Durante los próximos años, Estados Unidos y China pelearán por ser la primera potencia económica del mundo. Parte del resultado de esa batalla saldrá de América Latina, región llamada a ser un agente importante en la nueva configuración de las alianzas geopolíticas a nivel mundial.
Christophe Ventura, doctor por la Escuela de Estudios Superiores en Ciencias Sociales de París, defiende que durante ese tiempo Latinoamérica debe definir su papel dentro de un mundo en plena mutación. Y, aún más importante, afrontar el reto de fortalecer su proyecto de integración regional, clave para culminar su proceso de autonomía.
El también investigador en el Instituto de Estudios Europeos de la Universidad de París ha viajado este miércoles desde la capital francesa para hablar de todo ello en la Casa Encendida de Madrid, en la conferencia América Latina en 2025, enmarcada dentro del ciclo El mundo en 2025. En esta entrevista con Público horas antes de la ponencia, Ventura, colaborador de Le Monde diplomatique, explica cuáles son los desafíos de los países latinoamericanos y pone en evidencia los intentos en vano de la derecha, a través de ofensivas desestabilizadoras, para recuperar el mando de los Gobiernos progresistas de la región.
¿Cómo será América Latina en 2025?
Es imposible ser preciso, pero podemos imaginar algunas opciones que dependerán de las decisiones de los Gobiernos y de los pueblos latinoamericanos. El mundo está viviendo un cambio en medio de una crisis de la globalización y con un nuevo balance de fuerzas entre Estados Unidos y China de fondo. América Latina se ha convertido en agente de la reconfiguración progresiva del sistema hacia un mundo multipolar y se ha colocado en medio de la lucha entre Washington y Pekín.
América Latina tiene muchas de las cosas que las potencias económicas mundiales pretenden. La región tiene una gran cantidad de recursos naturales, probablemente los más importantes del mundo. Se estima que la población mundial alcance los 10.000 millones de personas en 2050, es enorme la necesidad de producción agrícola que el mundo necesitará, y América Latina tiene un cuarto de las tierras cultivables disponibles. El proyecto de EEUU es muy claro: recuperar la hegemonía que tenía en la región mediante nuevas relaciones con los países latinoamericanos ─el tema de Cuba forma parte de ello─ para que las empresas estadounidenses puedan contar con los recursos energéticos. Por su parte, China pretende proponer condiciones, distintas a las de EEUU, pero también para garantizarse esos recursos.
¿Cuáles son los principales desafíos a los que se enfrenta la región?
Estamos ante el fin del boom de las materias primas, que fue el gran apoyo del éxito político progresista. Los Gobiernos que salieron no han sido capaces de transformar el modelo productivo, que todavía depende de las materias primas, de la demanda de los mercados internacionales y del capital extranjero. Eso no ha cambiado. Se han logrado, eso sí, muchos avances en materia de estabilidad política y democrática en una región bien conocida por sus golpes de Estado, en materia de igualdad, de lucha contra la pobreza. Han pagado la deuda social del colonialismo, pero no han podido cambiar el modelo extractivista. Ese es el gran desafío, cambiar el modelo y construir aparatos productivos nacionales y regionales, es decir, cadenas de valores propiamente latinoamericanas para integrar las economías y liberarse de la dependencia exterior.
¿América puede pasar de ser el “patio trasero” de EEUU a ser una “plataforma extraterritorial” de China, como usted mismo lo ha definido en alguno de sus artículos?
Sí. Pero hay que insistir en que la dominación de China es muy distinta del tipo de dominación que EEUU tenía y que quiere recuperar. No existe una injerencia de China en la vida política de los países latinoamericanos. No hay presencia militar, todavía. No hay una relación de dominación. Además, las condiciones económicas que ofrece el Gobierno de Pekín son más interesantes que las del Fondo Monetario Internacional o del Banco Mundial. Aunque ello conlleve una hipoteca sobre las materias primas, es más fácil para los países latinoamericanos tener relaciones financieras con China que con EEUU o con el sistema bancario mundial.
