Diego Ancalao es profesor, escritor y dirigente político mapuche, de Purén, una localidad humilde ubicada en la Región de la Araucanía. Sus años, desde la infancia, no han sido fáciles, porque debió abandonar su hogar para estudiar la enseñanza básica y media. Luego, con ayuda de una persona vinculada a la política, pudo ingresar a la educación superior y estudiar pedagogía.
Hoy es el único dirigente mapuche que está en la directiva de un partido político como es la Izquierda Ciudadana, donde es vicepresidente nacional. Se trata de una colectividad que forma parte de la Nueva Mayoría –alianza de gobierno- y también dedica su tiempo a escribir sobre la causa mapuche, el rol que el Estado chileno ha jugado y que no ha dado respuesta, por años, a su pueblo que reclama por reivindicaciones, las que para Ancalao son justas y necesarias de reconocer.
El dirigente se ha caracterizado por cuestionar a las propias autoridades de Gobierno y a cualquier político nacional, cuando permiten o solicitan que en La Araucanía se cometan abusos y atropellos en contra de los comuneros, que levanta la voz cuando de manera discriminatoria se les aplica a los mapuche la Ley Antiterrorista.
Diego Ancalao se ha ido transformando en un referente joven de la política chilena y, poco a poco, ha ido ganando espacio como panelista en medios de comunicación y columnista en prestigiosos diarios. Su pasado humilde no lo ha olvidado, lo mantiene intacto en su recuerdo y cada vez que puede se encarga de decirle a los jóvenes mapuche o no mapuche que el apellido, que el color de la piel, no importa y que lo que se debe hacer para enfrentar la discriminación es luchar, no dejarse vencer, no permitir que nadie ponga el pie encima a ningún chileno y que la democracia no es un estado de garantías para un grupito, para los aventajados, sino para todos.
Producto de ello, recientemente ha sido invitado a España a dialogar sobre la vía política como mecanismo de solución de conflictos entre los Estados y pueblos originarios, así como también ha sido invitado a Canadá por el Instituto de Desarrollo de Liderazgo Indígena, ILDII; ha conversado con las Firse Nation (primeras naciones) y, en marzo del presente año, se reunirá con un importante jefe maorí. Asimismo, ha estado con delegaciones internacionales en distintos países.
Como dirigente político mapuche, ¿qué importancia concreta tiene su reciente visita a España y las diferentes invitaciones que le llegan y que no es común para quienes son de origen mapuche, a los que, en general, las puertas se le cierran?, ¿cree que está convirtiéndose en un referente político y de lucha de su entorno?
La importancia concreta de mi visita a España es que me permitió conocer directamente la apreciación que tiene el ciudadano común y corriente sobre Chile y sobre el Pueblo Mapuche. Una anécdota, por ejemplo, en un restaurante: un señor por mi forma de hablar me dijo: “¡vos sos chileno, el país del experimento económico yanqui!”. Le respondí: «claro, pero yo soy mapuche». «¡Ah, joder tío, esos sí que son bravos!», me respondió. Y, eso, para mí es muy importante, ya que el único pueblo indígena que ha firmado un tratado con el imperio español en América fue el pueblo al cual pertenezco, el mapuche.
En el plano político, pude corroborar en una reunión con representantes de la Izquierda Castellana, que forman parte de la alianza con Podemos, que reconocen, perfectamente, al Pueblo Mapuche y lo asemejan con ciertas reivindicaciones de autonomía que manifiestan los catalanes y los vascos al gobierno Estato Nacional Español. La diferencia es que nosotros pedimos autonomía dentro de un Estado que debería reconocerse como plurinacional, a diferencia de los vascos y catalanes que piden un Estado aparte. Allá no se ve tan extraño, ya que la Unión Europea es una sumatoria de Estados. Estaban al día de lo ocurrido a la machi Francisca Linconao y sobre la aplicación de la Ley Antiterrorista. En este contexto, es muy importante escuchar que no comprenden cómo el Estado de Chile no reconoce los tratados firmados con ellos –España- y menos los firmados por el mismo Estado chileno y el pueblo mapuche.
¿Qué otras sorpresas ha evidenciado en los distintos viajes que ha realizado en su calidad de dirigente político de origen mapuche?
En cuanto a las invitaciones me he encontrado con la sorpresa de que las personas y organizaciones han leído mis columnas y artículos, algunos ya habían leído mi libro bajado de internet (Mapuche: hijo de dos naciones), en que defiendo mi pueblo en contra de un grupo económicamente poderoso con interés de explotación forestal en nuestro territorio mapuche y esos poderes económicos controlan las decisiones políticas del Estado. De lo contrario, no se explica cómo en democracia se siguió financiando a las forestales de Angelini y Matte con recursos de todos los chilenos, mediante el DL Nº 701 creado en 1974 por Augusto Pinochet y que, hasta la fecha, no le cobren el impuesto territorial que las forestales deben a Chile.
