Frente a esta situación, que se hace cada vez más angustiante, y debido a una respuesta pakistaní que no llega, he decidido salir rápidamente con otro destino con la esperanza de terminar este drama que parece eternizarse.
Por ahora, solo le ruego que no publique nada hasta mi salida de Afganistán que ya le avisare estando arriba de algún avión.
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Abandono este país sumido en una terrible frustración por no poder realizar las funciones para las cuales debidamente me acredité con el gobierno Talibán, en Islamadad, la capital de Pakistán. Hasta el momento desconozco las razones, más allá de las que yo mismo pueda imaginar. Sin embargo, en todo momento hemos presentado de la manera más trasparente y abierta todas las actividades que pensábamos realizar en el país y sobre las cuales no había ninguna objeción.
Se me dio una visa urgente de un mes, en 24 horas, para luego tramitar en persona -como ellos habían solicitado-, las autorizaciones de grabación y los viajes a distintas ciudades con el fin de realizar un episodio de la serie El Peregrino, actualmente en producción con History Channel. Sin embargo, a medida que pasaban las horas y después de largos interrogatorios se nos invitó a abandonar inmediatamente Afganistán.
Obviamente han sido días sin poder dormir ni contestar decenas de llamadas de personas que confiaban en nuestra mediación para resolver angustiantes situaciones que están viviendo hoy día (en Afganistán). No se si fue mi reunión con representantes de los medios periodísticos independientes de Afganistán, que realizaron una conferencia de prensa urgente por el arresto de una quincena de colegas periodistas, lo que motivo esta decisión; o bien mi determinación de testimoniar la vida corriente de la sociedad afgana justo hoy: dos años después de la caída del régimen anterior, que era apoyado por Estados Unidos y la OTAN, y que grabé en directo durante 23 días.
Se que nada podremos hacer ya por esas mujeres que habían puesto tanta confianza en nuestra misión ni tampoco con las organizaciones humanitarias presentes aquí en Afganistán y con las cuales habíamos organizado una evaluación de los proyectos y una visita a los campos de refugiados. No sé cómo pedirles mis más sinceras disculpas a todos ellos y a sus familias por no poder contestar sus llamadas ya que cualquier contacto, más que poner presión en mí, podía complicar aún más sus actuales condiciones de vida.
Se hace imposible escribir en estas condiciones. Los pensamientos se hacen incoherentes y el agotamiento extremo hace que ordenar las ideas se convierta en una tarea confusa.
Aun así, recuerdo en detalle ese 15 de agosto cuando, grabando en el Aeropuerto Internacional de Afganistán, se nos anuncia que las fuerzas talibanes habían entrado en Kabul. Nadie, ni siquiera la OTAN, la CIA, lo había podido prever, en lo que fue considerado uno de los errores de inteligencia más graves desde la Segunda Guerra Mundial.
Todavía recuerdo que ese día estaba en una reunión con el director de la televisión nacional de Afganistán, cuando el mismo me informa que los talibanes estaban avanzando rápidamente hacia el centro del país y tomando el control de gran parte de las ciudades.
Yo lo sabía, porque cada vez que iba al aeropuerto para embarcarme y grabar la legendaria citadella de Herat, la formidable mezquita azul de Mazar-i-Sharif o los Budas destruidos por los talibanes en Bamiyan, ya las fuerzas de los estudiantes del Corán, como suele llamárseles, habían tomado completo control de estas ciudades y los vuelos estaban suspendidos. Cada vez era mayor nuestra frustración y las decenas de miles de refugiados que llegaban a la capital atestiguaban el tremendo drama que se estaba viviendo.
Sin embargo, ese día, para nuestra tranquilidad, el director de la TV de Afganistán nos comenta que, de acuerdo a los últimos informes de inteligencia de la CIA, los talibanes podrían llegar aproximadamente en dos semanas. Llegaron en una hora. ¡Había caido KABUL!
Fue el caos total. Era un 15 de agosto del 2021 y cientos de talibanes entraban triunfantes en la capital afgana.
El miedo de cientos de miles de afganos era indescriptible… y, mientras tanto, yo me preguntaba: ¿qué voy hacer?, ¿cómo escapo de este país? Esa era la cuestión que una y otra vez me aturdía y me dejaba sin respuestas.
Esa es la pregunta que hoy mismo me hago dos años después. ¿Cómo escapar de Kabul?
Recuerdo como si fuera hoy, mientras miro por una ventana de este hotel que se convirtió en un centro de las conspiraciones más inverosímiles, que todos arrancaban en distintas direcciones. Y mientras más avanzábamos hacia el centro de Kabul resultaba imposible seguir en medio de una muchedumbre histérica. Tuvimos que dejar el auto botado y seguir corriendo por horas a pie hasta llegar a nuestras oficinas de producción. ¿Qué hacer? … había que empacar urgente, pero como dejar a esas decenas de mujeres que había protagonizado nuestro documental, como dejarlas si sabíamos que estaban en peligro de muerte. Ellas eran el alma de 2 capítulos titulados «Escape de Kabul» de la serie «Buscando a Dios» para Canal 13.
