Cultos: el Vaticano gay

A los 35 años, hace diez, David Berger era uno de los teólogos más jóvenes de la academia vaticana de Santo Tomás de Aquino

Cultos: el Vaticano gay

Autor: mauriciomorales

A los 35 años, hace diez, David Berger era uno de los teólogos más jóvenes de la academia vaticana de Santo Tomás de Aquino. Fiel a una línea ultraconservadora, director de la ilustre publicación Theologisches y amante de las liturgias tridentinas, estaba considerado un enfant prodige de la teología. Sus artículos recibían comentarios directos del entonces cardenal Joseph Ratzinger, de quien todavía conserva una postal de Navidad. Sin embargo, al recordar estos hechos desde su departamento en el barrio de Schöneberg en Berlín, los condena como un pecado capital: “vanidad”.

Decidió salir del clóset cuando ya no pudo soportar más los chantajes a que lo sometían en el Vaticano. Abandonó Roma y la teología conservadora. Escribió un libro sobre sus siete años en el Vaticano, La sagrada apariencia, que fue best seller en Alemania y se convirtió en un exponente destacado de la lucha por los derechos homosexuales. A partir de esta semana dirige la revista gay Männer en Berlín. Quiere transformarla en una publicación de referencia para todos los gays alemanes, precisamente en un momento de gran debate en Europa sobre la situación de las parejas homosexuales. Denuncia que «la homofobia de la Iglesia se cobra víctimas» y pide una apertura para que los homosexuales puedan vivir plenamente su fe.

¿Cómo será la revista?

La revista se dedica a hombres de 25 a 45 años. Personas educadas que trabajan en grandes ciudades y, por ello, nos damos trabajo para ofrecerles cultura y política. Siempre hay, de todos modos, un segmento que tiene fotos eróticas, no pornográficas. En el número actual hay una entrevista con la líder de los verdes, Claudia Roth, y otra con la ministra de Justicia liberal, Sabine Leutheusser Schnarrenberger. Deportes y viajes tampoco faltan. Además, bajo mi gestión, la revista ofrecerá “el punto de vista homosexual” en el debate sobre el matrimonio gay en Europa.

Tres años han pasado desde su revelación. ¿Cómo ha cambiado su vida?

Pensé que a esta altura habría descansado, pero no fue así. Desde entonces he recibido muchos pedidos de medios y periodistas para que hablase o escribiese sobre mi experiencia, y para ofrecer conferencias. Luego, fue decisivo mi compromiso en la lucha contra la red Kreuz.net, un sitio cuyo host anónimo se encontraba en los Estados Unidos pero que estaba muy difundido en Alemania y que incitaba a la violencia y la muerte de los homosexuales. Los servicios de inteligencia alemanes no habían logrado cerrar esta página. La justicia decía que tampoco tenía medios para proceder. Entonces, la editorial para la que trabajo ofreció una recompensa de 15.000 euros a quien identificara a los fundadores de ese proyecto. Yo coordiné esa operación, que el pasado 2 de diciembre llevó al cierre del sitio. Fue un gran éxito.

¿Cómo vive el pasaje de una vida intelectual, dedicada al estudio de la teología antigua, a la dirección de una revista gay, que lo expone de manera mucho más explícita ante la opinión pública?

No fue una elección programada. Después del ciere de “Kreuz.net”, la editorial me contactó y me propuso este puesto. Querían que comenzara de inmediato, en enero, pero pedí un tiempo para pensarlo. Me concedieron cuatro semanas y hablé mucho con amigos. Era claro que alguien que se pone a dirigir una revista de este tipo no sería ya tomado en serio en el ámbito de la teología científica. Finalmente me decidí porque pensé que era un desafío importante desde el punto de vista político, por los derechos de los homosexuales. En Francia existe, por ejemplo, Tatoo, una publicación en que todos los gays se reconocen. No hay algo así en Alemania todavía. A pesar de que nuestra revista distribuye ya 20.000 ejemplares, todavía no es representativa de todos los gays de Alemania. Pensé que si lograba alzar nuestra voz en la política a través de esta publicación valía la pena probar. El editor me dio carta blanca.

Como teólogo alcanzó altos niveles más bien joven. ¿Le faltará la vida académica?

Precisamente la teología académica es aquello que a veces me falta. Podía estar semanas enteras sentado estudiando textos latinos y, quizás después de un año, publicaba un artículo, pero se trataba siempre de publicaciones internacionales. Apreciaba muchísmo esa atmósfera, así como el desafío intelectual. En los últimos tres años me he dedicado en particular a la política de la iglesia. Y últimamente, en particular a las políticas homosexuales. Se hace más difícil volver a participar en el debate (Ndr: puramente teológico) y temo que será así también en los próximos años, si es que continúo activo en ese cmapo. Pero en la vida hace falta tomar decisiones.