En cuanto a lo de referente político, es posible que hagan la diferencia en que no escribo como periodista, a lo menos así me lo han dicho algunos hermanos, en el entendido que, por lo general, un periodista o reportero narra un acontecer noticioso; en mi caso, no soy comentarista político mapuche, no me dedico a narrar hechos que afectan a mi pueblo, sino que denuncio injusticias contra mi pueblo, justifico mi defensa y propongo cambiar la situación, pero con propuestas concretas, no con meras consignas. Tampoco soy historiador, en el sentido que sólo me dedique a relatar lo acontecido siglos antes.
¿Cuál es el aporte que con sus denuncias planteadas, a través de artículos publicados en los medios de comunicación, persigue?
No sólo me quedo en cuantificar al pueblo como lo hace un sociólogo, menos un intelectual tipo filósofo de la Torre de Marfil que cree tener la solución a todo, pero no hace nada. No soy un mero revolucionario de escritorio o simple vocero, sino que soy un político mapuche y la diferencia de las demás ramas con la política es que nuestra función consiste, precisamente, en cambiar las realidades injustas que afectan a nuestro pueblo y que estudian los sociólogos, que cuentan los periodistas y que proponen los filósofos. De no ser así, no sería un político mapuche. Tal vez, es por ello que hay sectores que consideran invitarme, especialmente, en Europa o norteamérica, donde los grupos originarios han dejado la llamada vía directa y han pasado a la acción política, por considerarla el camino necesario hacia la autonomía, como es el caso de los vascos y el partido Sortu; lo cual no es nuevo, ya que Nelson Mandela hizo lo mismo, al igual que los Tupamaru como lo demostró Pepe Mujica.
Y, en realidad, escribir es una función necesaria, pero fundamentalmente he sido siempre activista, desde niño, luego de joven fui dirigente social, dirigente universitario, candidato a parlamentario y, hoy, dirigente político.
¿Qué tan complejo es, en Chile, tener origen Mapuche, provenir de una zona del sur humilde (Purén, en la IX región), terminar los estudios con ayuda de personas que confiaron en su talento? ¿Qué es lo más difícil?
Siempre para los más humildes y postergados todo es difícil, eso se agrava cuando eres pobre, joven, mapuche y, además, hijo de campesinos. Te toca esforzarte tres veces más que a otros a quienes nacen ya con todo su vida resuelta como, por ejemplo, lo son los hijos de Angelini, Matte o Luksic, que no son para mí genios de los negocios; son, por el contrario, beneficiados por su influencia política en las leyes que se hacen para ellos y, así, explotan todos los recursos naturales de todos los chilenos sin ni siquiera pagar un peso de tributación. Hay que aclarar esto, ya que cuando uno lo menciona sin justificarlo, un sector de la política chilena que se basa en la teoría darwinista social dice que uno es resentido social. Pero no lo soy, soy realista.
Pero, no creo que sea netamente por algo de talento, es sencillamente por la determinación, convicción y perseverancia para demostrar que la cuna no es límite para salir adelante y que tampoco lo es tu color de ojos o tu apellido. Ése es el mensaje que siempre he buscado trasmitir a los demás, que no se sientan menos que los demás, que se sientan orgullos de sus padres de origen humilde, que se sientan orgullosos de ser mapuche y que se sientan orgullosos de ser hijos de una nana (trabajadora doméstica), un campesino u obrero forestal. Ese es el mensaje que he venido a trasmitir, que el límite está en tu mente, así como me lo dijo un amigo cuando yo era pequeño.
¿Cuáles son las razones que lo llevaron a involucrarse en política? ¿Se ha sentido defraudado o desilusionado a ratos? ¿Qué es lo peor de la actividad política, a su juicio?
Las razones son que cuando yo era niño pensaba que el hecho de ser pobre era una cosa natural, me parecía eso, ya que todos éramos iguales, pero igual de pobres. En el barrio donde estudié no importaba tu apellido u origen, éramos todos pobres. Y nos ayudábamos mucho, por ello estoy seguro que los sectores pobres de Chile siempre han ayudado a los sectores mapuche, porque no somos enemigos, como nos quieren hacer creer; es más, tenemos un enemigo común, ese sector de la política y del Chile acaudalado que sólo hace leyes para hacerse más millonarios y poderosos, en desmedro de todo un Chile postergado dentro del cual están todos los pueblos originarios, lo digo en un plano netamente socioeconómico, ya que, en el pueblo mapuche esta dimensión es sólo una parte de la demanda política.