Además, China tiene una visión de la región distinta de la que tiene de África. China ve a América Latina como una región igual en términos de desarrollo. La estrategia de Pekín es construir una relación con cierta permanencia y con una postura de ganador-ganador. Obviamente la relación en realidad está desequilibrada. Los países latinoamericanos lo saben muy bien y la prefieren a volver al anterior escenario de dominación frente a EEUU.
¿Qué opciones tiene América Latina para convertirse en una región realmente autónoma? ¿China es la respuesta?
La integración regional podría aportar mayor autonomía a los países latinoamericanos. Ese es un camino. Y luego hay otro, el que parece tener el apoyo de las élites conservadores y que está integrado dentro los flujos financieros mundiales. Se trataría de integrar de nuevo a América Latina dentro de las corrientes dominantes del libre comercio mundial. La batalla estará entre MERCOSUR y la integración regional, y las nuevas tentativas de regresar a la órbita de los intereses de EEUU y del camino neoliberal a través de acuerdos de libre comercio que se conviertan en mega acuerdos suprarregionales. Es necesario un debate entre los Gobiernos y los pueblos latinoamericanos para decidir si ser una región dependiente o, por el contrario, profundizar en una integración regional basada en la construcción de una relación más simétrica con China.
Del mismo modo, los países latinoamericanos tienen que transformar la posible nueva relación de dependencia con China en una relación de interdependencia. ¿Cómo hacerlo? Pasando por la regionalización de las relaciones. Se necesita salir del bilateralismo permanente para tomar el camino de una negociación multilateral birregional. China puede ser parte de la solución, pero no puede ser parte del problema. Quedarse únicamente en manos de los chinos implica ganar tiempo, pero el tema está en cambiar el aparato productivo y creo que los dirigentes latinoamericanos actuales lo tienen claro.
¿Cuáles son las causas de los problemas de algunos de los Gobiernos progresistas?
Con el cambio de ciclo económico es mucho más difícil financiar las políticas sociales. Con la crisis algunos de los fenómenos negativos estructurales de la región volvieron a ponerse en primer plano, como la corrupción, que es un problema sustancial en la historia de la región en todos los ámbitos y que no está arreglado. Eso lleva a un proceso de deslegitimación de los Gobiernos, que, por otro lado, también se enfrentan a la fatiga generada por tantos años en el poder.
¿Se ha acabado definitivamente el ciclo de los Gobiernos progresistas?
No. Han entrado en un momento crítico porque las condiciones económicas y geopolíticas que sostuvieron sus políticas han fracasado con la crisis mundial. El modelo se está agotando, pero eso no significa que los Gobiernos hayan muerto o que el ciclo haya muerto, eso dependerá de las decisiones que vayan tomando a partir de ahora. Si no pueden mejorar la gestión económica, si no pueden cambiar el modelo productivo entonces sí fracasarán. Su margen de maniobra depende de las políticas de acercamiento que puedan hacer a China u otros socios a nivel mundial y de la cooperación entre países de la región para crear infraestructuras y potenciar un mercado interno común. No es fácil, pero tampoco imposible.
¿Cuánto ha perdido América Latina para ese proyecto de integración regional con la muerte de figuras tan importante Néstor Kirchner o Hugo Chávez?
Obviamente son dirigentes irremplazables. Con Chávez, Kirchner, también con Lula, había un motor de integración. El ciclo ha cambiado, la dinámica natural es que los países se centren en encontrar soluciones a nivel nacional. Ahí está el problema. Tienen que profundizar en la integración, es la única opción que tienen para avanzar.
¿Quién debe ser el referente para esa integración regional?