¿Halla difícil hoy en día vivir su religión como homosexual?

Depende mucho del grado de independencia que uno tenga de la iglesia. No tengo problemas en absoluto en vivir la religión en sí, por el contrario. Reconozco que si uno se atiene a todas la indicaciones de la iglesia y toma al pie de la letra las indicaciones del Papa puede tener grandes dificultades. De diez años a esta parte, se ha instaurado en la iglesia un clima en el que cada vez más a menudo las autoridades religiosas se han expresado en tonos difamatorios contra los homosexuales. Esto lleva a que muchos homosexuales que son profundamente creyentes lleguen a tener una mala conciencia y, por añadidura, se enfermen psicológicamente. He sido contactado recientemente por un sacerdote católico que tenía una relación con otro sacerdote. Su compañero no aceptaba ser homosexual: se roció con bencina y se prendió fuego. Es un ejemplo de cómo la homofobia se cobra víctimas. La iglesia puede hacer algo rápidamente contra la homofobia con solo decidirlo.

Usted habla de los últimos diez años. ¿Se debe a que hay un debate más abierto respecto de los derechos homosexuales en la sociedad o a otra razón?

Por un lado, los homosexuales se han vuelto más conscientes en todo el mundo. Se añade el hecho de que el Papa Joseph Ratzinger ha sido una figura clave que ha apoyado de modo decisivo la homofobia. Hay un tercer punto, y es el escándalo de los abusos sexuales en la iglesia católica. Visto que nadie quería realizar los cambios estructurales necesarios en el interior de la iglesia para combatir la plaga de abusos, hubo en cambio una caza de chivos expiatorios. El cardenal Tarcisio Bertone dio en 2010 en América Latina una famosa conferencia de prensa en la cual dijo que los culpables de los abusos no eran los sacerdotes sino los jóvenes homosexuales. Todo esto ha empeorado en última instancia el clima, envenenándolo.

¿Ve señales de apertura en el pontificado de Francisco (quien se enfrentó con el gobierno argentino para que no se aprobase la ley de matrimonio gay)?

Espero que las haya. Mientras que en el caso de Benedicto XVI, su posición era inequívoca, con Bergoglio la sensación es que por lo menos hay, en cierta medida, más libertad. El hecho de que tenga una actitud más relajada podría llevar a un cambio muy moderado. Pero conozco homosexuales religiosos en Alemania para los cuales esta tímida apertura no sería suficiente. Después de una espera tan larga quieren el reconocimiento pleno de sus derechos.

En Alemania los homosexuales todavía no se pueden casar. ¿Cree que las manifestaciones en Francia contra el matrimonio gay puedan tener una influencia negativa?

No creo que se pueda repetir acá una situación parecida, y ello, también, porque en Alemania no hay ningún partido tan conservador e influyente como el Frente Nacional en Francia. Además, los obispos alemanes han anunciado que si el Gobierno adoptara esa vía, respetaría la decisión. Esto se debe a que en Alemania la Iglesia católica está estrechamente ligada al Estado en la medida en que se financia a través de los impuestos, algo que no ocurre en Francia. Aun así, ya se están formando grupos en Alemania que intentan emular la protesta francesa. De momento, sin embargo, son grupos de pocos centenares de personas y no creo que haya protestas de masas.

¿Cómo es posible que un homosexual consciente llegue a ser un exponente destacado de la teología ultraconservadora a nivel mundial?

Es necesario, antes que nada, precisar que yo no era entonces un gay consciente. No tenía una mala conciencia respecto de mi homosexualidad, pero siempre había querido ser sacerdote y no lo fui. He vivido a pleno mi sexualidad, pero siempre he tenido la mala conciencia de no haberme convertido en cura. Para compensar ese sentimiento, pensaba que era correcto apoyar la teología conservadora y ser fiel a la línea del papa. A esto se añade la presunción y la satisfacción profesional de haber sido escuchado en la Academia de Santo Tomás de Aquino muy joven –35 años es una edad muy joven en el Vaticano, era como el “baby” de la academia. Recibí cartas personales de felicitaciones por mi trabajo del cardenal Ratzinger y hasta una postal de felicitación por Navidad. Siendo relativamente joven, situaciones similares me llenaron de orgullo. Es fácil perder de vista los compromisos que uno está obligado a aceptar. Esto también da la medida de cómo te puede enceguecer la presunción. Se añade, finalmente, que uno se acostumbra y está tan adentro de cierto ambiente que deja de hacerse preguntas. Después, empecé a ser más liberal; y en esas circunstancias recibí numerosas presiones, justamente por el hecho de ser homosexual. Me decían: “no querrá ciertamente firmar un documento que han firmado ciertos homosexuales. No querrá estar en la misma lista que un homosexual”. En cierto punto, las presiones se volvieron tan insoportables que pensé en pasar a la ofensiva. Fue un gesto liberador, pensé que si exponía todo en público no podrían presionarme más.