Y me di cuenta que nadie se merece ser pobre y si nace en pobreza debe tener la oportunidad de salir de ahí, pero eso es negado por quienes administran el Estado, somos consecuencia de sus decisiones. Hay estudios que dicen, por ejemplo, que Chile debería ser uno de los 7 países más ricos y equitativos del mundo, sólo por sus riquezas naturales, pero gracias a los que han administrado este país, somos los más desiguales del mundo. Por eso entré a la política, porque estoy aburrido del abuso de poder.
Y no quiero ver a nuestros descendientes, hijos y nietos, pagando el precio de nuestro fracaso, no me voy a presentar como fracasado ante ellos, ni ante mis antepasados. Me presentaré como corresponde a mi sangre, un luchador incansable y sin miedo, cuando se trata de defender el futuro de los que vienen y de nuestro pueblo. Tenemos que luchar por el Pueblo Mapuche que queremos para 100 años más. Eso se hace ahora, no mañana.
En Chile, ¿cuál es el problema concreto del Pueblo Mapuche y por qué no se ha resuelto: por falta de voluntad política, de interés, por miopía?
El problema concreto que el Estado tiene con el Pueblo Mapuche es que no lo reconoce como nación y sujetos de derechos colectivos, con la facultad o capacidad de decidir libremente su futuro. Históricamente, el Estado ha tratado de eliminarlo por la fuerza militar, mediante el genocidio de 1860 hasta 1883; antes, en 1850, ya se habían eliminado provincias enteras con quemas masivas para instalar colonos alemanes. Posteriormente, se intentó asimilar al Pueblo Mapuche diciendo que éramos todos chilenos y prohibiendo el idioma mapuche. Hoy estamos en la etapa donde se trata al mapuche como terrorista y, paradójicamente, de asesino, intentando resolver el problema político por la fuerza policial y judicializando en tribunales chilenos la causa mapuche.
Se ha ocultado la verdad y mediante escritores conservadores y racistas se ha intentado escribir una historia mentirosa. En palabras de Michel Foucoult, “estamos sometidos a la producción de la verdad del poder y no podemos ejercer el poder, sino a través de la producción de la verdad”. A propósito que algunos escritores han aseverado que el Pueblo Mapuche no se sabía gobernar, que no tenía Estado o que no es nación. Es necesario despejar toda duda y que nos permitan recuperar lo que defendimos y ganamos a los INCA, después a los españoles y que hace 130 años fue arrebatada en Chile: nuestra libertad, lo que siempre fuimos, un pueblo libre. Ese es el problema concreto.
En efecto, el Jesuita Diego de Rosales, en 1629, en su Libro “Historia General del Reyno de Chile el Flandes Indiano”, Capítulo XXXII, dice que el Pueblo Mapuche no sólo era nación, sino que era un gobierno democrático: “Que en muchas cosas se gobiernan los indios de Chile conforme a las otras naciones políticas. En su gobierno, aunque no tienen estos indios de Chile una cabeza, tienen juicio de lo que llaman los políticos Democracia, que es un gobierno popular que, pues para cualquiera cosa de importancia se juntan todos, los principales caciques y convienen en lo que van hazer… los primeros que formaron este modo de gobernarse fueron los hebreos, como refiere Josué y, después, los atenienses como lo notó Pilidoro… y así se gobiernan todas las Repúblicas, los venecianos, holandeses… donde se juntan tanto nobles y plebeyos. Así, estos indios tienen sus parlamentos y juntas para su gobierno”.
Cuando vemos que se ha hecho una comisión de verdad histórica y nuevo trato, que arroja a la luz todos los pactos, tratados y parlamentos que tanto el Estado de Chile como la corona española ratificaron para reconocer a un pueblo y sus derechos. No cabe ninguna duda que no se ha resuelto este conflicto que tiene el Estado de Chile en contra del pueblo mapuche, porque no hay voluntad política real, sólo declaraciones de buenas intenciones. Y, eso, no es por miopía, eso es porque esos tratados reconocen territorio mapuche que el Estado, mediante sucesivos gobiernos y el último fue Pinochet, que le regalaron millones de hectáreas a los dueños de las forestaste que, además, sus plantaciones que generan un impacto social de pobreza y ambiental de déficit hídrico brutal fue financiado por dineros de los impuestos de todos los chilenos, gracias a los sucesivos gobiernos. Entonces, no se ha hecho lo que corresponde, porque los intereses económicos lo han evitado.
¿Qué responsabilidad le traspasa a los diferentes gobiernos en el hecho de que la causa mapuche sea un tema pendiente?