El país clave es Brasil. Todo depende de que lo decida el Gobierno brasileño, que lamentablemente ahora estamos viendo que se está escorando hacia la derecha por razones internas. No es un problema de dirigentes, sino de estructuras y de crear un motor económico para impulsar las políticas. Los dirigentes vienen después, su papel empieza cuando esos motores avanzan. Si Brasil se alinea con las corrientes de los mercados internacionales, todo se bloqueará en América Latina. La región tiene muy buenos dirigentes: Morales, Correa, Maduro… pero tienen que entrar en una nueva fase, inventar nuevos modelos económicos y políticos, aunque también vemos las dificultades que tienen para poder hacerlo.
¿La crisis de estos Gobiernos y la tensión en algunos países son fruto del descontento de la población o de la ofensiva lanzada desde algunos sectores?
Como siempre hay una combinación de factores internos y externos. Entre los externos está sobre todo la crisis económica, el impacto de la crisis en la región empezó a partir de 2013, curiosamente coincidiendo con la muerte de Chávez. A partir de ese año se produjo una desaceleración de la economía, lo que dificulta la creación de políticas ambiciosas en el plano social. Ese compromiso con las políticas sociales fue clave para la alianza entre sectores muy diversos de las sociedades latinoamericanas, este tipo de consenso interclasista que fue la base de construcción de los Gobiernos progresistas.
Aún así también se percibe un ataque continuo desde la derecha. De un tiempo a esta parte se ha visto cómo se han puesto en marcha nuevas herramientas de desestabilización a través de los llamados golpes blandos.
Desde luego. Hay una desestabilización permanente desde hace dos años. Su estrategia, ya que no han podido ganar en las urnas, es generar tensión y fomentar la violencia, como vimos en Venezuela en 2014, controlar la calle, los medios de comunicación y los aparatos judiciales, cuando los tienen. Cuentan con apoyos y ayudas desde el extranjero. Vieron las dificultades de algunos Gobiernos progresistas y atacaron. Las derechas esperan también apoyarse en las contradicciones de los ejecutivos progresistas y en captar a algunos sectores de las clases medias que salieron de la pobreza gracias a las políticas sociales y que no tienen una conciencia política.
Ese sector es clave para las alianzas y para el consenso político. Hoy son objeto de lucha entre la izquierda y la derecha. Son casi 60 millones de personas que salieron de la pobreza y que se han convertido en más consumidores que clase media o clase revolucionaria. Es necesario hacer políticas para ellos, darles una respuesta económica, cultural y política para que formen parte de un proyecto país: mejores infraestructuras, transporte, una educación de calidad para garantizar una entrada en el mercado laboral… La derecha quiere apoyarse en esa gente, que dice que quiere vivir mejor pero no necesariamente de otra manera y el Gobierno no les ofrece soluciones.
Todo ese ‘cocktail’ parece un caldo de cultivo para una posible victoria de la derecha en las urnas.
Yo no les veo ganadores en unas elecciones. De momento la derecha no tiene apoyo popular. La gente puede criticar a los Gobiernos pero no quiere el regreso al poder de una derecha que conoce bien. Todo depende de la movilización de los votantes. Si la derecha regresa al Gobierno, no creo que sea por mucho tiempo. A pesar de la crisis mundial, a pesar de la crisis de los Gobiernos progresistas, la derecha no tiene la posibilidad de ofrecer alguna alternativa. Pueden movilizar a sus sectores, quizás integrar a esta parte de la clase media para ganar batallas, pero no la guerra. Su único plan es regresar al modelo neoliberal, al tiempo de las antiguas alianzas geopolíticas, sin ofrecer ningún tipo de respuesta o solución a la actual crisis.
Aún así, todo ello está abierto a cómo evolucionen los Gobiernos y al tipo de respuesta estratégica que den. Los desafíos son muchos y la izquierda no lo tiene nada fácil, ni en América Latina ni en el resto del mundo. A pesar de su crisis estructural, las fuerzas de los poderes globalizados son muy poderosas, lo hemos visto en Grecia, son como animales heridos que pueden matar cuando se sienten amenazados.