¿Cómo se sobrevive en los ambientes vaticanos siendo gay?

No vivía en el Vaticano, sino en Roma. Además, seguía enseñando en Colonia, excepto por unos seminarios en bloque en la academia vaticana. Mi novio iba siempre conmigo, vivíamos sobre el Aventino, en el claustro dominicano. Teníamos cuartos contiguos y oficialmente era mi primo, aunque todos sabían cuál era nuestra relación real. Nadie se inmiscuyó jamás en lo que sucedía entre nosotros. Pronto me di cuenta de que muchos vivían como nosotros en ese ambiente.

 ¿Curas?

Diría que sobre todo curas, hasta obispos. Existe realmente una red homosexual en el Vaticano. Hay una casa sobre el Monte Mario con muchas llaves. Todos aquellos que tienen una llave pueden usar ese lugar para tener encuentros sexuales. He estado allí y he conocido allí a un monseñor del Vaticano. Nos hemos arreglado así. Mientras se permanece leal a la línea y se obedece, se puede hacer en forma privada aquello que se quiere. Pero en cuando uno alza la cabeza se te hace notar: “atento, que también tú tienes esqueletos en el armario”. Y es así que muchos hacen carrera, adecuándose a la línea más conservadora. Nadie me habría querido en Roma si hubiese sido un jóven teólogo liberal.

¿Recibió amenazas?

No del Papa ni de otros exponentes de la Iglesia. Pero hubo viarios mensajes amenazadores. Ocurrió también hace algunas semanas en Stuttgart. Una asociación católica había alquilado un auditorio y me había invitado a ofrecer una conferencia. Un cura me fue buscar a la estación. Cuando llegamos al lugar de la conferencia me di cuenta que todo estaba rodeado por furgonetas de la policía y los agentes controlaban a todos los espectadores. El cura me explicó que esto se debía a que habían recibido amenazas: “David Berger no debe hablar en una institución de la iglesia”. Tuve que entrar por una puerta secundaria. Hay muchos, entre los fundamentalistas católicos, que tienen miedo de que yo pueda decir cosas que todavía no he contado. Pero no lo haré. Nunca actuaré de manera homófoba, molestando a personas que hacen su trabajo tranquilamente. No es mi estilo. Pero percibo que existe el miedo de que cuente lo que sé.

Mencionó que había recibido un documento…

(Lo extrae de su biblioteca. está fechado al 10 de Octubre de 2012. El texto está en alemán, aunque el título está redactado en italiano “La cordata omosessuale in Vaticano” (NdT: La red o el hilo homosexual en el Vaticano) es un documento que el Papa leyó poco antes de su dimisión. Habla de una especie de complot homosexual en el interior del Vaticano que tendría como cabeza a monseñor Genschwein. Tiene estampilla y timbrado de Roma. El nombre del remitente es tan bíblico como falso: Miguel de los Ángeles. También la dirección, “Monte Sant Angelo, Roma”, es inexistente).

Estoy bastante seguro de que este documento es una de las causas de la dimisión del Papa. Lo recibí pocos meses antes de que ocurriera. Quien escribió su contenido tiene que ser una persona muy interna al Vaticano. Creo que quien me mandó el documento quería que llegara a los medios, porque se sabe que tengo yo buenos contactos con la prensa. Estoy convencido de que este documento es una de las causas de la dimisión de Papa Ratzinger. En Alemania muchos escribieron que su decisión fue calculada hace tiempo, pero no creo que fuera verdad. En febrero, algunos diarios ilustres como la Frankfurter Allgemeine Zeitung dieron la noticia de que el Papa estaba trabajando a una encíclica acerca de la fe. ¿Para qué se habría puesto a trabajar en una encíclica que nunca se publicaría? No creo que su dimisión fuera calculada. Se sabe que Ratzinger tenía un pánico patológico respecto de los homosexuales. Ratzinger era movido por el miedo tremendo de que la plaga de los homosexuales pudiese minar los fundamentos de la iglesia. Puedo imaginar muy bien que haya podido tomar la decisión muy rápido, como reacción.

Por Laura Lucchini

El Puercoespín


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