El discurso dominante en la sociedad capitalista global encamina al mundo a su «autodestrucción», por la imposición de un modelo de consumo de energía dependiente de recursos naturales fósiles no renovables, como el petróleo, dijo David Barkin, especialista en Economía Ecológica y Solidaria.
«Mi diagnóstico comprimido de la situación actual del mundo es que en este momento se está encaminado hacia su autodestrucción, el discurso dominante asegura que a través de las buenas intenciones de las corporaciones, haciendo las mejores prácticas, se pueden evitar el desastre climático y la destrucción de la biodiversidad», dijo el investigador, doctorado por la Universidad de Yale y ganador del Premio Nacional en Economía en 1979 por su análisis de la inflación.
Barkin resume su ponencia al Coloquio Internacional «Cómo surgen los órdenes nuevos en el universo» en el arte, la historia y la economía, que se celebra en el Museo Nacional de Antropología, organizado por Instituto de Estudios Críticos y el Colegio Nacional.
«Mi respuesta es que ese discurso es un auto engaño que implicaría el empobrecimiento del mundo en una forma cruel, de una destrucción segmentada del tejido social de casi todos los países del mundo», pronostica el investigador de 78 años, nacido en Nueva York y nacionalizado mexicano.
El profesor emérito del Sistema Nacional de Investigadores afirma además que «está claro que la primera media factible es abandonar el uso de los energéticos más contaminantes, que son los hidrocarburos fósiles, la pregunta que sigue es si es posible hacer eso», acotó.
La respuesta que ofrece el profesor de Economía en la Universidad Autónoma Metropolitana desde 1975 es que «implicaría un modelo totalmente distinto del uso de la energía, que necesitaría de inmediato poner en marcha un modelo descentralizado del uso de energéticos».
A contracorriente del enfoque dominante, Barkin piensa que «la sociedad capitalista es incapaz de evitar los daños ecológicos», y que en nuestros días «la muestra está en los diez millones de hectáreas perdidas por los incendios en Australia».
Pone por ejemplo que los aborígenes australianos muestran que hay otras técnicas para evitar daños forestales.
Esas culturas originarias ancestrales «han desarrollado sistemas extraordinarios y diferentes durante muchas generaciones, para proteger los bosques y sus recursos naturales, similares a otras experiencias que aplican también los indígenas de Canadá, México y la región del Amazonas».
Enseñanzas indígenas
La base del conocimiento ancestral está en el «manejo comunal colectivo» de sociedades que buscan alejarse de la órbita del mercado mundial, lejos del proceso agroindustrial que contribuye al exagerado consumo de energía, característica del capitalismo, prosigue Barkin.
«Es extraordinario que la cuarta parte de la superficie de las tierras del Planeta están en manos de grupos indígenas comprometidos con la conservación, pero hay una tendencia a ignorarlos», asegura el investigador.
Más aún, indígenas en México controlan más tierras que el promedio mundial.
«Las comunidades nativas mexicanas controlan la tercera parte de las tierras, pero hay un grave conflicto social sobre cómo utilizar esos recursos», indica.
Uno de los mayores hallazgos recientes es que, contrario a lo que se pensaba, en vez de agotar los bosques con métodos ancestrales, los pueblos originarios hacen más productivas sus capacidades.
«Sus acciones son mucho menos dañinas para el grave problema terráqueo del calentamiento global, que cambia sus modelos del uso de la energía», subraya.
Por ejemplo, las aportaciones de pastores alrededor del mundo descubren que a través de sus viajes hacen extraordinarias mejoras a los ecosistemas que cruzan.
El académico explica que «lejos de destruir con sus animales de pastoreo los entornos naturales por donde pasan, los están enriqueciendo», pero lamenta que el conocimiento de la gente de las comunas es menospreciada por la sociedad capitalista.
Otro grupo social importante son los campesinos empeñados en promover la autosuficiencia alimentaria a nivel local, que producen con agroecología en vez de buscar a las grandes empresas agroindustriales como solución de problemas.
Actualmente, «la cuarta parte de la superficie agrícola del mundo provee dos terceras partes de los alimentos», compara.
Considera como «una tragedia el desprecio de los grupos indígenas que es notable en el sureste de México y Centroamérica», a pesar de que han recibido premios mundiales, como la ecologista Berta Cáceres, galardonada con el premio internacional Goldam, asesinada en 2016 en Honduras.
Como ejemplos exitosos menciona «el manejo de ecosistemas de los indios de Panamá, la propuesta ambiental de las comunidades mapuches sudamericanas, o la nacionalización de recursos naturales que impulsó Evo Morales en Bolivia», entre muchos otros casos.
Finalmente, cuestiona el modelo de desarrollo del llamado Tren Maya, de la actual administración del presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador, para la península de Yucatán.
«Creo que este proyecto del Tren Maya es un proyecto con una visión colonialista, resultado de una política para beneficio de los pueblos a través de la inversión internacional, que profundizará el modelo capitalista en crisis», cuestionó Barkin.
Ese ferrocarril enlazará con 1.500 kilómetros de vías férreas a las zonas arqueológicas con las playas del Caribe mexicano, atravesando la mayor reserva de la biósfera del país, la ancestral ciudad maya de Calakmul.
Cortesía de Sputnik