Y ahí todo cambió. Nuestras vidas se transformaron. Durante 8 días vivimos el escape de la capital afgana, quizás el más dramático, el más angustiante de toda mi vida; sacando a más de una treintena de mujeres y sus familias hacia los aviones españoles. Hoy, agradezco inmensamente a las autoridades del Ministerio de Defensa de España y del diario El País, con quien colaboraba en ese entonces, por habernos permitido salvar tantas vidas… sin embargo, cuantas decenas de amigos afganos se quedaron atrás?… ¿Cuántas decenas de familiares de los muertos en el mas grande atentado en el aeropuerto, ese 26 de agosto, estaban suplicando por una respuesta?
Regreso a Kabul
Necesitaba urgente regresar a Kabul. Tenía que llegar para las celebraciones del triunfo Taliban, este 15 de agosto, 2 años después de aquel episodio que aún se recuerda como unos de los más inesperados de toda la historia militar de occidente.
Nadie pudo imaginar que, en solo 11 días, los talibanes controlarían un país de más de 40 millones de habitantes; ni entender como unas fuerzas ligeramente equipadas, sin aviación, ni sistemas de drones y defensa antimisiles, podrían derrotar a un ejército de más de 300 mil hombres, con todo el entrenamiento y los equipos militares más avanzados del Ejercito de USA y de la OTAN.
Aun recuerdo que Estados Unidos llegó a tener hasta más de 100 mil militares desplegados en el país, por más de 20 años, y que todos los informes de inteligencia hablaban de un mínimo de 6 meses para controlar el país (posteriores a la fecha en que sucedió).
Sin embargo, nadie pudo imaginar, menos nosotros mismos, el poder y la tremenda motivación de los Talibanes dispuestos a morir o a llegar hasta el final por controlar Afganistán, frente a unas fuerzas completamente descoordinadas y desmoralizadas, debido a la enorme corrupción de sus generales y lideres políticos y a la total carencia de determinación de las fuerzas occidentales.
Un día antes del segundo aniversario de la toma de Kabul (14 de agosto de 2023) ya tenía la visa. Y, en un recorrido de más de 40 horas, desde la bella Cachemira, muy cerquita de la frontera con China, alcance Peshawar, cerca de la frontera afgana y en donde se concentra una gran población de origen Pashtun (pueblo nación que conforman el 90 por ciento de los talibanes). Ese día realizamos una decena de testimonios con refugiados afganos para entender que estaba ocurriendo en Afganistán. Cruzamos minutos antes que cerraran la frontera en dirección a Kabul mientras se acumulaban los festejos en ambos países. En Pakistán era el día de la Independencia de India, verificada en 1947, y en Afganistán, el aniversario de la Toma de Kabul.
Después de más de una veintena de controles talibanes, que daban terror, llegamos a las 03 de la mañana del 15 de agosto a la capital afgana, con el fin de estar en las celebraciones, pero, sobre todo, de averiguar qué ocurrió tras ese dramático Escape de Kabul -de 2021- donde después de organizar la tercera misión de evacuación de mujeres afganas entremedio de los combates sangrientos alrededor del aeropuerto, se me avisa que, si no salgo en el último avión español, ese 26 de agosto, me quedaba en Afganistán.
Y así, como si fuera hoy, recuerdo esos momentos estresantes donde avanzamos por campos abiertos, con una veintena de mujeres y familias que buscaban escapar, en lo que parecía una misión imposible.
Los más ancianos se nos iban quedando atrás, mientras los enfrentamientos con cadenas y palos y los incesantes disparos se escuchaban más fuertes… ya cuando amanecía, solo me acompañaba una decena de mujeres afganas desesperadas, cuando en esos momentos, en medio de una muchedumbre que parecía aplastarnos, pierdo a mi productor con mi mochila y todos mis equipos.
Yo sé que a nadie debería importarle y que sólo había que luchar por nuestras vidas, pero a mí, me importaba más que mi propia existencia: era mi película, mi historia y la sentía tan importante como salvarme a mí mismo… Ahí decido regresar otra vez al infierno, a las barreras de los talibanes que golpeaban y que disparaban sin cesar, con el tremendo miedo de ser delatado por cualquiera que intentaba arrancar, ya que, a pesar de ir cubierto (con vestimentas afganas), mis formas me delataban, además, iba con la cámara grabando escondido en medio de escenas escalofriantes de bebes colgando de los alambres de púas esperando que un militar de las fuerzas internacionales se apiadara y rescatara al infante…
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10 horas después había perdido toda esperanza de recuperar mi historia del escape de Kabul. Ahí, exhausto y confuso, en medio de 500 mil afganos enloquecidos por abordar los aviones, se había perdido toda esperanza … de pronto, una de las jóvenes, Parwin (su nombre), me dice que ya no puede más, que se va a regresar: ‘¡No, por favor! hagamos un último intento’, le suplico.