Sin ser marxista debo reconocer que el Manifiesto Comunista de 1848 tenía razón, especialmente en esa parte que dice que los gobiernos son administradores del poder económico de los grandes empresarios capitalistas. De tal manera que el problema han sido todos los gobiernos, ya que el problema es la estructura del Estado, que lo administran siempre para el mismo beneficio y a los mismos beneficiarios padrinos políticos, en desmedro de todos los demás sectores que carecen de poder económico y político. Como resultado de esto, en Chile ha habido 26 genocidios a lo largo de sus 200 años, matan a miles de indígenas en la Patagonia, miles de obreros y niños en Santa María y así, sucesivamente, al Pueblo Mapuche.
¿Qué piensa de la aplicación de la Ley Antiterrorista a los mapuche? Sólo en esos casos el Estado lo aplica… ¿Es discriminación?
Es una aplicación ilegal y discriminatoria. Ilegal, porque viola el principio de inocencia y el debido proceso, en consecuencia viola el pacto de San José, especialmente el Artículo Nº 8, es decir, el derecho a la presunción de inocencia al cual tienen derecho todas las personas y discriminatoria. Porque no hay nada que diga que los mapuche no somos personas y humanos, por lo tanto, también somos beneficiarios de la protección de los derechos a la vida y ya se ha quitado la vida a 17 mapuche desde la recuperación de la democracia hasta hoy.
Tanto es así, que el propio Relator Especial de la Organización de las Naciones Unidas sobre Protección de los Derechos Humanos en la lucha contra el terrorismo y contraterrorismo, Ben Emmerson, recomendó a Chile la suspensión “inmediata” del uso de la Ley Antiterrorista contra activistas de reivindicaciones mapuche. Asimismo, sugirió la revisión de las condenas y procesos que afectan a personas juzgadas con ese cuerpo legal y la creación de un órgano independiente para “investigar y sancionar hechos de violencia innecesaria” por parte de las policías, a fin de poner término a la impunidad en que quedan esos delictivos.
¿Qué se requiere para avanzar en el conflicto mapuche y ponerle fin?
En primer lugar, el conflicto no es mapuche, el conflicto es del Estado con los poderes económicos donde la víctima es nuestro Pueblo Mapuche. Entonces debería llamarse un “conflicto de intereses económicos y territoriales del Estado” donde su solución pareciera ser eliminar a los mapuche para poder hacer negocios. Los nazi decían el problema judío y la solución final. De la misma forma nos tratan como el problema mapuche o el conflicto mapuche.
Estamos hablando en primer lugar que no es justo que el mapuche después de haber defendido dignamente su libertad en 1641, en el Tratado de Quilín, hoy no pueda decidir su destino como pueblo-nación. Nuestros antepasados nos dicen ¡No más! Nosotros venimos a terminar con esta política de la segregación. No queremos que decidan por nosotros, personas que prefieren vernos sufrir. Que nos niegan lo que nos corresponde por derecho natural. Ya que nuestro Pueblo Mapuche fue siempre libre. No ganó su libertad frente a los españoles, la defendió. Su libertad la perdimos ante algunas familias que administran el Estado, hasta hoy. Con ellos es nuestro debate, no con los cientos de chilenos pobres que son víctimas de esas mismas familias, que quede claro.
Por lo tanto, la solución está en reconocer los tratados del Pueblo Mapuche con el Estado español como lo es el de Quilín y con el Estado chileno, es decir, el Tratado de Ipinco, Negrete, de Yumbel, Trapigue y de Tantauco. En consecuencia, reconocer a la nación mapuche con plenos derechos sobre el territorio reconocido, anteriormente, y que hoy se encuentra en manos de privados dueños de forestales y no del Estado. En segundo lugar, el Estado de Chile debe reconocer y construir un estatuto legal que regule el funcionamiento autónomo del territorio mapuche; y, en tercer lugar, debe reconocer una estructura política que le dé representación al Pueblo Mapuche como un todo, un parlamento de acuerdo a las entidades territoriales como lo son lafkenche, nagche, wenteche, pehuenche y huilliche.
Otro aspecto relevante, es conferir el poder de decidir presupuestos y leyes que determinen el futuro del pueblo, de acuerdo a representantes elegidos por un mismo registro electoral indígena. Junto a esto, la creación de cupos reservados, en base a la densidad poblacional de cada pueblo originario en el Congreso, lo que permitiría velar por el respeto de los parlamentos territoriales, al mismo tiempo, permite que los parlamentarios indígenas colaboren con las medidas políticas del pueblo de Chile.
Para responder a algunos críticos cuando digo que no tenemos derechos civiles, me refiero a que, en nuestro caso, esos derechos civiles son colectivos no individuales. El derecho a votar no cambia nuestro futuro como pueblo. Cuando digo que no tenemos derechos políticos me refiero a que esos derechos políticos deben ser colectivos, para el pueblo en su conjunto, no para una persona en un cargo, sino para representar un pueblo. En consecuencia, la democracia no es un simple ejercicio electoral, debe ser un derecho a decidir del colectivo.