En medio de la pandemia del coronavirus y las críticas decisiones que toman los Gobiernos alrededor del mundo, el Organismo Andino de Salud llevó a cabo una reunión de urgencia.
Nila Heredia, médica boliviana y secretaria ejecutiva del Organismo Andino de Salud – Convenio Hipólito Unanue (ORAS-CONHU) sobre los resultados de la reunión, el papel del organismo en la situación de contención del coronavirus, el problema de la carencia del personal médico en la región y la función de la OMS.
¿Cuán previsible era la aparición de una enfermedad como la del COVID-19?
— Por el comportamiento en todo el mundo, se puede indicar que nadie se imaginó que el virus se expandiría tan aceleradamente y en la magnitud como ha ocurrido. La mayoría de los países, excepto los vecinos a China que se percataron de algunos contagios, no reaccionaron ni tomaron previsiones suficientes.
¿Qué rol jugó el ORAS-CONHU en alertar y coordinar las medidas contra la pandemia?
— Por la magnitud del problema epidemiológico que se avecinaba, el Organismo Andino de Salud-Convenio Hipólito Unanue convocó el 27 de febrero a una reunión de urgencia del Comité Técnico de Coordinación y del Comité Andino de Vigilancia en Salud Pública para continuar y profundizar la coordinación.
Valga decir que el comité está constituido por los responsables de epidemiología, laboratorios, emergencias y cambio climático, equipos que se activan en casos de emergencia epidemiológica sanitaria.
A esa fecha, los seis países habían activado o constituido sus equipos epidemiológicos de acuerdo al lineamiento del Reglamento Sanitario Internacional. En reunión especial virtual se sugirió a los ministros la emisión de un pronunciamiento alertando los peligros derivado de la epidemia, así mismo sugirió la constitución de una comisión regional de alto nivel que valore, monitoree, coordine y adopte medidas regionales en lo que se encuentre en el espacio de acción.
Mediante pronunciamiento, el ORAS-CONHU recomendó a los ministerios «mantener un fuerte liderazgo en las comunicaciones e información oficial para lograr la comprensión y colaboración del público en las medidas restrictivas de las actividades cotidianas y del comportamiento de las personas e instituciones privadas y públicas, evitando las distorsiones que a su vez son generadoras de tensiones innecesarias a la población».
Este pronunciamiento fue de conocimiento de los ministros y tomado en consideración favorablemente. Los equipos epidemiológicos de los Ministerios de Salud definieron de inmediato conforme manda el Reglamento Sanitario, un plan de vigilancia, sin embargo, las decisiones ministeriales fueron asumidas en diferentes tiempos y severidad.
Entre el 11 y el 16 de febrero, los Ministerios de Salud de los seis países miembro habían emitido el estado de alerta epidemiológica, pero las restricciones en la movilización de la población y otras necesarias para contener la epidemia dependía de las decisiones de cada Gobierno, que traduciendo el interés de la población o los intereses económicos y políticos empresariales, las medidas restrictivas de contención no fueron adoptadas de inmediato ni en la intensidad y extensión territorial como era aconsejable.
Lamentablemente los cálculos económicos y políticos de los gobiernos primaron, antes que la seguridad sanitaria de la población. En la región latinoamericana, por ejemplo, el Gobierno brasileño se resistió en lanzar o apoyar las cuarentenas declaradas por alcaldes y gobernadores.
Otros países asumieron un plan de control dirigido a la detección precoz mediante la aplicación de pruebas rápidas y moleculares en los casos en que disponían de ellas; monitoreo dirigido e identificación de centros hospitalarios, además de cierre de fronteras y control de aeropuertos.
Es admirable que, a pesar de las dificultades económicas y gracias al apoyo internacional y la población organizada, esta estrategia fue aplicada acertadamente en Venezuela. Otros países, aplicaron medidas de manera tardía.
En algunos países, se adoptaron medidas precipitadas confundiendo el control epidemiológico con una suerte de estado de sitio, la militarización y el copamiento territorial, con poca o nula orientación de las razones de la cuarentena.
¿Cuál es la situación del personal médico y sanitario en la región andina?
— Un tema central se refiere a comprender que el personal médico y sanitario es recurso o factor fundamental en todo acto médico, sea este epidemiológico o clínico.
En la experiencia actual en general, el personal sanitario que atendió los primeros casos cuando aún no se conocía el alto riesgo, quedaron todos o casi todos contaminados y también algunos fallecieron.
Por la magnitud y el delicado estado y pronóstico de los pacientes, los médicos asumen responsabilidades de urgencia, inmediatas y con poco tiempo, desgastantes y muchas veces frustrantes. De retorno a sus domicilios sufren por la presión del vecindario e incluso familiar, que asustados por la posible contaminación los rechazan y agreden aumentando aún más el estado de tensión y agotamiento del personal sanitario.
Debemos protegerlos porque sin ellos no habrá cuarentena que valga ni paciente que sobreviva. Debieran contar con transporte exclusivo, la protección a sus derechos individuales y familiares, cobijo y lugar de descanso y apoyo, la atención en la salud mental permanente, el Estado debe garantizarle ese bienestar, pues están en primera línea.
Es lamentable, pero el plan de contención al coronavirus aplicado en nuestros países, no ha sido acompañado, en la mayoría de los Estados, de un plan adecuado y coherente con las necesidades cotidianas de la población, clasificadas por factores de riesgo y características o capacidades económicas.