Ya a esas alturas solo me acompañaban tres mujeres, cuando de pronto me gritan: ‘¡Jorge!… ¡Jorge!…’ era mi productor con mis equipos y mi película. Otra vez le doy gracias a Dios, porque es ahí, en los momentos más difíciles, únicamente cuando nos acordamos de lo divino… No lo podía creer. Una tremenda fuerza me viene, les pido a todos que me ayuden que vamos a hacer el esfuerzo final, mientras trataba de coordinar con Javier de la inteligencia española por donde encontrar a la brigada que nos rescataría en la famosa puerta AB….
Javier nos pide que alcemos siempre los colores rojo y amarillo de la bandera hispana hasta una torre de control … en un esfuerzo físico y emocional tremendo, cruzamos los últimos 100 metros de esta multitud que nos aplastaba. Es ahí cuando, sin dudarlo, decido tirarme a las aguas servidas del canal que nos separaba de las fuerzas de USA y la OTAN, gritando con toda la fuerza: ‘¡por favor ayúdenme!’, elevando mi pasaporte de Estados Unidos… ‘¡por favor, please!… los militares españoles me están buscando, soy el fotógrafo, el periodista Jorge Said, con tres mujeres afganas…!’
Recorro esos 100 metros con las aguas hasta la cintura, retrocedo, me acerco a distintas fuerzas: noruegas, alemanas, inglesas, con la cámara en la otra mano, grabando sin parar… cuando de repente, un marine de Estados Unidos me grita: ‘¿usted es el periodista?’… ‘¡Si! ¡Si! soy yo…’ Se me caen las lágrimas: ‘por favor, denme 2 minutos’, le suplico. Voy a buscar a las mujeres afganas, especialmente a la joven estudiante Parwin, que se despide llorando de su hermano. No lo puedo traer… yo me despido de mi productor, angustiado, quien a pesar de estar en las listas que íbamos haciendo, no había podido encontrar a su esposa y sus hijas y decide quedarse.
Hasta hoy Hamed Sediquie está arrepentido de no haber tomado ese avión y se encuentra en un limbo total al igual que cientos de miles de afganos en Pakistán, Irán, etc…
Cuando me rescatan, yo sigo grabando y entrego la cámara encendida a los marines entremedio de decenas de afganos que suplicaban por mi ayuda. La mayoría eran tirados al agua, eran escenas dantescas… los marines, entremedio del caos y la confusión más extrema, me piden que espere, que no me mueva… cuando después de 10 minutos vemos unas banderas españolas. Todos nos pusimos a llorar de emoción, les gritábamos: ‘¡acá, acá!, hasta que nos juntamos con la brigada española….
En ese momento nada importaba. Había que salir… el avión nos estaba esperando. Cuando una hora después, una terrible explosión termina con la operación de evacuación más grande y más caótica del siglo XXI. Exactamente en el mismo lugar donde fui rescatado: un comando suicida de Estado Islámico Khorasan se hace explotar matando en el acto a 13 marines de USA y a más de 170 civiles afganos. Y, quizás, yo tenía las imágenes de algunos de ellos, quizás, con seguridad… ya que cruce grabando entre decenas de rostros angustiados por salvarse. Nos habíamos salvado una vez más.
Hoy, dos años después, decidí regresar a la puerta AB, donde ocurrió la explosión y aportar con nuevos antecedentes a decenas de familiares que buscan angustiosamente una respuesta a la suerte de sus familiares caídos ese fatídico 26 de agosto.
Sin embargo, la realidad fue distinta. Y a pesar de la frustración por este terrible desenlace, pude ver la realidad de la capital afgana y con distintos argumentos estuve grabando en dos matrimonios talibanes y en las caóticas celebraciones de los grupos talibanes que felices disfrutan de las distintas ventajas de ser los ganadores de la guerra civil afgana.
Nosotros nos salvamos, pero cientos de miles se quedaron acá… hoy, que mi segunda venida a Afganistán se enfrenta con un final incierto, quiero agradecer a todos quienes confiaron en mí y solo esperar que en unas horas más logremos pasar los controles talibanes, en ese mismo aeropuerto donde vivimos la madre de todas las batallas afganas. Solo luchamos por salir de aquí y subir de nuevo a ese ansiado avión. Escapar de este horror que por segunda vez estoy viviendo.
Me voy con la tremenda tristeza de no haber logrado más que una parte de mi misión. Sin embargo, es suficiente para sentirnos completamente realizados. Hemos arriesgado todo aquí, otra vez, con nuestros propios esfuerzos, sin ayuda de ningún gobierno. Jamás en mi vida he realizado actividades de espionaje , ni tampoco jamás he trabajado como agente de otro estado. Solo estoy cumpliendo con mi deber de informar con la verdad y de tratar de ayudar humanitariamente a tantas mujeres y personas en peligro.
Espero que las autoridades del gobierno Taliban así lo entiendan. Estoy en contacto directo con los jefes de inteligencia y de Seguridad Interior del Estado así como también del Ministerio de Relaciones Exteriores y de Cultura para cuando sea el momento regresar a Afganistán, con los brazos abiertos, y solicitarles nuevamente un acceso integral al país y a sus habitantes, en momento de una de las más graves crisis humanitarios del siglo XXI. La lucha continua mas fuerte que nunca.
Kabul, 22 de agosto, 05 de la mañana.
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