Las cifras de la incidencia y letalidad del COVID-19, en cada uno de los países, desnuda el plan aplicado, la política sanitaria y la calidad de los servicios incluyendo la gobernabilidad ministerial.
¿Cuál es el rol de la OMS en la actual situación?
— Sin el afán de disminuir sus responsabilidades, es necesario indicar que la OMS dispone de equipos con experiencia calificada, pero no tiene laboratorios bajo su dependencia, sino que respalda sus decisiones previa consulta e intercambio de información, criterios y conclusiones con instituciones, institutos de investigación o similares, especializados y calificados a nivel mundial.
Varios de estos institutos se encuentran predominantemente en EEUU y países europeos, sin desmedro de algunas instituciones en otros continentes, pero que frecuentemente trabajan bajo el alero de los institutos grandes, de modo que el director de la OMS no emite criterios por sí mismo ni lo hace con un equipo reducido, lo hace en general con respaldo calificado.
Sin embargo, es también cierto que existen influencias directas e indirectas de instituciones científicas, Estados e instituciones pseudofilantrópicas, como la Fundación Bill Gates o la Rockefeller, que no pocas veces logran dirigir las decisiones de la OMS. Un ejemplo real fueron las vacunas y medicamentos para el virus H1N1 del 2009-2010.
Por su parte, cada país tiene la obligación de definir estrategias de aplicación de las decisiones mundiales y lo harán también respaldados en sus propias experiencias e institutos nacionales.
Podemos deducir que entre la primera alerta de la OMS emitida el 23 de enero y la segunda, el 30 de enero, fecha que se declara la Emergencia en Salud Pública de Importancia Internacional (ESPII), los países tuvieron tiempo para adoptar las precauciones requeridas y definir un plan de acción y estrategias relacionadas con el tipo de epidemia, entradas al país, características geográficas y poblacionales de su propio país.
Es necesario indicar que, en ese periodo, entre la alerta sanitaria y la declaración de la ESPII, se habrían realizado miles de vuelos aéreos, y cientos de miles de personas se habían trasladado del Asia a Europa, Canadá, EEUU y, en un número menor, hacia Latinoamérica.
La ruta del coronavirus es por tanto la ruta de los portadores del virus, esos cientos de personas que lo albergaron y trasladaron y el medio de transporte, fundamentalmente aéreo, que se utilizó para desplazarse del lugar de los brotes, al país de tránsito o destino.
¿Cual es la situación de la región andina en este momento?
— La acelerada expansión y alta letalidad en Ecuador fue el detonante para que los países se viesen realmente amenazados y se vean empujados a adoptar medidas relacionadas con la vigilancia epidemiológica, aun así, la lentitud en las reacciones y pocas previsiones, está pasando factura a la región.
En Ecuador, la incidencia continúa siendo alta, pero al parecer tiende a estabilizarse, Chile ha aumentado la incidencia las dos últimas semanas, que obligó finalmente a declarar un estado de control mayor. Su incidencia la pone por delante de Ecuador. Sin embargo, el número de fallecidos es absolutamente menor, lo que demuestra las previsiones y equipamiento en el nivel hospitalario y la red de detección.
Venezuela, tomando nota de los insuficientes recursos y dificultades en equipamiento pusieron en tensión y desplegaron a su fuerza profesional del programa Barrio Adentro en todo el territorio para detectar a los pacientes y aislarlos rápidamente, a la vez que, con el auxilio de China y Cuba, han logrado aplicar los test de detección. Esta estrategia al parecer ha dado como resultado una baja incidencia y letalidad moderada.
Perú, a pesar de los mecanismos restrictivos, la incidencia y letalidad se encuentra en peligroso ascenso. Colombia, al parecer, ha establecido un sistema que ha logrado un control más efectivo.
Bolivia, con tardía y relativa baja incidencia de infectados, no muestra tener una estrategia de contención epidemiológica suficiente, la búsqueda y monitoreo de casos es aún insuficiente, la preparación de la red hospitalaria, aplicación de protocolos, de personal destinado a la atención hospitalaria no parece suficiente de la misma manera que la protección en bioseguridad al personal médico y el equipo sanitario.
A todo este panorama, hay que agregar otra preocupación no mayor. La Organización panamericana de la Salud (OPS) ha indicado que, en promedio, la región latinoamericana cuenta con 83 enfermeras y enfermeros por cada 10.000 habitantes. Esa cifra es más trágica aún en Haití, Bolivia y República Dominicana, donde se dispone de 10 enfermeras por cada 10.000 habitantes.
Todos los países del continente están en déficit, excepto Cuba. Venezuela ha perdido una enorme cantidad de médicos en estos cinco últimos años, pero aún mantiene un primer nivel, aunque no muy sólido. Su problema es el reducido número de médicos especializados, enfermeras, equipo y medicamentos.
Ecuador, Brasil, Bolivia han disminuido sustancialmente su personal médico por restricciones económicas. En el caso de Ecuador, la actual situación es resultado de decisiones políticas en contra de Cuba o profesionales que estudiaron particularmente en Cuba y que cubrían las áreas rurales y periurbanas.
Es vital dar en este momento todo el apoyo logístico y moral al personal médico y en general a los trabajadores en salud. Se les debe brindar los implementos de trabajo adecuados, pero también deben vivir en entornos que no les generan mayor estrés. De ellos dependen millones de vidas.
Cortesía de María Luisa Ramos Urzagaste Sputnik